Prado, Juan de. Mogrovejo (León), c. 1563 – Marruecos, 24.V.1631. Religioso franciscano (OFM), beato.
Cursó estudios en la Universidad de Salamanca, finalizados los cuales ingresó en la Orden Franciscana en el Convento de Rocamador (Badajoz), perteneciente a la provincia franciscana descalza de San Gabriel en Extremadura, en el año 1584. Desde muy joven se le encomendaron cargos de responsabilidad en la provincia, repetidas veces guardián de diversos conventos y por dos veces definidor provincial. Fue nombrado guardián del Convento de San Diego de Sevilla, intervino en la fundación y tumultuosa toma de posesión del Convento de Arcos de la Frontera (26 de enero de 1603), así como en la más pacífica del de Jerez de la Frontera (29 de abril de 1603).
Cuando en 1620 la provincia de San Gabriel, que se había extendido mucho, fue dividida en dos, y fray Juan de Prado fue elegido (19 de diciembre de 1620) primer ministro provincial de la nueva provincia entonces creada con los conventos ubicados en Andalucía, por lo que se llamó de San Diego de Andalucía.
Finalizado su mandato en diciembre de 1623 intentó pasar como misionero a la isla de Guadalupe en el Nuevo Mundo, pero motivos ajenos a su voluntad se lo impidieron. No obstante, sus deseos de misionar se cumplirían algún tiempo después en una misión más cercana, aunque más difícil, en el cercano Marruecos, donde siglos antes habían derramado su sangre san Daniel y los otros cuatro protomártires de la Orden Franciscana (1227), cuando aún vivía su santo fundador, y muchos más posteriormente, y donde en aquel entonces muchos cristianos sufrían duro cautiverio.
Obtenidas las correspondientes licencias de sus superiores, y del papa Urbano VIII, que le concedió facultades de prefecto apostólico, y en posesión de un salvoconducto especial del rey de Marruecos, ‘Abd al- Malik, benévolo hacia los españoles, obtenido gracias a los buenos servicios de su no menos buen amigo, el caballero gaditano Alonso de Herrera Torres, que tenía un agente de negocios en Marruecos, se embarcó en Cádiz, de cuyo Convento era a la sazón guardián, el 27 de noviembre de 1630, junto con fray Matías de San Francisco y fray Ginés de Ocaña, éste religioso lego. El duque de Medina Sidonia, Manuel Alonso de Guzmán el Bueno, les suministró una nave y todo lo necesario para el viaje.
Después de algunos percances con determinados navíos turcos y por causa de un temporal, Juan de Prado y sus compañeros llegaron a Mazagán, fortaleza portuguesa, donde durante algún tiempo se dedicaron al ministerio apostólico entre aquellos fieles.
Durante el viaje había muerto ‘Abd al-Malik, que le había concedido el salvoconducto, y había ocupado el trono su hermano Mulaj al-Walīd, enemigo de todo lo que fuera cristiano. No obstante el padre Prado, desoyendo los consejos del gobernador portugués, se internó con solo fray Matías en el Reino de Marruecos, pero el gobernador y los suyos los siguieron a caballo hasta alcanzarlos, trayéndolos de nuevo a Mazagán. No obstante, pocos días después gente mandada por el mismo gobernador los acompañó hasta las cercanías de Azamor, donde acudieron moros del lugar en son de paz, que llevaron a los frailes a la presencia del alcaide. Éste al leer el salvoconducto argumentó que el Rey que lo había concedido había muerto, y por lo tanto eran cautivos del nuevo Rey. En efecto, fueron presos y enviados a la presencia del nuevo Soberano, que mandó retenerlos en la cárcel. Después de algunos días fueron llevados a su presencia, y los interrogó sobre el objeto de su venida, a lo que el padre Prado respondió que había venido con licencia a asistir espiritualmente a los cristianos cautivos.
El Soberano le interrogó acerca de cuestiones religiosas y dadas sus respuestas mandó azotarlo, y que fueran devueltos a la prisión, donde estuvieron durante largo tiempo moliendo pólvora. Volvieron a ser llamados a la presencia del Rey y otras personalidades, con las que tuvieron disputas sobre temas religiosos, por lo que el padre Prado fue azotado de nuevo, devolviéndolos después a todos a la prisión. Al día siguiente llevaron de nuevo a los presos a la presencia del Rey, quien trató que los compañeros del padre Prado le traicionaran, ante lo cual el padre Prado le llamó tirano; el Soberano con su propio alfanje le hirió en la cabeza, imitándolo acto seguido sus lacayos o ministros. Finalmente fue condenado a ser quemado vivo, sentencia que fue cumplida a la puerta principal del palacio en presencia del propio Rey.
Sus restos fueron trasladados a España con la eficaz colaboración del duque de Medina Sidonia. Fray Juan de Prado fue beatificado por Benedicto XIII el 24 de mayo de 1728. La Iglesia celebra su festividad ese mismo día.
Obras de ~: Estatutos de la Provincia de San Diego de Andalucía, Sevilla, 1623.
Bibl.: J. de la Trinidad, Chronica de la Provincia de San Gabriel, Sevilla, Juan de Osuna, 1652, págs. 972-999; B. de San Diego, Vita, Martirio e Miracoli del V. P. Fr. Giovanni de Prado, Roma, 1714; F. J. M. de S. Juan del Puerto, Primera Parte de las chronicas de la provincia de San Diego en Andalucia, Sevilla, Convento de San Diego, 1724; M. Castellanos, Compendio biográfico del glorioso mártir B. Juan de Prado, Tánger, Misión Católica, 1904; A. Ortega Pérez, “La provincia de San Diego de Andalucía y la Misión de Marruecos”, en Archivo Ibero Americano (AIA), 9 (1918), págs. 341 y ss.; J. M. Pou y Martí, “Martirio y Beatificación del B. Juan de Prado, restaurador de las misiones de Marruecos”, en AIA, 14 (1920), págs. 323-343; J. Baudot, Vies des Saintes et des Bienheureux, Paris, 1947; H. Zamora, “Prado, Juan de, OFM”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, págs. 2013-2014.
Hermenegildo Zamora Jambrina, OFM