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José de Cepeda y Castro

Biografía

Cepeda y Castro, José de. La Puebla de Montalbán (Toledo), 27.VI.1687 – Madrid, 17.I.1750. Presbítero, canónigo de Plasencia, obispo de Mallorca.

Su familia se honraba con el parentesco de san Pedro de Alcántara y de Santa Teresa de Jesús (sus biógrafos así lo dicen, aunque sin demostración). Desde niño estudió en el Seminario de Salamanca y, después de obtener una beca de colegial, se graduó de doctor en ambos derechos por la Universidad de Ávila. Presbítero ya, y vacante la plaza de canónigo magistral en la catedral de Plasencia, la consiguió por oposición frente a numerosos concursantes. Seis años ocupó este puesto, hasta que fue designado inquisidor de la archidiócesis de Valencia, cuyo delicado oficio regentó durante veintidós años. Vacante el obispado de Mallorca por muerte de su titular (Benito Pañuelas y Escarle, fallecido el 26 de noviembre de 1743) quiso el rey Felipe V premiar sus servicios, y el 13 de julio de 1744 lo presentó para ocupar la mitra de Mallorca. Preconizado en Roma, fue consagrado en Madrid el 11 de octubre de 1744 por el arzobispo Pedro Clemente de Aróstegui, en ceremonia en que también se consagró otro obispo, el de Vich, Manuel Muñoz Guil. En el mismo octubre llegó a Palma el provisor nombrado por Cepeda, Luis de Luna, quien, falto de tacto, provocó un choque con el capitán general del archipiélago, quien informó de ello al marqués de la Ensenada, ministro de Estado, el cual escribió a Cepeda, de orden del Rey, un oficio (el 7 de marzo de 1745, con bastante retraso) pidiendo al obispo que destituyera a Luis de Luna, lo que se hizo en el acto, decidiéndose Cepeda a embarcar de una vez para su nueva diócesis.

Arribó el 15 de marzo de 1745 a Palma, y tomó posesión con las acostumbradas solemnidades. El 3 de septiembre, una disposición suya obligó a los canónigos “capadoses” (sin títulos de doctor o similares) a vestir de morado y no de carmesí. Tan nimia cuestión constituía un grave problema del cabildo, que había originado un sonado pleito que estaba pendiente (en realidad, “paralizado”) en Roma. Otro problema que planteaba el cabildo era la pretensión de que en los asientos del coro y en procesiones antecedieran canónigos y beneficiados por antigüedad y no por sus categorías. Estas sutilezas amargaron la vida del nuevo obispo, que asistía asombrado a “odios y rivalidades entre los ministros de una Religión que es toda paz y caridad” (Furió, 1852). Mallorca padecía una sequía extrema y las rogativas acostumbradas no dieron resultado. El obispo interpretó que Dios no ayudaría a una diócesis que tenía un cabildo en conflicto permanente. Entre sus actos dignos de recordar, uno fue salvar de su cierre al Colegio de Niñas Huérfanas, falto de dinero por la sequía, abandonado de sus protectores; Cepeda puso de su bolsillo todo lo necesario y el colegio subsistió. También, por sentencia canónica, declaró “inmemorial” el culto al beato Raimundo Lulio. Cediendo a los ruegos de su hermano, Cepeda pidió su traslado a la diócesis de Coria, que le fue concedido. Salió de Palma en octubre de 1749. Al pasar por Madrid, falleció en la capital del reino el 17 de enero de 1750, a los sesenta y dos años de edad.

 

Bibl.: A. Furió, Episcopologio de la Santa Iglesia de Mallorca, Palma, Juan Guasp, 1852, págs. 488-495; L. Pérez Martínez, “Mallorca, Diócesis de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 1405; VV. AA., Gran Enciclopedia de Mallorca, vol. III, Palma, Promomallorca Ediciones, 1989, págs. 260- 261; V. Guitarte Izquierdo, Episcopologio español (1700- 1867) [...], Castellón de la Plana, Ayuntamiento, 1992, págs. 62-63.

 

Fernando Rodríguez de la Torre