Rodón Asencio, Enriqueta Manuela Salvadora. Barcelona, 26.II.1863 – Madrid, 28.XII.1903. Religiosa, fundadora de la Congregación de Franciscanas de Nuestra Señora del Buen Consejo.
Enriqueta nació en Barcelona el 26 de febrero de 1863 y no el 15 de julio de 1862 como afirman tradicionalmente sus biografías. Su madre se llamaba Manuela Asencio Villarropal y estuvo casada con José Ramón Puyols Palau, al que abandonó. Manuela estudió posteriormente la carrera de Magisterio y ejerció de maestra nacional en Igualada y Badalona. A los treinta años, dio a luz a Enriqueta, producto de su relación con Pedro Rodón y Gallija, registrador de la propiedad, abogado ilustre, magistrado de la Audiencia de Valencia y Barcelona y diputado a Cortes por el Partido Liberal, inscribiéndola en el Registro Civil, como hija de padres desconocidos pues el magistrado tuvo sumo interés en guardar su fama y en ocultarlo a sus cinco hijos y sobre todo a su mujer. Fue bautizada en la parroquia de San José y Santa Mónica, en Barcelona, con los nombres de Enriqueta Manuela Salvadora, figurando como padrinos Salvador Repolles y Francisca Desveus.
Después de tres años y medio viviendo en Barcelona, en la calle Conde del Asalto, hoy de la Rambla, su madre se la llevó a vivir a Badalona, a su escuela, aparentando tenerla como alumna interna. Fueron los años de 1869 a 1875. Corría el año 1871, cuando se complicó su situación al entablar su madre relaciones íntimas con un joven de veintitrés años, Ignacio Agell, hijo de farmacéutico. Pero en 1875, a las cinco de la mañana del 8 de julio, las artes de Manuela Asencio lograban unir en matrimonio eclesiástico a Agell con su hija Enriqueta en la parroquia de Badalona, para así poder seguir ellos viviendo juntos en el mismo domicilio.
Todo Badalona fue un clamor, por lo que los tres se trasladaron a vivir a Manresa, a la calle dels Drets. Enriqueta, aconsejada por una de sus vecinas y ayudada por los jesuitas, sobre todo por el padre Governa, aprovechando un viaje de su madre y Agell a Zaragoza, se escapó a Barcelona. El juez de primera instancia de la Ciudad Condal ordenó que fuera admitida en el colegio María Santísima de las Desamparadas, dirigido por las religiosas adoratrices. Era el año de 1877.
Seis años pasó Enriqueta en este centro acumulando conocimientos, relaciones, amistades y devociones.
De aquí pudo captar la devoción a la Virgen del Buen Consejo, una de las advocaciones, junto a la del Sagrado Corazón de Jesús, más enraizadas en el ambiente. Asimismo y gracias a los trabajos de su padre desde la sombra, se pudo presentar demanda de nulidad de su matrimonio con Ignacio Agell en el Tribunal Diocesano de Barcelona, el 18 de marzo de 1878, quedando paralizado a su muerte, no sin antes darle ya los apellidos de Rodón Asencio. Las diligencias de aquellos abogados han podido conocer los hechos de la vida de Enriqueta hasta su llegada al citado colegio de las Desamparadas.
Tenía veinte años al salir de las Adoratrices en 1883 y fue “a servir” a casa de la señora Teresa de Peix, pariente suya, de buena posición económica, quien la envió a Francia a un colegio de religiosas, donde pudo ampliar sus conocimientos religiosos y científicos. Quiere la tradición de la Congregación de Franciscanos que ella fundara, verla como capuchina; otros estudiosos la sitúan en el pueblo de San Gregorio, departamento de Taru, arzobispado de Alli, en la residencia-colegio para chicas, llamada “Predicadoras”, regentada por dominicas.
El caso es que en 1892 se encuentra en Lecaroz con Gabriela de Quintana y Durante, para fundar una congregación de la mano del capuchino Joaquín Llevaderas para “la redención de las presas recluidas en las cárceles públicas y la corrección de menores del sexo femenino”. Todo fue un fracaso, pues los proyectos de Enriqueta y Gabriela se pospusieron a los de sor Teresa Vives y Tutó, hermana de Llevaneras, y a las religiosas de la Purísima Concepción.
Las dos cambiaron sus agujas de marear, nunca el proyecto, y se dirigieron a Pamplona, donde el rector del Seminario de San Francisco Javier, Pedro Velasco, les ayudó, junto al benemérito sacerdote Bartolomé Istunz.
Y de Pamplona a Madrid; y con las credenciales de Velasco y de Istunz al obispo de Madrid-Alcalá en 1894.
Gabriela de Quintana y Durante era una noble de Sobremazas (Cantabria), y antes de conocer a Enriqueta, había ingresado en las Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia de Luis de Masamagrell, en 1886. Hasta había llegado a ser su superiora general y el mismo León XIII la había recibido en audiencia en 1888. Las divisiones entre Llevaneras y Masamagrell se llevó por delante a Gabriela que abandonó aquel instituto, para unirse a Enriqueta en la fundación de uno nuevo.
Entre los amigos de los Quintana estaba el escolapio Vicente Alonso Salgado, quien, elegido obispo de Astorga, llamó a Enriqueta y a Gabriela para fundar casa. Todo estaba listo el 14 de febrero de 1896, en la calle de San Martín n.º 10 ya no estaban solas.
Les acompañaban Matilde Guel, Antonia Navarro y Juana Micaela Zubillaga. Seis días más tarde se les unían Filomena Sartaguda, Anastasia Uriga y Valentina Andía, tomando el hábito otras seis postulantes más, el día 26 de abril, fiesta de la Virgen del Consejo, patrona municipal del nuevo instituto.
Pero Astorga era ya entonces un nudo de comunicaciones por ferrocarril. Por su estación entraban en España cientos y cientos de jóvenes soldados, devueltos de La Habana o de Santiago de Cuba, con clima de fracaso, enfermedad o muerte. Alonso Salgado salió a su encuentro. Enriqueta, ya en religión, Teresa Rodón Asencio y sus hijas se pusieron a su servicio en improvisados hospitales de la villa, generando una página de dedicación a la sociedad española, que se había de repetir a lo largo de su historia, en hospitales de Madrid o Melilla, de Sidi Ifni o San Sebastián, de Llanes o Granada.
La Iglesia, con León XIII, abordaba la “cuestión social” en su Rerum Novarum. En esos cauces, Teresa acudía para el tema de la presencia de sus monjas “en las cárceles de mujeres”, una de las misiones del instituto, a Francisco Lastres, el mejor especialista en temas penitenciarios de la época. Lastres había tenido relación directa con san Juan Bosco para traer los salesianos a Madrid, como con Luis de Masamagrell para traer a los terciarios capuchinos a Carabanchel Bajo. Lastres guió las manos de Teresa y de Gabriela, cuando escribieron la carta a León XIII, el 12 de octubre de 1897, para obtener la sanción pontificia de su Congregación.
El 30 de noviembre de 1897 fueron aprobadas las primeras Constituciones del Instituto por el obispo de Astorga, Alonso Salgado, después de emitir su informe favorable al superior de los redentoristas de esta ciudad.
Mientras tanto, Teresa Rodón Asencio desde su refugio sumamente secreto de Astorga salía, una y otra vez, para fundar en Gijón, Llanes o Madrid. No faltaron dificultades: un grupo de sus hijas alentadas por la vicaria general, sor Purificación Navarro, en quien había puesto toda su confianza, empiezan no sólo a desobedecer, sino que le sobrevinieron denuncias ante la autoridad civil y religiosa, tergiversaciones y calumnias, burlas y descréditos sobre su capacidad, motivado porque la vicaria general, superiora en Astorga, pretendía convertirse en madre general. Con este fin, provocó una denuncia contra Teresa ante el arzobispo de Madrid, en la que varias monjas solicitaron no sólo deponer a Teresa como madre general, sino también su salida de la congregación, para poner en su lugar a Sor Purificación. Las denuncias consiguieron el efecto contrario, cuando los testigos eclesiásticos conocieron la verdad. Como no conseguían su intento, por tres veces consecutivas quisieron envenenarla.
En la capital de España dejó, primero, una obra en Juan de Austria n.º 1 y, después, en la calle Pacífico n.º 35, donde falleció el 28 de diciembre de 1903.
Sin nada que requerir para sí, dejaba asentado “un asilo para el amparo y educación de las hijas desamparadas de las presas y correccional de niñas en la villa”. Sus restos fueron trasladados a la capilla de la Casa de la Congregación en Pozuelo de Alarcón (Madrid) el 4 de junio de 1974, abriéndose el proceso diocesano de su canonización el 19 de marzo de 1992 y cerrándose el 4 de julio de 1993 para abrirse ya en Roma a otros horizontes.
Bibl.: F. Rodríguez de Coro, Teresa Rodón Asencio. La fuerza de la verdad, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1995; Teresa Rodón Asencio. Un amor que perdura, Madrid, Carf, 1995; Vida de Teresa Rodón Asencio, Madrid, San Pablo, 1996.
Francisco Rodríguez de Coro, SDB