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Feliciano de la Vega

Biografía

Vega, Feliciano de. Lima (Perú), 1582 – Mazatlán (México), XII.1640. Obispo de Popayán, obispo de La Paz y arzobispo de México.

Hijo de Francisco de la Vega y de Feliciana de Padilla, nació en Lima descendiente de una familia de juristas y militares. Estudió en el Colegio Real de San Felipe y San Marcos en la capital del virreinato.

En la Universidad de San Marcos se licenció en Cánones en 1599, regentando su cátedra de Leyes hasta 1620 y posteriormente la de Prima de Sagrados Cánones.

Fue además su rector los años 1610, 1616, 1621 y 1622, y dotó de una cátedra de Gramática y otra de Prima de Teología Moral, con un salario de seiscientos pesos de su haber particular, que entregó a los dominicos en 1636.

A lo largo de su carrera académica se formó como jurista y canonista, siendo autor del tomo en folio Relecciones Canónicas, publicado en 1633, para cuya impresión había obtenido la licencia correspondiente el 25 de noviembre de 1632; y también de un tratado De Censuris y del comentario a 1a ley Quandiu, de adquirenda haereditate.

Sobrino de Baltasar de Padilla, doctor y racionero que intervino en el Sínodo de Lima de 1613, fue el primer canónigo penitenciario de la Catedral de Lima y obtuvo la canonjía doctoral y la dignidad. Actuó como consultor de prelados, oidores y del Santo Oficio; fue comisario subdelegado de la Santa Cruzada, visitador eclesiástico, provisor y vicario general con los arzobispos de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero —quien había pasado por las universidades de Osuna, Sevilla y Salamanca—, y Hernando Arias de Ugarte, criollo santafereño también estudiante en la Universidad de Salamanca. Y según el contenido de un memorial escrito por fray Buenaventura de Salinas y Córdova, de la Orden de San Francisco, se sabe “que en el tiempo que fue Provisor de Lima dio quatro mil sentencias, y que ninguna se revocó”.

En 1628 el rey Felipe IV le presentó para la sede de Popayán, y antes de recibir las bulas de su nombramiento en 1631, realizó la visita pastoral a su extensa diócesis. En sus años de gobierno repartió cuantiosas limosnas, donó ornamentos a las iglesias pobres, embelleció la catedral con altares y retablos, y fundó en ella ceremonias y festividades, empleando en tales obras treinta mil pesos de sus propias rentas. Una vez recibidas sus bulas, fue consagrado en Lima por el arzobispo Hernando Arias de Ugarte.

Promovido en 1633 a la sede obispal de La Paz por la muerte de Pedro de Valencia, su antecesor, tomó posesión de la misma e1 6 de abril de 1634. A lo largo de cinco años, hubo de dotar a esta diócesis de estructura jurídica, ya que era de reciente fundación y él su tercer obispo, por lo que se ocupó de instituir el personal capitular y de dotarla de normas disciplinares.

Ordenó la redacción de las constituciones del seminario, tanto en materia docente como de funcionamiento económico. Realizó visita pastoral a su diócesis en dos ocasiones.

Como obispo de La Paz celebró el segundo Sínodo diocesano de la ciudad entre el 7 de noviembre de 1638 y el 15 de noviembre de 1638, responsabilizándose de la edición de sus constituciones, que se imprimieron en 1639, y que posteriormente tuvieron una reimpresión. Estas constituciones sinodales se inspiran en las del Sínodo de Lima de 1613, al que él había asistido, veinticinco años antes, cuando era provisor y vicario general en Lima, con el cometido de ser examinador para la provisión de beneficios, nombrado para ello por el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero.

En 1639 su carrera eclesiástica lleva a Feliciano de Vega a convertirse en el primer criollo electo como arzobispo de México, para cubrir la vacante producida por el traslado de Francisco Manso y Zúñiga y por el fallecimiento de Francisco Verdugo antes de recibir sus bulas.

Como el nuevo sucesor, dispuesto a ocupar la prelatura y aportando una cuantiosa fortuna heredada y adquirida, desembarcó en Acapulco el 5 de diciembre de 1640, desde donde comunicó al Cabildo de México su llegada, enviando poder para que en su nombre tomase posesión de la sede arzobispal Diego de Guevara, arzobispo electo de Santo Domingo.

El clima de Acapulco le hizo enfermar y murió a los pocos días camino de México en el pueblo de Mazatlán, sin tener tiempo para hacer disposición espiritual, ni material sobre el destino que debía darse a los ochocientos mil pesos en oro que traía. Su cadáver fue conducido a Titla, donde permaneció sepultado cerca de dos años, antes de ser trasladado a la Catedral de México por intervención del obispo de Puebla de los Ángeles, Juan de Palafox y Mendoza, quien dispuso las oportunas honras fúnebres para Feliciano de Vega.

Gil González Dávila, al hablar de tan cuantiosa suma de oro, escribe que los “ochocientos mil pesos que murieron como su dueño, muy aprisa”, suscitaron una competencia entre Juan de Palafox y Mendoza y el virrey Marqués de Villena a la hora de hacerse cargo de la misma. Finalmente fue el fiscal del Crimen, el doctor Melchor de Torreblanca quien, comisionado por el marqués de Villena, acudió a recogerla. Sin embargo, algo debió de ocurrir con la fortuna de Feliciano de Vega porque el doctor Torreblanca, por orden de Juan de Palafox y Mendoza, estuvo suspendido de su empleo durante cinco años y retirado en “Tacuba, hasta que en mayo de 1650 la flota que vino de España trajo noticia de que el Consejo de las Indias le había privado de su plaza y por todos los días de su vida, le desterraba del Nuevo Mundo, y por diez años de la corte, condenándolo también al pago de quince mil ducados”.

El vizcaíno Juan de Mañozca y Zamora, canonista y colegial del Mayor de San Bartolomé de la Universidad de Salamanca, fue quien se hizo cargo del Arzobispado de México, tras haber fundado el Tribunal de la Inquisición de Cartagena de Indias e intervenir desde el Tribunal de Lima contra la “complicidad grande” de los portugueses.

 

Obras de ~: Relectionum canonicarum in Secundum Decretalium Librum. Tomus Primus, Limae, Apud Hieronymum de Contreras, 1633; Constituciones Synodales del Obispado de la Ciudad de Nuestra Señora de La Paz en el Perú, Lima, Gerónimo de Contreras, 1639 (Cuernavaca, México, Centro Intercultural de Documentación, 1970).

 

Bibl.: A. B. de Salinas y Córdova, Memorial de las historias del nuevo mundo, Pirú, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1957, págs. 134, 167-168, 170, 174, 176 y 179; G. González Dávila, Teatro Eclesiástico de la Primitiva Iglesia de la Nueva España en las Indias Occidentales, Madrid, Porrúa, 1959, págs. 96-99; F. Sosa, Biografía de los Ilmos. Señores Arzobispos de México. Desde la época colonial hasta nuestros días, t. I, México, Editorial Jus, 1962, págs. 184-187; A. de Egaña, Historia de la Iglesia en la América española. Desde el Descubrimiento hasta comienzos del siglo XIX. Hemisferio sur, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1966, págs. 376-377; M.ª Rodríguez Cruz, Historia de las universidades hispanoamericanas. Periodo hispánico, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1973; M. Toussaint, La catedral de México y el sagrario metropolitano. Su historia, su tesoro, su arte, México, Editorial Porrúa, 1973, págs. 172, 191 y 354; P. Castañeda Delgado, “Don Bartolomé Lobo Guerrero, tercer arzobispo de Lima”, en Anuario de Estudios Americanos, 33 (1976), págs. 57-103;B. Lobo Guerrero y F. Arias de Ugarte, Sínodos de Lima de 1613 y 1636, introd. de J. M.ª Soto Rábanos, Madrid-Salamanca, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Universidad Pontificia de Salamanca, 1987, págs. XXXIII-LXXI; F. J. Casado Arboniés, M. Casado Arboniés y E. Gil Blanco, Diccionario de Universitarios en la Administración Americana: Arzobispos y Obispos de Nueva España, 1517-1700, Guadalajara, Diputación Provincial, 1989, pág. 131; A. Palau y Dulcet, Manual del librero hispano-americano, t. VII, Madrid, Julio Ollero Editor, 1990, pág. 125; M. Casado Arboniés, “Universitarios al frente del Arzobispado de Santafé de Bogotá. Época colonial”, en Estudios de Historia Social y Económica de América (EHSEA), 9 (1992), págs. 173, 177-178; La carrera americana de un antiguo colegial mayor y rector de la Universidad de Alcalá de Henares: don Dionisio Pérez Manrique en el virreinato del Perú (1629-1678), Alcalá de Henares, Universidad, 1993, págs. 45- 48; J. Dammert Bellido, “Don Feliciano de Vega (1580-1639) Criollo, jurista, maestro y prelado”, en Revista Peruana de Historia Eclesiástica, 4 (1995), págs. 21-53; P. M. Alonso Marañón, “La funcionalidad de la pedagogía colegial universitaria: el caso del Colegio Real de San Felipe y San Marcos de Lima y su filiación constitucional hispánica” y “Constituciones del Colegio Real de San Felipe y San Marcos de Lima”, en EHSEA, 15 (julio-diciembre, 1997), págs. 187-203 y págs. 419-434, respect.; J. Barrientos Grandón, “Un canonista peruano del siglo XVII: Feliciano de la Vega (1580-1640)”, en Revista Chilena de Historia del Derecho, 18 (1999), págs. 1-118; C. Gálvez Peña (2012). “Obispo, financista y político: el doctor don Feliciano de Vega y Padilla (1580-1641)”. Historica, 36-1, (2012), pág. 97; L.M. Glave, “Las redes de poder y la necesidad de saber: Cátedras y catedráticos en la universidad de Lima (siglo XVII). Illes i Imperis: Estudios de Historia de las sociedades en el mundo colonial y post-colonial, 14 (2012), págs. 69-86; P. Latasa, “Teatralidad fúnebre novohispana: exequias en honor de Feliciano de Vega organizadas por Juan de Palafox (1642)”, en R. Fernández Gracia (ed.), Varia palafoxiana. Doce estudios en torno a don Juan de Palafox y Mendoza, vol. 1, Gobierno de Navarra, 2010, págs. 231-254; J. P. Salazar Andreu, “La ocultación de bienes del Arzobispo Feliciano de la Vega y el Breve Apostólico de Inocencio X, dentro de la visita general de Juan de Palafox y Mendoza a la Nueva España (1640-1647)”, en Actas del XIX congreso del Instituto Internacional de Historia de Derecho Indiano: Berlín 2016, 2017.

 

Manuel Casado Arboniés