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Francisco María Fernández de Córdoba Folch de Cardona y Aragón y Requesens

Biografía

Fernández de Córdoba y Folch de Cardona Aragón y Requesens, Francisco María. Duque de Sessa (VIII). Madrid, 17.X.1626 – 12.IX.1688. Militar, caballero de Calatrava, virrey de Cataluña, presidente del Consejo de Órdenes.

Nació en la que fue, sin lugar a dudas, una de las más poderosas y ricas familias de la España del siglo xvii, por cuanto en ella se reunían, gracias a las diversas estrategias matrimoniales desarrolladas desde comienzos de la Edad Moderna, varias de las casas nobiliarias más destacadas de la historia española, como eran la de Cabra (en Andalucía), la de Sessa (italiana en origen, pero fundada por el Gran Capitán), así como las de Soma, Palamós... (en el ámbito de la Corona de Aragón).

Francisco María Fernández reunía por consiguiente una inmensa fortuna repartida por buena parte de España (gracias a la rentabilidad de los señoríos de los que era titular y de las propiedades incluidas en éstos), al tiempo que acumulaba una influencia política más que sobresaliente merced a su vinculación con la Corte (desde donde hacía más de una centuria estaba asentado su linaje), así como a la memoria de las acciones de sus ascendientes. No es de extrañar, por tanto, la acumulación de cargos, dignidades y responsabilidades que recayeron en él, los cuales iban acordes no sólo con la influencia de su linaje, sino también con su posición social y política en España.

El VII duque de Sessa era hijo de otro destacado miembro de la Casa de Cabra, Antonio Francisco Fernández de Córdoba Folch de Cardona y Anglesola, Aragón y Requesens, VII duque de Sessa, V duque de Baena, IX conde de Cabra, VI duque de Soma..., quien ya reunía en su persona esta sobresaliente y holgada posición social, que traspasó a su hijo y quien logró para su casa la obtención de la grandeza de España.

Su madre fue Teresa Pimentel y Ponce de León, hija del duque de Benavente y miembro de la Casa de Arcos por vía materna.

Los servicios a la Corona del VIII duque parece que comenzaron con motivo de la rebelión de Portugal en 1640, según relata Fernández de Bethencourt, que explica su participación del siguiente modo: “Él había en su juventud, cuando no era todavía más que primogénito de su Casa, hecho brillantemente la guerra, sirviendo en toda la jornada de Portugal como Maestre de Campo de Infantería Española y acreditándose cumplidamente en ella de buen soldado y excelente capitán”.

Tras estas emulaciones de la vida nobiliaria guerrera de siglos pasados, su biografía se concentra en la actividad administrativa y cortesana de la Monarquía hispánica; fue nombrado por Carlos II gentilhombre de su cámara con ejercicio. Tras ello, en 1669 fue virrey de Cataluña y entró en Barcelona el 6 de diciembre de ese año en sustitución del duque de Osuna. Durante su gobierno hay que destacar la continuación de la construcción de fortificaciones en la ciudad, así como el inicio del baluarte de la Puerta del Ángel. En este oficio estuvo hasta el 15 de agosto de 1673, cuando fue sucedido por el duque de San Germán.

Años más tarde (el 26 de agosto de 1677) se le hacía merced del hábito de Calatrava, al mismo tiempo que se le entregaba la presidencia del Consejo de Órdenes, también en sustitución del duque de Osuna. En 1687 era nombrado caballerizo mayor de Carlos II, el último de los cargos que obtuvo durante su vida.

Casó cuatro veces. El primero de sus matrimonios fue el celebrado en 1641 con Isabel Luisa Fernández de Córdoba y Figueroa, pariente suya, hija de Alonso Fernández de Córdoba, el Mudo, marqués de Priego y duque de Feria, cabeza y pariente mayor de todo el linaje Fernández de Córdoba, y de Juana Enríquez de Ribera y Girón, un casamiento que no tendía sino a fortalecer los lazos de parentesco entre las dos ramas principales de los Córdoba.

Tras el fallecimiento de esta esposa al poco de contraer matrimonio, Francisco María, aún en vida de su padre, dio rienda suelta a sus deseos personales por encima de las férreas políticas matrimoniales propias del estamento nobiliario y se casó con una dama de Baena, Mencía Dávalos, unión que, sin duda, no fue aprobada por la familia y mucho menos por su progenitor.

De ello da cumplida cuenta Salazar y Castro, quien escribe que Francisco María “se aficionó [de Mencía] en Cabra apasionadamente, viviendo aún su primera mujer, pero la pureza y honestidad de esta señora hicieron infructuosas todas las diligencias del duque, hasta que su viudez le dio la libertad de poderse casar in fax ecclesia con ella, como lo ejecutó”. Según señala también Fernández de Bethencourt, “a pocos días de contraída su unión, la separó la violenta autoridad del duque Antonio [padre de Francisco], siguiendo pleito matrimonial, que perdió Mencía, aun quedando encinta como quedó, declarándose nulo el casamiento por las circunstancias que lo precedieron, sin embargo de lo cual esta señora se tituló siempre, primeramente condesa de Cabra y después duquesa de Sessa, retirándose a vivir como verdadera religiosa en el monasterio de las dominicas de la villa de La Rambla”.

Volvió a contraer nupcias en 1660, en la Corte, con su prima hermana Ana María Pimentel de Córdoba Enríquez de Guzmán, por su propio derecho VI marquesa de Távara, II condesa de Villada, condesa de Alba de Liste y señora de Villafáfila y otros estados, todos los cuales se perpetuaron en una de las hijas de este matrimonio, haciendo éste rentable a los ojos y la mentalidad nobiliaria de la época. Sus padres fueron Enrique Pimentel Enríquez de Guzmán, que llevaba los mismos títulos que la hija, gobernador de Sicilia, capitán general de Castilla la Vieja y de Galicia, virrey de Navarra y de Aragón y presidente del Consejo de Órdenes, y Francisca de Córdoba y Rojas, hermana menor del VII duque de Sessa.

La temprana muerte de Ana María Pimentel hizo que Francisco María volviese a contraer matrimonio el 10 de diciembre de 1683 en el Palacio Real, esta vez con María Andrea de Guzmán y Dávila, dama y copera de la reina María Luisa de Orleans, hija menor de Manuel Luis de Guzmán y Manrique de Zúñiga, IV marqués de Villamanrique y de Ayamonte y II de la de Medinasidonia, y de Ana Dávila y Osorio, por su propio derecho marquesa de Astorga y de Velada, condesa de Trastámara y de Santa Marta, Grande de España: una vez más era un enlace gestado en la Corte y pensado para satisfacer las estrategias familiares del linaje.

En palabras de Luis de Salazar y Castro, recogidas por Fernández de Bethencourt, del VIII duque de Sessa se dijo: “Adornáronle grandes virtudes, y especialmente, resplandeció mucho su grandeza de ánimo, su desinterés en los empleos, su piedad religiosa y su celo del servicio del príncipe”.

 

Bibl.: Álvarez y Baena, Hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes, vol. II, Madrid, 1789, fol. 207 (ed. facs., Madrid, Atlas, 1973); F. Fernández de Bethencourt, Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, vol. VII, Madrid, Imprenta de Jaime Ratés, 1905, págs. 130-137; R. Molina Recio, La nobleza española en la Edad Moderna: los Fernández de Córdoba. Familia, riqueza, poder y cultura, tesis doctoral, Universidad de Córdoba, Facultad de Filosofía y Letras (en prensa).

 

Raúl Molina Recio

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