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Francisco Dorda Germí

Biografía

Dorda Germí, Francisco. Mataró (Barcelona), 1657 – Poblet (Tarragona), 3.XII.1716. Monje cisterciense (OCist.), abad de Poblet, biblista, obispo de Solsona y ministro del archiduque.

Hijo de Jaime y Margarita, nació en el caserío de Mata, a cuatro kilómetros de Mataró, capital del Maresme, al noreste de Barcelona, en 1657, para morir en Poblet en diciembre de 1716, con sólo cincuenta y nueve años.

El oficio de marinero de su padre, nombre genérico que vale por hombre de mar, dedicado al comercio marítimo, hace suponer una posición desahogada de esa familia de negociantes o mercaderes, como deja ver hoy todavía su casa natal, en el barrio de Mata, el mas de ca’n Dorda. Estudió con aprovechamiento en las aulas establecidas por el ayuntamiento, bajo la férula de maestros de muchachos, gramática, escritura y cuentas. Colaboró con su padre, y no consta que hiciera por entonces estudios superiores. Es probable que el contacto con las monjas de Valldonzella, o con los monjes del priorato de Natzaret, en la Rambla de San José de Barcelona, le decidieran a entrar como monje en Poblet.

Consta que comenzó su noviciado el 23 de enero de 1681, y que le vistió el hábito el abad Vicente Prada (1680-1684). Profesó el 22 de febrero del año siguiente, cuando contaba con veinticinco años de edad. Vinieron después los estudios filosóficos y teológicos, hasta la ordenación sacerdotal, y en octubre de 1685 fue enviado, con otros compañeros, a completar sus estudios al colegio que Poblet había establecido hacía poco en Lérida. Ya abad, podrá autotitularse “professor en Santa Theología”.

En mayo de 1689 le nombró su secretario el abad Pedro Virgili (1688-1692), y, como tal, le acompañó en su visita a las baronías de Poblet, de las que tomaba posesión señorial con un solemne ceremonial.

Formaban un conjunto de cincuenta y tres villas y lugares los que le prestaron vasallaje. Dorda redactó entonces cada una de esas actas, que forman un extenso legajo con el título descriptivo de Originals Pocessions, Sagraments y homenatges. Una segunda parte, de su mano, la forman las copias auténticas de las ordenanzas municipales dadas entonces, firmadas por el abad y por él, con el sello de agua del monasterio (escudo y báculo abacial). Son ochenta y cuatro y cuarenta y ocho folios, respectivamente (Masoliver, 1974).

Si en 1694 se le nombró vicario del término de Poblet, más alcance espiritual tiene que el abad Pedro Albert (1692-1696) le hicciera maestro de novicios y, a la vez, archivero mayor de la casa. Su cuidadosa preparación como maestro ha deparado la más importante de sus obras, el Directorio Perpetuo, un extenso volumen in 4.º, con cuatro folios preliminares sin numeración y 656 páginas, editado modernamente por Mauro Esteva de Poblet (1983), actual abad general de la Orden (2009).

Francisco Dorda figura por primera vez en la terna para la elección abacial en julio de 1700, y en 1701 asistió en Poblet mismo al Capítulo Provincial, como procurador de la comunidad. Nombrado por segunda vez en la terna en el Definitorio de La Oliva, resultó elegido abad de Poblet el 24 de julio, y ejercerá el cargo durante los años 1704-1708.

Tras algún acto económico de gobierno (en este caso, para la villa de Menàrguens, autorizándola a tomar a censal 450 libras para pagar a quienes habían adelantado dinero para las obras de su iglesia), procedió de inmediato al nombramiento de sus oficiales.

Para evitar dilaciones y pérdida de tiempo, reorganizó la administración de justicia, y se fijó en adelante el miércoles de cada semana para la audiencia de los casos civiles, o el jueves, si el miércoles era día feriado.

Advirtiendo don Carlos de inmediato su valía, lo creó por decreto presidente o vicario general de la congregación en sus dominios. Le confirmó igualmente como limosnero mayor de la Casa Real, título que poseían los abades de Poblet desde antiguo; y le nombró a poco superintendente de los gastos de la propia Casa, vicetesorero general y presidente del Consejo de Hacienda. Si eso era un reconocimiento de sus méritos, y un honor para Poblet, constituía también un grave sacrificio para el monasterio, que tendría que aceptar la ausencia de su abad en adelante, cuando fijó ocho años seguidos su residencia normal en el priorato de Natzaret de Barcelona, desde donde ejerció, junto a la propia Corte, su actividad congregacionista y financiera a la vez.

Se encargó entonces del gobierno del monasterio el padre Baltasar Fontanilles, como prior-presidente, de octubre de 1708 a 1713 (será abad más tarde, de 1720 a 1724, muerto ya el padre Dorda en 1716).

La Hacienda austracista se hallaba en grave dificultad, razón por la que Dorda escribe a don Carlos el 25 de julio de 1708, pidiéndole permiso para tratar con míster John Mead, pagador de Inglaterra en España, para que éste, por su cuenta y riesgo, trajera moneda portuguesa y otras de plata a Barcelona, con una comisión del 5 por ciento, a fin de hacer con ellas “reales de a dos”, como ha mostrado el profesor Mateu Llopis.

Sólo en una ocasión pudo volver Dorda por entonces a Poblet, los días 5 a 7 de julio, para recibir allí dignamente al Rey. La relación cronológica que precede a la documentación pobletana del padre Dorda, señala que “en los [días] 20 de septiembre de 1708, lo eligió Su Majestad Obispo de Solsona, obtuvo Bulas y tomó posesión”. Consta “el acto de presentación hecha por Su Majestad a la Santidad del Padre Clemente XI, con copia fehaciente por él firmada”.

A partir de entonces, lejos de Poblet contra su voluntad, hubo de simultanear cosas de suyo poco compatibles: la dedicación pastoral a sus ovejas de la Iglesia de Solsona, que acababa de serle encomendada, y las responsabilidades político-económicas más comprometidas.

Y si, desgraciadamente, el gobierno del archiduque no estuvo a la altura de la tarea que le esperaba en la España futura, perpetuando vicios y corruptelas de la Administración anterior, de modo que, según Mercader, “sin la ayuda del extranjero, aquel Gobierno habría entrado en colapso en pocos meses”, no sólo no tuvo culpa en eso el obispo Dorda, sino que no dejó nunca de hacer todos los esfuerzos posibles para el saneamiento de las finanzas del Estado y de la situación económica del país, y ello sin la menor sombra de oportunismo político, de ambición personal o de lucro.

Parece que fue ya el 10 de septiembre, y no el 20, cuando tuvo lugar su presentación como nuevo obispo por Carlos III a Clemente XI. Sin duda, el equilibrio y la no-intromisión que quiso guardar el Papa entre ambos reyes rivales, Carlos III y Felipe V, causaron el largo retraso en la sustanciación del asunto, ya que hubo que esperar hasta el 19 de febrero de 1710 para hallar las bulas que le preconizan para la sede de Solsona, en copia auténtica, obra del agente Carlo Sanconio. Costa y Bafarull, en su Historia de la Diócesis de Solsona, dice que tomó finalmente posesión de su obispado el 3 de abril, pero diversos asuntos le retendrían todavía en la Ciudad Condal, porque no llegó a Solsona hasta el 16 de mayo, e hizo su entrada pública “en la forma acostumbrada”, el 18. Ya desde Barcelona, el 2 de ese mes, había expedido edictos para la celebración de un sínodo diocesano, que tuvo lugar, efectivamente, los días 20 y 21.

Sorprende, con todo, que ya el siguiente día 27, hubiera de volver a Barcelona, llamado con urgencia por el Rey, y allí puso la primera piedra de la nueva iglesia de la Congregación de la Misión (los Padres Paúles), en la calle Tallers. Es el edificio que ocupan hoy los mercedarios, en la plaza de Castilla.

Residió de hecho en Barcelona hasta el momento mismo en que el Rey se ausentó definitivamente del país, para recibir en Austria la corona imperial por muerte de José I: “Siendo preciso que durante el tiempo de mi ausencia de estos Reynos, dexe dada la mexor providencia para el buen régimen, y arreglamento de las cosas de mi Real Casa y Caballeriza, hè tenido a bien nombrar personas de toda mi satisfacción, que atiendan à esta incumbencia formando una Junta en que concurran el Almirante de Aragón, Conde guido de Staremberg, y el obispo de Solsona, los quales deueràn [...] consultar [...] a la Reyna [...] lo que se les ofreçiese, para que en vista de sus dictámenes tome Su Magestad la resolución, que hallare más conveniente [...]. Tendráse entendido assí para su execución y cumpimiento. // Barcelona, a 11 de Septiembre de 1711”.

En el Archivo Histórico Nacional de Madrid (fondo Poblet, legajo 10) figura el libro de cuentas del padre Dorda para los años 1706-1708; y en el de Poblet se posee igualmente el siguiente, de 1709-1710.

Hay que citar también, en este mismo sentido, la Difinició de comtes, carta auténtica de la reina Isabel Cristina, firmada por ella y por Vilana Perlas (Barcelona, 4 de agosto de 1712), donde muestra la más absoluta confianza en la gestión económica de Francisco Dorda.

Pero todo esto no le hizo olvidar nunca lo más importante, su cargo episcopal. Y así, muerto el metropolitano, el arzobispo de Tarragona fray José Llinàs, mercedario aragonés, y exiliado fray Benito Sala, forzado a dejar su diócesis de Barcelona y el país por Felipe V (residió en Roma y fue pronto cardenal); e impedido, al revés, por acérrimo partidario del Borbón, el obispo de Gerona doctor Miguel Taverner, sitiada entonces su ciudad por las tropas del archiduque, y fugitivo también el felipista Francisco Solís, obispo de Lérida, correspondió a fray Francisco Dorda, como antiquior entre los prelados catalanes, convocar el Concilio de Barcelona.

El doctor José Domingo Costa y Borrás, obispo de Lérida y Barcelona, y más tarde arzobispo de Tarragona, en el volumen II de sus Concilios Tarraconenses, edita lo más importante de las Actas del Concilio de Barcelona presidido por Dorda. Se extienden en tres puntos principales: 1. Para obviar los frecuentes pleitos y discusiones entre obispos, abades y otros prelados, y evitar el escándalo que de ello se sigue, piden que se publique la constitución del último concilio de Tarragona, que Carlos II, último Austria, prohibió se publicara, dado que las circunstancias ya han cambiado; 2. Que se prohíba la entrada de seglares, especialmente mujeres, en los coros de catedrales, monasterios y conventos durante el rezo, o cuando se predica, pues se sigue un grave “deservicio” a la divina Majestad; y 3. Que se redacte un cuaderno, dos ejemplares del cual sean entregados a los asistentes a este concilio, con las constituciones de los anteriores. Sigue el decreto correspondiente de Dorda, salvo para el segundo punto, “que por ser materia [que] necesitaba de mucha reflexión por la observancia, se dejaba para otra sesión”.

El concilio se abrió el día 1 de abril, y la última sesión, la vigésima primera, tuvo lugar el 31 de diciembre (Costa y Borrás, 1867, vol. II: fols. 11v. y 234v., y fols. 239v.-240r.).

Una vez se ausentó el archiduque definitivamente de Barcelona, en 1711, mostró la íntima confianza que le merecía el obispo Dorda, encargándole el cuidado de su esposa Elisabet. Mas, en 1713, decidió ésta, prácticamente derrotada ya la causa de su marido, reunírsele a su vez en Viena. Y entonces, optó también fray Francisco volver a su diócesis de Solsona.

Así las cosas, el final tenía que llegar bien pronto y, de hecho, tomada Barcelona tras largo y heroico sitio, el 11 de septiembre de 1714, Cataluña perdía todas sus libertades e instituciones públicas.

Realmente, el victorioso Anjou, Felipe V, mostró poca grandeza de ánimo hacia los vencidos. Si pudo perdonar a Poblet y a Mataró, fue inasequible a la indulgencia para con las personas. Dorda, dice el padre Finestres, “se fue a su Obispado, y a residir en su Iglesia de Solsona, mas gozó muy poco tiempo de aquella residencia, porque apenas el Rey Don Felipe V [...] fue recobrando [...] el principado de Cataluña, quando le embió Carta-Orden, por la qual, declarándolo intruso en el Obispado [...], le mandó salir de Solsona y de toda la Diócesis, concediéndole al mismo tiempo su Real Piedad (?), que estuviesse en otra qualquiera parte donde gustasse”. El Decreto de Extrañamiento, dado en Madrid el 11 de enero de 1715, lo firmaban el Rey y su secretario, Lorenzo de Vivanco y Angulo, que lo dirigen a “Fray Francisco Dorda, Monge de la Religión cisterciense, intruzo en el Obispado de Solsona”.

De nada sirvieron excusas y expedientes, y Dorda obedeció, desde luego, y se fue a Poblet, para retirarse allí, “como en efeto lo executé”, dice, “el 27 de dicho mes” (enero de 1715).

Ya en 1713, su decaída salud le obligó a tomar las aguas del santuario aragonés de la Virgen de los Arcos, Albalate del Arzobispo, Teruel, gran edificio situado a la izquierda del río Martín. De nuevo se le concedió permiso, ya en 1716, para repetir esas curas en los “baños de Ariño”, contiguos al citado santuario, pero si otras veces le sirvieron para mejorar en su dolencia, ya de nada sirvieron agravada ésta, fuera de la naturaleza que fuese, por la difícil situación psicológica por la que pasaba Francisco Dorda, extrañado ilegítimamente de su sede, que nunca quiso proveer el Papa mientras él vivió. Y, en efecto, volvió de los baños sólo para morir, la madrugada del 3 de diciembre de 1716.

Había residido en su monasterio desde enero de 1715, “donde residió con Hábitos, y tratamiento de Obispo, en aquella misma habitación, que había hecho componer durante su Abadía”, esto es, la llamada Casa del Prior, junto a dicha torre, donde hizo levantar una escalera de piedra con baranda de hierro forjado.

Sólo queda de entonces una bonita puertecilla plateresca, junto al actual garaje. Hizo construir asimismo —sólo trazas restan de la misma— una capilla en honor de santa Tecla, la única de la nave del Evangelio, cabe la gran sala de los Lagares y cerca de la Galilea o atrio de la iglesia mayor. Entre sus obras destaca, sin embargo, la tercera, mucho más ambiciosa, por él proyectada, y realizada por los abades posteriores, la mole colosal de la Sacristía Nueva, hasta acabarla en 1753.

Pero no se ocupó sólo de las obras siendo abad, sino también de la vida litúrgica de la casa, e hizo traer de Francia seis graduales impresos para el coro, “para que este Convento pudiesse conformarse mejor con el Cister en el canto de las Missas”. Y dio, finalmente, el hábito a cuatro novicios pobletanos.

Se le dio sepultura en una urna de piedra, levantada de tierra, en la propia capilla de santa Tecla, “que a sus expensas había fabricado”. Se sirvió la comunidad de una urna gótica, que nunca había servido, y llevaba esculpidas las armas de las casas de Urgell y Cardona. Fue enterrado con alba, casulla e insignias pontificales. Providencialmente, esa urna, empotrada en el muro, es la única sepultura que pasó inadvertida a las turbas que lo profanaron todo buscando un utópico tesoro de los monjes, de modo que, aparte de los restos reales devueltos a Poblet en 1952, es el suyo el único resto funerario anterior a la exclaustración que sigue hasta hoy en el monasterio.

 

Obras de ~: Originals Pocessions, Sagraments y homenatges presos per lo Molt Il·lustre y Reverendíssim Senyor Don Pere Virgili, Abat de l’insigne, y real Monastir y Convent de Nostra Senyora de Poblet; de les viles, llochs y tèrments de dit real Monastir y Convent [...]. Any 1690 (Archivo de Poblet [AP], armario V, cajón 26); Directorio Perpetuo para el perfecto cumplimiento del Officio, Missa y Ritos eclesiásticos, según el Sagrado Orden Cisterciense, y usos particulares del Real Monasterio de Poblet. Compuesto y ordenado por el P. Don Francisco Dorda, Maestro de novicios y de ceremonias de dicho Real Monasterio. Año de 1694 (AP, armario IV, cajón 25); Libro de Don Francisco Dorda [libro de cuentas como presidente del Consejo de Hacienda], años 1706-1708 (Archivo Histórico Nacional, Clero, libro 13.698); Libro de Don Francisco Dorda. años 1709-1710 (AP, armario IV, cajón 29).

 

Bibl.: N. Feliu de la Peña, Anales de Cataluña, t. III, Barcelona, Joseph Llopis, 1709 (Barcelona, Base, 1999); J. Finestres, Historia de el Real Monasterio de Poblet, vol. I, Cervera, Joseph Barber, 1753 y vol. V, Tarragona, Joseph Barber, 1765; P. Madoz, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, vols. II y XI, Madrid, Imprenta del Diccionario, 1845 y 1848, respect.; J. D. Costa y Borrás, Concilios Tarraconenses, vol. II, Barcelona, Imprenta Heredero de Pablo Riera, 1867, págs. 169-183; S. Sanpere y Miquel, Fin de la Nación Catalana, Barcelona, Tipografía L’Avenç, 1905 (Barcelona, Base, 2001); D. Willi, Päpste, Kardinäle und Bischöfe aus dem Cistercienser-Orden, Bregenz, Teutsch, 1912, pág. 46; F. Mateu y Llopis, “Les encunyacions de l’Arxiduc Carles a Barcelona i l’estat del Tresor Reial durant la Guerra de Successió. Documents per a l’estudi llur”, en Estudis Universitaris Catalans (Barcelona), 17 (1932), págs. 182-220; C. Sanllehy y Gerona, La Successió de Carles II [...], vol. II, Barcelona, Galve, 1933; M. Ribas Bertran, Notes històriques de Mata, Barcelona, Ed. La Hormiga de Oro, 1933; Origen i fets històrics de Mataró, Barcelona, Imprenta Minerva, 1934; J. Vicens Vives, Aproximación a la Historia de España, Barcelona, Centro de Estudios Históricos Internacionales, 1952; E. Morera Llauradó, Tarragona Cristiana, vols. IV y V, Tarragona, Diputación Provincial, 1955 y 1959, respect.; P. B. Gams, Series episcoporum Ecclesiae Catholicae, Graz, Akademische Druck, 1957, pág. 75; D. Costa y Bafarull, Memorias de la Ciudad de Solsona y su Iglesia, vol. II, Barcelona, Balmes, 1959, págs. 445-453 y 670; J. Llovet, La Ciutat de Mataró, Barcelona, Barcino, 1959-1960 (2 vols.); P. Ritzler y R. Sefrin, en C. Eubel et al. (eds.), Hierarchia Catholica Medii Aevi sive summorum pontificum, vol. V, Padova, Il Messaggero di S. Antonio, 1960; P. Vilar, Catalunya dins l’Espanya Moderna, vol. II, Barcelona, Edicions 62, 1964; J. Mercader Riba, Felip V i Catalunya, Barcelona, Edicions 62, 1968; P. Guerin, “Dorda, Francisco”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 772; P. Molas i Ribalta, Societat i poder civil a Mataró, 1708-1808, Mataró, Rafael Dalmau, 1973; A. Altisent, Història de Poblet, Poblet, Abadía, 1974; A. Masoliver, “Sobre la visita feta per l’abat Virgili de Poblet a la vila de Verdú, l’any 1690”, en VV. AA., II Col·loqui d’Història del Monaquisme català, Sant Joan de les Abadesses 1970, Poblet, Scriptorium Populeti, 1974, págs. 101-149; Fra Francesc Dorda, Abat de Poblet, bisbe de Solsona i ministre de l’Arxiduc, Poblet, Abadía, 1981 (epíl. de Ll. Beltran Flórez, “L’Abat Dorda i les finances de l’Arxiduc”, págs. 109-117); M. Esteva, El Directori Perpetu Litúrgic de Poblet del P. Francesc Dorda de l’any 1694, Poblet, Abadía, 1983; E. Toda i Güell, La Davallada de Poblet (Poblet als segles xvii i xviii), ed. anot. y est. introd. de G. Gonzalvo y A. Masoliver, Poblet, Publicacions del Monestir de Poblet, 1997.

 

Alejandro Masoliver Masoliver, OCist.