Carrillo de Andrade Sotomayor y Pimentel, Lope. España, s. m. s. xvii – Caracas (Venezuela), 1730. Capitán de Caballos, señor de Puentes y San Pedro, gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, entre el 29 de junio de 1728 y su fallecimiento en 1730.
Tomó posesión ante el Cabildo de Caracas el 29 de junio de 1728. Dice la Real Cédula de su nombramiento que era “Capitán de Caballos Corazas, Señor de Puentes y San Pedro”. El historiador L. A. Sucre (1928), al dar una breve biografía de su gobernación, no duda en plasmar al inicio estas duras palabras: “Desde el primer momento hizo y deshizo cuanto se le antojó, sin encontrar oposición alguna”.
El Cabildo caraqueño, que había recibido fuertes golpes (prisión de algunos de sus miembros y fuertes multas a otros) desde Madrid, al desaprobar su conducta en tiempos del gobernador Diego de Portales y Meneses, se hallaba a la expectativa, en apariencia inactivo, apartado de los negocios públicos, alerta sus regidores ante la conducta de los gobernadores. Y la ocasión se presentó por una nimiedad, como solía ocurrir en las relaciones entre cabildos (civiles o eclesiásticos) y gobernadores. Tenía por costumbre el cabildo eclesiástico asistir a las grandes procesiones con grandes parasoles de damasco rojo. Le pareció al gobernador que la costumbre era poco seria y “ordenó que se abstuvieran de ello en adelante”. Llegada la festividad del Domingo de Ramos, se presentaron en la procesión con los parasoles desplegados. Intenta Carrillo hacérselos cerrar, se niega el provisor Agustín de Istúriz, y llega la disputa a tal extremo que interviene la guardia del gobernador, atacando a los eclesiásticos, éstos huyen, Istúriz se refugia en su casa, golpean su puerta los perseguidores, e Istúriz, saltando tapias, se asila en la catedral. El incidente es aprovechado por el cabildo municipal para aliarse con el eclesiástico y, ante el mal gobierno de Carrillo, conspirar en toda regla y denunciar al Rey la mala conducta del gobernador en diversos órdenes de la administración.
Lo consiguieron. Por Cédula Real se depone a Carrillo del gobierno de la provincia “por muchos y grandes motivos”. Depuesto y preso, logró fugarse y asilarse en el Convento de Nuestra Señora de las Mercedes. Con la destitución llevaba aparejada una multa de 2.000 pesos, que no llegó a pagar, pues Carrillo falleció, de muerte natural, en 1730.
Ni en 1729 ni en 1730 el ayuntamiento caraqueño nombró alcaldes, por inasistencia de todos los regidores a la sesión preceptiva. El gobernador tuvo que designar directamente alcaldes a Sebastián de Arrechederra y a Fernando de Lovera. En 1730 repitieron los mismos en sus cargos, por idéntica causa de inasistencia del cabildo.
De su administración solamente se recuerda, como hecho positivo, la creación de la figura del teniente del gobernador y auditor de guerra, cargo que recayó, en primer lugar, en Manuel Bernardo Álvarez.
Bibl.: A. de Alcedo, Diccionario Geográfico-Histórico de las Indias Occidentales o América, vol. I, Madrid, Imprenta de Benito Cano, 1786, pág. 364; L. A. Sucre, Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela, Caracas, Lit. y Tipografía del Comercio, 1928, págs. 543-544; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. LVII, Madrid, Espasa Calpe, 1929, pág. 1066; G. Morón, Historia de Venezuela, vol. III, Caracas, Italgráfica, Impresores, Editores, SRL, 1971, págs. 173-174; Index Bio-Bibliophaphicus Notorum Hominum, vol. XXXII, Osnabrück, Biblio Verlag, 1984, pág. 2648; L. Vaccari San Miguel, Sobre Gobernadores y Residencias de la Provincia de Venezuela (siglos xvi, xvii, xviii), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1992, pág. 196.
Fernando Rodríguez de la Torre