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Pedro Fernández de Velasco

Biografía

Fernández de Velasco, Pedro. ?, p. m. s. XIV – Lisboa (Portugal), 26.VIII.1384 post. Camarero mayor del Rey y merino mayor de Castilla la Vieja.

Hijo de Fernán Sánchez de Velasco y de Mayor de Castañeda. A la muerte de su padre pasó a ser el heredero de un patrimonio que, teniendo su punto de partida en las montañas del norte de Burgos, comenzaba a expandirse poco a poco en dirección al Cantábrico, por un lado, y hacía la meseta castellana, por el otro. El futuro camarero mayor, siguiendo los pasos dados por su abuelo Sancho Sánchez de Velasco, logró, gracias a su colaboración con Enrique de Trastámara, consolidar su linaje y elevarlo al círculo de la más alta nobleza del reino castellano.

La primera vez que se menciona a Pedro Fernández de Velasco en la Crónica de Pedro I es en el año 1354. Era uno de los caballeros que, junto a los infantes de Aragón, abandonaron al Rey y se sumaron al bando rebelde dirigido por Enrique de Trastámara.

Las reivindicaciones de estos nobles eran claras: frente al gobierno personalista del Monarca y su manifiesto favoritismo hacia los Padilla, parientes de la amante del Rey, María de Padilla, exigían la entrega del poder.

El Monarca, ante este levantamiento general de la nobleza, tuvo que acceder a entrevistarse con los nobles rebeldes en Tejadillo, en los últimos meses de 1354. En estas vistas, Pedro Fernández de Velasco figuraba entre los caballeros que defendían la causa de la reina Blanca de Borbón. Por esas fechas debía de ser un hombre joven, pues murió treinta años más tarde en el sitio de Lisboa. Pedro I aprovechó hábilmente las divisiones entre el grupo de nobles rebeldes, tras la muerte de Juan Alfonso de Alburquerque, para no tener al final que ceder ni un ápice en su postura autoritaria. Se limitó a perdonar y restituir en sus oficios a los que volvieran a su servicio, pero no puso el gobierno en sus manos. Deshecha, pues, la fuerza y la unidad de la nobleza, el conflicto quedó circunscrito a la lucha entre el rey Pedro y sus hermanos, los hijos bastardos de Alfonso XI. Entre los caballeros que, junto a los infantes de Aragón, volvieron a la obediencia real a lo largo del año 1355, se encontraba Pedro Fernández de Velasco. La victoria de don Pedro sobre sus hermanastros Enrique y Fadrique, el 17 de mayo de 1355 en Toledo, terminó por decidirle, pues se sabe que todavía poco antes había estado en Treviana apoyando la causa de Tello, señor de Vizcaya y hermano de los anteriores. En los años siguientes, Pedro de Velasco fue escalando puestos en la confianza de Pedro I. Así, en 1358 el Monarca le encargó la custodia de Aldonza Coronel, su nueva amante, en la Torre del Oro de Sevilla, y al año siguiente le concedía el oficio de merino mayor de Galicia. A fines de abril de ese último año, Pedro Fernández de Velasco participó como patrón de una de las galeras de la flota que Pedro I había armado en Sevilla para atacar las costas del Reino de Aragón.

La guerra contra este reino vecino se había iniciado en 1356 y tenía como uno de los motivos principales la favorable acogida que Pedro IV de Aragón había dispensado a los nobles castellanos exiliados. En efecto, el rey aragonés había apoyado la formación de un partido castellano antipetrista en el exilio, cuya cabeza visible era Enrique de Trastámara. Los tremendos castigos y represiones que llevó a cabo Pedro I en 1358 contra posibles sospechosos incrementaron de forma notable las filas de ese partido. Muchos de los nobles que aún quedaban al servicio del Rey de Castilla, temerosos de los inesperados y violentos castigos y represalias del Monarca, aprovecharon la guerra con Aragón para cruzar la frontera y sumarse al bando de los exiliados. Uno de los caballeros que así lo hizo fue Pedro Fernández de Velasco.

A principios de 1360, estando como capitán de frontera en Murcia por orden de Pedro I, y en connivencia, tal vez, con su suegro y cuñado Diego Pérez Sarmiento, cruzó la línea fronteriza y pasó a engrosar las filas de Enrique de Trastámara. La derrota castellana de Araviana, a finales de septiembre de 1359, fue el momento esperado para abandonar al Monarca. La caída en desgracia de su pariente y principal valedor ante el Rey hizo temer a Velasco idéntica suerte. En efecto, la orden de detención del Monarca contra Pedro Fernández, del que con toda probabilidad esperaba la misma resolución que su pariente, no se hizo esperar. A principios de año, Velasco desertaba de su puesto fronterizo y, junto con sus huestes, entraba en el reino vecino desde Murcia. En su fuga al reino de Aragón le acompañaba también su mujer María Sarmiento, hija del adelantado de Castilla, Diego Pérez Sarmiento.

La decisión de Pedro Fernández de Velasco fue muy arriesgada. Desde un principio apoyó con entusiasmo el plan concebido por el conde de Trastámara de invadir el reino de Castilla, porque creía firmemente que, en cuanto el hermanastro del Rey cruzase la frontera al frente de un ejército, se produciría un levantamiento general. Sin embargo, esta primera invasión, excesivamente apresurada, no tuvo éxito. Los invasores fueron vencidos en Nájera el 24 de abril de 1360. Unos años más tarde, en 1366, Enrique de Trastámara entró en Castilla y se proclamó Rey en Burgos.

En ese mismo año, durante la celebración de Cortes en la ciudad, Pedro Fernández recibió la primera gran merced enriqueña. En premio a su valiosa ayuda y colaboración, Enrique II le recompensaba con la donación de la villa de Briviesca. Era la primera de una larga serie de mercedes. Al año siguiente, Velasco, junto con otros nobles, fue hecho prisionero en la batalla de Najéra por las tropas inglesas que habían acudido a Castilla en auxilio de Pedro I. Sin embargo, pronto recuperó la libertad y fue uno de los nobles más favorecidos por el nuevo Monarca, Enrique II, que había sucedido a Pedro I tras el episodio sangriento de Montiel. A partir de entonces, Pedro Fernández de Velasco se convirtió en uno de los colaboradores más fieles y eficaces de la nueva dinastía.

Tras prestar diversos servicios a Enrique II en la represión de algunos focos importantes de partidarios de Pedro I, el Rey le concedió los oficios de camarero mayor y de merino mayor de Castilla la Vieja, y le donó también la villa de Medina de Pomar, cabeza de la citada merindad y enclavada precisamente en el centro de los primeros dominios señoriales de los Velasco.

El camarero mayor no sólo destacó en hechos militares, sino que también demostró su habilidad en los asuntos diplomáticos. En los años siguientes actuó como embajador y procurador de Enrique II en varios asuntos de política exterior, como, por ejemplo, en las treguas generales de Brujas con Inglaterra y en la firma del Tratado de Briones, en 1379, que puso fin a la guerra de Navarra.

Tras la muerte de Enrique II en 1379, Pedro Fernández de Velasco siguió prestando servicios a su sucesor, Juan I. Así, fue uno de los hombres designados por el nuevo Monarca para someter el levantamiento que había promovido en Asturias el hermanastro del Rey, Alfonso Enríquez, conde de Noreña. Más importante aún que la intervención asturiana fue su participación en las guerras que por esos años enfrentaron al reino de Castilla con Portugal. Intervino en las conversaciones de paz en Elvas, en agosto de 1382, que pusieron fin a la guerra entre ambos reinos iniciada un año antes, y acompañó a Juan I en la expedición militar que tenía como finalidad ocupar el reino portugués tras la muerte de Fernando I.

Junto al maestre de Santiago y su cuñado Pedro Ruiz Sarmiento, Fernández de Velasco fue enviado por Juan I a cercar Lisboa con otros caballeros y mil hombres de armas, en marzo de 1384. Instalaron el campamento a una legua de Lisboa, en el puente de Loures, y permanecieron seis semanas en ese lugar aguardando la orden del Rey para entrar en combate.

Entretanto, hacía su aparición en las filas castellanas el espectro de la peste. En agosto, Juan I, no resuelto aún a emprender el ataque, enviaba a su camarero mayor a parlamentar con el maestre de Avís, pero éste, consciente de las dificultades que atravesaba el campamento enemigo, se negó a aceptar ningún tipo de condiciones y menos aún a rendir la ciudad. Fue entonces, el 27 de agosto, cuando las tropas diezmadas por el hambre y la peste intentaron un asalto general que fue rechazado. Fernández de Velasco, preso de la enfermedad, había redactado un codicilo justo un día antes, el 26 de agosto de 1384.

Debió de morir unos días después, ya que el 1 de septiembre, en la misma Lisboa, Juan I traspasaba el oficio de merino mayor de Castilla la Vieja a su hijo Juan de Velasco. A su muerte, Pedro Fernández de Velasco dejaba sólidamente asentados los cimientos de un rico y extenso patrimonio que sus herederos inmediatos se encargaron de engrandecer. Su linaje había pasado a formar parte de la más alta oligarquía nobiliaria del reino de Castilla. De su mujer, María Sarmiento, Pedro tuvo cuatro hijos legítimos: Mayor, Fernando, Juan y Diego, y con otra mujer —cuyo nombre se ignora— tuvo dos bastardos, Pedro y Sancho.

 

Bibl.: P. López de Ayala, Crónica de Pedro I, vol. LXVI, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1953; Crónica de Enrique II, vol. LXVIII, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1953; Crónica de Juan I, vol. LXVIII, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1953; L. Suárez Fernández, “Castilla. 1350-1406”, en L. Suárez Fernández y J. Reglá Campistol, La Crisis de la Reconquista (c. 1350-c. 1410), en J. M.ª Jover (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, vol. XIV, Madrid, Espasa Calpe, 1966; J. Valdeón Baruque, Enrique II de Castilla: la guerra civil y la consolidación del régimen (1366- 1371), Valladolid, Universidad, 1966; L. Suárez Fernández, Nobleza y Monarquía: puntos de vista sobre la historia política castellana del siglo XV, Valladolid, Universidad, Departamento de Historia Medieval, 1975 (2.ª ed. corr. y aum.); Historia del reinado de Juan I de Castilla, Burgos, Aldecoa, 1977, 2 vols.

 

Alfonso Franco Silva

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