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Antonio Coello y Ochoa

Biografía

Coello y Ochoa, Antonio. Madrid, 1611 –1652. Dramaturgo.

Este poeta dramático madrileño era hijo de Juan Coello Arias y Melchora de Ochoa. Durante la Guerra de los Treinta Años fue servidor del duque de Alburquerque en las campañas contra Francia, llegando a alcanzar el rango de capitán. En 1642 el rey le concedió el hábito de Santiago y en 1652 le nombró ministro de la Casa de Aposento, pero murió pocos meses después en Madrid.

Consiguió Coello la fama literaria desde muy joven; en 1632 ya aparece mencionado en el Para todos de Pérez de Montalbán, donde se le cita como autor de muchas obras poéticas y “dos o tres comedias”; también Lope le había alabado poco antes, en su Laurel de Apolo, y el erudito Fabio Franchi lo incluyó entre los dramaturgos más celebrados al citarlo en las Essequie poetiche (1636), haciendo hincapié en los méritos de su comedia El celoso extremeño, que se había representado en Palacio el 30 de mayo de 1632 y que se imprimió incluso a nombre de Lope o Montalbán.

Coello contó también con el favor de Felipe IV, quien le ayudó durante su etapa de mayor esplendor en la Corte; según algunas opiniones, el aprecio de Felipe IV por su obra literaria pudo haber llegado al punto de escribir juntos la obra titulada El conde de Sex, que luego se publicó a nombre sólo de Coello.

Fue, en cualquier caso, un autor muy inclinado a la colaboración literaria, ya que escribió comedias junto con los mejores dramaturgos de la época. Escribió muy pocas él solo, y apenas son conocidas; entre ellas se encuentran Los empeños de seis horas (impresa a nombre de Calderón), La adúltera castigada, Dicho y hecho y Lo que puede la porfía.

Pero la obra más celebrada de Antonio Coello es la citada El conde de Sex —publicada a nombre de Pérez de Montalbán bajo el título de La tragedia más lastimosa y atribuida a otros varios dramaturgos, como Calderón o Matos Fragoso—. Incluso quienes consideran a Coello un dramaturgo de segunda categoría estiman que El conde de Sex es una tragedia histórica de gran mérito, en la que superó los límites de su capacidad dramática. Se trata de una obra sobre la relación de Isabel I con su privado Roberto Devereux, conde de Essex; la imagen en España de la reina inglesa era la de una mujer lasciva, cruel y culpable de las desgracias políticas del país (“incestuoso parto de la arpía Ana Bolena” y “sangrienta Jezabel” la había llamado Lope de Vega), pero Coello la presenta dulce y honesta, merecedora de elogio y compasión, lo cual dio lugar años después a un comentario detenido del dramaturgo cortesano y teórico teatral Bances Candamo en su Teatro de los teatros. Bances está más cerca del punto de vista de Lope (“Ninguna reina ha sido más torpe [...] se humanó con el duque de Virón, con el de Norfolh, a quien degolló por celos de María Stuard, con el Conde de Essex y con otros muchos”), pero explica que la imagen errónea dibujada en el drama de Coello está justificada como creación dramática, no sujeta a la verdad histórica: “la Poesía enmienda a la Historia, porque ésta pinta los sucesos como son, pero aquélla los pone como debían ser”.

Coello, en efecto, mezcla en El conde de Sex hechos históricos y peripecias puramente teatrales con todo tipo de lances ficticios que salpican la trama en la línea del modelo calderoniano de comedia; por cierto, que el parlamento de la reina sobre los celos guarda algunas semejanzas formales y de contenido con el conocido monólogo de don Gutierre en El médico de su honra, de Calderón.

Formó Antonio Coello equipo habitual con Vélez de Guevara y Rojas Zorrilla, con quienes escribió La Baltasara, El catalán Serrallonga, El monstruo de la fortuna, la lavandera de Nápoles y También la afrenta es veneno.

En colaboración con Rojas Zorrilla escribió también Los tres blasones de España, “obra de la primera juventud de ambos poetas y de poco mérito”, según Cotarelo.

Coello trabajó también con su hermano Juan en la composición de la comedia Los dos Fernandos de Austria, una pieza de circunstancias escrita hacia 1634.

Coello, a pesar de ser un dramaturgo de la primera mitad del siglo xvii, escribió un tipo de teatro con unos rasgos mucho más próximos a los de Calderón de la Barca que a los de Lope de Vega (estilo poético elegante, descripciones de corte culterano, desarrollo psicológico de los protagonistas y dramatización de asuntos históricos). De hecho, colaboró con Calderón en algunas obras de relevancia, estudiadas por Mackenzie.

En compañía de Solís escribieron El pastor Fido, y junto con Rojas Zorrilla dio forma a El jardín de Falerina (piezas ambas reescritas por Calderón años más tarde, en forma respectiva de comedia y auto sacramental).

También mano a mano con Calderón parece que escribió Coello Yerros de naturaleza y aciertos de la fortuna, obra que varios estudiosos han considerado una especie de precedente de La vida es sueño.

A Coello, Calderón y Pérez de Montalbán se atribuye El privilegio de las mujeres, obra en cuyo argumento se inspiró Calderón, según Cotarelo, para escribir Las armas de la hermosura, “una obra mejor y sin colaboradores”.

Juntos escribieron también Calderón y Coello El prodigio de Alemania, comedia impresa a nombre sólo de Calderón, quien renegó después —en el prólogo de la Cuarta Parte de sus comedias— de su paternidad por curiosos motivos: se trataba en principio de una comedia escrita para ensalzar la figura de Wallenstein, duque de Frislán, que hubo de ser sensiblemente alterada cuando este personaje cayó en desgracia y pasó de héroe a traidor. Si Calderón la rechazó fue por los motivos puramente políticos que le hicieron modificar una obra hasta hacerla casi irreconocible. Al parecer, Calderón escribió la primera jornada, Coello la segunda, y la tercera tal vez entre ambos.

Antonio Coello escribió también algunos autos sacramentales: El reino en Cortes, y rey en campaña (atribuido también a su hermano Juan), La Virgen del Rosario, la amiga más verdadera y La cárcel del mundo, este último perdido (fue representado en Madrid durante el Corpus de 1638).

 

Obras de ~: El celoso extremeño, s. l., 1632; El conde de Sex, s. l., 1633; con P. Calderón de la Barca, Yerros de naturaleza y aciertos de la fortuna, 1634 (en Biblioteca Nacional de España [BNE], Mss. 14778; ed. de E. Juliá Martínez, en Serie escogida de autores españoles, vol. VII, Madrid, Góngora, 1928); El catalán Serrallonga, s. l., 1634; con L. Vélez de Guevara y F. Rojas Zorrilla, El monstruo de la fortuna, la lavandera de Nápoles, Felipa Catanea, s. l., 1636; con F. de Rojas Zorrilla y P. Calderón de la Barca, El jardín de Falerina, s. l., 1636; con L. Vélez de Guevara y F. Rojas Zorrilla, La Baltasara, s. l., 1637; con J. Coello y F. Rojas Zorrilla, El robo de las Sabinas, s. l., 1637; Celos, honor y cordura, Barcelona, 1638; Los empeños de seis horas, s. l., 1642; con F. Rojas Zorrilla, Los tres blasones de España, Madrid, 1645; con L. Vélez de Guevara y F. Rojas Zorrilla, Los dos Fernandos de Austria, Valencia, 1646; Lo dicho, hecho, Zaragoza, 1650; con A. de Solís y P. Calderón de la Barca, El pastor Fido, s. l., 1651; Lo que puede la porfía, Lisboa, 1652; El reino en Cortes, y rey en campaña, Madrid, 1655; La Virgen del Rosario, la amiga más verdadera, Madrid, 1664; con L. Vélez de Guevara y F. Rojas Zorrilla, También la afrenta es veneno, Colonia, 1697; con P. Calderón de la Barca, El prodigio de Alemania, s. l., s. f.; La adúltera castigada, s. l., s. f. (en BNE, sign. Mss. 17226).

 

Bibl.: E. Cotarelo y Mori, “Dramáticos españoles del siglo xvii. Don Antonio Coello y Ochoa”, en Boletín de la Real Academia Española, 5 (1918), págs. 550-600; A. Mackenzie, “Antonio Coello como discípulo y colaborador de Calderón”, en J. M. Díez Borque (ed.), Calderón desde el 2000 (Simposio Internacional Complutense), Madrid, Ollero & Ramos, 2001, págs. 37-59; I. Arellano, Calderón y su escuela dramática, Madrid, Laberinto, 2001; G. Vega García-Luengos, “Calderón y la política internacional: las comedias sobre el héroe y traidor Wallenstein”, en J. Alcalá Zamora y E. Berenguer, Calderón de la Barca y la España del Barroco, vol. II, Madrid, Sociedad Estatal España Nuevo Milenio, 2001, págs. 793-827.

 

Héctor Urzáiz Tortajada