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Urraca Garcés

Biografía

Urraca Garcés. Navarra, f. s. X – ?, p. m. s. XI. Reina de León, segunda esposa de Alfonso V y regente de Vermudo III.

Era hija de García II Sánchez, Rey de Navarra, y de la leonesa Jimena. Contrajo matrimonio con Alfonso V en el año 1023 poco tiempo después de la muerte de la reina Elvira Menéndez. A la celebración de estos esponsales se había opuesto el abad Oliva a quien el rey navarro Sancho el Mayor había consultado dado el parentesco de los contrayentes, ya que ambos eran biznietos de Fernán González. Al lado de Alfonso como Reina aparece el 13 de noviembre del año 1023 haciendo la donación al fiel notario regio Sampiro de Villaturiel que había pertenecido a Eicta Fossátiz y que perdió por haberse rebelado. Urraca acompañó en los tres años siguientes al rey Alfonso por tierras galaicas. Allí el 29 de octubre del 1024 agregaron la diócesis de Tuy que había quedado destruida por la penetración normanda del año 1015, a la diócesis de Santiago de Compostela. El 30 de agosto del año 1025 Alfonso y Urraca presiden el juicio habido entre el obispo de Lugo, don Pedro, y unas gentes de los alrededores de Braga sobre la condición ingenua o servil de dichas gentes. Luego, y a petición del mismo obispo lucense confirmaron a esta iglesia las posesiones que los Reyes sus predecesores le habían otorgado, pues se le habían quemado algunos diplomas.

Muerto Alfonso V ante los muros de Viseo en el año 1028, tuvo que hacerse cargo de la tutoría del joven Vermudo III que tenía tan sólo once años. Los desórdenes que se extendieron por todo el Reino en los inicios de este reinado fueron afrontados con fortaleza por la reina Urraca, como lo demuestra la lucha mantenida contra Oveco Rudesíndiz, que tenía la potestad sobre Lugo y otras partes de su territorio y que por ser primo de la reina Elvira Menéndez, había sido de los nobles más favorecidos por el rey Alfonso V. La reina Urraca le reclamó el territorio y, a pesar de la resistencia del conde galaico, pudo recuperarlo y dárselo a la Iglesia de Lugo. El 30 de diciembre del año 1028 Vermudo y Urraca daban a la Iglesia de Santiago y a su obispo Vistruario, que había sido padrino del joven Monarca, la tierra llamada de Carnota y la villa de Cordario. Al escriba de este documento se le deslizó el error, llevado quizá por la costumbre, de poner Vermudo junto con mi esposa Urraca, Reina, lo que llevó a algunos cronistas antiguos a atribuirle a Vermudo un matrimonio que en realidad no existió, pues era su madrastra. En otros documentos Vermudo llamó a Urraca su tía. Así lo hizo cuando el 31 de mayo del año 1030 ambos cambiaron varias propiedades con el Monasterio de Santa María de Obona, o cuando al año siguiente dieron a Fruela Muñoz, conde del Alto Órbigo, la villa de Regos que había sido de la reina Elvira García, madre de Alfonso V.

Durante estos años, apoyada por su madre Jimena, Urraca participó activamente en las acciones de gobierno. En 1032 concertó el matrimonio de su sobrino Fernando, segundo hijo de Sancho el Mayor de Navarra, con la hermana de Vermudo, Sancha, la malograda prometida del infante García. En mayo de este año Vermudo con “mi amita la reina Urraca”, dio Villavente con todas sus pertenencias como las habían tenido sus antepasados, al obispo leonés Servando. Poco después aparece Vermudo con la reina Urraca en Santiago de Compostela, a cuya Iglesia concedieron los bienes que fueron de Sisnando Galiárez, nieto de Menendo González, que junto con sus hermanos mató, depredó villas enteras, realizó raptos y se apoderó de muchos bienes. Los desórdenes y levantamientos nobiliarios de los años de 1032 y 1033 iban a hacer posible la llegada a León de Sancho el Mayor. No se sabe si vino para tutelar los derechos de su hermana Urraca y de Vermudo, o llevado por sus afanes imperialistas.

Hasta principios del año 1035 Urraca continuó titulándose reina de León. En febrero de este año Vermudo aparece ya casado con Jimena y el papel de Urraca se vio eclipsado. Con ella habían venido de la Corte navarra varias damas, entre otras, María Velázquez, que llegó a tener una fortuna importante con la que construyó un Monasterio, el de San Pedro y San Pablo, junto a la Puerta del Conde de la capital leonesa y al que dotó muy espléndidamente.

 

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José María Fernández del Pozo

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