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Bernardino de Minaya de Paz

Biografía

Minaya de Paz, Bernardino de. ?, c. 1485 – ¿Roma? (Italia), c. 1565. Fraile dominico (OP) del Convento de San Esteban de Salamanca (c. 1511), misionero en Indias, fundador de la Obra de las Arrepentidas en Valladolid y la Congregación de los Canónigos de San Salvador para frailes apóstatas.

Residía en el Convento de San Pablo de Valladolid con fama de buen predicador, y viajó a México con siete compañeros en la barcada organizada por Vicente de Santa María en 1528 y en Indias permaneció cerca de diez años. Su primera misión fue Oajaca, ya misionada antes por Gonzalo Lucero y Bernardino de Tapia. Cuando Domingo de Betanzos fue enviado a Guatemala a principios de 1529 con Francisco de Mayorga y Pedro de Angulo encuentra en Oajaca a Bernardino de Minaya y a Vicente de las Casas, quienes les acompañan hasta Santiago de los Caballeros, Guatemala. De 1529 a 1532 evangelizó Minaya la región zapoteca, acompañando a Bartolomé de Las Casas a Centroamérica. En 1529 fueron martirizados los niños traxcaltecas, Juan y Antonio.

Llegado Francisco de San Miguel con Bartolomé de Las Casas a México en 1531, Bernardino de Minaya se pasó al bando de los frailes isleños, que buscaban una reforma en contra de algunas actitudes adoptadas por Vicente de Santa María. Minaya, siendo prior de Santo Domingo de México en 1533, bajo la obediencia de la provincia de Santa Cruz de Indias, acogió en el convento a los primeros misioneros agustinos de Nueva España, pero sobre todo lideró en Nueva España una campaña contra Betanzos para que no regresara a México a establecer la provincia de Santiago en línea reformada e independiente de la provincia de Santa Cruz, presentándole como el responsable de que la ley antiesclavista dada en 1530 fuese derogada por Cédula Real en el 20 de febrero de 1534, debido según él al parecer de Betanzos presentado al Consejo de Indias en 1533.

De todos modos, Betanzos se embarcó en Sanlúcar de Barrameda en agosto de 1534 rumbo a Nueva España y al llegar a México en la primavera de 1535 destituyó en calidad de vicario general al provincial, Francisco de San Miguel, y al prior del convento de Santo Domingo, Bernardino de Minaya, quienes fueron nombrados tercero y cuarto definidores en el primer capítulo provincial de agosto de 1535, donde fue elegido Betanzos provincial y Minaya fue enviado como misionero a Oajaca con fray Tomás de San Juan o del Rosario, superior.

Minaya ya conocía la región zapoteca.

El regreso de Minaya a España y los resultados de su visita romana de 1536 tienen que ver con los problemas surgidos en México en 1533. No se sabe si regresó Minaya a Europa con permiso del provincial, Betanzosni si trajo consigo sólo cartas de Julián Garcés y Juan de Zumárraga. Llegado Minaya a Valladolid, consiguió a través del doctor Bernal Luco cartas de la Emperatriz para el Papa, para el maestro de la Orden y para el embajador, y en Roma obtuvo del papa Pablo III el breve Pastorale Officium, 29 de mayo de 1537, dirigido al cardenal arzobispo de Toledo, Juan de Tavera, disgustando por ello al cardenal arzobispo de Sevilla García de Loaysa, presidente del Consejo de Indias, y recibió también la bula Sublimis Deus, fechada el 2 de junio de 1537, en respuesta a la carta de Julián Garcés, donde se condenaba a quienes reducían a los indios a esclavitud, considerándoles incapaces de sacramentos. En la documentación existente se advierte la oposición personal de Minaya al cardenal García de Loaysa y a Betanzos.

El recurso a Roma de Bernardino de Minaya, los despachos allí conseguidos y el haberlos enviado a Indias sin pasar por los cauces establecidos del Consejo de Indias desagradaron al Emperador; por eso éste solicitó al Papa que revocara las censuras contenidas en el breve Pastorale Officium, objetivo conseguido en el breve fechado el 19 de junio de 1538; además, Minaya recibió la prohibición de regresar a las Indias, y fue recluido durante dos años por su provincial de Castilla en el convento de Santa María la Real de Trianos, León, a petición de la Emperatriz. Con todo, consiguió viajar a Indias y en la isla La Española lo encontró en 1539 el licenciado Juan Calvo Padilla, acompañado por Bartolomé de Las Casas. Posteriormente Minaya estuvo en Trianos, Valladolid, y finalmente en Roma, donde abandonó la Orden de los Frailes Predicadores.

He aquí algunos fraudes de Minaya: cuando regresó a España dijo que llegó a Veracruz en calidad de prelado, y ya no lo era; la carta de presentación de la carta de Julián Garcés, obispo de Tlaxcala, a Tomás de Badía, maestro del Sacro Palacio, estaba firmada por Minaya, en calidad de fraile del convento de Santo Domingo de México, de la provincia de Santiago de la Observancia, pero, de hecho, estaba entonces destinado en Oajaca; la carta de Garcés, sin fecha, ni lugar, presenta a Minaya, como prior de Santo Domingo de la Ciudad de México, y lo fue de 1533 a 1535. Entre el Informe de Minaya a Felipe II de 1562, un documento que hay que interpretar con prudencia, pues nadie es buen juez en causa propia, redactado estando ya fuera de la Orden, y las cartas de Sebastián Ramírez de Fuenleal, Juan Salmerón y Luis de Fuensalida al Emperador y a la Reina de 1533, hay coincidencias sospechosas, de modo que Minaya en 1535, después del Capítulo Provincial de México, se siguió moviendo como si estuviera en 1533 y siguiera siendo prior de Santo Domingo.

En 1544 se hallaba Minaya en Valladolid, trabajando en el establecimiento de una casa para diecisiete mujeres arrepentidas en un edificio alquilado, origen que fue del monasterio de San Felipe de la Penitencia, desaparecido a mediados del siglo XX. En 1559 pidió la princesa al provincial de Castilla que recibiera al Monasterio de San Felipe de la Penitencia de Valladolid entre los monasterios de monjas dominicas, lo que se hizo en el Capítulo Provincial de 1563, pues ya había sido recibido en la Orden por el Capítulo General anteriormente habido en Roma en 1558. El 21 de noviembre de 1560 había ya en el reino diez monasterios de arrepentidas, como el de San Felipe de Valladolid, obra aprobada en su tiempo por el Papa con la recomendación del príncipe Felipe.

Estando en Roma Minaya, tratando el asunto del monasterio de San Felipe de la Penitencia, del cual era vicario administrador desde el 16 de octubre de 1544, abandonó el hábito de los frailes dominicos a finales de 1545, para dedicarse desde entonces a reclutar religiosos exclaustrados para fundar con ellos la Congregación de San Salvador de la Observancia de los Canónigos Regulares de San Agustín. Esta obra, aceptada por la princesa y por el príncipe Felipe, no fue aprobada por el papa Pablo IV, quien el 20 de julio de 1558 en la bula Postquam mandó regresar a todos los frailes exclaustrados a sus Órdenes de origen. Siendo vicario general perpetuo de esta Congregación, escribió desde Roma una carta a Felipe II, fechada el 6 de julio de 1559, pidiéndole ayuda, pues se encontraba ya anciano y pobre, viviendo a expensas del cardenal Pacheco.

 

Obras de ~: Carta súplica al Emperador Carlos V, fechada en México, 1533, y Carta súplica al Emperador Carlos V, fechada en la Corte Española, 1537 (ed. en H. R. Parish y H. E. Weidman, Las Casas en México. Historia y obra desconocida, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, pág. 269 y págs. 270-271 respect.); Memorial de su vida a Felipe II, fechado en Roma, c. 1562 (ed. en V. Beltrán de Heredia, Miscelánea Beltrán de Heredia. Colección de artículos sobre historia de la teología española, t. I, Salamanca, 1972, págs. 490-492).

 

Bibl.: A. de la Hera, “El derecho de los Indios a la libertad y a la fe. La Bula Sublimis Deus y los problemas indianos que la motivaron”, en Anuario de Historia del Derecho Español, 26 (1956), págs. 174-178; L. Hanke, La lucha por la justicia en la conquista de América, Madrid, Istmo, 1988; A. Lobato Casado, “El Obispo Garcés OP y la Bula Sublimis Deus”, en VV. AA., Los Dominicos y el Nuevo Mundo. Actas del I Congreso Internacional. Sevilla, 21-25 de abril de 1987, Madrid, Deimos, 1988, págs. 770-792; A. de Remesal, Historia general de las Indias occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, vol. I, México, Porrúa, 1988, pág. 162.

 

Pedro Fernández Rodríguez, OP

 

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