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Ferrán Martínez

Biografía

Martínez, Ferrán. ?, s. m. s. XIV – p. m. s. XV. Arcediano de Écija, provisor del Arzobispado de Sevilla, predicador antijudío.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XIV y muy especialmente a partir de la coyuntura crítica de 1348, se produjo prácticamente en todos los reinos europeos una explosión de antisemitismo casi tan intensa como la epidemia de peste que afectó al continente desde ese año. Castilla no estuvo al margen de estos acontecimientos, pues la primera manifestación violenta de ese sentimiento antijudío se registró con ocasión de la guerra entre Pedro I y Enrique de Trastámara. En este conflicto civil, como señaló Julio Valdeón, el antisemitismo fue un arma esgrimida por los partidarios del pretendiente y paralela a la acusación de filojudaísmo lanzada contra el Monarca. Desde entonces, la cuestión judía, es decir, la cuestión de la conversión de los hebreos, fue una constante hasta que el rigor cristiano cambió de objetivo dirigiéndose contra los conversos.

Este punto de inflexión, esta sustitución del problema judío por el problema converso, en palabras de Eloy Benito Ruano, se produjo a raíz de los sucesos de 1391, del conjunto de motines antisemitas originados en Sevilla que se extendieron con gran violencia por toda la península, en los que jugó un papel destacado el arcediano de Écija, Ferrán Martínez, activo y violento predicador antijudío.

Este controvertido personaje comenzó su actividad contra los hebreos en 1377, cuando desde su condición de arcediano de Écija y provisor del Arzobispado de Sevilla, un cargo este ultimo que le permitía juzgar a judíos y cristianos, se atrevió a desobedecer una orden de Enrique II de 25 de julio de 1377, afirmando que contaba con la protección del Papa, pese a lo cual no fue castigado más allá de un albalá dictado el 25 de agosto de 1378 en el cual se condenaba su actitud. Como se verá, esta impunidad real de la que disfrutó el arcediano le acompañó durante toda su vida, lo cual dice mucho acerca de la complacencia con que se contemplaba su actividad. Tras la muerte del primer Trastámara, Ferrán Martínez saludó con alegría a Juan I, un rey que, al contrario que su padre, contemplaba la conversión de los judíos como un elemento más dentro de una reforma general de la moral y de la Iglesia. Esta nueva actitud permitió que el arcediano redoblara sus violentas prédicas antijudías dirigidas a los sectores populares de la población de Sevilla. En sus alocuciones, Martínez acudía a los aspectos más elementales y legendarios del antisemitismo, al tiempo que instaba a la destrucción de las sinagogas y a la segregación de los hebreos garantizando la salvación eterna a quienes se aplicasen a la tarea. La intensidad y la reiteración de estas proclamas alarmaron a la comunidad judía y a las autoridades civiles y eclesiásticas hispalenses, las cuales debieron de informar al monarca del clima que se estaba creando en la ciudad. De esta forma, el 3 de marzo de 1382 un nuevo albalá, en este caso de Juan I, reconvenía al arcediano por sus predicaciones.

La suavidad del tono de este documento no se le escapó al arcediano, el cual se apresuró a comentar a todo aquel que quisiera oírle que en el fondo el rey vería con complacencia la desaparición de los judíos, mientras continuaba con sus diatribas antisemitas y sus sentencias parciales y desfavorables para los hebreos sevillanos. A éste le siguió otra disposición condenatoria de Juan I con fecha de 25 de agosto, cuyos efectos fueron idénticos a las medidas adoptadas con anterioridad, pues el predicador continuó con su labor como había hecho hasta entonces, es decir, sin obstáculo alguno.

En 1388 se produjo de nuevo una queja contra Ferrán Martínez, en este caso a manos del procurador de la aljama de Sevilla, el cual acudió a entregarle dos cartas de Juan I acompañado de dos alcaldes cristianos, en las que condenaba su actuación. El arcediano, quien estaba rodeado de un grupo de incondicionales cuando escuchó las quejas, reaccionó violentamente abalanzándose sobre los visitantes. Lo sucedido impulsó al Cabildo sevillano a quejarse ante Juan I, quien, una vez más, respondió de forma tibia, pues, aunque desautorizaba la violencia de Martínez, calificaba su celo de santo y bueno. Sin embargo, la reacción del arzobispo de Sevilla, Gómez Barroso, fue más allá, pues le declaraba contumaz, rebelde y sospechoso de herejía, prohibiéndole predicar y entender de los pleitos contra los judíos bajo pena de excomunión.

Incluso, se llegó a suspenderle a divinis y a someterle a proceso, acusándole de desobediencia al papa y al obispo. Parecía que esta vez iba a finalizar la carrera de Ferrán Martínez como azote de los judíos sevillanos; sin embargo, en 1390 dos sucesos transformaron la situación a su favor. En julio de este año murió el arzobispo de Sevilla, Gómez Barroso, la única personalidad que había condenado la actividad del arcediano, una desaparición que convirtió a Ferrán Martínez en administrador de la diócesis. En este nuevo cargo, le sorprendió en octubre de este año la muerte del rey Juan I, un suceso inesperado que, al decir de Luis Suárez, se unió a lo sucedido anteriormente para convencer al arcediano de que existían designios providenciales que le convertían en el caudillo de una cruzada contra los judíos. Todo ello explica que, a principios de 1391, una vez que había reanudado sus predicaciones e impulsado la destrucción de sinagogas, comenzaran los primeros tumultos en Sevilla. Aunque en marzo parecía que se había apagado el furor de los antisemitas, en realidad sólo fue una tregua, ya que, en junio, el arcediano, tras dirigir a las masas sus sermones incendiarios, lanzó a sus seguidores contra los hebreos. Aunque se carece de datos —según López de Ayala fueron cuatro mil los muertos—, se sabe que fueron más numerosas las conversiones que los asesinados. El ejemplo de lo ocurrido se extendió primero a localidades vecinas y luego al resto de Castilla y de los reinos peninsulares, dando lugar a la proliferación de pogromos en casi toda la península. A pesar de que parece evidente la existencia de un contagio del furor antisemita, hay autores como Luis Suárez que, apoyándose en el calendario de los disturbios, aluden a un probable desplazamiento de los secuaces de Ferrán Martínez por todos los reinos peninsulares incitando a la violencia contra los hebreos y a su bautismo forzado. El resultado de estos sucesos fue la conversión generalizada de la mayoría de los judíos, la muerte de muchos y la huida de no pocos de ellos, quedando arruinadas las aljamas hispanas.

A pesar de la responsabilidad que tuvo Ferrán Martínez en los acontecimientos, la cual desde un primer momento fue percibida por el propio Ayala, apenas sufrió reconvención alguna por parte de las autoridades, pues, incluso, según señala José Amador de los Ríos, se le consideraba casi un santo, aunque era reconocido su excesivo celo. Parece que poco después de los sucesos se le prohibió predicar y que en 1395 fue preso, aunque tan sólo durante unos meses, cabe suponer que por su responsabilidad en lo sucedido a pesar del tiempo transcurrido. Unos años después de esta fecha y parece que definitivamente, abandonada su carrera de predicador antisemita, fundaba el Hospital de Santa Marta poniéndolo bajo el patronazgo del Cabildo sevillano, acabando sus días pacíficamente “con opinión de sólida virtud” entre los ciudadanos.

La actividad de Ferrán Martínez como predicador que recurrió a métodos violentos para lograr la conversión de los hebreos fue una faceta del antisemitismo hispano del siglo XIV que coexistía con la que optó por la controversia doctrinal como medio para conseguir el bautismo generalizado de los judíos.

Esta actitud distaba de ser exclusiva, pues tenía precedentes, como el clérigo navarro fray Pedro Olligoyen, y émulos ilustres, como el valenciano Vicente Ferrer, quienes también impulsaron la conversión forzada de los hebreos, apelando incluso a la fuerza, por medio de sus sermones. Sin embargo, hay en la vida del arcediano una serie de aspectos especialmente destacables, como la duración de su vida pública, pues su actividad como predicador antisemita se extendía a lo largo de los reinados de Enrique II, Juan I y Enrique III. Por otra parte, hay que destacar sus continuos roces con las autoridades, especialmente con el rey, lo cual contrasta con la impunidad con que ejerció su actividad desde el púlpito durante casi quince años.

Tanto este aspecto, como los no pocos elogios dedicados a Martínez por su vehemencia, apuntan a la complacencia de las autoridades y al hecho de compartir sus fines. Sea como fuere, los sucesos desencadenados a raíz de las predicaciones del arcediano representaron un punto de inflexión en la convivencia entre judíos y cristianos, pues desde los pogromos de 1391 quedó definitivamente rota la vida en común entre las dos religiones. Desde ese momento los hebreos cedieron a los conversos su lugar central como objetivo de la intolerancia cristiana.

 

Obras de ~: “Respuesta del Arcediano a la querella de los judíos” (1388) y “Albalá del arcediano para derribar las sinagogas [de Santa Olalla de la Sierra]” (1390), en J. Amador de los Ríos, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, Madrid, Aguilar, 1973.

 

Bibl.: P. López de Ayala, Crónica de Enrique III, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1953; J. Valdeón Baruque, Los judíos de Castilla y la Revolución Trastámara, Valladolid, Universidad, 1968; J. Amador de los Ríos, Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, Madrid, Aguilar, 1973 (véase especialmente “Querella de la Aljama de Sevilla contra el Arcediano de Écija, Ferrán Martínez, sobre las predicaciones y sentencias de este contra los judíos” (1388); “Albalá de Enrique II, de 25 de agosto de 1378, condenando a Ferrán Martínez”; “Albalá de Juan I de 3 de marzo de 1382 contra Ferrán Martínez”; “Albalá de Juan I de 25 de agosto de 1383 contra Ferrán Martínez”); J. Valdeón Baruque, Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglos XIV y XV, Madrid, Editorial Siglo XXI, 1975; M. A. Ladero Quesada, La ciudad medieval (1248-1492), Sevilla, Universidad, 1980 (2.ª ed. rev.) (col. Historia de Sevilla, 2); L. Suárez Fernández, Judíos españoles en la Edad Media, Madrid, Rialp, 1980; J. M. Monsalvo Antón, Teoría y evolución de un conflicto social. El antisemitismo en la Corona de Castilla en la Baja Edad Media, Madrid, Editorial Siglo XXI, 1985.

 

Fernando Castillo Cáceres