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Juan Medina Rincón

Biografía

Medina Rincón, Juan. Medina del Campo (Valladolid), 27.XII.1520 – Morelia (México), 1588. Misionero agustino (OSA) y obispo de Michoacán.

Hijo del licenciado Antonio Ruiz de Medina y de Catalina de la Vega. Su padre ocupó la plaza de fiscal de la Audiencia de México y con él marchó a Nueva España toda la familia, acompañando al virrrey Antonio de Mendoza en 1535, cuando todavía Juan era muy joven. Formó parte de la corte del virrey como paje y alférez, razón por la que Juan Medina participó en la misión pacificadora de Jalisco. Asistió, a su vez, a la fundación de Valladolid (Morelia), y también fue testigo de la trágica muerte de Pedro Alvarado. Concluida esta misión ingresó en la Orden Agustiniana, donde profesó el 6 de mayo de 1543, de manos de Juan Bautista Moya, entonces prior del Convento de México. Por el acta de profesión religiosa se sabe que Medina Rincón fue vecino de Medina del Campo, y no de Segovia, como normalmente han escrito algunos historiadores.

Los estudios eclesiásticos de Filosofía y Teología los cursó en México (1543-1546), al tiempo que se inició en el aprendizaje de las lenguas mexicana y otomita.

En 1550 recibió la ordenación sacerdotal y comenzó su labor docente enseñando Teología y Sagrada Escritura en el mismo convento donde fue alumno (1550- 1554). En 1554 pasó a las misiones de Huasteca. En el trato con los indios, a quienes evangelizó durante un sexenio, perfeccionó las dos lenguas indígenas ya citadas. Tras destacar como predicador, en 1560 fue nombrado prior del Convento de México, pero tres años más tarde renunció al cargo para dedicarse en otro convento más humilde y sin tanto ajetreo. Se retiró a Acatlán (Puebla) en 1563, ejerciendo de prior de la comunidad, hasta que salió elegido provincial en el Capítulo celebrado en Atotonilco en 1566. Debido a que no disponía de religiosos suficientes para atender las doctrinas de Tierra Caliente, tras su primera visita a Michoacán, decidió entregar al obispo Antonio Ruiz de Morales la casa de Pánuco y todas las misiones que los agustinos atendían en aquellas tierras de clima muy cálido, con abundantes riquezas en oro y plata. Estas circunstancias, según la mentalidad del provincial Medina Rincón, suponían un grave peligro para la observancia religiosa: menos tiempo en el oratorio, salidas del convento “en busca de corrientes de aire” y búsqueda de la vanidad y el lujo. La medida de entregar los conventos agustinos al clero secular, situados en los actuales estados de Guerrero y Michoacán, no fue bien vista por la mayoría de los religiosos, según recogen oportunamente los cronistas Grijalva y Escobar. No obstante, los religiosos salieron de las misiones de Tierra Caliente después de veintinueve años (1538-1567) de trabajos apostólicos con los indígenas. Una vez finalizado el trienio de superior mayor, regresó al Convento de Acatlán con el objetivo de comenzar a escribir algunas obras de carácter espiritual.

Sabedor Felipe II de las cualidades de Juan Medina, después de la muerte sin consagrarse del tercer obispo de Michoacán, Diego de Chávez le propuso para el Obispado de Michoacán (13 de diciembre de 1573), siendo confirmado por Gregorio XIII el 18 junio de 1574. En la aceptación de la mitra intervinieron el provincial y el general de la Orden (28 de mayo de 1575), si bien lo hizo a condición de permanecer vinculado a la provincia religiosa y sometido a sus leyes en todo aquello que su cargo episcopal no lo impidiera.

En la carta que dirigió a Felipe II fechada el 19 de octubre de 1574, expuso su disponibilidad para el servicio pastoral. La consagración episcopal la recibió de Pedro Moya y Contreras, arzobispo de México, capital, asistido por Antonio Ruiz Morales y Molina, obispo de Tlaxcala.

Con el fin de instruir a sus diocesanos en la fe católica, aprendió la lengua tarasca. Durante la peste que desoló su territorio en 1576 se manifestó “magnánimo, dadivoso y heroicamente sacrificado en la asistencia de los enfermos”, según Zubillaga. Cambió la sede episcopal de Pátzcuaro a Valladolid en 1580, con la oposición de su Cabildo, donde instaló la catedral y trasladó el Colegio de San Nicolás que, fundado por Vasco de Quiroga, estuvo primero instalado en Pátzcuaro. El obispo Medina Rincón fundó en Valladolid (Morelia), con la ayuda de Alonso de Mota, el Convento de San Juan de Dios, que funcionó como Hospital Real.

En 1584, el 4 de marzo, redactó el obispo de Michoacán una extensa relación que remitió a Felipe II. En ella le informaba de los problemas de la diócesis de Michoacán, cuya cuestión más delicada era la referente a los chichimecas, asentados en las regiones de Guanajuato, Zacatecas y Michoacán.

Desde la llegada de los españoles, junto con los negros y mestizos, comenzaron los enfrentamientos violentos, con saqueos, destrucciones y asesinatos.

La solución propuesta por Medina Rincón pasaba por incrementar la población en toda la región e iniciar una convivencia pacífica de españoles y chichimecas.

Junto con otros agustinos, Pedro Agurto y Melchor de los Reyes, representado por Juan Adriano, asistió Medina Rincón al III Concilio de México celebrado el año 1585. Este Concilio de la Iglesia mexicana tuvo gran importancia en la defensa de la dignidad de los indios, demandando mejoras en las condiciones de trabajo y salario. Sus conclusiones las llevó a la práctica Medina Rincón a través de la celebración de un sínodo en su diócesis.

Siempre que podía predicaba la palabra de Dios a españoles e indígenas. Como defensor de su iglesia y de la disciplina eclesial impuso severos castigos a quienes cometiesen excesos y no respetasen la disciplina eclesiástica, como al arcediano de la catedral. En numerosas ocasiones fue presionado para que presentase su dimisión como obispo, si bien murió antes de presentar la renuncia. Según el historiador Navarrete, gobernó su diócesis “con celo apostólico, con efusiva y efectiva caridad paternal hacia los indígenas y los pobres en general y con suma prudencia”. En efecto, los ingresos que le correspondieron por derecho de sede los repartió entre los indios más necesitados, como santo Tomás de Villanueva. Tanto fue su interés por este pueblo que, en lengua tarasca, trataba las preocupaciones y problemas de los indígenas de forma personal y directa.

Escribió la primera biografía del misionero agustino Juan Bautista Moya, su maestro y guía espiritual.

Cuando cursaba la visita a la ciudad de Valladolid en calidad de provincial le llevaron al anciano y enfermo apóstol de Tierra Caliente, para que le asistiera espiritualmente antes de su fallecimiento (20 de diciembre de 1567). Hacia finales del siglo xvi Juan Montalvo publicó la vida de Moya escrita por Medina Rincón. Únicamente se conserva el texto biográfico que los historiadores Herrera y Vidal insertaron en sus respectivas obras. Aunque el tono del escrito es hagiográfico, posee especial valor y credibilidad por tratarse de un autor que vivió, trató y conoció a su biografiado.

 

Obras de ~: “Licencia para la impresión”, en M. Gilberti, Tesoro espiritual de los pobres en lengua de Michuacán, México, Antonio de Spinosa, 1575; “Licencia para la impresión del obispo de Michoacán, dada en Pátzcuaro, 30 de noviembre de 1574”, en J. Medina Plaza o Rengel, Doctrinalis fidei in michuacanensium indourm linguam, tomus primus, México, Antonio Ricardi, 1575-1578; “Relación que Su Majestad manda se envíe a su Real Consejo del Obispado de Michoacán”, Valladolid de Michoacán, 4 de marzo de 1582 (inéd.); “Vida del santo Fr. Bautista de Moya”, en T. Herrera, Historia del Convento de San Agustín de Salamanca, Madrid, Gregorio Rodríguez, 1652, págs. 326-335 (reprod. en M. Vidal, Agustinos de Salamanca. Historia del observantíssimo Convento de San Augustín N. P. de dicha ciudad, Madrid, Eugenio García, 1751, págs. 237-247).

 

Bibl.: J. de Grijalva, Crónica de la Orden de N. P. S. Agustin en las Provincias de la Nueva España en cuatro edades desde el año 1533 hasta 1592, México, Imprenta de Juan Ruiz, 1624 (3.ª ed., México, Porrúa, 1985, págs. 265-267 y 306-309); D. Basalenque, Historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán del Orden de N. P. S. Agustín, hízose el año de mil y seiscientos y quarenta y cuatro, México, 1644 (México, 1673; México, Jus, 1963, págs. 57, 99 y 212); Ph. Elssio, Encomiasticon Augustinianum, Brusellis, Typ. Francisci Vivieni, 1654, págs. 355-356; M. de Escobar, Americana Thebaida. Vitas Patrum de los Religiosos Hermitaños de N. P. San Agustín de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Mechoacán, s. l., 1729 (México, Imprenta Victoria, 1924, págs. 385-387); J. F. Ossinger, Bibliotheca Augustiniana historica, critica et chronologica, in qua mille quadringenti Augustiniani Ordinis scriptores eorumque opera tam scripta, quam typis edita inveniuntur, Ingolstadii, Imprenta Joannis Francisci Xavierii Craetz, 1768, pág. 572; N. Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, t. I, Madrid, Joaquín de Ibarra, 1788, pág. 741 (vers. esp. de G. de Andrés y M. Matilla Martínez, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999, pág. 787); J. Lanteri, Postrema Saecula sex religionis augustinianae in quibus breviter recensentur illustriores viri augustinenses qui sanctitate et doctrina floruerunt post magnam Ordinis unionem peractam anno MCCLVI ab Alexandro IV usque ad haec tempora, Tolentini, Typ. Guidoni, 1859, págs. 305-307; Eremi Sacrae Augustinianae. Pars altera in qua agitur de augustinianis episcopis externis qui floruerunt post magnam Ordinis unionem peractam ab Alexandro IV anno MCCLVI. Accedit appendix de Procuratoribus generalibus ejusdem Ordinis, Romae, Typ. Bernardi Morini, 1875, págs. 159-160; J. García Icazbalceta, Bibliografía mexicana del siglo xvi. Catálogo razonado de libros impresos en México de 1539 a 1600, con biografías de autores y otras ilustraciones, precedido de una noticia acerca de la introducción de la imprenta en México, México, Tipografía Francisco Díaz de León, 1886 (ed. de A. Millares Carló, México, Fondo de Cultura Económica, 1954, págs. 267, 274, 284 y 485); G. de Santiago Vela, Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, vol. V, Madrid, Imprenta Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1920, págs. 83-84, 91-92 y 262-263; J. B. Buitrón, Apuntes para servir a la historia del Arzobispado de Morelia, México, Imprenta Aldina, 1948, págs. 115-116; N. P. Navarrete, Historia de la Provincia Agustiniana de San Nicolás de Tolentino de Michoacán, vol. I, México, Porrúa, 1978, págs. 204-205; E. Hernández, Episcopologio agustiniano en América Latina, Santiago de Chile, Ediciones Agustinianas, 1981, págs. 19-20; A. Ruiz Zavala, Historia de la Provincia agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de México, vol. I, México, Porrúa, 1984, págs. 307-309; vol. II, págs. 549-550; W. Henkel, “Una contribución de los agustinos a la ética colonial”, en I. Rodríguez (ed.), Agustinos en América y Filipinas. Actas del Congreso Internacional. Valladolid, 16-21 de abril de 1990, vol. I, Valladolid, Banco Atlántico, 1990, págs. 333-349; I. Rodríguez, “Los agustinos y el Tercer Concilio de México (1585). ¿Administración ex iustitia o ex charitate?”, en La Ciudad de Dios, 205 (1992), págs. 617-650; T. González Cuellas, “Obispos agustinos castellano-leoneses en la empresa de las Indias”, en E. L. Sanz (coord.), Los castellanos y leoneses en la empresa de las Indias, vol. II, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1993, págs. 92-94; J. Metzler (ed.), America Pontificia. III. Documenti pontifici nell’Archivio Segreto Vaticano riguardanti l’Evangelizzazione dell’America: 1592-1644, Città del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 1995, n.º 1.

 

Rafael Lazcano González

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