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Francisco Xavier de Negrete y Adorno

Biografía

Negrete y Adorno, Francisco Xavier de. Conde del Campo de Alange (IV), marqués de Torre-Manzanal (III) y duque de Cotadilla (I). Madrid, 9.III.1763 – París (Francia), 3.I.1827. Virrey de Navarra, caballero de la Orden de Santiago.

Hijo de Manuel José de Negrete y de la Torre, II conde del Campo de Alange (ministro de la Guerra con Carlos IV, ministro de Negocios Extranjeros con José I, embajador en Viena, Lisboa y París), y de Agustina de Adorno y Sotomayor, poseedores de un importante patrimonio agrario. Estudió inglés y francés. Puso todo su esfuerzo e interés, a diferencia de su hermano primogénito, en su profesión militar. En 1782 se halló en el bloqueo y sitio de Gibraltar, como edecán del conde de Revillagigedo (luego virrey de México). En su hoja de servicios de 1790, siendo ya teniente coronel, anotó su superior: “Este oficial tiene mucho celo, capacidad y recomendable conducta: promete utilidad en el servicio, conviniendo por lo mismo ascenderle con preferencia para sus adelantamientos”. Dos años después, siendo ya coronel del Regimiento de Valencia, recibió el hábito de Santiago. Durante la guerra de los Pirineos (1793-1795), declarada por España e Inglaterra contra la Francia de la Convención tras la ejecución de Luis XVI, participó activamente en 1793 en la campaña de invasión del Rosellón (Francia). En la vanguardia del ejército del general Ricardos, se halló al frente de la columna que ocupó Saint Laurent de Cerdans, primera unidad española que entró en suelo francés. En 1800 era capitán general (en funciones) de Galicia, padeciendo el desembarco de cerca de diez mil soldados ingleses en Doñinos con la intención de atacar Ferrol, que fueron obligados a replegarse y reembarcar. En 1801 mandaba una de las divisiones del Ejército de Extremadura en la guerra con Portugal (Guerra de las Naranjas) y en 1802 accedió al grado de teniente general, como inspector general de Infantería, y recibió la Gran Cruz de Carlos III. Gozando de la confianza de Godoy, fue uno de los tres testigos instrumentales en la donación mortis causa que éste hizo en 1806 a su hijo natural.

En 1807 contrajo matrimonio con María Cañosanto de Cepeda y Nonet, natural de Osuna (Sevilla).

Nombrado por Godoy capitán general de Castilla la Nueva, con sede en Madrid, desde su cargo asistió a las convulsiones que tendrían su inicio en el proceso de El Escorial en 1807. El príncipe de Asturias denunció a sus partidarios (“el partido fernandino”) y Negrete mandó arrestar, por orden de Godoy, a los implicados, quienes fueron luego sus enemigos políticos. Al año siguiente, el Motín de Aranjuez del 19 de marzo supuso la caída de Godoy. Negrete consiguió retrasar, considerando el riesgo para el detenido, el traslado del valido a Madrid, por lo que éste estuvo prisionero unos días en el torreón de Pinto. Siguiendo a Pérez de Guzmán, el clima tumultuario se había trasladado a Madrid, que vivió varios días de vacío de poder, sin que nadie se opusiera al desorden. El 23 de marzo entraron “amistosamente” en Madrid las tropas francesas, al mando de Murat. Negrete acudió ese mismo día a Chamartín a “cumplimentar” a Murat, quien le informó de que Napoleón “llegará a esta corte mañana o pasado mañana 25 del corriente [...]”. Negrete trasladó inmediatamente la información a Cevallos. En la misma visita, Murat se opuso enérgicamente a que Godoy fuera trasladado preso a Madrid, haciéndole responsable, y anunciándole “que, en caso necesario, usaría la fuerza”. Negrete lo comunicó a Caballero, y se revocó la orden de traslado a Madrid de Godoy. Unos días después, Murat comentó a Negrete que Napoleón sólo reconocía rey de España a Carlos IV. Trasladada la información al ministro de la Guerra y juntos, según la duquesa de Abrantes, se presentaron ante Fernando VII: “En écoutant O’Farrill le roi pâlit [...] il regarda le marquis de Negrete avec une anxieté douteuse qui porta celui-ci à regréter ce qu’il venait de dire au ministre de la guerre [...]”. Como Napoleón no llegaba, Fernando VII, para conseguir su reconocimiento, salió de Madrid el 10 de abril hacia su encuentro y, al final, engañado, atravesó fatalmente la frontera el 20 de abril.

A pesar de la caída de Godoy, Negrete conservó el cargo, para su desgracia, porque tras la salida a Francia de Fernando VII el 10 de abril, y de Carlos IV el 23 siguiente (habiendo firmado en El Escorial, el día 17, la anulación del acta de abdicación de 19 de marzo) y la “amistosa” ocupación de Madrid por las tropas de Murat, se produjeron los acontecimientos del 2 de mayo de 1808 en Madrid, cuando Negrete era capitán general. La noche anterior, la Junta Suprema había decidido, tras tormentosa deliberación en la que se llegó a plantear la declaración de guerra, acatar las órdenes del entonces rey Fernando VII de mantener la armonía con “nuestros amigos los franceses”, dada la desproporción entre uno y otro ejército. Negrete siguió las instrucciones de la Junta y de su ministro de la Guerra O’Farrill y mantuvo acuartelada a la guarnición de Madrid, mientras el pueblo, indignado por la pasividad, se enfrentaba a las tropas francesas. La guarnición de Madrid contaba entonces con tres mil soldados (parte de la tropa había sido anteriormente desplazada a Aranjuez y otros lugares, inicialmente en previsión de una huída del Rey hacia Sevilla, y después para evitar, siguiendo a Pérez de Guzmán, “todo motivo de ineludibles encuentros”), mientras que el Ejército francés en Madrid (ciudad realmente ocupada militarmente) disponía de treinta mil hombres bien armados y había tomado posesión, estratégicamente, de varios cuarteles. Según Pérez de Guzmán (autor del más importante estudio sobre el “2 de mayo”), la orden de acuartelamiento de Negrete, inmediatamente confirmada por la Junta, “no puede menos de considerarse prudente, aunque haya sido tan censurada”, dada la enorme desproporción militar. Hubo muchas dudas sobre la “espontaneidad” de la sublevación. El propio Carlos IV y también Napoleón creyeron que Fernando VII no había sido ajeno a los hechos, como no lo fue en el Motín de Aranjuez. La presencia de forasteros entre los sublevados, la visita misteriosa de Fernando VII al cuartel de Monteleón el 6 de abril de 1808, y la comunicación previa de Velarde al ministro de la Guerra de sus intenciones de sublevación, eran elementos que no habían pasado inadvertidos. Por ello Murat sospechó que tanto O’Farrill como Negrete, por no haberse opuesto al alzamiento, habían participado en él “comme des agents de l’Angleterre et des chefs du complot”, recuerda el general francés Foy en sus memorias, librándose de ser procesados gracias a la intervención del mariscal Moncey. El 3 de mayo se produjo la huida a Francia del presidente de la Junta, el infante Don Antonio, quien el día anterior había ordenado distribuir un bando, como regente del reino, en el que dada la “íntima amistad” del Rey con Napoleón, urgía a la población a no maltratar a los soldados franceses y a que se les dispensase “todo favor y ayuda”. Murat se convirtió de hecho en su sustituto, dictando un humillante decreto de represalias, que obligaba al Ejército español a colaborar en el desarme de la población civil. Negrete, como O’Farrill, procuró el restablecimiento de la normalidad y no formó parte, como a veces se ha escrito sin fundamento, de la comisión militar, presidida por Grouchy, que desde la Casa de Correos dirigió durante varios días la represión (el militar “español” en esta comisión fue el general Sesti, italiano al servicio del Ejército español). El 4 de mayo Murat fue nombrado presidente de la Junta Suprema de Gobierno, y el 8 de mayo, en un manifiesto de la Junta, se calificaba de “aliado” al Ejército francés (aún no había sido derogada la declaración de guerra de Inglaterra a España). Este mismo día Negrete dirigió a Murat un oficio y una carta (ésta en contestación a otra enviada por Murat). En el oficio, un informe sobre el 2 de mayo, trataba de rebajar a los ojos de Murat la importancia de los hechos: Daoíz y Velarde creyeron “equivocadamente que los franceses, no ciñéndose sólo a sujetar al pueblo, tenían también por objeto el obrar hostilmente contra la tropa española [...] subversivas relaciones que circulaban [...] el hecho ni tuvo plan ni premeditación [...] su honor exigía sostuviesen con las armas su primer empeño... poco meditado en su conducta [...] tenga, pues, a bien [...] querer reconciliarse con la memoria de estos oficiales [...]”. En la carta felicita a Murat por “su apresuramiento por hacer cesar las medidas de rigor” y, de paso, alaba “las virtudes de que se halla ornado” y ofrece, a quien ahora era su superior, su “adhesión más sincera y absoluta”.

Desde Bayona, José Bonaparte, una vez jurado rey incluso por Fernando VII, nombró su primer gabinete, y O’Farrill fue confirmado ministro de la Guerra, por lo que Negrete continuó en su puesto. El 20 de julio llegó José Bonaparte a Madrid y comenzaron los preparativos para su proclamación en el Ayuntamiento. Pero como el conde de Altamira, alférez mayor, se excusó alegando indisposición y delegó en el Ayuntamiento, Piñuela (ministro de Gracia y Justicia) ofició el 22 de julio a Campo Alange (viudo, retirado, con 72 años), comunicándole que había sido designado por el nuevo rey José I para alzar el pendón. El acto, celebrado en la Casa de la Panadería el 25 de julio, al que asistió el capitán general Negrete, resultó deslucido aunque sin incidentes (muchos fueron luego a Palacio a rendir pleitesía sin ser vistos en público, aunque José Bonaparte, lúcidamente, afirmó ese mismo día: “la Nación está unánime contra nosotros”). Para quitar tensión, el día anterior José I se desmarcaba de la represión de Murat (“tout ce qui a fait le 2 de Mai est odieux”, escribió a Napoleón), quien ya había sido sustituido, por razones de salud, por Savary, más moderado.

Cuando el 28 de julio llegó a Madrid la comunicación oficial de la derrota y capitulación del Ejército francés en Bailén el 22 de julio, quedaron confirmados los rumores de los días anteriores, que habían ido produciendo la defección de muchos de los adictos en Bayona y una progresiva radicalización del pueblo. Ante el temor de un ataque sobre Madrid, José I decretó al día siguiente la que fue la primera evacuación de Madrid. Es el momento crucial para los cortesanos y para los cargos públicos. Si se quedaban, corrían el riesgo de ser juzgados por colaboracionistas; si se iban, se les identificaría con una causa enemiga. Negrete acompañó a su ministro O’Farrill, y lo mismo hizo su padre Campo Alange, temerosos de represalias (que ya se habían producido en Sevilla, Jaén, Badajoz, etc.). A partir de entonces, su suerte quedó ligada a la de José I. Pocos días después, el 9 de agosto, Negrete, que estaba reservado inicialmente (por indicación de Napoleón) para embajador en Viena, fue nombrado por O’Farrill virrey de Navarra y, al día siguiente, Campo Alange cubrió el puesto que dejó Cevallos y fue nombrado ministro de Negocios Extranjeros. El mandato de Negrete, quien había recibido amplias atribuciones para el gobierno político y económico de Navarra, fue realmente efímero, porque a la vista de las dificultades solicitó el traslado y fue sustituido el 24 de noviembre por el general francés Louis de Crillon, duque de Mahón. Efectivamente, Negrete llegó a mediados de septiembre, encontrándose con que los diputados navarros habían optado por huir, que su antecesor había sido arrestado y conducido preso a Francia y que un general francés se había posesionado interinamente del virreinato. Su traslado vino acompañado de la concesión, por José I, del título de duque de Cotadilla (tomando la denominación de una dehesa de la familia) para él y del ducado del Campo de Alange para su padre.

El 13 de agosto se decretó por el Consejo de Castilla el embargo y secuestro de todos los bienes pertenecientes a los que acompañaron a José I y, nominativamente, a determinadas personalidades, entre ellas Negrete y Campo Alange. Ese mismo día, su hermano primogénito Manuel María (que fue III conde de Campo Alange), destinado como coronel de Húsares en Palma de Mallorca, hizo público un manifiesto proclamando su propia inocencia “en los acaecimientos de su padre y hermano”, por su salida con el Ejército francés “por debilidad o por la fuerza”. Este manifiesto, sin embargo, resultaría de gran utilidad para la conservación de los mayorazgos.

La presencia de Napoleón al frente de sus tropas produjo la capitulación (sin represalias) de Madrid el 4 de enero de 1809, pues la Junta Central y el ahora capitán general de Castilla la Nueva, marqués de Castelar, habían adoptado, aunque desde una perspectiva diferente, la misma solución de evitar el enfrentamiento militar que se adoptó el 2 de mayo. El 22 de enero, José I hizo su entrada en Madrid, iniciándose un período con apariencia de estabilidad, y en junio de 1809 nació su primera y única hija, María Manuela.

Desde enero ya era Negrete capitán general de la Guardia de Corps, cargo palatino-militar, básicamente de escolta y de protocolo militar, aunque no se conoce de él ninguna intervención bélica en la Guerra de la Independencia. Pero como la guerra continuó, la Junta Central dictó el decreto de 2 de mayo de 1809, confiscando a quienes hubieran seguido y siguieran el “partido francés”, y “señaladamente” al conde de Campo Alange y a Francisco Javier Negrete, además del duque de Frías, del conde de Montarco, de O’Farrill, Azanza, Cabarrús, Mazarredo, Urquijo y otros. Todos ellos “son tenidos y reputados por reos de alta traición”, añadiendo que “cualquiera de ellos que sea aprehendido será entregado como tal al Tribunal de seguridad pública para que sufra la pena que merecen sus delitos”. También el virrey de México publicó un bando (14 de agosto) con la misma lista de personas, al objeto de confiscar sus “bienes, posesiones u otros intereses en estos Dominios”. La vuelta atrás era ya imposible. En septiembre, Cotadilla (y también su padre) fue condecorado con la Orden Real.

En mayo de 1811 era jefe de la escolta de un convoy militar que viajó desde Bayona hasta Madrid y en el que iban la mujer del general Hugo y sus tres hijos, uno de ellos el después célebre Victor Hugo (entonces tenía nueve años), quien en su novela Claude Gueux, escrita en 1834, recuerda que Cotadilla tenía gran apetito “et en riait; mais ce qui est une occasion de gaieté pour un duc, grand d’Espagne, qui a cinq cent mille [sic] moutons [...]”. Más tarde su mujer, Adèle Foucher, narró varias anécdotas sobre Negrete, a quien siempre llama “duc de Cotadilla”, sucedidas durante ese traslado. Abel Hugo, hermano de Victor y paje de José Bonaparte, y especialmente el célebre Alejandro Dumas (aunque, a diferencia de Abel, no fue testigo de los hechos) también citan a Cotadilla: “homme de grand nom, de grande fortune et de grand appétit, rallié a Joseph [...] illustre grand d’Espagne [...] qui était fort galant”, escribe Dumas. Este año de 1811 era también inspector general de la Guardia Cívica de Madrid.

Tras la batalla de los Arapiles se produjo, a primeros de agosto de 1812, la segunda evacuación de Madrid. Fue un éxodo de más de veinte mil personas, franceses y españoles, hombres, mujeres y niños, hacia Valencia, y en el camino nació su segundo hijo, José, que fue el célebre conde de Campo Alange amigo de Larra: “La duchesse de Cotadilla [...] accoucha en route [...] et les vagissements de l’enfant furent mêlés au sifflement des balles qui effleuraient les portières de la voiture”, escribe Adèle Foucher, mujer de Victor Hugo. Negrete volvió a Madrid en diciembre, pero su mujer y sus dos hijos partieron a París, donde el padre de Negrete era embajador de España desde 1811. Finalmente, el régimen josefino se desmoronó. La nueva y definitiva salida de Madrid se produjo el 27 de mayo de 1813, cruzando la frontera el 28 de junio hacia el destierro. Negrete se reunió con su familia en París. En el tratado de paz de 8 de diciembre de 1813 entre Napoleón y Fernando VII se estableció el perdón para los “españoles adictos al Rey José” y la restitución de sus bienes, pero no se cumplió, sino que por el decreto de 30 de mayo de 1814, dictado tras la abdicación de Napoleón en Luis XVIII, se establecía lo contrario. Sin embargo, Luis XVIII pidió clemencia para los “servidores de José Bonaparte” y el propio Talleyrand entregó a Gómez Labrador, embajador de España al Congreso de Viena, una lista de personas por las que tenía especial interés, entre las que estaban Negrete y su padre, Campo Alange. Pero fue inútil. La expatriación a Francia de numerosos liberales complicó más su situación, pues se suponía que afrancesados y liberales conspiraban juntos contra Fernando VII. Así, en 1816 el embajador de España en París, conde de Perelada, informaba de una supuesta conspiración en la que participaba el duque de Cotadilla, pero el ministro francés de Policía desmintió su participación. En 1819, la muerte de su hermano mayor Manuel le convirtió en conde del Campo de Alange. Con el inicio del Trienio Liberal llegaría el Decreto de amnistía de 26 de septiembre de 1820 que, aunque no reintegraba empleos ni honores, le permitió tomar posesión de los mayorazgos mediante apoderado. Negrete pensó volver a España en febrero de 1823, y envió a Madrid algunos de sus efectos personales, pero “no lo verificó por las ocurrencias políticas”, esto es, por el restablecimiento del absolutismo (la Ominosa Década). Francia recibió ahora una nueva oleada de refugiados: liberales y militares llevados cautivos por las tropas del duque de Angulema (los Cien Mil Hijos de San Luis). Aunque afrancesados y liberales fueron finalmente amnistiados en 1824, Negrete murió exiliado en París en 1827 y fue enterrado en el cementerio Père Lachaise.

Uno de esos refugiados era Luis de Salamanca y Martínez de Pisón, marqués de Villacampo. Militar, héroe de la Guerra de la Independencia, en 1823 se encontraba en La Coruña en misión militar y, defendiendo la Constitución liberal fue, tras la rendición de esta plaza, conducido prisionero a Francia. Al ser liberado permaneció allí, con licencia del Ejército español, y casó en París, en 1826, con la hija de Negrete, María Manuela, futura VI condesa del Campo de Alange (cuyo hijo primogénito Francisco Javier de Salamanca, marqués de Torre-Manzanal, nació en París). El único hijo varón de Negrete, José (que sería V conde, con la Grandeza de 1.ª Clase concedida en 1835 por la Reina gobernadora), murió soltero en 1836, sellando la reconciliación con la Corona, en la Primera Guerra Carlista, defendiendo en Vizcaya la causa de Isabel II.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Militar (Segovia), Sección de Célebres, exp. 11, Expediente de don Francisco Xavier de Negrete Adorno y Sotomayor. Expediente matrimonial con Dña María Cepeda y Nonet; Archivo de los Condes del Campo de Alange, Cajas 62, 79, 84.

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Pedro Rodríguez-Ponga y Salamanca

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