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Domingo Rey d'Harcourt

Biografía

Rey d’Harcourt, Domingo. Pamplona (Navarra), 20.XII.1885 – Pons de Molins (Gerona) 7.II.1939. Coronel, gobernador militar de Teruel 1937-1938.

Nacido en una familia gallego-navarra de gran tradición militar en ambas líneas, ingresó en la Academia de Artillería en 1902, graduándose de primer teniente en 1907. En 1913 ascendió a capitán, siendo destinado al Regimiento de Artillería de Melilla, combatiendo en Monte Arrui y el Gurugú, sirviendo entre 1915 y 1923 en Logroño y San Sebastián. En ese tiempo mereció dos cruces del Mérito Militar, una con distintivo blanco y otra la roja pensionada de 1ª Clase, la Medalla Militar de Marruecos y las medallas del Centenario de los Sitios de Zaragoza y del Centenario de Gerona.

En 17 de abril de 1915 casó en Tolosa (Guipúzcoa) con Leocadia Alegría Arrillaga, de un conocido linaje carlista, teniendo un hijo, Enrique, alférez de regulares, que falleció durante la última Guerra Civil en los combates de Brunete (Madrid) en julio de 1937 y una hija, Ana María.

En 1924 ascendió a comandante y volvió nuevamente a los combates de África, pasando a Ceuta, a Tetuán, al Regimiento de Plaza de Melilla y al mando de las fuerzas artilleras de Alhucemas, hasta que a mediados de 1925 se le destinó sucesivamente a Burgos, a la Fábrica de Armas de Trubia (Asturias) como jefe de Fabricación y a los Parques de Ejército 5 y 6, concediéndosele en este periodo la Medalla de la Campaña con pasador de Marruecos y la Cruz pensionada de la Orden de San Hermenegildo.

En 1934 ascendió a teniente coronel y se le destinó a la V División en Zaragoza. Al estallar la Guerra Civil intervino en el frente de Huesca, en las acciones de Santa Quiteria y Almudévar, siendo recompensado por ellas con la habilitación para coronel y el destino de gobernador militar de Teruel, del cual tomó posesión en abril de 1937. En diciembre de ese año, en una operación planificada en secreto y al detalle, que desconcertó completamente a Franco, un ejército republicano de siete divisiones distribuidas en tres cuerpos de ejército, con más de cien mil hombres, cien carros de combate y abundante aviación y artillería se presentó en Teruel, iniciando su avance sobre la ciudad el día 15. Se trataba de recuperar el prestigio nacional e internacional del Gobierno y de la moral republicana con la conquista de una capital de provincia, pequeña y poco defendida, así como de impedir la nueva ofensiva de Franco sobre Madrid.

La línea defensiva de Teruel tenía una longitud de 60 kilómetros y la protegían seis Batallones de infantería con 4500 efectivos. A ellos se añadían los heterogéneos 1800 hombres que mandaba en la ciudad el coronel-gobernador militar, compuestos por falangistas, efectivos del batallón del Batallón de Orden Público, algunos Guardias Civiles y de Asalto, tres centenares de hombres de Acción Ciudadana y otros tantos soldados del Batallón de Guarnición, junto a dos baterías del 7,5, un grupo de obuses de 10,5 y dos baterías de ametralladoras.

Perdidas las posiciones exteriores, desde el día 22 de diciembre Teruel se defendió edificio por edificio, en medio de una gigantesca nevada y de temperaturas de veinte grados bajo cero, soportando los combates y el cerco en los dos últimos reductos del Gobierno Militar y del Seminario. De las fuerzas de Franco, quien no ordenó al general Dávila hasta el día 22 el avance hacia Teruel, no se recibió otra ayuda que mensajes patrióticos, aunque el día 31 consiguieron una retirada de los republicanos que en unas horas volvieron a recuperar sus posiciones. El Gobierno Militar, que era ya hospital y refugio de población civil y que estaba completamente minado, hubo de capitular el día 7 de enero y el día 8 lo hizo en el Seminario el coronel Barba. La capitulación fue convenida por el coronel Rey d’Harcourt con el jefe del Ejército de Levante, Hernández Saravia, que fue ascendido al generalato, y con el general Rojo, presente en la plaza, que había planificado la ofensiva y que obtuvo por ella la Placa Laureada de Madrid.

Rojo calificó la evacuación de “tragedia inmensa; la gente sale materialmente extenuada y congelada y a todos se les puede considerar como enfermos”. El acta manuscrita de la rendición de Teruel, tras veinticuatro días de cerco, con miles de refugiados civiles y de enfermos y sin medios defensa, describe así la situación “agotadas todas las provisiones, careciendo de agua, escaseando las municiones, agotadas las bombas de mano, desaparecidas entre los escombros las armas automáticas, con un noventa por ciento de bajas en la oficialidad….el Gobernador de esta plaza, de acuerdo con los jefes y oficiales que suscriben, teniendo en cuenta la existencia de mas de mil quinientos heridos sin la debida asistencia por falta de material sanitario y amenazados….por artillería de grueso calibre, tanques, lanzallamas y minas….acuerdan la rendición….”, con la condición de que se respeten las vidas de la población civil y se atienda a los enfermos y heridos.

El coronel-gobernador, su familia, el obispo y otros prisioneros fueron llevados a cárceles de Valencia y de Barcelona. Tras la caída de Barcelona, se produjo, por orden del Gobierno de Negrín, un traslado de medio centenar de prisioneros de Teruel, entre ellos el obispo y el coronel Rey d’Harcourt, atados todos de dos en dos. El comandante Pedro Díaz y el grupo de soldados que efectuaba el cambio decidió y ejecutó el 7 de febrero de 1939 su fusilamiento en tres grupos en el barranco de Can Tretze, en Pons de Molins, rociándolos luego de gasolina y prendiéndoles fuego.

Las autoridades y la propaganda franquista jamás perdonaron la rendición de Teruel, ni su orgullo permitió el análisis desapasionado de los hechos, negándose a cualquier canje de prisioneros y reiterando con saña la traición de Rey d’Harcourt. A éste se le instruyó en otoño de 1939 un proceso sumarísimo para “determinar las causas y responsabilidades de la rendición de la plaza de Teruel”, que eximió inequívocamente al coronel de cualquier culpa, debilidad o error militar; si bien hasta 1992 no se hizo público el dictamen del juez instructor y las declaraciones de los testigos ni tratar pública y ampliamente los sucesos. Incluso la familia del coronel solo consiguió en 1972, con dificultad y sin prensa alguna, un difícil permiso oficial para el traslado de los restos de Rey d’Harcourt al panteón familiar del cementerio de Logroño.

Hoy la figura de Rey d’Harcourt, especialmente en los ámbitos militar y artillero y en los de los supervivientes de Teruel, ha sido reconocida como heroica y como un ejemplo del sentido humano de la autoridad militar y del cumplimiento del deber moral, dedicándosele incluso una calle en la Academia General Militar de Zaragoza.

 

Bibl.: L. M. Lojendio, Operaciones militares de la Guerra de España, 1936-1939, Barcelona, Montaner y Simón, 1940; C. Pamplona, “Prisioneros de Teruel”, en Temas Españoles (Madrid), 163 (1955); M. Castell, “Mas sobre el Coronel Rey d’Harcourt”, en Diario Lucha (Teruel), 22 de abril de 1964; E. Fuembuena Comín, “Por qué cayó Teruel”, en Diario Aragón Expres (Zaragoza), 1254, 8 de febrero de 1972; J. M. Martínez Bande, La batalla de Teruel, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1974; M. Tuñón de Lara, La batalla de Teruel, Teruel, Cartillas Turolenses nº extraordinario 2, Instituto de Estudios Turolenses, 1986; E. Fernández Clemente, El Coronel Rey d’Harcourt y la rendición de Teruel. Historia y fin de una leyenda negra, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1992; G. Fatas, “Rey d’Harcourt”, en Heraldo de Aragón (Zaragoza), 9 de marzo de 1992; C. Forcadell, “Rey d’Harcourt, el antihéroe”, en El Periódico de Aragón (Zaragoza), 12 de marzo de 1992; Rodríguez Abad, “Recordando la batalla de Teruel”, en Diario de Teruel. 14 de diciembre de 1993; P. Corral, Si me quieres escribir. Gloria y castigo de la 84ª Brigada Mixta del Ejército Popular, Madrid, Ed. Debate, 2004; M. y F. Llorens Casani, Héroes o Traidores. Teruel, la verdad se abre camino, Jaén, Ed. Llorens, 2005. J. C. Losada, “Teruel: cara y cruz de la estrategia republicana”, en Teruel, la batalla del frio, Madrid, Unidad Editorial, 2005.

 

Manuel Fuertes de Gilbert Rojo, barón de Gavín

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