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Cerebruno

Biografía

Cerebruno. Poitiers (Francia), p. s. xii – ¿Toledo?, 13.V.1180. Arzobispo de Toledo, obispo de Sigüenza.

Había llegado a Toledo probablemente en edad juvenil con la segunda oleada de clérigos francos que se asentaron en la ciudad a invitación del arzobispo Raimundo, sucesor de Bernardo, llamados para ocupar los puestos de mayor responsabilidad y así mantener a la Iglesia de Toledo y al resto de las diócesis sufragáneas bajo el control del clero francés, considerado el más fiel intérprete de los ideales de la reforma gregoriana.

Cerebruno es el último de una lista de cuatro prelados franceses que ocuparon la Iglesia de Toledo durante casi un siglo. Vino con él también su hermano Pictavinus, que alcanzó un elevado puesto en la Iglesia de Sigüenza.

Cerebruno aparece en Toledo con el alto cargo de arcediano, que ocupa desde 1139 hasta 1155 y es colaborador de los dos prelados francos que se suceden en Toledo, Raimundo y Juan. Probablemente ya entonces estuvo muy bien relacionado con la Corte castellana de Alfonso VII.

Nombrado obispo de Sigüenza en 1156, debió de anudar relaciones cuasi paternales con Alfonso VIII desde antes de su ascenso al trono, porque en sus diplomas le designa con el título de patrino meo. No consta en qué consistieron estas estrechas relaciones afectivas. Se ha supuesto que pudo ejercer de maestro del niño rey o también de confesor y encargado de su educación. También puede ser que derivaran de haberle administrado los sacramentos de la iniciación cristiana. El Rey le premió con heredades entre Anoel y Barcilés, no lejos de Toledo.

Su pontificado en Sigüenza duró once años y fue muy fecundo en realizaciones pastorales. A instancia suya, se fijaron los límites de la diócesis, que eran disputados por la diócesis de Osma, pero con la ayuda del metropolitano de Toledo se pudo llegar a un arreglo.

Fue notable el impulso dado a la construcción de la catedral. Además erigió las dos iglesias de San Vicente y Santiago en la capital de la diócesis. En ella levantó los muros y trasladó la ciudad que estaba dividida en dos núcleos, el viejo y el nuevo. La ciudad cayó bajo el señorío episcopal, así como otras poblaciones, como Beteta, donada por Alfonso VIII.

Elegido arzobispo de Toledo por el cabildo a fines de octubre del año 1166, marchó a Roma para obtener la confirmación y el palio del Romano Pontífice.

No se sabe muy bien por qué se retrasó la aprobación pontificia en casi tres años, mucho más allá de los seis meses canónicos que señalaban la ley y la tradición.

Lo más probable es que la dilación se debiera a las dificultades por las que atravesaba Alejandro III, que se encontraba acosado por Federico Barbarroja, período durante el cual se habían sucedido dos antipapas.

De Roma trajo Cerebruno una confirmación muy amplia de los privilegios de la iglesia de Toledo, especialmente el de la primacía. La defensa de la primacía de Toledo consumió muchos esfuerzos del nuevo prelado. El francés Cerebruno era el candidato mejor visto de los obispos españoles en la curia romana, porque ésta apoyó sus reivindicaciones sobre los obispados exentos de Oviedo, León y Burgos, que no reconocían al de Toledo como metropolitano. En cuanto a la primacía, la metrópoli de Braga opuso una dura resistencia al reconocimiento de Toledo, mientras que con Tarragona hubo una especie de tregua, a la espera de cómo se resolvía la doble elección del obispo de Pamplona.

Actuó como metropolitano en la erección del obispado de Albarracín, que añadió a su provincia eclesiástica.

También fue decisiva su intervención en la recuperación de Cuenca y la fundación de un obispado en ella, que naturalmente agregó a la provincia eclesiástica de Toledo.

Durante el pontificado de Cerebruno la iglesia catedral aumentó considerablemente su patrimonio por donaciones reales. Ésta se encontraba aún edificada en forma de mezquita, por lo que requería una constante atención para su mantenimiento. El Rey otorgó a Cerebruno el derecho de construir un tejar para las reparaciones de la fábrica de la iglesia, que estaba muy fatigada. Dio también un baño en Guadalajara y las villas de Illescas y Azaña en La Sagra, la mitad de la villa de Alcabón y la mitad del palacio que tenía en Toledo. Unos días antes de morir Cerebruno, el Rey hacía donación a la Iglesia de Toledo del castillo de Alamín. Por su parte, las intervenciones del arzobispo fueron decisivas, pues aumentó el número de los canónigos hasta cuarenta, que ha permanecido inalterable durante siglos. Muy poco después de la muerte de santo Tomás de Cantorbery se erigió una capilla en la catedral, donde se le rendía culto a cargo de un presbítero inglés, cuyas rentas, donadas por la reina doña Leonor, estaban situadas en la localidad de Alcabón.

Reorganizó el monasterio de San Servando extramuros de Toledo, muy castigado por las sucesivas invasiones de almorávides y almohades convirtiéndolo en un priorato de canónigos regulares dependientes de la abadía de Santa Leocadia. También autorizó a las monjas del monasterio de San Clemente de la ciudad de Toledo a abrazar la regla cisterciense. En su pontificado se crearon nuevas parroquias en Toledo y también probablemente en las zonas rurales de la diócesis.

El patrimonio de la iglesia de Toledo se acrecentó con espléndidas donaciones reales de la aldea de Cortes y del monasterio de Covarrubias.

En los territorios meridionales de la diócesis se asentaron las órdenes militares de Santiago y Calatrava, que contribuyeron decisivamente a la obra de la Reconquista, aunque mantuvo con ellas algunas diferencias y pleitos por cuestiones de jurisdicción.

La Escuela de Traductores de Toledo floreció mucho bajo su pontificado. Destacaron, entre otros, los traductores Domingo Gundisalvo, español, y Gerardo de Cremona, lombardo.

Tomó parte muy activa en los asuntos políticos del reino de Castilla durante el reinado de Alfonso VIII, al que apoyó durante la difícil minoría de edad y del que fue después consejero e íntimo colaborador. Encabezó la embajada que acompañó desde Gascuña a la futura reina doña Leonor.

 

Bibl .: T. Minguella y Arnedo, Historia de la diócesis de Sigüenza y sus obispos, vol. I, Madrid, Imprenta de la Revista de Archivos Bibliotecas y Museos, 1910, págs. 106-114; J. González, El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, vol. I, Madrid, Escuela de Estudios Medievales, 1960, págs. 182, 253, 277, 416, 444 y 525-526; J. F. Rivera, La Iglesia de Toledo en el siglo xii (1086-1208), vol. I, Roma, Toledo, Diputación Provincial, 1966, págs. 199-200, 269-274 y 371-372; Los arzobispos de Toledo en la Baja Edad Media (S. xii-xv), Toledo, Diputación Provincial, 1969, pág. 27-30; “Cerebruno”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 399; J. F. O’Callaghan, “La vida de las Órdenes Militares en España según los estatutos primitivos”, en R. Izquierdo Benito y F. Ruiz Gómez (coords.), Alarcos 1195. Actas del Congreso Internacional conmemorativo del VIII Centenario de la Batalla de Alarcos, Cuenca, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1996, págs. 7-29.

 

Ramón Gonzálvez Ruiz

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