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Juan de Pineda de Mendoza

Biografía

Pineda de Mendoza, Juan de. Sevilla, c. 1520 – Nasca (Perú), 1606. Capitán del Ejército español y misionero agustino (OSA) en el virreinato del Perú.

Hijo de Juan de Pineda y de Juana de Mendoza, nació en Sevilla en torno a 1520. Pasó su adolescencia consentido por unos padres débiles, por una buena posición familiar —su padre tenía la escribanía del Cabildo—, por su natural apasionado y viviendo alegremente en la gran metrópoli americana de Europa; a su temperamento inquieto se unieron la altivez de clase y la osadía de la edad, haciendo de su juventud una existencia explosiva. Buscando aventuras y fama más que dinero, pasó al virreinato del Perú en plena guerra civil (¿1542?), combatiendo en el partido del monarca Carlos V a las órdenes del gobernador Vaca de Castro, contra Gonzalo Pizarro. Cuando otras personas menos nobles se aplicaron al reparto de rentas, que era una forma de sosegar ánimos alterados y ganar voluntades tornadizas, su lealtad le llevó adonde su honor había puesto la mirada: la conquista de Chile; aquella campaña encontró en el joven militar un capitán como pedía aquella jornada, según lo reconocieron los gobernadores Valdivia y Villagrán, y así lo testifican en sus obras Alonso de Ercilla y P. de Oña.

En Perú se juntó con el capitán Diego de Arana y López de Armendáriz que, en 1556, fue al Nuevo Mundo al servicio del virrey Andrés Hurtado de Mendoza, participando luego en la conquista de Chile bajo las órdenes de su hijo García, sucesor de los gobernadores Valdivia y Alderete. Los capitanes Pineda y Arana destacaron notablemente en las batallas de Millarapué —cerca de Arauco— contra los indios del valle Andalicán, y en la batalla de Penco, contra Tucapel.

Estando el Ejército descansando de la campaña del Arauco en la Imperial —ciudad fundada por Pedro de Valdivia en 1551 en honor de Carlos I—, a la que llegaron en abril de 1558, se organizó una justa y desafío desarrollada en diferentes competiciones; en una de ellas (los cronistas difieren en los motivos y los escenarios) hubo un enfrentamiento entre Ercilla y Pineda, llegando a cruzarse las espadas. Trató de separarlos el propio don García, tras lo cual se refugiaron con los caballos y los respectivos partidarios en una iglesia próxima, sin respetar el lugar sagrado. El gobernador ordenó al coronel Luis de Toledo y a su guardia hacerlos presos, siendo condenados allí mismo a la pena capital, que se ejecutaría al día siguiente. Horas de duda, miedo y tensión; camino del cadalso, Pedro de Toledo, miembro de la guardia personal del gobernador, llegó con la orden de suspender la ejecución, que fue conmutada por la pena de destierro: Alonso de Ercilla regresa a Perú y, tras el frío recibimiento por parte del virrey, escribe un memorial a Felipe II exponiéndole la situación y su deseo de regresar a España, adonde llega en 1563.

Al capitán Pineda lo acompañaba su amigo Arana y ambos regresaron también a Perú. Es entonces cuando, tras hacer balance de su vida y de la vaciedad de su existencia, decidió pasar a servir a Dios; tan fuertes y convincentes debieron ser sus argumentos que arrastró en esta decisión a su compañero. Llegados a Lima, simultanearon la vida de heroicos capitanes de la guerra de Chile con las conversaciones con el prior del Convento de San Agustín, padre Andrés de San Agustín; ratificados en su compromiso y comprobadas la limpieza de su voluntad y la sinceridad de sus sentimientos, ante la enorme sorpresa de toda la sociedad limeña tomaron el hábito de agustinos en marzo de 1559, profesando al año siguiente.

A los dos ex militares les costó un considerable esfuerzo el cambio de vida y realizar la carrera eclesiástica; después de ordenados sacerdotes, su vida se separó por destinos distintos, pero ambos como misioneros.

Fray Juan de Pineda ejerció su apostolado en las misiones y doctrinas de Yagón (1566), de Conchucos (1571 y 1582-1584), en Tauca y Psicobamba, y en Cotabambas (1579 y 1591), desempeñando cargos de definidor, presidente del capítulo provincial, prior de Cotabambas (1579 y 1591) y Conchucos (1582-1584). A mediados de la década de 1590 se retiró al Convento de Nasca, donde murió en 1606.

Fray Diego de Arana residió en los Conventos de La Paz o Chuquiavo (1566), Chuquisaca o La Plata (1571), y en las doctrinas de Guamucho (prior dos veces, en 1582 y 1584), Capinota (prior), Omasayos y Cotabambas (1591), coincidiendo con su antiguo compañero y amigo Pineda, que era entonces el prior; Arana falleció en 1596.

 

Bibl.: C. Suárez de Figueroa, Hechos de Don García Hurtado de Mendoza, cuarto marqués de Cañete, Madrid, 1613; J. de Grijalva, Crónica de la Orden de N. P. S. Agustín en las provincias de la Nueva España, México, 1624, passim; S. Portillo y Aguilar, Crónica espiritual augustiniana. Vida de Santos, Beatos y Venerables Religiosos y Religiosas del Orden de su Gran Padre San Agustín [...], t. I, Madrid, 1731, págs. 84- 86; A. de Ercilla y Zúñiga, La Araucana, cantos XXXVIXXXVII, t. XVI, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1851, págs. 131-137; A. de Góngora Marmolejo, “Historia de las cosas que han acaecido en el reino de Chile desde 1536 hasta 1575”, en Memorial Histórico Español: colección de documentos, opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, 4 (1852), págs. 134-135; P. de Oña, Arauco Domado, cantos I y IX, t. XXII, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1854, págs. 354-357 y 394-399; J. T. Medina, Vida de Alonso de Ercilla, Madrid, 1854, passim (pról. de R. Donoso, Vida de Ercilla, México, Fondo de Cultura Económica, [1948]); C. Muiños, “Un rival de D. Alonso de Ercilla”, en Revista Agustiniana, 5 (1883), págs. 303-207, 459-464; J. Rodríguez Fernández, “El capitán Pineda. Leyenda histórica acerca del insigne misionero agustino del Perú, V. P. Fr. Pineda”, en España y América, 3/4 (1905), págs. 115- 123, 245-251, 324-330, 338-395; 4/1 (1906), págs. 36-44, 189-196; E. de Urrutia, “Venerable Fray Diego de Arana”, en Euskalerriaren Alde. Revista de Cultura Vasca, 14 (1924), págs. 308-309; M. de Mendiburu, “Arana”, en Diccionario Histórico-Biográfico del Perú, t. II, Lima, 1932-1934, pág. 97; “Ercilla”, op. cit., t. IV, págs. 409-411; “Pineda”, op. cit., t. IX, págs. 13-15; P. Mariño de Lobera, Crónica del reino de Chile, ed. de F. Esteve Barba, Madrid, Atlas, 1960, págs. 225- 562 (Biblioteca de Autores Españoles [BAE], n.º CXXXI, págs. 569-575); A. Góngora Marmolejo, Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año de 1575, ed. de F. Esteve Barba, Madrid, Atlas, 1960, págs. 75-224 (BAE, n.º CXXXI, pág. 136); B. de Torres, Crónica agustiniana, t. 1, Lima, 1974, págs. 62-77; A de la Calancha, Crónica moralizada, ed. de I. Prado Pastor, t. VI, Lima, Imprenta de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1976, págs. 1071-1089; E. Mozzotti, “Las profesiones religiosas del convento de San Agustín de Lima (1553-1573)”, en Archivo Agustiniano, 73 (1989), págs. 203-208; R. Lazcano, “Juan de Pineda”, en Bibliographia Missionalia Augustiniana. América Latina (1533- 1993), Madrid, Revista Agustiniana, 1993, págs. 368-369; F. J. Campos, “Retrato de soldados rivales con la Orden de San Agustín al fondo: Alonso de Ercilla, Juan de Pineda y Diego de Arana (Chile-Perú, 1557-1558)”, en VV. AA., Euskal Herria y el Nuevo Mundo. La contribución de los Vascos a la formación de las Américas, Actas del VI Congreso Internacional de Historia de América, Vitoria-Gasteiz, Universidad del País Vasco, 1996, págs. 401-415.

 

Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, OSA