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Juan de Castro

Biografía

Castro, Juan de. Toledo, 25.I.1547 – Madrid, 1.VIII.1611. Agustino (OSA), confesor, predicador real y arzobispo.

Hijo de Martín Alonso de Castro e Inés de Sepúlveda.

Siendo todavía adolescente ingresó en el convento San Agustín de Toledo, donde profesó el 22 de agosto de 1565. Los estudios eclesiásticos los cursó en Salamanca. En el proceso inquisitorial contra fray Luis de León aparece citado como testigo de los interrogatorios y en los escritos de defensa (1572-1573), dando por supuesto que fray Juan de Castro reconocía la letra del maestro salmantino.

Una vez concluidos los estudios, aunque poseía talento y méritos para dedicarse a la enseñanza de la Teología, prefirió seguir el dictado de los superiores que le encaminaron hacia la predicación. Las fuentes historiográficas concuerdan en afirmar tanto las dotes oratorias como la santidad de vida del toledano.

Impulsado por una vida de mayor austeridad, oración, penitencias, ayuno y mortificación, pasó al convento de Talavera de la Reina (Toledo), donde deseaba abrazar la reforma agustiniana, si bien pasados dos años abandonó el convento según las indicaciones de Agustín Antolínez, a la sazón prior provincial de la provincia de Castilla, pero también a causa de su delicado estado de salud.

Por consejo de Alonso de Orozco, en 1588 se apuntó voluntario para formar parte de la primera comunidad religiosa del Colegio de Doña María de Aragón, o de la Encarnación, de Madrid, con residencia provisional en una casa particular, mientras se decidía sobre la constitución de esta nueva fundación.

En el citado colegio, hacia finales de 1590, fray Juan de Castro tuvo el cargo de predicador, si bien solía salir fuera a predicar por considerar que su iglesia del colegio “era pequeña”, puntualizó el mismo Orozco. Este mismo año de 1590 volvió a enfermar gravemente, pero salió adelante con las oportunas recomendaciones médicas.

Como orador sagrado ejerció el ministerio de la predicación en las ciudades de Talavera de la Reina, Toledo, Salamanca, Valladolid y Madrid, en dos etapas diferentes de su vida. En sus sermones y pláticas espirituales ponía especial énfasis en la forma de cómo apaciguar corazones airados y recomponer voluntades encontradas, usando “eficaces razones y blandas palabras”.

Desde su juventud demostró gran dominio del arte de la elocuencia en “los mayores y mejores púlpitos de España”, según dejó escrito Juan Quijano.

Los ingresos económicos obtenidos en ese ejercicio pastoral los entregaba, frecuentemente, a los pobres y necesitados.

En 1604 se graduó de bachiller en Teología por la Universidad de Santo Tomás de Ávila y en 1605 obtuvo el grado de licenciado y maestro. Un año antes había sido elegido consejero provincial, puesto en el que permaneció hasta 1607. A petición de la provincia de Castilla, la Santa Sede le otorgó, con fecha 18 de septiembre de 1606, el título de maestro supernumerario en Teología. En estos años desempeñó varios cargos de responsabilidad: rector del Colegio San Gabriel de Burgos (1603); prior del convento de Valladolid (1602-1604); en 1607 recibió el nombramiento de prior del convento de Salamanca, sin que llegase a tomar posesión del cargo, porque Felipe III le había presentado para arzobispo de Santafé de Bogotá.

Aceptada la dignidad arzobispal, Paulo V le preconizó el 7 de enero de 1608. La consagración episcopal la recibió Juan de Castro en Madrid por el arzobispo de Valencia y patriarca de Antioquia, Juan de Ribera.

Hizo de padrino de consagración el conde de Villamediana.

Aunque el 21 de abril de 1608 la Santa Sede le concedió el palio arzobispal a través del procurador general de la Orden Agustiniana, Juan Bautista Plumbino, Juan de Castro no llegó a tomar posesión de su diócesis ni la gobernó; tampoco llegó a emprender el viaje hacia Colombia. En el mes de julio de 1608 enfermó nuevamente, por lo que considerando sus años y sus pocas fuerzas, el rey Felipe III le nombró predicador suyo, nombramiento que le obligó a renunciar al arzobispado de Santafé en junio de 1609, dejando libre la sede para Pedro Ordóñez Flórez, preconizado arzobispo el 19 de abril de 1610.

Juan de Castro mantuvo trato con la nobleza de la época, llegando a tener buenas relaciones de amistad con el duque de Lerma, a quien asistió durante una grave enfermedad durante tres días sin interrupción; y también con el conde de Lemos, el conde de Alba de Liste, la infanta Margarita de Austria, etc. Sin embargo, por su forma de ser no buscaba ni honores ni grandezas humanas, sino servir a los hombres como verdadero apóstol de Jesucristo.

Redactó treinta y seis capítulos acerca de la vida de Alonso de Orozco, íntimo amigo suyo y “confesor también algún tiempo de fray Alonso”, según Luciano Rubio. Aunque la obra no salió publicada, el manuscrito lo utilizaron, entre otros, Juan Márquez para la biografía que escribió del “santo San Felipe”, y Sebastián Portillo y Aguilar. Sin embargo, la vida de san Alonso de Orozco escrita por Juan de Castro terminó por perderse. Una segunda obra dejó manuscrita, con meditaciones y soliloquios que fue anotando a lo largo de los años dedicados a la predicación; y resulta probable que dejase otros manuscritos, a modo de florilegios de sermones. El mismo biógrafo, Antonio del Castillo, da a entender la existencia de algunos sermones escritos por Juan de Castro, fijándose en uno predicado en San Felipe el Real de Madrid, con motivo de las exequias celebradas por el predicador Francisco de Castroverde. A Juan de Castro se le atribuye un sermón que predicó en la iglesia metropolitana de Sevilla, publicado en la ciudad hispalense varios años después de su fallecimiento, concretamente en 1685.

Durante esta época no era infrecuente que la oratoria sagrada fuese acompañada de una personal escenificación de algunos episodios bíblicos, como hizo hacia el final de su vida en la predicación de la pasión, “dejando al auditorio estremecido y asombrado”.

El cronista e historiador Juan Quijano, coetáneo de Juan de Castro, destaca “la gran elocuencia y fuerza en el decir”. Por su lado, Tomás Cámara sentenció: “Siempre fue muy gran siervo de Dios, de grande oración y contemplación, tenido de los reyes y príncipes y generalmente por todo el pueblo por santo varón y ejemplar vida y gran trabajador en el ejercicio de convertir almas, en el ministerio de la predicación que fue ilustre predicador y predicador de Felipe III”. Murió con fama de santidad. Según informa el historiador Tomás de Herrera, presente en el reconocimiento de los restos mortales, el cuerpo de Juan de Castro se encontró incorrupto el 6 de agosto de 1648, treinta y siete años después de su fallecimiento.

 

Obras de ~: Sermón predicado en la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia de Sevilla, Primadas de las Españas, en acción de gracias que consagró a la Omnipotencia divina y a la Reyna de los Ángeles el Ilmo. Sr. Deán y Cabildo de dicha Santa Iglesia por la victoria de Nuecheusel, Sevilla, 1685; “Del Señor Arzobispo don Juan de Castro a una señora que le preguntó que qué es ser Siervo de Dios y esclavo suyo”, en A. del Castillo, La vida del Venerable fray Juan de Castro, Arzobispo del Nuevo Reino de las Indias, present. de G. L. Bruzzone, Madrid, Revista Agustiniana, 1995, págs. 89-91.

 

Bibl.: “Memorias para la historia de la provincia de Castilla de N. P. San Agustín escritas por el P. Fr. Juan Quixano, hijo de la misma provincia, edición preparada por Ignacio Arámburu”, en Archivo Agustiniano (AA), 62 (1963), págs. 26-30; Exequias reales que Felipe el Grande, cuarto de este nombre, rey de las Españas, que Dios guarde, mandó hazer en San Felipe el Real de Madrid, a los soldados que murieron en la batalla de Lérida, por un Real decreto suyo, embiado al Excelentísimo Duque de Naxera mi señor. Al Excelentísimo Señor don Luis Méndez de Haro, etc., Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1644; J. Márquez, Vida de San Alonso de Orozco, [Madrid, 1648] (ed., introd. y notas de M. González Velasco, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2002, págs. 10, 27, 31, 33-34, 66, 69, 73, 86, 91, 94, 101, 110, 112-113, 122, 135, 150, 156, 158, 168-169, 178 y 183); T. de Herrera, Historia del convento de San Agustín de Salamanca, Salamanca, 1652, págs. 413-414; D. A. Gandolfo, Dissertatio historica de ducentis celeberrimis Augustinianis scriptoribus, Roma, 1704, págs. 373-374; J. F. Ossinger, Bibliotheca Augustiniana historica, critica et chronologica, in qua mille quadringenti Augustiniani Ordinis scriptores eorumque opera tam scripta, quam typis edita inveniuntur, Ingolstadii- Augustae Vindelicorum, Imprenta Joannis Francisci Xavierii Craetz, 1768, págs. 220-221 y 384; G. de Santiago Vela, Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, t. I, Madrid, Imprenta Asilo de Huérfanos S. C. de Jesús, 1913, págs. 674-676; t. VIII, Madrid, 1931, pág. 334; S. Sanz, “Relación histórica de todos nuestros arzobispos, obispos, vicarios y prefectos apostólicos”, en Boletín de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, 12 (1921), págs. 728-730; Á. Alcalá (ed.), El proceso inquisitorial de fray Luis de León, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1991, págs. 110, 310 y 375; L. Ruibio Calzón, Biografía. Beato Alonso de Orozco, O.S.A., Madrid, Ediciones Escurialenses, 1991, págs. 22, 26, 117-118, 166, 168, 222-223, 237, 270, 311-312, 314, 321 y 327; J. Metzler (ed.), America Pontificia. Documenti Pontifici nell’Archivio Segreto Vaticano riguardanti l’evangelizzazione dell’America: 1592-1644, t. III, Città del Vaticano, Librería Editrice Vaticana, 1995, n.os 399, 410, 487; A. del Castillo, La vida del Venerable fray Juan de Castro, Arzobispo del Nuevo Reino de las Indias, op. cit.; T. Aparicio, Agustinos españoles, paradigma del 98 y otros estudios, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1999, págs. 389-393; “Fray Juan de Castro, lumbrera de la Orden y predicador de la Corte”, en AA, 88 (2004), págs. 373-405; F. Salgado, La oratoria sagrada en los siglos XVI y XVII. IV. Predicadores agustinos y carmelitas, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2004, pág. 535.

 

Rafael Lazcano González

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