Milanesio, Pedro José. Turín (Italia), 14.III.1707 – 11.IX.1788. Jesuita (SI), orador, filósofo, teólogo, escritor.
Entró en la Orden de Loyola en 1722 y se incorporó a la provincia jesuítica quiteña en 1731. En Quito fue catedrático de Filosofía tres años, y mantuvo la Cátedra de Prima de Teología en la Universidad de San Gregorio. De esta cátedra han quedado al menos dos tratados: De Deo uno y De beatitudine.
“Mucho ignora en Quito, quien ignora al P. Milanesio a quien Dios quiso señalar como uno de los más bellos y universales entendimientos”, escribió de él el doctor Viteri y Orozco, y ponderaba que el jesuita era “un notable filósofo, un profundo teólogo, un diestro escriturario, un legista y canonista eminentísimo”, y maestro de mística y moral.
Pero su gran pasión y el campo en que con mayor caudal y riqueza desplegó sus grandes talentos y poderes expresivos fue la predicación. “Apenas es creíble, y numerable, lo que ha producido en Sermones, ya Panegíricos, ya Morales, en Pláticas diarias, en Misiones fervorosas, en Congregaciones y Exercicios de todo el año”, escribió el prologuista de una de sus obras. Fue el más famoso orador, el acatado y admirado, de un tiempo en que la oratoria sacra alcanzó su mayor brillo en el Quito español.
Debido a su fama y prestigio se le encomendó predicar los seis jueves cuaresmales, en 1766, en una ciudad que acababa de protagonizar una de las más violentas, largas y radicales revoluciones de la historia del siglo XVIII en América, la llamada Revolución de los Estancos, que culminó en lo que se conoce como la Guerra de Quito. Milanesio dedicó esos sermones penitenciales a “los enemigos y vicios capitales, que destruyen la ciudad de Quito”: los dos primeros a la embriaguez, el tercero a la discordia, el cuarto a la falta de obediencia a los superiores y al Rey —éste fue el sermón más arduo y menos sólido como argumentación—, el quinto a la falta de justicia, y en el sexto metió cuanto se le iba quedando fuera, vicios y armas de los demonios, como excesos de libertad, ociosidad.
Más allá de la doctrina y exhortación moral, esos sermones fueron vivas y dramáticas pinturas de Quito.
Y merecieron —como otras grandes piezas de Milanesio— publicarse.
En 1767, el año de la expulsión de los jesuitas de los dominios del rey de España, era rector del Colegio de Cuenca. En Italia se radicó en su provincia de Milán, y murió en su Turín natal.
Obras de ~: Oración fúnebre predicada en las solemnes exequias de el Ill.mo señor doctor D. Juan Nieto Polo del Aguila, Obispo de la ciudad de Quito, en su Iglesia Catedral el día 21 de marzo de 1759, por el R. P. Pedro Joseph Milanesio, en la Villa de Hambato, 1759; El santo más amable, la delicia y el encanto de el orbe. Oración panegírica que en el día solemne de el glorioso S. Antonio de Padua y en la iglesia de el Convento Máximo de el Seraphico Padre S. Francisco de Quito predicó el P. Pedro Joseph Milanesio, Quito, Impresso en la Compañía de Jesús, MDCCLXI; Panegírico funebre que a la dulce y venerable memoria de nuestro Rey Fernando VI. el Justo, dixo en la iglesia del Colegio Máximo de Quito de la Compañía de Jesús el P. Pedro Joseph Milanesio, Quito, impresso en la Compañía de Jesús, MDCCLXI; La hidra de muchas cabezas, es a saber los enemigos, y vicios capitales que destruyen la ciudad de Quito descubiertos para la enmienda a sus nobles ciudadanos y combatidos con las armas de la doctrina christiana. En los seis Jueves de la Cuaresma del año de 1766. Por el P. Pedro Joseph Milanesio, Quito, en el Colegio Real y Mayor y Sem. de San Luis de la Compañía de Jesús, s. f.; Breve Relación de los Esmeros con que la Compañía de Cavallería de Voluntarios el día 4 de Noviembre de 1766 celebró en Quito los Dias de Nuestro Catholico Monarca el Señor D. Carlos III, s. l. s. f.
Bibl.: A. Viteri Orozco, “Censura”, en La hidra de muchas cabezas, op. cit.; H. Rodríguez Castelo, Literatura en la Audiencia de Quito. Siglo XVIII, Ambato, Consejo Nacional de Cultura, Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Tungurahua, 2002, págs. 218-219 y 1143-1167.
Hernán Rodríguez Castelo
