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Gómez Manrique

Biografía

Manrique, Gómez. Toledo, c. 1310 – 19.XII.1375. Deán, obispo de Tuy, arzobispo de Toledo y de Compostela, canciller mayor del Reino.

Fue hijo de Garcí Fernández Manrique y de Urraca de Leyva, vecinos de Toledo, de la ilustre familia de los Manrique de Lara. El día 18 de agosto de 1348, Gómez Manrique fue nombrado obispo de Tuy, y el 8 de junio de 1351 sería arzobispo de Compostela. López Ferreiro lamenta lo poco que queda de él en Compostela, atribuyéndolo a la inestabilidad política del tiempo. Mandó edificar una espaciosa torre en uno de los ángulos del claustro de la catedral con dos fines, en primer lugar para que sirviera de sala capitular para tener allí las sesiones del Cabildo, y en segundo para edificar allí una capilla funeraria que habría de estar servida por cuatro capellanes con misas diarias por su alma y las de sus padres. Éste es el recuerdo más importante que dejó en la iglesia del apóstol.

Vasco Fernández de Toledo, arzobispo de Toledo, murió desterrado por Pedro I de Castilla en Coimbra el 7 de marzo de 1362, represaliado por falsas sospechas de deslealtad. Para ocupar la sede de Toledo fue postulado con una rapidez inusitada Gómez Manrique, arzobispo de Compostela. La gestación de los trámites para su traslado a Toledo duró apenas dos meses, porque su designación por Inocencio VI está fechada en 2 de mayo, según Eubel (1960). La noticia llegó con rapidez, pues en las Cortes de Sevilla reunidas en el mes de mayo ya aparece como arzobispo de Toledo. Abonó los derechos de su confirmación a la cámara apostólica sólo parcialmente, dejando una parte importante al descubierto y, pasado el tiempo estipulado, incurrió en penas de excomunión, suspensión y entredicho de las que fue absuelto en abril de 1364. El abono de la totalidad de sus deudas a la Corte pontificia estaba pendiente todavía algunos años después. Este arzobispo se había mostrado hasta entonces partidario del Monarca legítimo, Pedro I de Castilla.

Buena parte de su pontificado estuvo inmerso en la gran tragedia de la guerra civil castellana, que duró desde 1366 hasta 1369. Uno de los puntos controvertidos entre los hermanos contendientes Pedro I y Enrique II giraba en torno a la desastrosa conducta matrimonial del primero. A una edad muy temprana tuvo amores con María de Padilla, de la que tuvo descendencia antes de su boda oficial con la princesa francesa Blanca de Borbón. Con esta última contrajo matrimonio canónico en 1353, pero la abandonó a los tres días de la ceremonia sin dar explicación ninguna, para regresar a la compañía de María de Padilla, a la que todos consideraban concubina y poderosa.

En 1354 el Rey obtuvo de los obispos de Salamanca y Ávila la anulación de su matrimonio con la reina Blanca e inmediatamente contrajo nuevo matrimonio con Juana de Castro, pero a ésta la abandonó un día después de la celebración, para irse de nuevo con María de Padilla. En 1361 Blanca de Borbón fue asesinada en la cárcel de Medina Sidonia por orden del Rey y poco después también falleció María de Padilla en Sevilla, al parecer de muerte natural. Pedro I sintió la necesidad de legalizar la situación de su descendencia habida en María de Padilla y de que se reconociese como heredero a su primogénito, Alfonso. Con este fin convocó cortes en Sevilla que se celebraron a primeros de mayo. Tres testigos juraron sobre los evangelios que el Rey había contraído matrimonio canónico con María de Padilla. Estaba presente como máxima autoridad eclesiástica don Gómez Manrique ya en su papel de arzobispo primado de Toledo, el cual, dando por buenas las deposiciones de los testigos, defendió con ardor la validez y la legitimidad de ese primer matrimonio que anulaba los posteriores. Fue el mayor servicio que el arzobispo prestó a la causa de Pedro I.

A primeros de 1363 el nuevo arzobispo tomó prestados objetos del tesoro catedralicio para su capilla, siguiendo la costumbre de muchos arzobispos al comienzo de su pontificado, práctica peligrosa y más en tiempo de guerra. Sorprende que en aquel ambiente de guerra civil el arzobispo, junto con el Cabildo, tomara medidas tan drásticas como privar de sus canonjías de Toledo a cuatro canónigos transmontanos que no habían hecho la residencia personal y a proveerlas en personas idóneas. No era una decisión de tipo reformista, porque el problema venía de tiempos de don Vasco, sino de hondo contenido político, a saber, para premiar la fidelidad de ciertos eclesiásticos, ya que el Rey había extremado las medidas persecutorias contra los hombres de Iglesia que no se mostraban sumisos.

En 1365 fundó una memoria en el altar de prima del coro catedralicio con dos misas en cada mes. Esta fundación está relacionada sin duda con el auge de la devoción a la Virgen Blanca del coro, de que habla el canciller Pedro López de Ayala en su obra poética.

Como tantos otros personajes de su tiempo, terminó cambiando de opinión y de bando. Lo hizo en 1366, cuando estalló la guerra civil impidiendo que Toledo cayera en manos del rey Pedro.

Terminada la contienda civil con el triunfo de Enrique II de Castilla, hubo que llevar a cabo toda una labor de pacificación en Toledo. Las demostraciones religiosas de agradecimiento por el fin de una guerra que tanto había hecho sufrir fueron innumerables. Una de las más importantes y la que quedó en el recuerdo de los toledanos fue la institución de la fiesta de la Paz en 1369, que se fijó en el día 24 de enero —el siguiente a la fiesta de San Ildefonso—, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Paz. Fue instituida por iniciativa del alcalde mayor de Toledo, Diego Gómez, que hizo compras de derechos en los molinos del Tajo en los alrededores de Toledo para dotarla con rentas.

Otra importante demostración procedió del mismo rey Enrique II, el cual, de acuerdo con el arzobispo Manrique, fundó por su testamento de 1374 la capilla de Reyes Nuevos en el ángulo de los pies de la catedral junto al pilar de la Descensión, para que sirviera de panteón real de la nueva dinastía.

Las mercedes enriqueñas por parte del nuevo Rey fueron numerosas, entre ellas la donación en el año 1369 a la Iglesia toledana de todo el señorío de Illescas, en agradecimiento por los servicios prestados por el arzobispo al Rey para recobrar sus reinos. Unos días después les donó la villa de Talavera en condiciones semejantes. Posteriormente el Rey confirmaría los privilegios de los clérigos a petición del arzobispo, que aparece como canciller mayor.

En 1370 el arzobispo hizo una constitución para que los canónigos y raciones de Toledo no pechasen por sus beneficios prestameros, salvo el catedrático y las procuraciones del arzobispo y del arcediano. Parece que reunió dos sínodos diocesanos, en 1372 y 1374, pero las actas no se han conservado. En su pontificado se consolidó la fundación de Guadalupe, que se constituyó como un gran centro de espiritualidad y peregrinación.

 

Fuentes y bibl.: Catedral de Toledo, Biblioteca Capitular, Catálogo de Manuscritos del P. Frías en los misales 33-6, 35-11 y 42-20 para la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de la Paz.

A. López Ferreiro, Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela, t. VI, Santiago de Compostela, Imprenta y Encuadernación del Seminario Conciliar Central, 1903, págs. 141-157; P. López de Ayala, “Crónica del Rey Don Pedro”, en C. Rosell, Crónicas de los reyes de Castilla, t. I, Madrid, Atlas, 1953 (Biblioteca de Autores Españoles, t. LXVI); C. Eubel et al. (eds.), Hierarchia Catholica Medii Aevi, vol. I, Padua, Il Messagero di San Antonio, 1960 (reimpr.), págs. 200 y 487; J. F. Rivera Recio, Los arzobispos de Toledo en la Baja Edad Media (s. XII-XV), Toledo, Diputación Provincial, 1969, pág. 93; J. F. Rivera, “Manrique, Gómez”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 1408; J. A. García Luján, Privilegios reales de la Catedral de Toledo (1086-1462), II. Colección Diplomática, Toledo, Caja de Ahorro Provincial, 1982, págs. 235-255, n.os 100-107; L. V. Díaz Martín, “La consolidación de Guadalupe bajo Pedro I”, en En la España Medieval II: Estudios en memoria del prof. D. Salvador de Moxó, vol. I, Madrid, Universidad Complutense, 1982, págs. 313- 336; A. Arranz Guzmán, “Un personaje y un episodio de la guerra civil castellana: el arzobispo don Gómez Manrique y el Ordenamiento de Toledo de 1366”, en Anuario de Estudios Medievales (Barcelona), 18 (1988), págs. 309-332; “Pedro I y el clero castellano en la historiografía contemporánea”, en Hispania. Revista Española de Historia, vol. 50, n.o 175 (1990), págs. 737-757; “La presencia de prelados en cargos políticos y actividades de gobierno durante el reinado de Pedro I de Castilla”, en Estudios de Historia y Arqueología Medievales (Universidad de Cádiz), vol. IX (1993), págs. 11-40; L. V. Díaz Martín, Pedro I (1350-1369), Palencia, Diputación Provincial, 1995; T. Pérez Higuera, “La herencia del poder: la dinastía trastámara”, en Á. Ballesteros et al., Ysabel la Reina Católica. Una mirada desde la catedral Primada, Toledo, Instituto Teológico San Ildefonso, 2005, págs. 158-162.

 

Ramón Gonzálvez Ruiz