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Juan Carrillo de Toledo

Biografía

Carrillo de Toledo, Juan. ?, p. s. xv – s. m. s. xv. Adelantado de Cazorla, alcalde mayor de Toledo.

A lo largo del prolongado y agitado reinado de Juan II son numerosos los personajes de primera fila que aparecen desempeñando un papel esencial en el desarrollo de los acontecimientos; no obstante, junto a ellos se encuentran otras figuras más discretas, pero que tienen una presencia constante y en no pocas oca­siones de gran importancia en los principales sucesos acaecidos en los años 1402 a 1454. Éste es el caso de Juan Carrillo de Toledo, un miembro de la no­bleza de segunda fila, vasallo y hombre de confianza de Álvaro de Luna, siempre fiel al rey Juan II. Este caballero, cuyo cargo, quizás, más relevante fue el de adelantado de Cazorla, guerreó al servicio del condestable y del bando realista durante más de veinte años, interviniendo en los principales acontecimientos bé­licos de la época, en los que desempeñó un papel en algunas ocasiones discreto y en otras, destacado, pero siempre en puestos de responsabilidad.

En 1429 participa en la campaña emprendida por Álvaro de Luna contra los infantes de Aragón por tie­rras de Extremadura, concretamente en Trujillo y Alburquerque. Desde un primer momento, las cró­nicas destacan su cercanía al condestable, situándole entre los caballeros de su Consejo en el momento de tomar decisiones acerca de las operaciones, lo cual da idea de la consideración que tenía este personaje entre Álvaro de Luna y su Corte. Ya el año anterior, en la que constituye su primera referencia conocida, Juan Carrillo de Toledo aparece como uno de los jueces de la famosa justa celebrada en Valladolid en el conjunto de las fiestas dadas por el infante Don Enrique, un prestigioso nombramiento en el contexto del mundo cortesano y caballeresco del siglo XV.

En 1431, Carrillo aparece en la campaña de Gra­nada desempeñando un papel que confirma la que será su dedicación esencial a lo largo de toda su vida, que no es otra que la propia de un caballero dedi­cado al oficio de las armas al servicio del rey Juan II y del condestable. En este año combate con la hueste de Álvaro de Luna contra los nazaríes como un ver­dadero capitán de lo que se puede denominar “tro­pas de choque”, como demuestra que se le encarguen importantes tareas, arriesgadas aunque poco lucidas, como es la de arrebatar a los granadinos una torre en Puente Pinos. Pero además de un profesional de las armas que participa en la batalla de la Higueruela y en las correrías que asolaron la vega de Granada, es un respetado representante del mundo caballeresco pues su señor, el condestable, solicita su opinión en relación con unas diferencias surgidas con el conde de Haro en plena batalla con los nazaríes. Al finalizar la expedición contra el reino nazarí, Carrillo de To­ledo permanece junto a Álvaro de Luna participando en la solución de conflictos, como el producido por la rebelión del maestre de Alcántara en 1438. Desde esta fecha, tras ser alcalde mayor de Toledo, aparece nombrado como adelantado de Cazorla, por lo que su actividad militar en la frontera granadina es con­tinua, siempre al frente de las milicias concejiles de la zona. Esta circunstancia explica que para ocupar ese puesto —que además de representante de la mi­tra toledana implicaba ser el máximo responsable de las muy considerables fuerzas del arzobispo de To­ledo— se exigiese sobre todo una formación militar. El nombramiento lo realizó el propio Juan II, siendo titular Juan de Cerezuela, lo cual era una irregulari­dad que revelaba el interés del Monarca por situar en ese cargo, en el que la disponibilidad de unas tropas selectas y abundantes estaba garantizada, a un hom­bre de su confianza. Durante casi tres años, el nuevo adelantado llevó a cabo varias campañas contra los nazaríes mediante una inacabable serie de escaramu­zas y cabalgadas, típicas de la guerra de frontera, en las que sus tropas adquirieron una experiencia inesti­mable que poco después aplicó en el que fue uno de los momentos más brillantes de su vida como caba­llero dedicado a la profesión de las armas.

El choque entre la Liga Nobiliaria y los infantes de Aragón con el bando formado por Álvaro de Luna y el rey Juan II alcanzó en 1441 uno de sus raros epi­sodios de guerra abierta, que tuvo en la batalla de Torote uno de los enfrentamientos más destacados. En esta batalla, celebrada en abril de ese año y reco­gida con cierto detalle por las crónicas, se enfrentaron en las cercanías de Alcalá de Henares las fuerzas de Íñigo López de Mendoza, a la sazón alineado en el bando nobiliario, con las de Juan Carrillo, adelantado de Cazorla y jefe de las fuerzas del arzobispo de Toledo. Esta acción, en realidad una pequeña batalla por su desarrollo y repercusiones, constituye uno de los escasos ejemplos de enfrentamiento directo y un acabado ejemplo de la aplicación del ardid conocido como torna fuy o retirada fingida, una estratagema practicada usualmente por los musulmanes en las ca­balgadas de frontera. Este choque enfrentó también a la caballería ligera, los jinetes, de Juan Carrillo con la caballería pesada, los hombres de armas, de Íñigo Ló­pez de Mendoza. El resultado no pudo ser más favo­rable para el adelantado de Cazorla, quien, además de llevar a cabo una brillante maniobra que le condujo a las puertas de Alcalá de Henares engañando al ene­migo, aplicó la estratagema del torna fuy con tal habi­lidad que asestó una humillante derrota a las fuerzas del marqués de Santillana, quien además de abando­nar Alcalá resultó herido en el encuentro.

Se desconoce la formación teórica que pudo tener Carrillo de Toledo, un miembro de la nobleza de se­gunda fila, acerca de las cuestiones bélicas, pero se puede aventurar que probablemente conoció las ge­neralidades que constituían la base de la doctrina mi­litar de la época, un conjunto de conocimientos co­mún en la educación de los nobles. No es imposible, por tanto, que Carrillo conociera algunos textos o, incluso, hubiese leído a algunas de las autoridades de la literatura militar de la época, como las Partidas, Vegecio o Tito Livio. Si lo ocurrido en la batalla de Torote permite especular acerca de la formación teó­rica del adelantado, lo que resulta indiscutible es la importancia de su experiencia bélica, adquirida en la frontera granadina y en la guerra civil castellana. El triunfo de Torote confirmó las dotes y el prestigio de Juan Carrillo, cuya capacidad para estar presente en los momentos esenciales se puso de manifiesto me­ses después cuando apareció junto a Juan II y Álvaro de Luna en Medina del Campo, en los difíciles momentos en los que Juan de Navarra, tras un audaz golpe de mano, estuvo a punto de capturar al rey de Castilla. No es de extrañar que el Monarca le dispen­sase una evidente deferencia, como se pone de mani­fiesto con lo sucedido a la muerte del arzobispo Cerezuela en 1442, pues, en vez de cesar en su cargo como era preceptivo, fue confirmado como adelantado de Cazorla por el propio Juan II antes de la llegada del nuevo arzobispo, Gutierre Álvarez de Toledo, una anomalía que sólo se explica desde la perspectiva de la eficacia y fidelidad de Juan Carrillo.

Teniendo en cuenta su actuación en los aconteci­mientos de 1441, no es de extrañar que en la bata­lla de Olmedo, celebrada en 1445, Juan Carrillo de Toledo aparezca entre las fuerzas del condestable al mando de los jinetes, sin duda unas fuerzas que cono­cía a la perfección, al frente de las cuales se enfrentó a los infantes de Aragón con evidente éxito. Una vez más, como había sucedido en la campaña de Gra­nada, Carrillo aparece en Olmedo como un hombre de toda confianza de Álvaro de Luna, como impres­cindible elemento de choque y jefe de una auténtica tropa de elite, pues le encomienda la toma de un ce­rro que dominaba el campo de batalla, el cual tenía una importancia decisiva para el desarrollo del com­bate. Tras la victoriosa jornada de Olmedo, se puede aventurar que Carrillo continuó fiel a Álvaro de Luna y a Juan II, participando en los enfrentamientos con la Liga Nobiliaria y el príncipe Enrique que se desa­rrollaron hasta la caída y ejecución del valido.

 

Bibl.: Anónimo, Crónica de Álvaro de Luna, ed. de J. de Mata Carriazo, Madrid, Espasa Calpe, 1940; L. de Barrien­tos, Refundición de la Crónica del Halconero, ed. de J. de Mata Carriazo, Madrid, Espasa Calpe, 1946; P. Carrillo de Huete, Crónica del Halconero de Juan II, ed. de J. de Mata Carriazo, Madrid, Espasa Calpe, 1946; J. F. Rivera Recio, El Adelantamiento de Cazorla: historia general, pról. de J. de Mata Carriazo y epíl. de L. Palaino Ortega, Toledo, Editorial Católica Toledana, 1948; Anónimo, Crónica de Juan II, ed. de C. Rosell, Madrid, 1953; M.ª del M. García Guzmán, El Adelantamiento de Cazorla en la Baja Edad Media, Cádiz, Uni­versidad, 1985; F. Castillo Cáceres, “La Caballería y la idea de la guerra en el siglo xv: el Marqués de Santillana y la batalla de Torote”, en Medievalismo. Boletín de la Sociedad Española de Estudios Medievales, 8 (1988).

 

Fernando Castillo Cáceres

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