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Juan Alfonso de Lancina

Biografía

Lancina, Juan Alfonso de. Huete (Cuenca), m. s. xvii – ?, f. s. xvii-p. s. xviii. Oficial de la Administración, escritor e historiador.

Hidalgo de sangre, ostentó la titularidad de un pequeño señorío conquense (Cuevas de Santiago). Es muy posible que estudiara Derecho, a juzgar por los puestos desempeñados con posterioridad. Ya en Italia ocupó plaza de juez en la gran Corte de la Vicaría de Nápoles, y con motivo de la revuelta de Mesina fue nombrado superintendente delegado en las materias de Estado, inconfidentes y contrabandos en las ciudades de las Calabrias y auditor general del Ejército, lo que le situó al frente del espionaje español al sur de Italia. Título excepcional y de contornos un tanto borrosos e imprecisos que le sirvió, según propia confesión, para intervenir decisivamente en la solución del conflicto, como consejero de excepción al lado de los virreyes españoles de Nápoles y Sicilia, a los que envió sucesivos informes y propuestas para la terminación de la guerra.

De vuelta a España, la nave en la que viajaba fue capturada por los franceses, y en el incidente Lancina perdió diversos manuscritos destinados a la imprenta.

Al final logró salvar dos amplias obras más abajo citadas.

En España pensaba, con la publicación de sus escritos y los amplios servicios prestados a la Monarquía, alcanzar algún puesto de cierta relevancia; pero sus expectativas no se vieron cumplidas, con el consiguiente desencanto y amargura que entre líneas reflejan sus escritos.

En su primera obra publicada, los Comentarios políticos a Tácito, se aprovechan fragmentos históricos en torno a la rebelión de Mesina. Pero no es obra de historia, sino de teoría política, al hilo del libro primero de los Annales de Tácito, convenientemente fragmentado en sucesivos pasajes de unas cuantas líneas, con su correspondiente traducción al castellano, hasta formar un amplio volumen de más de trescientos capítulos. Pero el comentario a Tácito no sigue un orden regular. En realidad, Lancina aprovecha cada fragmento de Tácito aportado en cada capítulo para montar su propia teoría política, a veces sin apenas relación con el original del famoso historiador latino.

Por lo demás, cada capítulo del libro queda, a su vez, dividido en distintos apartados —de tres a seis, por lo general—, aunque en ocasiones el comentario se alarga sobremanera, hasta el extremo de que en algún momento se trata de auténticas monografías, como al tratar de los caracteres nacionales y de los intereses de Estado o de las particularidades sucesorias de la Monarquía española.

El tono de la exposición es sentencioso y admonitorio, buscando la agudeza en la expresión y el contrapunto en los conceptos empleados. No hay ningún orden sistemático. Cabría decir que Lancina va exponiendo sus ideas conforme le van llegando, saltando de un tema a otro con la mayor facilidad.

Sus máximas y principios políticos suelen proyectarse en un ámbito general: la figura del príncipe, el papel de los colaboradores de los reyes, el despliegue de la Administración, la teoría de la revolución —tanto en su desenvolvimiento como en los medios más adecuados para su represión— o los diversos principios sobre el despliegue del Ejército y de la Hacienda. Mientras que en otras ocasiones ofrece información y reflexiones sobre el devenir histórico de la Monarquía española, en un momento en el que se advierten ya a las claras sus flaquezas y debilidades, lo que provoca en Lancina un sentimiento de desilusión, desencanto y pesimismo por tratarse de una formación política que, según él, pudo llegar a dominar el mundo. De ahí también la nostalgia por los tiempos gloriosos de los Reyes Católicos o de Carlos V.

Como buen tacitista, aquí y allá introduce máximas y principios de claras connotaciones maquiavélicas, especialmente a la hora de la represión de las revueltas populares con empleo de medios y mecanismos de muy dudosa ejemplaridad.

Frente a otros escritores políticos del siglo xvii, Lancina es muy parco en sus citas eruditas; no presume tampoco de originalidad. Pero las posibles fuentes no quedan fácilmente al descubierto, por más que siga principalmente la estela de los tacitistas italianos. Se trata de una obra en la que culmina la línea marcada por los Comentarios a Tácito de un Álamos de Barrientos.

En tal sentido, Lancina puede considerarse como el último de los tacitistas políticos españoles.

En la Historia de las revoluciones del Senado de Mesina Lancina presenta un amplio y animado cuadro de la rebelión de la ciudad frente a la Monarquía española, con la ulterior participación de la armada francesa. Mesina mostraba desde tiempo atrás especial celo por los amplios privilegios concedidos por los reyes a lo largo de su historia. La amenaza de una nueva imposición soliviantó los ánimos y provocó el envío de representantes ante la Corte madrileña. No fueron bien recibidos; se sintieron agraviados, y los grupos dirigentes de la ciudad, con los jurados a la cabeza, se mostraron muy inquietos. Poco a poco se fue extendiendo el descontento por la ciudad y alrededores hasta culminar en un enfrentamiento armado con la participación francesa al lado de los rebeldes.

Lancina se preguntaba por las causas del movimiento antiespañol, especialmente a través de la decidida y sinuosa participación de los jurados de la ciudad —con multitud de privilegios y prebendas a sus espaldas— unidos a miembros de la nobleza mesinesa; describe al detalle la marcha de los acontecimientos, en un principio poco favorables para España, y muestra su sorpresa ante la final retirada de las tropas francesas, sin haber sufrido ninguna derrota significativa. Todo ello entreverado con discursos, más o menos fidedignos, de algunos de los protagonistas y con máximas y principios de marcado cariz tacitista. Sin olvidarse de reseñar sus numerosas y decisivas intervenciones en el desarrollo favorable de la contienda, hasta el punto de pedir excusas, con el ejemplo de otros escritores, por tanta intromisión del autor en la narración de los acontecimientos. Pero esta práctica permite conocer mejor a Lancina, muy pagado de sí mismo, orgulloso de sus dictámenes y consultas ante los virreyes, que tan buenos resultados dieron a la postre para la feliz terminación del movimiento subversivo. E incluso se permite en algún momento pasar de las palabras a los hechos, a mayor gloria de su persona. En fin, tras la publicación de la obra no se vuelve a tener noticias del autor.

 

Obras de ~: Comentarios políticos a los Annales de Cayo Vero Cornelio Tacito, Madrid, Melchor Álvarez, 1687 (ed. y est. prelim. de J. L. Bermejo Cabrero, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2004); Historia de las revoluciones del Senado de Mesina, Madrid, Julián de Paredes, 1692.

 

Bibl.: J. A. Maravall, “Selección y prólogo”, en Juan Alfonso de Lancina. Comentarios políticos, Madrid, Ediciones Fe, 1945; M. T. Cid Vázquez, Tacitismo y razón de Estado en los Comentarios Políticos de Juan Alfonso de Lancina, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2002; “Lancina, Juan Alfonso de”, en H. Priego-Sánchez-Morate y J. A. Silva Herranz, Diccionario de personajes conquenses (nacidos antes del año 1900), Cuenca, Diputación Provincial, 2002, págs. 209-210.

 

José Luis Bermejo Cabrero

 

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