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García de Quijada

Biografía

Quijada, García de. Sevilla, m. s. xv – Guadix (Granada), 1502. Religioso franciscano (OFM), y obispo de Bisarchio y Guadix.

Por sus grandes cualidades intelectuales y humanas, tuvo una estrecha relación de amistad con el rey de Aragón, Juan II, y con el papa Sixto IV, llegando a ocupar las sedes episcopales de Bisarchio (Cerdeña) y Guadix.

Empero son escasas las noticias que de él se tienen y casi todas ellas contenidas en los breves del papa Sixto IV (1471-1484), en los que éste accedía a peticiones y solicitudes personales de fray García de Quijada. Por ellos se sabe que ingresó muy joven en la Orden Franciscana, probablemente en el Convento de San Francisco de Sevilla, aunque se desconoce la fecha, siendo además morador del de Santa María de la Rábida (Palos, Huelva). De carácter emprendedor y muy activo, además de apasionado por el estudio, apenas terminada su carrera sacerdotal se dirigió personalmente al Papa, previo el consentimiento del ministro general de su Orden Franciscana, fray Juan Zanetti, para poder obtener dentro de la provincia título de lector o maestro en Sagrada Teología. El Pontífice accedió a los deseos de Quijada, mediante el breve Dignum arbitramur et congruum de 1 de julio de 1472, dirigido a los maestros fray Pedro de Ovarenes, de Teología, y fray Miguel de Santa Clara, de Artes, para que lo examinaran ante cuatro o más maestros en Teología, y en consecuencia le otorgaran el dicho título, si lo encontraran apto. Ya entonces parece que estaba en posesión de ese título en Artes. Siendo maestro en Teología y en Artes solicitó del mismo Pontífice la facultad para morar con más quietud y al propio tiempo poder dedicarse al estudio con algunos de sus compañeros en el Convento de la Tercera Orden Regular de San Francisco en San Juan de Aznalfarache, cercano a Sevilla, a la otra parte del río Guadalquivir. Sixto IV, no sólo accedió a esa petición, sino que nombró a fray García prelado de la dicha residencia, pero siempre bajo la obediencia de las respectivas autoridades superiores de la Orden.

De nuevo recurrió al Pontífice; esta vez para solicitar del mismo que le cediese todos los libros y pertenencias del obispo de Othanen, en Córcega, fray Antonio de Alcalá, recientemente fallecido, libros y pertenencias empeñados en poder de un judío sardo hasta tanto que se le satisficieran las deudas contraídas por el obispo difunto, y que fray García se comprometió a pagar. Parece ser que el dicho obispo difunto había sido fraile franciscano de la provincia de Aragón y que había morado largo tiempo como predicador en la ciudad de Sevilla, donde había adquirido una casa y donde estableció una gran amistad con fray García, por lo que ahora éste se comprometía a rescatar esos libros, enseres y pertenencias de su amigo, para reparar el Convento de San Juan de Aznalfarache, etc. El Papa le concedió todo tal cual lo había solicitado. Todavía una vez más (que se sepa) recurrió al pontífice Sixto IV, ahora a propósito de una casa que le había donado Antonio Ferrari Flavio en el barrio de Triana (Sevilla), después convertida en iglesia dedicada a Nuestra Señora de las Nieves, a cuyo deseo accedió el Papa en favor del peticionario.

Todos estos documentos papales en favor de fray García vienen a demostrar que no era un fraile cualquiera, sino una personalidad. Pero si estos documentos vienen a demostrar eso de un modo más o menos patente, no puede extrañar el que en 1486 fuera promovido a la diócesis de Bisarchio nada menos que en la isla de Cerdeña, perteneciente entonces a la Corona de Aragón, cuya presentación era competencia del rey Fernando el Católico.

Cuatro fueron los años que rigió dicha diócesis, pero de su paso por ella no se tienen noticias, tanto más que, según parece, anduvo con demasiada frecuencia por otros lugares ocupado en asuntos graves, que le encomendaban el Papa o el Rey, hasta que el 15 de mayo de 1490 fue trasladado a la diócesis de Guadix (ciudad que había sido conquistada a los moros en 1489) tras el fallecimiento de su primer obispo, el también franciscano fray Pedro de Ocaña.

Tampoco ahora pudo incorporarse enseguida a su nueva diócesis, implicado como estaba en un asunto arduo y de gran interés, que, al parecer, le había encomendado el arzobispo de Toledo, Pedro González de Mendoza, cual era la fundación de la Congregación de las monjas concepcionistas franciscanas, asunto que estaba tratando directamente con la propia fundadora, santa Beatriz de Silva, a la que entonces in articulo mortis vistió por vez primera el hábito de la Congregación y recibió los votos de la misma, en virtud de la bula fundacional de Inocencio VIII. Dicha bula llegaba, después de muchos percances, a manos de fray García cuando la fundadora se encontraba ya moribunda.

Tomada posesión de su nueva diócesis e incorporado a su obispado, el panorama que se le presentaba no era precisamente grato, ni mucho menos sencillo.

Tenía que comenzar por crear prácticamente su obispado desde todos los puntos de vista, si se exceptúa el puramente jurídico, pues su antecesor poco o nada pudo haber llevado a cabo en esos órdenes de cosas durante los escasos meses que pudo regirla (si es que llegó a tomar posesión de ella), por lo que se puede decir que García fue el primer obispo de Guadix, como así lo refleja la inscripción sobre su sepulcro.

No se acobardó empero el nuevo pastor ante tan graves y múltiples problemas, comenzando por atraer a sus habitantes, que en su práctica totalidad eran musulmanes, al redil de Cristo, en cuyas lides, como colaborador de Cisneros, al parecer, ya estaba curtido.

A pesar de todo, no se tienen datos concretos de su actividad pastoral, si no es de su auténtico celo por el bien de sus diocesanos, manifestado de modo palmario durante la terrible epidemia que sufrió la ciudad de Guadix, asistiendo a los enfermos sin distinción, y acudiendo también al Señor con rogativas públicas.

Uno de los días, al terminar la procesión de rogativas, puesto en el altar mayor y delante de los asistentes, ofreció públicamente su vida al Señor para que cesase la epidemia, según dice el padre Torres. Sea como fuere, lo cierto es que contrajo la enfermedad, que lo llevaría en poco tiempo al sepulcro en el año 1502, sin que se sepa el mes ni el día.

 

Bibl.: A. de Torres, Chronica de la Santa Provincia de Granada, Madrid, por Juan García Infançon, 1683 (reed. facs. Madrid, Editorial Cisneros, 1984, págs. 243-244); P. Suárez, Historia del Obispado de Guadiz y Baza, lib. I, Madrid, Imprenta de Antonio Roman, 1696; M. Rodríguez Pazos, “Franciscanos españoles en el pontificado de Sixto IV”, en Archivo Ibero Americano (AIA), 10 (1950), págs. 101-102, 118-119 y 142; G. Rubio, La Custodia Franciscana de Sevilla, Sevilla, Editorial San Antonio, 1953, págs. 594-601; M. E. Gutiérrez, “La Beata Beatriz y la Inmaculada”, en AIA, 15 (1955), págs. 1093-1099; M. Castro y Castro, “Monasterios de concepcionistas franciscanos en España”, en AIA, 51 (1991), págs. 414-415, 600 y 610; J. García Oro, El Cardenal Cisneros, Vida y empresas, vol. I, en Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1992, pág. 131, notas 10 y 11.

 

Hermenegildo Zamora Jambrina, OFM

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