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Alfonso Vargas Ibáñez

Biografía

Vargas Ibáñez, Alfonso. Alfonso Vargas de Toledo. Toledo, 1307 – Sevilla, 26.XII.1366. Religioso agustino (OSA), maestro en Filosofía y Teología, confesor real, escritor, obispo de Badajoz y Osma, arzobispo de Sevilla.

Nació este ilustre personaje en Toledo y fueron sus padres Juan Alfonso de Vargas y Mencía Ibáñez, vecinos de aquella ciudad y pertenecientes ambos a nobles e importantes familias. Joven aún, se sintió llamado a la vida religiosa e ingresó en el Convento de San Agustín de su ciudad natal. Tras cumplir el año canónico del noviciado, hizo su profesión religiosa y en el mismo convento debió de cursar los primeros años de la carrera eclesiástica, dando muestras de una gran capacidad intelectual. Éste fue el motivo de que los superiores decidieran enviarlo a completar sus estudios en la Universidad de París.

En aquella importante universidad, además de obtener los títulos de maestro en Filosofía y Teología, ocupó ambas cátedras durante diez años y en 1345 explicó el Primer Libro de las Sentencias (hay que decir que esta fecha es la primera que se después de la de su nacimiento). Se sabe también que en el bienio 1348-1350 residió en Montpellier, y allí, por comisión papal, confirió el título de magisterio a los padres Clemente Vitrario que pertenecía a la provincia agustiniana de Francia y Bernardo Manso, de la de Aragón.

A sus profundos conocimientos y a sus títulos académicos añadió siempre una vida ejemplar, que le mereció ser nombrado confesor del Rey Pedro I de Castilla, si bien, por su rectitud de conciencia que no podía soportar los excesos del Monarca, renunció a aquel nombramiento y se retiró a Italia, donde el cardenal Gil de Albornoz lo eligió por colaborador suyo en el gobierno de los Estados de la Iglesia en ausencia del papa Inocencio VI que residía en Avignon.

En 1353 fue nombrado por el Papa obispo de Badajoz, aunque hubo de continuar en Italia, en donde, junto con el citado cardenal participó activamente en las campañas de sometimiento y pacificación de algunas ciudades levantiscas, como Cesena, Sant Angelo y Faenza, que aceptaron finalmente continuar formando parte de aquellos estados cuyo legítimo dueño era el Romano Pontífice.

Al quedar vacante el obispado de Osma en 1354, el Papa, aconsejado por el cardenal Albornoz, nombró a fray Alfonso para ocuparlo; no obstante, continuó en Italia, sin tomar posesión personal de aquella sede, costumbre bastante frecuente en aquellos tiempos, cuando así lo exigían las obligaciones que el elegido desempeñaba en una corte real o, como era su caso, en la corte pontificia. En su ánimo debieron de pesar también los graves disturbios existentes entre el rey Pedro I de Castilla y su homónimo y adversario Pedro IV de Aragón. Entre tanto había vacado el arzobispado de Sevilla, y para él fue nombrado el agustino el 19 de mayo de 1361. No se sabe la fecha exacta en que tomó posesión de la sede hispalense, pero sí consta, con absoluta certeza, que ya lo había hecho antes del 13 de octubre de 1362.

Los historiadores de la archidiócesis sevillana ponderan que las dotes personales que le llevaron a “luchar” para restablecer el orden en las levantiscas ciudades de los Estados Pontificios las puso ahora en favor de la pacificación de una población integrada por cristianos y musulmanes, consiguiendo por métodos pacíficos la conversión de muchos de éstos. A este respecto, en el gobierno de la diócesis de Sevilla —dice uno de sus biógrafos— “spirituale bellum suscipiens, cum mahumetanis in aciem descendit, eorumque ingentem numerum ex mendacissimis Alcorani commentis ad tutissimam Evangelio veritatem reduxit”. J. A. Morgado atribuye a Fernán Pérez de Guzmán este retrato de Alfonso en el ejercicio de sus tareas de pastor: “Era hombre a quien movía más la caridad de distribuir que cobdicia para ganar. Compadecíase de los miserables, a veces con el consuelo e también con las limosnas; allí donde era necesario los consolaba e remediaba. Su deseo era fazer obras de misericordia e sacaba todos los años cierto número de cristianos de tierra de moros, y en esto y en sacar huérfanas e socorrer pobres, gastaba su pensamiento, porque creía que los bienes temporales no se dieron más para poseer que para los distribuir. Y esto fizo cumplidamente porque hervía tanto en la virtud de la caridad que de lo necesario a su persona propia no curaba tanto quanto pensaba en socorrer la necesidad agena”.

Por su parte, Nicolás Antonio muestra su profunda admiración por los contrastes que encuentra en la biografía del personaje, refiriéndose, sobre todo, a los años que pasó en Italia. “En este varón —dice— no sabes cómo se puede compaginar su eximia sabiduría teológica, su profesión y proyecto religioso de vida asumido en la Orden Agustiniana con su vida militar”.

Ortiz de Zúñiga, resumiendo toda la biografía de Alfonso Vargas de Toledo, afirma: “varón de grande integridad de vida, letras y pureza de doctrina”.

Finalmente, los cronistas de la Orden de san Agustín, lo elogian como “varón sabio y santo, Prelado a todas luces grande”. San Alonso de Orozco habla de él en estos términos: “Con cuánta prudencia y celo, y con qué solicitud gobernó su arzobispado no se podría decir. Entendía, como sabio y siervo de Dios, el gran caudal y precio que el Señor del mundo por las almas dio [...] Su caridad con todos era notable; mayormente con los pobres era padre consolándolos como a hijos. Escribió, este doctor, un libro de cuestiones del ánima, y comentó el primero libro del Maestro de las Sentencias, el cual es muy estimado en todas las universidades. Otras obras escribió, aunque no salieron impresas”.

Falleció el 26 de diciembre de 1366, tras haber gobernado la archidiócesis hispalense durante cuatro años, y recibió sepultura en la capilla de Santiago el Mayor de la Catedral. Sobre su sepulcro se labró una estatua yacente de alabastro, que desapareció en tiempos de la Desamortización. En su sepulcro se había puesto esta inscripción, que hoy todavía se conserva, incrustada en el muro frontero a la verja y dice así: “Aqui yaze Don Fray Alonso, por la gracia de Dios Arzobispo de la santa Eglesia / de la mui noble cibdad de Seuilla, e Maestro en la santa Teologia. Fino a XXVI / Dias de Diziembre. Era de M y CCCC y III annos”.

 

Obras de ~: Quaestiones in tres Aristotelis libros de anima, Florencia, 1477; Lectura Super primum librum Sententiarum edita ab eximio fratre Alfonso de Toledo, Venetiis, 1490; Liber de potentiis animae, s. l., s. f., ms. (desapar.); Lecturae in secundum, tertium et quartum Sententiarum, s. f. (ms. en Bibl. Angelica de Roma).

 

Bibl.: S. Alonso de Orozco, Crónica de san Agustín y de los Santos, Beatos y Doctores de su Orden, Sevilla, 1551, 48v.A- 48v.; B; J. G. de Sepúlveda, Historia de los hechos de ilustríssimo Cardenal Gil de Albornoz, Arzobispo de Toledo, Toledo, 1566, págs. 30-42; J. Pamphilus, Chronica Ordinis fratrum eremitarum sancti Augustini, Roma, 1581, fol. 54; T. de Herrera, Alphabetum Augustinianum, vol. I, Matriti, 1644, 38; Historia del convento de san Augustín de Salamanca, Madrid, Gregorio Rodríguez, 1652, págs. 198 y 213; D. Ortiz de Zúñiga, Anales literarios y seculares de Sevilla, vol. II, Madrid, 1677, págs. 159 y ss.; J. F. Ossinger, Biblioteca Augustiniana, Ingolstadt-Augsburg, 1768, pág. 913; N. Antonio, Bibliotheca Hispana Vetus, vol. II, Matriti, 1788, pág. 170 (trad. de G. de Andrés y M. Matilla Martínez, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999); J. Lanteri, Illustriores viri Augustinenses. Saeculum Secundum, Tolentini, 1858, págs. 227-229; B. Moral, “Catálogo de Escritores Agustinos Españoles, Portugueses y Americanos”, en La Ciudad de Dios, 23 (1890), págs. 204- 207; G. de Santiago Vela, Ensayo de una Biblioteca Ibero- Americana de la Orden de San Agustín, vol. VII, Madrid, Imprenta Asilo de Huérfanos Sagrado Corazón de Jesús, 1925, págs. 643-650; J. Kürzinger, Alfonsus Vargas von Toledo und seine theologische Einleitunslehre, Münster, 1930; F. Fernández Bienzobas, “La prueba anselmiana de la existencia de Dios vista por A. Vargas de Toledo” y G. Díaz, “La Escuela Agustiniana pretridentrina y el problema de la concupiscencia”, en CD, 174 (1961), págs. 281-308 y págs. 309-356, respect.; F. Casado, “La memoria Dei en la Escuela Agustiniana”, en CD, 177 (1964), págs. 201-233; A. Manrique, “Vargas de Toledo, Alfonso”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, págs. 2714-2715; D. Gutiérrez, Los Agustinos en la edad media (1357-1517), vol. I/2, Roma, 1977, págs. 148, 155 y ss. y 225.

 

Teófilo Viñas Román, OSA

Relación con otros personajes del DBE

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