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Francisco Rodríguez de Ledesma

Biografía

Rodríguez de Ledesma, Francisco. España, p. t. s. XVII – 1681 post. Maestre de campo, caballero de la Orden de Santiago, gobernador y capitán general de la isla de Cuba entre los años 1670 a 1680.

Poco se sabe de su vida, salvo la época de diez años en que fue protagonista de la historia de Cuba, como gobernador de la isla. No obstante, en el Archivo General de Simancas existen los siguientes títulos a su favor: sargento mayor y gobernador del Tercio, 13 de abril de 1635; almirante de la Armada de Indias, 22 de diciembre de 1638; capitán de mar y guerra de la Armada de Indias, 10 de abril de 1640.

Dedicado desde joven a la milicia, se encontró sirviendo en los Ejércitos españoles en diversas guerras del período central del siglo XVII, llegando a adquirir el grado de maestre de campo y, siendo, además, caballero del hábito de la Orden de Santiago. No hay que olvidar su almirantazgo de la Armada de Indias.

Fue nombrado por la reina gobernadora Mariana de Austria, en nombre de su hijo Carlos II, gobernador y capitán general de la isla de Cuba, cargo del que tomó posesión en La Habana el 6 de mayo de 1670, sucediendo a Francisco Dávila Orejón. En el acto nombró interinamente como su auditor al licenciado Antonio Tapia, hasta la llegada del que sería el titular, Antonio Ortiz Matienzo.

La gran obra de las murallas de La Habana, iniciadas por su antecesor, fue su principal dedicación, sin descuidar otros importantes asuntos. Se debían muchos jornales y consiguió que el virrey de México le enviara una fuerte consignación de dinero, con lo que empezó a “convertir en obra sólida los muros de faginas que había dejado alzados [su antecesor] por los frentes de tierra de la capital” (Pezuela, 1863: 185).

Lo más curioso es que, por falta de ingeniero jefe (que se hallaba trabajando en Santiago, casi retenido por su gobernador), el propio Rodríguez de Ledesma estuvo actuando como ingeniero jefe de las obras hasta que llegó con tal cargo el ingeniero Juan Cisneros.

La obra, seguida con sujeción a los planos de Dávila Orejón sufrió muchas impugnaciones, pero “si no con perfección, a lo menos la continuó Ledesma con constancia a pesar de las alarmas que los filibusteros y los enemigos de la Corona siguieron infundiendo en las Antillas” (Pezuela, 1863: 185).

A pesar de la Paz de Aquisgrán (1668) entre España y Gran Bretaña, los corsarios ingleses continuaron sus hostilidades contra la América española. Ledesma, como solución, a imitación de su antecesor Dávila, dio algunas patentes de corso a ciertos capitanes de marina españoles o criollos, principalmente de Campeche y de Honduras. Así comenzó una especial batalla entre corsarios, que los ingleses, con la base principal en Jamaica, perdieron muchas veces.

Por el contrario, la villa cubana de San Juan de los Remedios fue saqueada en febrero de 1673. Después de los rigores del gobernador Dávila, los piratas ya no asesinaban a los vecinos y “solamente” los esquilmaban y saqueaban. La Real Cédula de 1 de febrero de 1676, dirigida al virrey de Nueva España, dispuso que los filibusteros capturados no sufrieran pena de muerte y que se considerasen prisioneros destinados a trabajos forzados. Por este sistema, las obras de la muralla se aceleraron. Se dio el caso del corsario cubano Diego Grillo, criollo, que sembró el terror en el canal de Bahamas, llegando a degollar a los propios españoles, actuación intolerable que le valió ser degollado a su vez por la tripulación española de la nao Nuevitas.

El obispo de Cuba, Gabriel Díaz Vara Calderón, llegó el 6 de septiembre de 1673; austero, disciplinó las costumbres populares camufladas de religiosidad; hizo una visita pastoral a La Florida, que seguía perteneciendo a su diócesis. Pero pronto murió en La Habana, el 16 de marzo de 1676, con rumores de envenenamiento.

El 22 de febrero de 1678, a las 9:30 horas de la mañana, sufrió Santiago un terrible terremoto, con destrucción de casas y caída de la capilla principal de la Catedral. Solamente hubo un muerto, pero la ciudad quedó conmocionada y durante más de un mes las réplicas sísmicas hicieron insufrible la vida de los santiagueros.

Se unió a este azote la sorpresa de una expedición de filibusteros franceses, desembarcados en la vecina caleta de Justicia, aunque felizmente se reembarcaron amedrentados ante una alarma falsa. Más grave fue el desembarco, en la Guanaja, el 21 de febrero de 1679, de un cuerpo de seiscientos filibusteros, mandados por el llamado caballero de Grammont. Los vecinos de Puerto Príncipe, mejor prevenidos y enseñados para la ocasión, dejaron la población desierta y hostilizaron a los franceses en su retirada a aquel puerto. Grammont, herido, y dejando numerosos muertos, pudo reembarcar en la Guanaja, pero derrotado.

Durante la gobernación de Rodríguez de Ledesma se pudo apreciar un incremento del contrabando en los puertos de Manzanillo, Trinidad, Baracoa y hasta en Santiago; los intermediarios eran piratas extranjeros; así los frutos del país salieron por estas vías ilícitas, saltando las regulaciones aduaneras.

Cumpliendo el término del mandato de Rodríguez de Ledesma se nombró para sucederle al general de galeones Alonso de Campos Espinosa, quien se trasladó a Cuba en una nave. Pero “ni de don Alonso ni del navío que le llevaba volvió a saberse más, y a esa desgracia debió aquel jefe [Rodríguez Ledesma] su continuación en la Capitanía General de Cuba, nada grata a los que se acomodaban mal con su rigor y su firmeza” (Pezuela, Historia: 186). Pasados los años, y perdida toda esperanza de que diera señales de vida por alguna parte el desaparecido Alonso Campos se nombró para reemplazarlo al maestre de campo José Fernández de Córdoba Ponce de León.

Así pues, tras un largo período de gobernación de diez años, por completo inusual en la historia de América (ya que las leyes de Indias fijaban un período de mando de cinco años), Rodríguez de Ledesma entregó el mando en La Habana el 31 de agosto de 1680 al nuevo gobernador y capitán general anteriormente citado.

Se sabe que Rodríguez de Ledesma regresó unos meses después a España, pero se ignora cualquier detalle del resto de su vida, desconociéndose dónde y cuándo falleció.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Santo Domingo, leg. 106, ramo 1, Carta del Cabildo de Puerto Príncipe a Carlos III informando sobre el ataque realizado a la Villa por los franceses, Guanaja, 21 Mayo 1679 (C. García del Pino y A. Melis Cappa, Documentos para la historia colonial de Cuba, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1988, págs. 148- 150, doc. XXVIII).

A. de Alcedo, Diccionario Geográfico-Histórico de las Indias Occidentales, ó América, vol. I, Madrid, Benito Cano, 1786, pág. 703; J. de la Pezuela, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la Isla de Cuba, vols. I y III, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, pág. 185 [de la Introducción] y pág. 513 respect.; J. de la Pezuela, Historia de la Isla de Cuba, vol. II, cap. VI, Madrid, Carlos Bailly-Bailliere, 1868-1878, págs. 171-188; F. Calcagno, Diccionario Biográfico Cubano, New York, Imprenta y Lib. de N. Ponce de León, 1978, pág. 546; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo- Americana, vol. XVI, Madrid, Espasa Calpe, 1913, pág. 830; P. J. Guiteras, Historia de la Isla de Cuba, vol. II, La Habana, Cultural, 1928 (2.ª ed.), págs. 105-106; E. S. Santovenia, Historia de Cuba, vol. II, La Habana, Editorial Trópico, 1943, págs. 190, 191 y 214; VV. AA., Historia de la Nación Cubana, vol. I, La Habana, Ed. Historia de la Nación Cubana, 1952, pág. 108; Títulos de Indias, Valladolid, Archivo General de Simancas, 1954, págs. 6 y 8; C. Márquez Sterling, Historia de Cuba, Madrid, Las Américas Publishing Company, pág. 52.

 

Fernando Rodríguez de la Torre