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Rodrigo de Alburquerque

Biografía

Alburquerque, Rodrigo de. Salamanca, c. 1475 – ?, s. t. s. xvi. Encomendero.

Natural de Salamanca, debió de nacer hacia 1475.

Una pluma anónima y acusadora le titulaba al principio “escudero pobre” en contraste con lo rico que volvió después cuando ejerció de repartidor general.

En tiempos del gobernador Nicolás de Ovando, ocupó la alcaldía de la fortaleza de la Concepción, e hizo incluso de veedor en la fundición de la Vega. Fue persona llamada a progresar y se distinguió desde muy pronto apoyando a Ovando y a todos los que desde la corte representaban la línea política de la Corona.

Su cargo y ascenso solía atribuirse a que era “deudo” —primo se decía— del licenciado Zapata, “que a la sazón era el más principal en el Consejo del Rey”, como señala Oviedo. Zapata era conocido como rey chequito en referencia a su enorme influencia en la corte.

Con la llegada en 1509 del gobernador Diego Colón, llegaron también las horas bajas de Rodrigo de Alburquerque, pues afloraron entonces las enemistades y pasiones que se habían ido produciendo en la etapa ovandina. Por ello, abandonó la Isla, dejando a otros que vigilaran sus estancias y su hacienda de la Vega, mientras él paseaba por Castilla y aseguraba su futuro. Años más tarde, cuando tuvo en sus manos el oficio de repartidor, fue acusado de rencoroso y revanchista recordando esta etapa. Entre 1512 y 1513, los negocios con Indias no le debían de ir nada mal, pues se titula copropietario de la nao Santa María de la Victoria que venden a la Reina por 300 ducados. Estaba negociando su paso a Indias.

Los días 3 y 4 de octubre de 1513, en Valladolid, Rodrigo de Alburquerque y Pedro Ibáñez de Ibarra recibían un importante despacho con cédulas de nombramiento, instrucciones, reales provisiones y autorizaciones de la máxima trascendencia.

Fueron nombrados repartidores generales de indios en la Isla Española. Hasta ahora, este cargo había recaído siempre en el gobernador de turno. En este caso, el virrey y gobernador Diego Colón fue privado de esta facultad en favor de Rodrigo de Alburquerque y de Pedro Ibáñez de Ibarra, los cuales debían tomar “el parecer e consejo” de un hombre experimentado como el tesorero Miguel de Pasamonte. Los tres, de común acuerdo, harían el repartimiento.

Las detalladas instrucciones que reciben (perdidas aún la mayor parte) tienen algunos apartados del máximo interés. Se ordena que se revoquen todos los repartimientos hechos anteriormente; que nadie reciba indios en dos lugares distintos para que haya comunicación entre encomendero y encomendado; que se siga el compromiso de instruir y adoctrinar a los indios; que se reconozca, al fin, a los beneficiarios españoles el disfrute de su encomienda por su vida y por la vida de un heredero; es decir por dos vidas (hasta ese momento siempre se había negado); que se haga un recuento o registro general de indios de toda la isla, bajo la responsabilidad de los visitadores; que se equilibren los repartos entre pueblos; que la categoría social de los españoles vaya en consonancia con la encomienda que reciban; que a los quejosos del repartimiento colombino anterior, es decir, de 1519, se les haga rápida justicia; que se tome residencia durante ochenta días a los oficiales del almirante.

La flota que condujera a los nuevos repartidores a Santo Domingo debió haber partido en el otoño de 1513. Mas no lo hizo hasta mayo de 1514. El 15 de julio arribaban al puerto del Ozama.

Tras la muerte de Ibarra el 27 de octubre de 1514, el cabildo de Santo Domingo, con celeridad máxima, eligió a Alburquerque justicia mayor de La Española, sustituyendo a Ibarra. Cuando el Rey conoció la iniciativa la aprobó sin reservas.

La intención de Alburquerque fue hacer pronto el repartimiento y volver rico. Fue público y notorio que benefició a los oficiales y a sus amigos, a la vez que perjudicó cuanto pudo a sus contrarios. Cuando concluyó el repartimiento, el ambiente era tenso y casi explosivo. Algunos, y no solamente colombinistas, para reflejar el ambiente, emplearon frases tan expresivas como: “todo el mundo llama a Dios y pide justicia”; “braman todos cuantos hay en la isla”. El rey lo aprobó. Fue una manera rápida de tranquilizar a la sociedad.

Después de cumplir esta misión, Alburquerque regresó a España y se pierde su actividad. Debió de morir al comenzar el segundo tercio del siglo xvi.

 

Bibl.: S. Zavala, La encomienda indiana, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1935; “Los trabajadores antillanos en el siglo xvi”, en Revista Historia de América (México), 2 (1938); A. Rosenblat, La población de América de 1492. Viejos y nuevos cálculos, México, El Colegio de México, 1967; Ch. Verlinden, Le Repartimiento de Rodrigo de Alburquerque â Española en 1514, Gante, Rijksuniversiteit, 1968; S. F. Cook y W. Borah (eds.), Essays in Population History: México and the Caribean, I. The aboriginal Population of Hispaniola, Berkeley, University of California Press, 1971; E. Rodríguez Demorizi, Los Dominicos y las Encomiendas de indios de la isla Española, Santo Domingo, Editora del Caribe, 1971; T. S. Floyd, The Columbus Dinasty in the Caribbean 1492-1526, México, University of New Mexico Press, 1973; L. Arranz Márquez, Don Diego Colón, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1982; C. O. Sauer, Descubrimiento y dominación española del Caribe, México, Fondo de Cultura Económico, 1984; F. Moya Pons, Después de Colón. Trabajo, Sociedad y Política en la economía del oro, Madrid, Alianza, 1987; L. Arranz Márquez, Repartimientos y Encomiendas en la Isla Española. El Repartimiento de Alburquerque de 1514, Madrid, Fundación García Arévalo, 1991, págs. 161-182.

 

Luis Arranz Márquez