Ruiz de Cameros, Simón. Señor de Cameros. ?, p. s. XIII – Treviño (Burgos), 1277. Noble.
Hijo de Rodrigo Díaz de Cameros y Aldonza Díaz de Haro, señores de Cameros, es un ejemplo de los ricos omes castellanos cuyos grandes dominios señoriales se han constituido gracias a la prestación de servicios a los monarcas. Las propiedades del señor de Cameros, aunque se extienden desde Zaragoza y la Transierra castellana hasta los montes de Oca, se concentran en la sierra de Cameros y La Rioja baja. Sin embargo, en una economía monetaria, estos amplios bienes no resultaban tan rentables como las rentas líquidas obtenidas de la ejecución de derechos señoriales y de la administración de tenencias regias.
Por tanto, estos nobles debían innovar nuevas estrategias de gestión patrimonial; concretamente, este protagonista orientó la administración de su patrimonio hacia la obtención de liquidez monetaria, bien fuera vendiendo la villa de Enciso en 1246 y la mitad del molino de Salamón (Nalda) en 1264, o consiguiendo nuevas fuentes de renta al tomar en prestimonio la martiniega de Berlanga y propiedades de instituciones eclesiásticas, tal es el caso de los lugares de Luezas y Santa María de Cameros, cuyo usufructo recibió del Monasterio de San Prudencio en Monte Laturce, y las tercias decimales de los arciprestazgos de Roa y San Esteban de Gormaz.
Puesto que su economía dependía en gran medida de la liberalidad real en la concesión de tenencias y estas concesiones resultaban cada vez menos abundantes a raíz del freno experimentado por la Reconquista a mediados del siglo xiii, aumentó la conflictividad entre estos nobles y el Monarca. Además, estos enfrentamientos se vieron acentuados a causa de la no siempre bien delimitada superposición de sus respectivas competencias señoriales. Así, se comprende la oscilación de estos ricos omes entre la fidelidad y la rebeldía en función de las recompensas recibidas de la Corona, situación de la que Simón Ruiz constituye un claro paradigma.
En su juventud vivió el alejamiento de su padre respecto del rey castellano Fernando III, a quien le devolvió las tenencias poseídas a cambio de 14.000 aureos, una escasa compensación; de ahí que iniciase su andadura política como señor de Cameros retornando a la esfera regia. Confirmó documentos de este Monarca desde agosto de 1242 hasta el final de su reinado, diez años más tarde, y recibió de sus manos las tenencias de Jubera, antes de 1244, Quel y San Pedro de Yanguas, antes de 1250. Asimismo, contrajo matrimonio con Sancha Alfonso, hija natural de Alfonso IX de León y, en consecuencia, hermana de Fernando III. Prosiguió en la Corte con el nuevo rey castellano Alfonso X, resultaba habitual en la confirmación de diplomas reales y participaba en el repartimiento de Sevilla, donde, en 1253, dicho Monarca le concedió la heredad de Ugena (Aznalfarache) con veinte mil olivos e higueras, que recibió el nombre de “Camero”, y otra de veinte yugadas en “Facialcáçar” con la obligación de mantener allí un jinete armado. También recibió de Alfonso X la villa de Tormantos y una bodega en Belorado en 1256.
Sin embargo, su oposición a la centralización fiscal, a las actuaciones de los merinos reales, a la concesión de fueros a pueblas nuevas, a la reforma monetaria, a la recaudación de servicios en las Cortes para la candidatura imperial y a otros aspectos de la política de Alfonso X, alinearon a Simón Ruiz con el infante don Felipe y los restantes nobles rebeldes reunidos en Lerma y Palenzuela en 1271, entre quienes destacaban el señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro, Ferrán Ruiz de Castro y Nuño González de Lara. Aprovechando la estancia del monarca castellano en Murcia, los sublevados buscaron el apoyo del sultán nazarí de Granada, de los reyes de Navarra y Portugal y del emir de Marruecos. Simón Ruiz se convirtió pronto en uno de los cabecillas rebeldes a tenor de sus contactos con el emir marroquí mediante correspondencia directa y a través de un intermediario llamado Abdalá Trigama. El retorno de Alfonso X a Castilla desbarató la conspiración y los nobles sublevados se exiliaron en Granada. A finales de 1272, Simón Ruiz reaparece confirmando privilegios reales. Si a esto se añade su ausencia en posteriores enumeraciones de rebeldes y en los acuerdos de estos con el sultán nazarí, se puede pensar en una temprana reconciliación con Alfonso X antes de emprender huída alguna hacia Granada.
Viudo de Sancha Alfonso, el señor de Cameros volvió a casarse con Beatriz, hija ilegítima del infante don Fadrique, hermano de Alfonso X. En el conflicto por el Trono navarro, Simón Ruiz y su suegro el infante don Fadrique debieron apoyar con sus tropas a los habitantes del barrio pamplonés de la Navarrería frente al Ejército de Felipe III de Francia. Sin embargo, el 2 de abril de 1276, Simón Ruiz y el señor de Vizcaya se reunieron en Los Arcos con el gobernador de Navarra, Eustaquio de Beaumarche, y varios nobles navarros, comprometiéndose a detener cualquier intervención del rey castellano en Navarra. Una consecuencia de este convenio fue la detención del ejército castellano a tan sólo tres leguas de Pamplona para no estorbar a las tropas francesas. Esta connivencia con franceses y navarros, junto a su posición en la problemática sucesión al Trono castellano tras la muerte del primogénito don Fernando, le acabó costando la vida al señor de Cameros. El 25 de diciembre de 1276 confirmó por última vez un documento de Alfonso X; meses después, Simón Ruiz era prendido en Logroño por el infante Sancho, acompañado, entre otros, por Gonzalo Ruiz de Zúñiga, para, a continuación, ser trasladado a Treviño, más lejos del territorio camerano, y ejecutado en la hoguera a finales de abril o primeros de mayo de 1277 por orden del Rey Sabio.
La drástica y sorprendente decisión de Alfonso X al ejecutar a su propio hermano don Fadrique y al señor de Cameros merece un pequeño análisis. Para suceder a Alfonso X, Lope Díaz de Haro apoyaba al infante Sancho, segundo hijo del rey castellano, mientras el rey francés Felipe III secundaba los derechos de los infantes de la Cerda, contando con el apoyo de Nuño González de Lara, a la sazón exiliado en Francia. En estas circunstancias, se inscribe la conspiración de Simón Ruiz con su suegro el infante don Fadrique. A tenor de la violenta resolución del monarca castellano, el objetivo de este complot sería el destronamiento del propio Alfonso X, aprovechando la inestabilidad provocada por los conflictos con Granada y Francia, por las luchas sucesorias y por la propia enfermedad del Rey Sabio; anticipando varios años la resolución del infante Sancho en la asamblea de Valladolid en 1282.
Aun así, se ignora si esta deposición redundaría a favor de los infantes de la Cerda, en consonancia con su dudosa actitud ante el Ejército francés y con posteriores referencias de Felipe III de Francia a las “justicias” del infante; o del infante don Sancho, como supone Ballesteros Beretta, de ahí la huída a Francia de varios nobles luego de su ejecución, entre ellos el señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro y su hermano Diego López; o del propio don Fadrique, bien sea como monarca o regente hasta la mayoría de edad de don Sancho, en opinión de González Jiménez y O’Callaghan.
El carácter ejemplar del castigo resulta evidente, ya sea por acabar con la vida de los acusados como por el uso de la hoguera. En pos de justificar esta extrema dureza, desde los círculos alfonsinos se atribuyó a los ejecutados la condición de homosexuales; en aquella época, un crimen aún más execrable si cabe que la propia alta traición. En este sentido, Kinkade interpreta la expresión “que non querian moller”, de la cantiga 235. Otros autores y cronistas posteriores han buscado otras razones, con escasa base histórica, para explicar estas ejecuciones: torpemente mezclan predicciones astrológicas sobre el destronamiento de Alfonso X con supuestas herejías de los ajusticiados.
Tras la muerte de Simón Ruiz, el señorío de Cameros pasó al realengo. Inicialmente, Sancho IV lo entregó a su segundo hijo, el infante don Pedro; sin embargo, las protestas de Juan Alfonso de Haro, primogénito de Alfonso López de Haro y María Álvarez, sobrina del señor ejecutado, le permitieron recibir un mermado señorío de Cameros e iniciar un nuevo linaje al frente de dicho dominio.
Bibl.: M. Gaibrois de Ballesteros, Sancho IV de Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, vols. I y II, 1928, pág. CL y págs. 61, 72 y 341, respect.; J. González, Repartimiento de Sevilla, vols. I y II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951, págs. 144, 261 y 323 y págs. 21, 229, 267 y 307, respect.; A. García Martínez (ed.), Crónica de los reyes de Castilla Fernando III, Alfonso X, Sancho IV y Fernando IV de Jofré de Loaysa, 1248-1305, Murcia, Diputación, 1961, pág. 96; A. Ballesteros Beretta, Alfonso X el Sabio, Barcelona, Salvat, 1963, págs. 80, 82, 518, 520, 531-532, 534, 556, 561, 565-566, 569, 571, 577, 588, 616, 639, 685, 791, 795, 797, 818-827 y 883; J. Yanguas y Miranda, Diccionario de antigüedades del reino de Navarra, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1964, págs. 50-53; A. C. Floriano (ed.), “Anales Toledanos III”, en Cuadernos de Historia de España, XLIII-XLIV (1967), pág. 173; M. I. Ostolaza, Colección Diplomática de Santa María de Roncesvalles (1127-1300), Pamplona, Príncipe de Viana, 1978, docs. 143 y 158; E. Sainz Ripa, Colección Diplomática de las Colegiatas de Albelda y Logroño, I. Siglos X-XIV, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1981, docs. 28, 31, 50, 55 y 63; E. González Crespo, “Los Arellano y el señorío de los Cameros en la Baja Edad Media”, en En la España Medieval, II (1982), pág. 396; J. González, Reinado y diplomas de Fernando III, I. Estudios y III. Diplomas (1233-1253), Córdoba, Caja de Ahorros de Córdoba, 1983, págs. 94, 138-140 y docs. 708-843, respect.; C. Jiménez Martínez, Santa María de Cañas (1138-1474), I (trascripción: 1138-1351), tesis de licenciatura, Zaragoza, Universidad, 1985, docs. 38 y 44 (inéd.); J. M. Lizoain Garrido, Documentación del monasterio de Las Huelgas de Burgos, I (1116-1230) y II (1231-1262), Burgos, 1985, docs. 455-464, 466, 468-471, 474, 475, 480, 484 y 485; C. López de Silanes y E. Ripa Sainz, Colección Diplomática Calceatense (Años 1125-1397), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1985, docs. 34 y 42; E. Iradier Santos, Documentación medieval municipal de Logroño (1075-1476), tesis de licenciatura, Zaragoza, Universidad, 1986, docs. 7 y 14 (inéd.); J. Montoya, “La ‘gran vingança’ de Dios y Alfonso X”, en Bulletin of the Cantigueiros de Santa María, III (1990), págs. 53-59; J. Moret, Anales del reino de Navarra, vol. V, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1990, pág. 68; I. Rodríguez Ruiz de Lama, Colección Diplomática Medieval de La Rioja IV (siglo XIII), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1992, docs. 188, 190, 193, 219, 225, 241, 328 y 351; F. J. García Turza, Documentación medieval del Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce (siglos X-XV), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1992, docs. 74, 78 y 88; R. P. Kinkade, “Alfonso X, Cantiga 235, and the Events of 1269-1278”, en Speculum, LXVII (1992), págs. 313-318; F. Párez Algar, Alfonso X, el Sabio, Madrid, Studium Generalis, 1994, págs. 294-302; J. M. Nieto Soria, Reyes de Castilla y León: Sancho IV (1284- 1285), Palencia, Diputación Provincial, 1994, págs. 28-29; M. González Jiménez, “Unos Anales del reinado de Alfonso X”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, CXCII (1995), págs. 9 y 447; J. F. O’Callaghan, El rey Sabio. El reinado de Alfonso X de Castilla, 1252-1284, Sevilla, Universidad, 1996, págs. 289-290; M. González Jiménez, “La sucesión al trono de Castilla: 1275-1304”, en Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, XI (1996-1997), págs. 59-84; M. I. Zabalza Aldave, Archivo General de Navarra, II (1274- 1321), San Sebastián, Sociedad de Estudios Vascos, 1997, doc. 10; M. González Jiménez (ed.), Crónica de Alfonso X, Murcia, Real Academia Alfonso X el Sabio, 1998, págs. 64-67, 76-77, 83, 92, 133, 194 y 228; C. Vara Thorbeck, El lunes de Las Navas, Jaén, Universidad, 1999, pág. 162; P. Pérez Carazo, El monasterio de Santa María de Herce y su señorío abacial durante la Edad Media (1246-1500), II. Colección diplomática, tesis doctoral, UNED, 2001, docs. 16, 17, 29, 32, 39 y 40 (inéd.).
Tomás Sáenz de Haro