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Payo Enríquez de Ribera

Biografía

Ribera, Payo Enríquez de. Sevilla, 1612 – Convento del Risco (Ávila), 8.IV.1684. Agustino (OSA), undécimo obispo de Guatemala (1657-1667) y Michoacán (México), decimoctavo arzobispo de México (1670-1681), vigésimo quinto virrey de Nueva España (1673-1680).

Hijo natural de Fernando Enríquez de Ribera, duque de Alcalá, y de Leonor Manrique de Lara. Su padre desempeñó numerosos cargos en la época, pues fue virrey de Cataluña, Sicilia y Nápoles, gobernador de Milán y embajador en Roma.

Fue bautizado en la iglesia sevillana de San Isidoro el 12 de abril de 1613. Después de iniciar sus estudios en la ciudad hispalense, a los quince años ingresó como novicio agustino en el Monasterio de San Felipe el Real de Madrid, donde profesó un año después, el 9 de noviembre de 1628. Luego estudió en la Universidad de Osuna, Teología en la de Salamanca y se graduó como bachiller, licenciado y doctor en la de Sigüenza. En 1636 formaba parte de la comunidad del Real Monasterio de San Agustín de Burgos como lector de Artes, y después fue trasladado al Colegio de San Gabriel de Valladolid. En 1645 fue destinado al Convento de San Agustín de Alcalá de Henares, donde fue lector de Artes y Teología y regente de estudios. Durante ese tiempo alcanzó el grado de maestro en Sagrada Teología. En 1650 fue nombrado prior del Convento de San Agustín de Valladolid.

En el capítulo provincial de 1654 fue elegido definidor provincial y en 1657 rector del Colegio de María de Aragón de Madrid. Fue también calificador del Santo Oficio.

Presentado para la diócesis de Guatemala, el papa Alejandro VII emitió el nombramiento el 9 de julio de 1657. En septiembre de ese año, ya en América, fue consagrado obispo por el franciscano fray Antonio Briceño, obispo de Nicaragua y electo de Caracas.

La ceremonia se realizó en la Catedral de la ciudad de León (Nicaragua). Tomó posesión de la diócesis el 23 de febrero de 1659. Durante su episcopado guatemalteco visitó exhaustivamente la diócesis, fundó el Hospital de San Pedro para la atención de los eclesiásticos, protegió a los betlemitas, la primera congregación religiosa fundada en América en 1653 por el beato Pedro de San José Betancourt, y se manifestó como un decidido defensor de los indios. A él se debe la introducción de la imprenta en Guatemala con la publicación de su obra Explicatio apologetica. El 16 de enero de 1668 fue trasladado a la diócesis mexicana de Michoacán, pero no llegó a gobernar la diócesis, pues cuando se encontraba de camino le sorprendió la noticia de su promoción al arzobispado de México, al morir Ramírez de Prado. El 17 de septiembre de 1668 el papa Clemente IX firmaba la bula de nombramiento y, con idéntica fecha, se le concedió el palio arzobispal.

La entrada oficial en la diócesis se realizó el 8 de diciembre de 1670, si bien Payo Enríquez de Ribera se encontraba allí desde el 28 de junio de 1668.

El año y medio transcurrido entre su nombramiento como arzobispo y su recepción oficial no quiere decir que no gobernara y actuara como tal mandatario eclesiástico desde el principio, lo cual pudo comprobarse en el enfrentamiento con el virrey marqués de Mancera (1664-1673), originado por el apoyo de este último a las órdenes religiosas, encabezadas por los franciscanos y los agustinos, y que el prelado entendió como intromisión en su jurisdicción y falta de respeto a su autoridad, derivando esta tensión en múltiples enfrentamientos de protocolo y en malas relaciones entre ambos poderes, que continuarían en los años siguientes, llegando a denunciar el gobernante al prelado ante el Consejo de Indias en 1672, por no haber cumplido todavía con su obligación de realizar una visita pastoral a la archidiócesis.

El arzobispo se preocupó mucho durante su gobierno de la reforma de las costumbres del clero secular y también de las órdenes religiosas, llevando a su archidiócesis a los hermanos betlemitas, a los que había dado hábito y regla durante su episcopado en Guatemala, para que establecieran un hospital dedicado a atender a enfermos de las distintas razas, contando con el apoyo económico del conde de Santiago Calimaya. En cuanto a los claustros femeninos, los visitó entre 1672 y 1675, con la decisión de reformar unas costumbres que consideraba muy alejadas de sus comienzos espirituales en el siglo xvi y demasiado sometidas a la vida mundana, con sus relaciones familiares, diversiones y prácticas sociales metidas en los cenobios tan conocidos por la población mexicana, al vivir en ellos criollas importantes. Consiguió avanzar poco y esos cambios tardarían un siglo más, al aplicarse desde 1769 la denominada “vida común”, siempre con muchos problemas. La actividad de Fray Payo se reflejó asimismo en múltiples aperturas de templos, entre los que destacaron la iglesia del convento femenino de Balvanera (21 de noviembre de 1671), San Cosme (29 de agosto de 1672 y dedicación el 13 de enero de 1675), el sagrario del altar mayor de la Catedral (15 de agosto de 1674) e igualmente la dedicación de las Capuchinas (10 de julio de 1673). También constituyeron unas ceremonias relevantes para la religiosidad mexicana las beatificaciones de Santa Rosa de Lima (12 de marzo de 1671) y de San Fernando (15 de julio de 1673).

En 1674 fue nombrado virrey de Nueva España Pedro Nuño Colón de Portugal, duque de Veragua, que tomó posesión del cargo el 2 de abril de ese año, pero que falleció cinco días después. Por instrucciones secretas recibidas de Madrid le correspondió el gobierno de México al arzobispo fray Payo Enríquez de Ribera, que lo ejerció, con notable éxito, hasta 1681, destacando su intervención en el acondicionamiento de las defensas de las costas y la mejora del sistema de desagüe del valle de México, obra de ingeniería imprescindible para prevenir las frecuentes inundaciones que afectaban a la capital; así, el arzobispo-virrey dio importancia a reforzar las fortificaciones del Caribe en Veracruz, además de vigilar el pago de la guarnición de Campeche, al tiempo que se expulsaba a los ingleses de Coatzacoalcos y la laguna de Términos; vigilar el gasto de las obras del desagüe de Huehuetoca, terminado por fin en 1675; construir una calzada empedrada hacia la Villa de Guadalupe, núcleo ya de un importante culto a la Virgen homónima, y veinticinco puentes de cal y canto sobre los canales que cruzaban la capital, en sustitución de las frágiles pasarelas de madera. Dentro de la traza antigua de ésta también arregló el palacio de los virreyes y la casa de la Moneda, preocupándose por apoyar económicamente la reconstrucción del templo de San Agustín, incendiado en 1676 cuando se celebraban en su entorno las fiestas por la subida al Trono de Carlos II.

Su interés por vigilar las cuestiones de Real Hacienda se reflejó en el nombramiento de cargos menores de esta institución, en la acuñación de oro, bajo vigilancia, en la ceca mexicana, en el fomento de nuevas minas y mejoras en el trabajo de otras importantes, que estaban en plena producción de plata y de azogue, así como en impulsar los criaderos de perlas en las costas del Pacífico Norte mexicano, que dieron buenos resultados aunque su organización económica resultaba difícil. También su preocupación por el buen trato de los indígenas quedó plasmada en varias disposiciones sobre mantenerlos en sus pueblos, anular repartimientos y otras medidas protectoras.

El Norte se mantenía como zona de expansión frente a los alzamientos indios y por eso este arzobispo- virrey ordenó varias entradas y sobre todo la fundación de la villa de Paso del Norte, actual Ciudad Juárez, junto al río Bravo, en 1677.

Fue importante también su contribución a la justicia novohispana, pues durante su gobierno se publicó la recopilación del derecho municipal indiano, que encargó al jurista Juan Francisco Montemayor de Cuenca.

Ya en 1678 solicitó fray Payo que se le relevara de la doble jefatura eclesiástica y civil, al Papa y a Carlos II, pero sólo lo conseguiría el 7 de noviembre de 1680, aunque todavía continuaron después largas negociaciones con la Corona, reflejadas en la correspondencia cruzada durante ese bienio. El 18 de junio de 1681 renunció al arzobispado y abandonó la sede mexicana el 30 de junio de 1681, después de haber dejado su escaso capital para un colegio de niños huérfanos, acompañado por el nuevo virrey Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, conde de Paredes y marqués de la Laguna (1680-1686), y su esposa María Luisa Manríque de Lara —precisamente sobrina de este religioso—, por la Real Audiencia y otras autoridades, para dirigirse a Veracruz, embarcando allí en la flota a fines de ese año.

Desembarcó en Cádiz el 5 de noviembre de 1681.

Ya en España, conoció la sentencia del Consejo de Indias sobre su período virreinal, absolviéndole de algunas acusaciones de otorgar cargos a criados y amigos y valorándolo positivamente; aunque se le había propuesto para el obispado de Cuenca y para la presidencia del Consejo de Indias, prefirió retirarse al convento de agustinos descalzos de Nuestra Señora del Risco, en el obispado de Ávila, pero contando con una congrua o pensión de 4000 ducados de plata anuales con cargo a las cajas reales de Nueva España, concedida por el Monarca. Allí le sorprendió la muerte el 8 de abril de 1684, y al llegar esta noticia a México el 7 de julio siguiente, su sobrino el virrey ordenó tocar cien campanadas en la Catedral y en las iglesias y conventos capitalinos.

Fue una de las figuras más importantes dentro de los arzobispos-virreyes que, con ese doble puesto, concentraron en su persona las máximas dignidades eclesiástica y civil de la Nueva España, al unir el palio y el dosel como emblemas de poder. En un tiempo de crisis coincidente con el reinado de Carlos II, fue el arzobispo que más tiempo ocupó el gobierno civil, ya que la mayoría de ellos sólo lo hizo con un carácter provisional, a la espera de que fuera designado el siguiente virrey por la Corona. Fue, en fin, un religioso culto, impulsor de la educación y las corrientes humanísticas, como demostró reuniendo una extensa biblioteca, que después legaría al oratorio de San Felipe Neri, en la ciudad de México.

 

Obras de ~: Aclamación por el principio santo y Concepción Imaculada de María [...], Valladolid, Bartolomé Portoles, 1653; Explicatio apologetica nonullarum propositionum a theologo quodam non dextere notatarum sive Quaestiones variae quarum explicationi occasionem dedit theologi cuiusdam non satis accurata notatio [...], Goatemalae, Iosephum de Pineda et Ybarra, 1663; El [...] obispo de Goatemala defiende lo una vez propuesto en informe suyo ante este Real Acuerdo, en el punto de la tassación de quatrocientos indios para cada una de las doctrinas [...], [Guatemala, 1665]; Epistola respondens sapientissimo D. D. Didaco Andreae Rocha, Regio Consiliario et in Limensi Cancellaria criminum Quaestori et Iudici [...], Mexico, Viuda de Bernardo Calderón, [c. 1671]; Tratado en que se defienden nueve proposiciones, en quienes la V. M. Ana de la Cruz, religiosa en el observantísimo convento de Santa Clara de la ciudad de Montilla dexó propuestas las gracias, que dixo haberse servido N. S. Jesu Cristo de conceder a unas Cruces, afirmando que Su Majestad Divina se dignó de dar a dichas cruces su sagrada bendición. Escribele el M. D. Fr. Payo de Ribera, religioso de la Orden del G. P. San Agustín, Obispo de Guatemala (ahora Arzobispo de México) y hermano dichosamente de la nombrada V. M. Ana de la Cruz, México, Viuda de Bernardo Calderón, 1679.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, México, 45, n.os 44, 15, 15.ª, 15e, y 15e-3: Correspondencia entre el virrey, el arzobispo y Carlos II, octubre de 1669-julio de 1670; Archivo General de Indias, México, 46, acerca de tensiones entre el virrey Mancera y el arzobispo en 1672; Archivo General de Indias, México, 46 y 47, informa de la llegada y muerte del duque de Veragua y de su rápida toma de posesión, diciembre de 1573-enero de 1574; Archivo General de Indias, México, 338, sobre la visita pastoral a hospitales, 1673- 1674; Archivo General de Indias, Indiferente General, 3017, sobre renuncia denegada, 22 de febrero de 1678 y 14 de junio de 1678, e Informe de la Cámara, 12 de noviembre de 1681; Archivo General de Indias, Escribanía de Cámara, 1142, sentencia final del Consejo, 23 de diciembre de 1681.

M. de Heredia (OFM), [...] Sentimiento justo de los agravios [...] con que ha querido obscurecer Don Fray Payo de Ribera [...] los créditos que en todo el mundo [...] ha adquirido su religión [...], s. l., s. f.; T. de Herrera (OSA), Historia del convento de San Agustín de Salamanca, Madrid, Gregorio Rodríguez, 1652, págs. 287 y 297-298; A. De La Peña Peralta y P. Fernández Osorio, Pan místico, numen histórico, simulacro político, que en la fábrica del arco triunfal, que erigió el amor y la obligación en las aras de su debido rendimiento la [...] Metropolitana Iglesia de México al felicísimo recibimiento y plausible ingreso del Ilustrismo. Y Reverermo. Señor M. D. Fr. Payo Enriques de Ribera,[...] su genialísimo pastor, prelado y esposo, México, 1670; J. López de Avilés, Debido recuerdo de agradecimiento leal a los beneficios hechos en Mexico por [...] D. Fr. Payo Enríquez Afán de Ribera [...], México, Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, 1684; M. 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Juan José Vallejo Penedo, OSA y María Justina Sarabia Viejo

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