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Diego de Góngora y Elizalde

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Biografía

Góngora y Elizalde, Diego de. Pamplona (Navarra), 1570 – Buenos Aires (Argentina), 21.V.1623. Militar, gobernador.

Era hijo legítimo de Antonio de Góngora y Ezpeleta y de Juana de Elizalde, natural de Ugarte. Nieto paterno de Antonio de Góngora y del Castillo y de Catalina de Ezpeleta, natural de Barriozar. Toda su familia era oriunda de Navarra, cuyos orígenes se pierden en el tiempo; de nobilísima prosapia, reconocía su origen en la ilustrada casa de los condes de Benavente.

Diego sirvió en las guerras de Flandes durante siete años y participó en el sitio y asalto de Ostende, en los trabajos de zapa. Actuó directamente en el asalto del castillo del Limón, Puercoespín, Media Luna, Bolduque, Aldoncello y Grol. Formó parte de la comitiva del archiduque Alberto, designado para gobernar el puesto de Maya. Fue condecorado con la Orden de Santiago en noviembre de 1615.

Recomendado por el duque de Lerma, Francisco de Rojas y Sandoval, fue designado primer gobernador de Buenos Aires y del Río de la Plata, el 16 de diciembre de 1617, al segregarse esta provincia de la del Paraguay. Emprendió el viaje por Lisboa en compañía de Simón de Valdés y de su sobrino Gil de Oscares y Beaumont. Zarparon para Brasil el 5 de abril de 1618 al mando de tres navíos y mercancía de contrabando por valor de 50.000 ducados. El gobernador arribó a la ciudad de Buenos Aires el 17 de noviembre de 1618, donde fue recibido con las consabidas fiestas de cañas, toros y banquetes y un caballo de regalo.

A su llegada, la ciudad de Buenos Aires estaba dividida en dos grupos: los “beneméritos”, partidarios de Hernandarias de Saavedra, y los “confederados”, encabezados por Juan de Vergara. Góngora se puso de parte de estos últimos, comenzando una dura lucha contra Hernandarias, a quien encarceló pretendiendo quitarle la investidura de juez pesquisidor.

A principio de 1619 el gobernador iba de viaje para Santa Fe de la Vera Cruz cuando tuvo noticias de la sublevación y matanzas cometidas por los indios matarás y guacarás de la ciudad de Concepción del Bermejo. En Santa Fe encontró al cura doctrinante de los indios sublevados, Francisco de Guzmán, con sus relatos se puso en marcha hacia el escenario de los sucesos. Llegó a Corrientes, pasó a la banda opuesta, atravesando la parte del Chaca hasta llegar a Concepción. Convocó a los caciques a que comparecieran en la ciudad para evacuar las diligencias indispensables. Todos acataron las sugerencias del gobernador, menos el cacique Alonso Pasi, que fue ahorcado en la plaza pública. De este modo pacificó la región dejando a los jesuitas al frente de la evangelización de la provincia del Uruguay.

La llegada de Matías Delgado Flores, juez instructor de Valdés y del propio Góngora, enviado por el Consejo de Indias para investigar el contrabando de Lisboa, dio lugar a numerosas escenas judiciales que alteraron el orden de la ciudad. Todo culminó con la prisión del juez y su destierro a Orán el 9 de junio de 1621. El gobernador Góngora, dueño absoluto de la situación, comenzó a realizar extraordinarios contrabandos. Ascendían a cinco mil los esclavos negros introducidos ilegalmente en el Río de la Plata, lo que atrajo la atención del Monarca y de todo su Consejo. Finalmente se decidió enviar a la Audiencia de Charcas para que interviniera en el asunto.

El 10 de mayo de 1621 elevó un memorial al Rey, solicitando la presidencia y gobierno de Chile, que no le fue otorgada.

Además de los numerosos y engorrosos procesos judiciales, en especial los relacionados con el contrabando, que trajeron grandes perturbaciones políticas y sociales, el gobierno de Góngora se distinguió también por otros importantes sucesos. Entre ellos destaca la creación del obispado del Río de la Plata en 1622, cuyo primer obispo fue Pedro de Carranza. También reorganizó la milicia de la ciudad transformando la antigua distribución de las cuatro compañías creadas por Marín Negrón y reduciéndolas a sólo dos, la de caballería, que denominó “ligeros de lanzas”, y la de infantería, de setenta hombres cada una. Dictó, asimismo, un reglamento disciplinario, así de paz como de guerra, en las guardias, malocas y corredurías, registrando por escrito el nombre de cada vecino soldado, haciéndolos responsables de los puestos que se les asignaban. Conservó la jefatura de la organización en manos del sargento mayor, encargado de todos los suministros, poniendo al frente de cada compañía a un capitán.

Realizó el primer censo de la provincia tomando como base la repartición de cueros que había otorgado la Real Cédula de 1618. Lo llevó a cabo el Cabildo por indicación de Pedro de Izarra, anotándose nombre y apellido de sus habitantes. Se contabilizó para la ciudad de Buenos Aires un total de doscientos doce vecinos, ciento tres indios encomendados; en Santa Fe, ciento veintiséis vecinos y ciento sesenta y ocho indios yanaconas; en Corrientes, noventa y un vecinos y ochenta y nueve indios, y en Concepción del Bermejo, ochenta y un vecinos y cuatrocientos indios. Se realizó, asimismo, el censo de las poblaciones indígenas reducidas, arrojando las siguientes cifras: Buenos Aires, seiscientos; Santa Fe, seiscientos; Corrientes, mil cien, y Concepción del Bermejo, setecientos.

Durante el gobierno de Góngora se decretaron las honras fúnebres por la muerte de Felipe III y el consabido homenaje a Felipe IV. Sufrió, además, la gran peste de 1621 que puso en peligro a toda la población. Un año después llevó a cabo la visita a toda la provincia. Ya en las postrimerías de su actuación, la Real Cédula de Felipe III creó la Aduana Seca de Córdoba, destinada a controlar el contrabando con el Brasil, poniendo fin, de este modo, a los casi cien años de estancamiento mercantil que sufría esta región.

En su testamento ordenaba que su entierro se realizara con moderada pompa en la puerta principal de la iglesia de la Compañía de Jesús, con el hábito de Santiago. Legaba 500 pesos para la fábrica de la iglesia catedral, la de Santo Domingo y la de La Merced; 200 pesos para los pobres, y 2.000 para huérfanos y doncellas pobres, para ayuda de sus casamientos, necesidades y vestuarios. Además dejaba varios miles de pesos para sus amistades íntimas, entre ellos, su barbero Luis Caraballo. Instituía heredera universal de sus bienes a su hermana Juana María de Góngora, casada con Juan de Cruzate, caballero de la Orden de Santiago, vecinos de Pamplona.

Es recordado como un hombre ilustrado, de temperamento frío y calculador, que aprovechó su gobierno para enriquecerse. Favoreció a los jesuitas, dominicos y mercedarios, y fue enemigo declarado de los franciscanos. El padre Lozano en su libro destaca que los jesuitas le debieron cordial afecto al gobernador que dio gran fomento al colegio de la Compañía, y les entregó la provincia del Uruguay en 1622 para que predicasen en ella la ley evangélica.

Góngora estaba muy enfermo y en el acta capitular del 21 de mayo, horas antes de morir, establecía que dado su grave estado de salud, para que no quedara la administración sin persona que la ejecutara, nombraba a su sargento mayor, el capitán Diego Páez de Clavijo, gobernador interino. Dos días después los capitulares escribían al virrey del Perú y demás autoridades informando de la elección hecha por el gobernador antes de morir, suplicando su confirmación. El Rey fue informado de lo sucedido el 29 de mayo de ese mismo año.

 

Bibl.: E. Udaondo, Diccionario Biográfico Colonial Argentino, Buenos Aires, Huarpes, 1945, págs. 400-401; R. A. Molina, Diccionario Biográfico de Buenos Aires, 1580-1720, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2000, pág. 305.

 

Sandra Fabiana Olivero

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