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Adriano de Huerta

Biografía

Huerta, Adriano de. Roa (Burgos), p. m. s. xviii – Oseira (Orense), c. 1805. Monje cisterciense (OCist.), abad de Oseira, teólogo, historiador.

Nació en Roa en la primera mitad del siglo xviii. Ni siquiera en el propio monasterio de Oseira, donde recibió el hábito y se formó, se sabe cuándo nació con exactitud. La causa de este desconocimiento es que con la desamortización se perdió toda la riqueza del archivo monástico, por lo que no se ha transmitido esa fecha. Sólo se sabe que en su juventud ingresó en Oseira y le destinó el general reformador, que era el encargado de orientar las vocaciones de los candidatos hacia las casas donde hacían más falta. Se sabe, no obstante que su formación espiritual y científica fue excelente, habiendo destacado pronto por su ingenio, demostrado no solamente en el desempeño de importantes puestos que le confió la congregación, sino principalmente por haber conquistado fama universal, debido al hecho de haber sido el primer traductor español importante de las principales obras de san Bernardo, traducción que aprovecharon otros autores posteriores.

De entre otros puestos importantes que le confió la Orden, está el haber sido nombrado abad del propio monasterio de Oseira durante el cuatrienio 1783- 1787, habiendo dejado profunda huella de su paso por ella. Entre las obras importantes llevadas a cabo durante su gobierno destaca el oratorio de estilo gótico que mandó construir y que hoy utiliza la comunidad en época de invierno, debido a su comodidad y la buena temperatura que conserva con facilidad. Otra obra muy estimable que dejó a su paso por la abadía fue la construcción de una nueva sala capitular en la parte alta del ala norte del claustro, dado que en el siglo xvii habían convertido en sacristía la sala capitular de la parte baja, que ocupaba el puesto tradicional, en el plano típico de los monasterios cistercienses, contigua a la sacristía. Como ésta resultaba pequeña para el gran número de sacerdotes —eran más de sesenta en el siglo xviii—, la convirtió en sacristía y mandó construir una más amplia. Para asesorarse mejor llamó a un maestro especializado que había en Celanova, el cual la llevó a cabo tal como todavía hoy se puede apreciar en el ala norte del claustro de pináculos. Para ello fue preciso derribar cuatro celdas, formar con ellas un gran salón cuadrilátero, el cual sirvió de capítulo hasta 1835 en que se disolvió la comunidad por las leyes desamortizadoras. Hoy está convertida en capilla de primavera, en la que se celebran los actos litúrgicos los días solemnes en época invernal.

Realizó otras muchas obras, pero la más importante fue la instalación de un colegio adosado al monasterio para instruir a los hijos pobres de los vasallos del monasterio, a los que no sólo se les instruía en la piedad y en las letras, sino también se les alimentaba y vestía. Con motivo de la puesta en marcha de este colegio —atendido y dirigido por los propios monjes—, recibieron no pocas pruebas de agradecimiento de parte de las autoridades regionales, incluso llegó su eco hasta Madrid, y el Rey ordenó poner por modelo, para las demás comunidades de España, la obra sociocultural llevada a cabo por los monjes de Oseira, de tal manera que se hizo constar en la Gaceta y se exhortaba a que las demás comunidades religiosas tomaran ejemplo para hacer lo mismo en los pueblos sometidos a ellas.

Pero la fama de este abad burgalés se debe a su labor cultural, como fue la traducción de las principales obras de san Bernardo, labor que ha servido para fomentar la piedad universal y el conocimiento profundo de la doctrina del santo. Los últimos años de su vida le ocupó la Orden en atender a las comunidades de religiosas, quizá porque era la manera más apropiada para dedicarse a llevar a cabo esa obra importante que aguardaba con ansia la congregación de Castilla. Se sabe que en los años 1792 y 1795 ejercía ese servicio en la comunidad de Vileña (Burgos). En la portada interna del segundo tomo de Sermones de Tiempo y de Santos, al tiempo de acredita su filiación como monje de Oseira, añade el cargo como “confesor de Santa María de Vileña”, a la cual dedicó los tratados que tradujo y dio a la estampa, empleando en la dedicatoria unos sentimientos entrañables hacia la persona del santo doctor claravalense, y deseo grande de que aquella traducción produjera fruto en las almas. No es cierto lo que se viene diciendo, de que sea el padre Huerta el primer traductor de las obras de san Bernardo. Un siglo antes se le adelantó fray José de Almonacid, monje de Valbuena, quien, además de elaborar una vida de san Bernardo, tradujo parte de sus cartas, que fueron publicadas en dos tomos.

Desde luego, la traducción de las obras de san Bernardo ha servido para que otros estudiosos hayan completado su tarea aprovechándose de todos los esfuerzos realizados por el padre Huerta. El padre Jaime Pons (Societas Iesus) lo reconoce cuando dice que “de cuya traducción nos hemos aprovechado algo”. Se cree que ha sido más que “algo” y, aunque tiene el mérito de haber completado la traducción de las obras, hay otros autores desconocidos que hicieron sus esfuerzos para traducirlas.

 

Obras de ~: Sermones de Tiempo y de Santos, Burgos, 1791, 2 vols.; Opúsculos de San Bernardo, Burgos, 1795; Discursos sobre el Cantar de los Cantares, Valladolid, 1800, 2 vols.; Tratados morales, doctrinales y dogmáticos, Valladolid, 1803.

 

Bibl.: L. Janauschek, Bibliographia Bernardina, s. l., s. f., págs. 1824 y 1833; J. Pons, Obras Completas de san Bernardo, vol. I, Madrid, 1942, pág. 91; C. García, “Apuntes de biografía Bernardina”, en Collectanea Ordinis Cisterciensis Reformatorum, X (1948), pág. 239; E. Martín, Los Bernardos españoles, Palencia, Gráficas Aguado, 1953, pág. 85; E. Brouette, A. Dimier y E. Manning (dirs.), Dictionnaire des Auteurs Cisterciens, vol. I, Rochefort, Abbaye Notre-Dame de St- Rémy, 1975, pág. 371; C. González Pérez, “As escolas do mosteiro de oseira”, en Boletín Avriense (1978), págs. 189-213; D. Yáñez Neira, Continuación de la Historia de fray Tomás de Peralta, Santiago de Compostela, Consejería de Cultura, 1986, págs. 99-102; “El Monasterio de Osera cumplió ochocientos cincuenta años”, en Archivos Leoneses, 85-86 (1989), págs. 246-247.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

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