Sentjust y Pagés Sentjust, Francisco. Barcelona, 1654 – 2.VII.1708. Fundador de la Congregación de la Misión (CM) en España.
La infancia y juventud de este ilustre personaje que trajo a España la Congregación de la Misión o Misioneros Paúles se escapan a la mirada de sus observadores.
Proveniente de una familia rica y distinguida de Barcelona, Francisco opta por el sacerdocio siendo joven. La riqueza de sus padres, que le ofrecía un futuro prometedor y halagüeño, no fue obstáculo para que emprendiera la carrera eclesiástica. Los centros de formación que pudo frecuentar no se conocen con total exactitud; probablemente cursara sus estudios en la misma capital condal. Es igualmente probable que fuese ordenado sacerdote en 1678, según se deduce de documentos relativos a nombramientos que le fueron otorgados posteriormente.
Su padre ocupaba el cargo de conceller en cap en Barcelona durante los años 1675 y 1681, y ostentaba además el título de marqués de Montenegro. Por alianzas matrimoniales, los Sentjust estaban emparentados con los Pignatelli de Aragón. Sus relaciones con la alta sociedad civil, eclesiástica y militar eran influyentes a todas luces y veían ellos con satisfacción la escalada social de sus cuatro hijos: el mayor, José, heredó el título de su padre; otros dos hermanos siguieron como Francisco la carrera eclesiástica: Manuel llegó a ser obispo de Vich, y Gilderico, monje benedictino y abad de Camp Redón. Un tío suyo había sido nombrado prior claustral de la Catedral de Tortosa.
El mismo Francisco, apenas ordenado sacerdote, adquiere los títulos de canónigo de Urgell y prior de Santa Oliva. Los ascensos eclesiásticos le atraían.
En el campo político, Francisco Sentjust, nombrado ya prior de Santa Oliva (1686), se movía en el escenario de los conflictos bélicos de Luis XIX y la sucesión de Carlos II el Hechizado a la Corona de España.
Destacada importancia tuvo en aquellas circunstancias bélicas la ocupación de Barcelona el 10 de agosto de 1697, con graves pérdidas del ejército francés y español, sobre todo del primero al retirarse de la ciudad condal, ese mismo año, firmada ya la paz de Ryswik.
Se desconoce la participación activa y detallada del joven clérigo Francisco Sentjust, pero alguna hubo de ser, pues él mismo asegura “haberme de miscuir en dependencias poco ajustables a la perfección de vida que se requiere a los eclesiásticos”. Lo cierto es que su director espiritual, un carmelita descalzo, le aconsejó ausentarse del país y emprender una peregrinación que serenara su espíritu. Y así lo hizo llevado de un deseo sincero de mejorar su ministerio sacerdotal, del que se sentía insatisfecho.
Tal insatisfacción venía arrastrándola desde 1680, año en que el papa Inocencio XI había ordenado, mediante un breve, que todos los aspirantes al sacerdocio practicasen los ejercicios espirituales como se hacía en Roma. Sueña entonces en la fundación de una congregación dedicada a predicar ejercicios espirituales al clero y misiones al pueblo. Busca incluso sacerdotes que secunden su plan, pero no los encuentra. En estas circunstancias, decide hacer la peregrinación que le habían aconsejado y suspender su ministerio (1680- 1698); emprende entonces un viaje largo y sacrificado que le llevó a Roma, donde descubrió su vocación de fundador de la Congregación de la Misión en España.
Su peregrinación estuvo sembrada de peripecias que describirá más tarde su acompañante el joven Miguel Xuriach, ingresado también como él en la Congregación de la Misión. El recorrido constaba de varias etapas.
Fallecidos ya sus padres, que le habían suplicado demorase tal peregrinación, a fin de no verse privados de su presencia a la hora de la muerte, empieza su camino en Barcelona el 17 de septiembre de 1698. De Barcelona se dirige a Montserrat, luego a Zaragoza, Madrid, Toledo, Ávila, Alba de Tormes, Santiago de Compostela, León, Burgos, Logroño, Roncesvalles, Toulouse, Marsella, Niza, Turín, Loreto, Roma. En la ciudad eterna visita la tumba de san Pedro, las catacumbas y, sobre todo, la casa de Monte Citorio regida por los misioneros de San Vicente de Paúl, a ruegos del catalán Benito Vadella, arcediano de Besalú, que se encontraba por entonces en Roma (1698).
Fue aquí donde disipó sus dudas y donde encontró respuesta a su antigua inquietud de fundar un instituto encargado de predicar misiones al pueblo y dirigir ejercicios a los clérigos, al tomar contacto con los misioneros paúles que se dedicaban, precisamente, a esos ministerios. La peregrinación había durado dos años largos. En 1701 aparece de nuevo en Barcelona preparando la venida de los misioneros residentes en Italia, gestiones que pusieron a prueba su tenacidad.
Sólo su tenacidad pudo conseguir lo que parecía imposible, dadas las circunstancias adversas que le sobrevenían a cada paso, pese a haberse conducido siempre según ordenaban las leyes vigentes del Antiguo Régimen.
No le faltaban “buenas palabras” de parte de las autoridades eclesiásticas y civiles, pero los hechos daban al traste con todas las negociaciones antes realizadas.
Por fin pudo ver coronados sus esfuerzos al comprobar la presencia de los cinco primeros misioneros —tres de origen italiano y dos de origen español— en Barcelona el 7 de julio de 1704, en la calle Tallers, casa que él mismo había comprado con sus bienes. La ayuda económica y apoyo moral que recibiera de su gran amigo el canónigo Gerónimo Enveja contribuyeron a dar ánimos al “iluminado fundador”.
Poco antes, el padre Sentjust había sido admitido en la Congregación de la Misión y a los votos propios de esta comunidad, el 17 de mayo del mismo año 1704, por el obispo de Barcelona, antiguo benedictino, fray Antonio Sala, mediante un breve de Clemente XI. Después de la fundación, el Papa le nombra además arcediano de la Catedral de Barcelona por breve del 29 de enero de 1706. Para estas fechas, los títulos y prebendas eclesiásticas, que antes tanto le habían halagado, no le apartaron de su dedicación a las misiones y dirección de ejercicios espirituales, ocupación que le mantuvo en activo hasta la muerte.
Su fallecimiento, acaecido el 2 de julio de 1708, fue celebrado con grandes “pompas” por la “Conferencia Eclesiástica” que él mismo había fundado (1707) a semejanza de las organizadas por san Vicente de Paúl en París, con el nombre de “Conferencias de los Martes”. La oración fúnebre corrió a cargo del famoso orador Francisco Garrigó, miembro de la misma Conferencia Eclesiástica, quien desglosó parte de la vida y obra realizada por este ilustre sacerdote barcelonés, que ha pasado a los anales de la Iglesia local de Barcelona y de la congregación de misioneros paúles como fundador de éstos en España.
Bibl.: F. Garrigó, Threnos lamentables que en las Exequias celebradas por la Conferencia Eclesiástica a las tan justas como debidas memorias de su fundador, el Muy Ilustre Señor Don Francisco Sen-Just y Pagés, Barcelona, Francisco Guasch, 1708; B. Paradela, Notas biográficas de los que han pertenecido a la Congregación de la Misión, Madrid, Cleto Vallinas, 1935; J. Herrera, Historia de la Congregación, Madrid, La Milagrosa, 1949, págs. 223-229; J. Fernández, “Orígenes italianos de la Congregación de la Misión en España”, en Anales de la Congregación de la Misión, 11-12 (1974), págs. 8-19; J. Barceló, Francisco Sentjust y De Pagés, C.M. Un gran desconocido, Salamanca, Ceme, 2003; J. M. Román, “Un fundador iluminado”, en Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad (2004), págs. 152-166.
Antonino Orcajo Orcajo, CM