Paz, Martín de. ?, f. s. XV – m. s. XVI. Soldado en el segundo viaje descubridor de Francisco Pizarro, posteriormente sirvió bajo las órdenes de Diego de Almagro con el que pasó a Perú.
Muy poco se sabe sobre Martín de Paz, a quien Cieza de León, equivocadamente, le da el apellido de Paez.
Todo indica que esto se debe a que no era un hombre con buena reputación y credibilidad. Por eso no aparece en una información de servicios propia, ni tampoco en calidad de testigo de otros personajes. Estuvo presente en el segundo viaje de Francisco Pizarro, lo acompañó en la isla del Gallo y después en la Gorgona, donde enfermó al parecer de gravedad, ya que tuvo que permanecer en la isla nombrada en último término cuando el piloto Bartolomé Ruiz y su pequeña carabela recogieron a la diezmada hueste pizarrista y prosiguieron explorando hacia Levante. Tal como lo prometió, en el viaje de retorno de Pizarro se detuvo en la Gorgona para recoger a los dolientes y retornar todos a Panamá. De los tres que habían quedado, Martín de Paz, Cristóbal de Peralta y Gonzalo Martín de Trujillo, este último había fallecido.
Hacia 1531, Martín de Paz se ganaba la vida en Panamá ocupándose en diversos menesteres.
Fungía de criado de un hijo del vecino de esa ciudad llamado Diego Díaz. También, gracias a su buena caligrafía, ganaba algún dinero copiando documentos redactados por el escribano Hernando del Castillo a pedido de los interesados. Pero la reputación de Martín de Paz, en un medio tan pequeño como Panamá, se consideraba muy mala. Todos sabían que era jugador compulsivo, que apenas algunas monedas sonaban en su escarcela, buscaba la forma de entregarse al vicio que lo dominaba. Y no sólo jugaba monedas, sino toda clase de objetos y artículos, hasta ropa de los nativos y también la que llegaba de España. En estas correrías lúdicas le acompañaban su colega el escribiente Diego de Narváez, Pedro del Páramo, reputado como judío converso, y Pedro de Valladolid.
Martín de Paz, uno de los Trece de la Fama, no acompañó a Pizarro en su tercer y exitoso viaje a Perú.
Al tener noticia de la captura del inca Atahualpa y de su fabuloso rescate en oro y plata, se enroló en la hueste de Diego de Almagro y con él pasó a Perú. Ya en esas tierras el inquieto Martín de Paz se convirtió en negociante de caballos. Bueno es recordar la inmensa importancia que tuvieron los equinos en la conquista de América y, sobre todo, en las de México y el Perú.
El poseedor de uno de estos semovientes cobraba por él un tanto por ciento más a la hora de repartir ganancias.
Esto se aprecia muy claramente en Cajamarca, donde los encabalgados reciben una cantidad de oro y plata muy superior a la de los hombres de a pie.
Martín de Paz se endeudó para comprar caballos, que adquirió a medias con otros soldados. Es posible que se pusiera nuevamente al servicio de su antiguo jefe, Francisco Pizarro, y lo acompañara a Jauja y luego a la costa. Martín de Paz desaparece en el tramo inicial de la conquista del Perú. No se sabe si volvió.
En realidad hay respecto a su vida muchos interrogantes para los cuales no se tiene respuesta.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Secc. Justicia, 363.
G. Lohmann Villena, Índice del Libro Becerro de Escrituras, t. XIV, Lima, Revista del Archivo Nacional del Perú, 1941; P. Cieza de León, Crónica del Perú (Tercera Parte), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú-Academia Nacional de la Historia, 1984.
Héctor López Martínez