Arias de Saavedra, Fernando. Señor de Zahara (II). Sevilla, c. 1435 – Alcalá de Juana Dorta (Sevilla), 15.II.1481. Mariscal de Castilla.
Hijo del mariscal y comendador mayor Gonzalo de Saavedra y de Inés de Rivera, la presencia de su padre en la Corte le convirtió desde muy joven en responsable de su linaje en Sevilla durante largas temporadas.
La tortuosa política paterna debía traducirse, no sin dificultades, al juego de oportunismos y banderías en que se convirtió la vida pública sevillana durante buena parte del reinado de Enrique IV. Así, apoyó primero el destronamiento del Monarca y la obediencia al infante-rey Alfonso en 1465 para, a la muerte de éste en 1468, oponerse a la jura como Reina de la princesa Isabel, levantando pendones por don Enrique. Todo esto significó enfrentamientos muy graves, unas veces con el conde de Arcos, otras con el duque de Medina Sidonia, quienes eran protagonistas de la situación en la Baja Andalucía y cabezas de los principales bandos.
Los Saavedra actuaban desde el castillo de Triana y desde las fortalezas de Utrera y Alcalá de Guadaira, en manos de distintos miembros del linaje.
El acercamiento de los Ponce de León a Juan Pacheco facilitó la alianza de los Saavedra con el conde de Arcos, pero esta línea no fue seguida por nuestro personaje. Durante la guerra nobiliaria entre Ponces y Guzmanes de 1471-1474, Fernán Arias apoyó al duque de Medina Sidonia desde Utrera, mientras que su primo hermano homónimo, señor de Castellar, y su propio padre militaban en el bando de Rodrigo Ponce de León. La cercanía a los Guzmán propició su inicial inclinación por los futuros Reyes Católicos, en tanto que su padre era un activo agente de la causa portuguesa. En 1476, muerto ya Gonzalo de Saavedra, Fernán Arias era mariscal de Castilla y maestresala de los reyes, al tiempo que le fue confirmada la jugosa alcaldía de las sacas de las cosas vedadas en Sevilla y su tierra que ya poseyera su padre.
Sin embargo, esta situación no duró. En 1477, la intención de los reyes de recuperar la alcaidía de Utrera y, sobre todo, la orden de devolución de Tarifa a los Enríquez, que los Saavedra tenían por suya desde 1448, junto con una indemnización de veinte millones de maravedís al almirante, puso a Fernán Arias en una situación extrema. En vez de someterse y negociar, como le aconsejaron sus parientes, se lanzó a la rebelión abierta desde sus posiciones de Zahara, Tarifa y Utrera, confiando en las numerosas dificultades de los monarcas, en un hipotético socorro portugués a través del Estrecho y en los pactos de mutuo socorro que su padre había establecido con los granadinos.
Por su parte, movilizó a cerca de quinientos hombres curtidos en la guerra de frontera. Esperaba poder resistir el año que necesitaba para que la situación se volviese más favorable para él.
Aunque obtuvo algunos éxitos y consiguió hacer frente en solitario a las tropas reales, la fortaleza de Utrera fue tomada al asalto tras cinco meses de duro asedio. Ello marcaba el comienzo del fin y Fernán Arias se vio abocado a pactar en septiembre de 1478 su abandono de Tarifa a cambio de una compensación económica. Con ello se evaporaban los sueños de hacerse un hueco entre los grandes, pero el mariscal conservaba Zahara, la alcaldía de las sacas, la veinticuatría sevillana y la encomienda santiaguista de Calzadilla.
Además, en 1480 su hermano Alfonso le cedió la alcaldía mayor de la justicia de Sevilla y su tierra. Un año después, la noche del 15 de febrero de 1481, Fernán Arias moría aplastado, junto con algunos miembros de su familia, al derrumbarse sobre ellos la torre que habitaban en la heredad aljarafeña de Alcalá de Juana Dorta. La torre y las tierras que la rodeaban habían formado parte de la dote de su esposa, Juana de Marmolejo o de Mendoza, hija de Pedro Fernández de Marmolejo, con la que tuvo seis hijos.
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Rafael Sánchez Saus