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Beata Rafaela de Ybarra

Biografía

Ybarra de Villallonga, Rafaela. Bilbao (Vizcaya), 16.I.1843 – 23.II.1900. Religiosa, fundadora del Instituto de los Santos Ángeles Custodios, superiora general.

La mansión de Gabriel Ybarra y Gutiérrez de Caviedes se llenó de gozo con el nacimiento de su primera hija, que recibió al día siguiente el bautismo con los nombres de Rafaela, María de la Luz y Estefanía. Fue el 16 de enero de 1843. Sería confirmada más tarde el 22 de mayo de 1844 por el obispo de Calahorra y La Calzada, Pablo Abella, a cuya diócesis pertenecía entonces la villa de Bilbao.

Si por parte de padre descendía de uno de los hombres de negocio que más contribuyeron al engrandecimiento del moderno Bilbao, por parte de madre —Rosario de Arambarri y Mancebo— también provenía de noble linaje. Ambos dejaron a su hija una poderosa influencia sobre la generosidad, devociones e inquietudes.

A los dieciocho años, su madre, después de cursar sus estudios primarios y secundarios en Bilbao y Bayona, contrajo matrimonio con José Villallonga y Gipuló, socio de los Ybarra en las factorías de Guriezo y Baracaldo, transformadas más tarde en Altos Hornos de Vizcaya, y presidente de la Liga de Productores Vizcaínos, veintiún años mayor que ella, quien, a su vez, se convirtió en su confidente, consejero y cooperador en sus múltiples trabajos caritativos.

El matrimonio Villallonga-Arambarri se instaló en Bilbao, en la calle de Santa María, el año 1861, donde permaneció hasta el 1869, fecha en que se trasladó a una de las casas de la finca denominada La Cava, en el término de Deusto, siempre en Bilbao. Tuvo siete hijos, dos de los cuales fallecieron siendo niños, y de los supervivientes Rosario se haría religiosa en las Esclavas y Gabriel sacerdote en los Jesuitas. Pero, además, al morir su hermana Rosario, se convirtió en el “custodio” de sus cinco sobrinos, los Urquijo Ybarra, que compartieron su abnegación y desvelos con sus primos, como si fueran hijos. París, Madrid, Barcelona, Burdeos, Santander, Sevilla, cualquier lugar por donde su numerosa familia se había extendido supo de sus desplazamientos y su dedicación.

La lectura de la Vida devota, de san Francisco de Sales, encarriló sus inquietudes por la salvación de las almas en la cristalización de una vocación, que se venía forjando de la mano de Leonardo Zabala, confesor suyo desde 1876, y que culminaría en 1885, con la emisión de los votos de castidad, obediencia y pobreza. De la mano del jesuita Francisco de Sales Muruzábal, Rafaela Ybarra se llegó a convertir en el “Heraldo” de la caridad en Bilbao.

Así, en 1885 abrió en la calle de la Ronda una casita con el objetivo de albergar en ella a las muchachas inexpertas y buenas que, llegadas a Bilbao en busca de trabajo, se veían ofrecidas a toda clase de peligros. Para atender a este proyecto reunió a algunas señoras y formó con ellas Asociación de la Sagrada Familia. Aquella casita llegó a adquirir más metros, por lo que, en 1892, se la entregó con gozo a las Hijas de María Inmaculada para el Servicio Doméstico, cuya fundación en Bilbao tomó como cosa propia.

Rafaela acometió la gran empresa de instalar una Casa de Maternidad que aún no existía en la villa. Construida al fin por la Diputación, trabajó personalmente entre las chicas vilipendiadas que a ella se acogían. Tan bien debió de trabajar que la directora de la institución pudo aseverar más tarde: “las chicas la veneraban como santa y la querían como madre”.

Rafaela agrupó a todas las señoras bilbaínas, animadas de buenos deseos, en lo que ella llamó Junta de Obras de Celo. Su campo fue enorme y su barrida social completa: hospitales, Casa de Observación, cárcel de mujeres, hospicios, Casa de Maternidad, pisos de acogida frente al abuso y desolación que caían sobre las chicas jóvenes venidas a Bilbao para trabajar y salir adelante.

Tomó parte importante en el establecimiento de la Universidad de Deusto a cargo de los jesuitas, su profesionalidad y saber hacer se consolidaron con la fundación del Instituto de los Santos Ángeles Custodios para la perseverancia y preservación de las jóvenes en peligro, que cuenta en la actualidad con establecimientos en distintos puntos de Europa y Latinoamérica.

En 1893 abría en la calle Hernani una casa para tal fin y, al año siguiente, la establecía en la de Santa María, porque la obra y sus frutos iban siendo cada vez mayores. El jesuita Munizábal, ya citado, rector de Deusto desde 1890 hasta 1895, le ayudó a consolidar cada vez más el Instituto, que tenía que trasladarse al colegio de nueva planta en la calle Zabalbide.

En mayo de 1898 fallecía su esposo, y aún antes su salud empezó a resentirse progresivamente, consumida por la intensidad de su trabajo. El 14 de enero de 1900 escribía a sus religiosas la última carta, su testamento espiritual, y el 23 de febrero de ese mismo año fallecía a los cincuenta y siete años sin llegar a ver su obra, de cuarenta y un religiosas, convertida todavía oficialmente en congregación (lo sería en 1916). En noviembre de 1952, Pío XII firmaba en Roma el decreto de introducción de la causa de beatificación que no consiguió su fin sino el 30 de septiembre de 1984, fecha en la que Rafaela de Villallonga e Ybarra pasaba a ser, por declaración de Juan Pablo II, beata con fiesta el 23 de febrero.

 

Bibl.: C. M. Abad, Vida de la sierva de Dios doña Rafaela Ybarra y Villallonga, Bilbao, Emeterio Verdes, 1919, 2 ts.; F. S. Muruzábal, “Notas acerca de las cosas edificantes que voy notando en la sierva de Dios doña Rafaela Ybarra, empezadas en 1893”, en Tesoro de las religiosas de los Santos Ángeles Custodios. Escritos espirituales de su fundadora Rafaela Ybarra de Villallonga, preparado por P. Villegas, Bilbao, 1968, págs. 667- 677; P. Villegas, La venerable Rafaela Ybarra de Villallonga, fundadora de las RR. de los Ángeles Custodios (1843-1900), Bilbao, Imprenta Bilbao, 1977.

 

Francisco Rodríguez de Coro, SDB

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