Bobadilla, Beatriz de. La Cazadora. Señora de La Gomera. ?, c. 1457 – ?, 1504. Noble.
Hija de Juan Fernández de Bobadilla, servidor del Rey, como su padre y abuelo —este último camarero mayor de Enrique III de Castilla— y de Leonor Osorio de Ayala, Beatriz de Bobadilla nació en fecha indeterminada entre finales de los años cincuenta del siglo xv y mediados de la década siguiente.
La familia de Beatriz de Bobadilla —tíos, primos, y, naturalmente, hermanos— gozaron de relevancia en la Corte y política castellana. Sus hermanos fueron Cristóbal y Francisco, célebre, este último, por su misión en La Española como protagonista del episodio de la detención de Colón. Su hermana Leonor se casó con Pedro Suárez de Castilla, corregidor de Jerez de la Frontera y, con el tiempo, gobernador de Gran Canaria. Pero quien sin duda fue la persona más importante de su familia fue su tía, prima hermana de su padre, Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, hija de Mosén Pedro, alcaide del castillo de Arévalo. Ambas —tía y sobrina— fueron radicalmente diferentes en su personalidad, trayectoria y, naturalmente, edad, ya que las separaban veinte años. Para distinguirlas, puesto que ambas llegaron a coincidir en la Corte de los Reyes Católicos, algunos autores denominaron a la más joven, a la Bobadilla de Canarias, con el apodo de la Cazadora en referencia a su padre que fue cazador mayor, primero de Enrique IV, y, más tarde, de Fernando el Católico.
La reputación de la segunda Bobadilla —de deslumbrante belleza— en la historia de España no pudo ser peor: cruel, ninfómana y codiciosa. Esa mala fama es debida, en parte, a la contribución de escritores como Baltasar de Castiglione, que en su famoso El Cortesano, mencionó dos historietas sobre la vida disipada de Beatriz. Otros autores relatan que Beatriz pudo ser amante del propio rey Fernando y que Isabel, para alejarla de su entorno, la casó con Hernán Peraza el Joven, de muy distinguida familia —segundogénito de los señores de las Canarias, Diego de Herrera e Inés Peraza—, pero sospechoso de asesinato. Beatriz recibió medio millón de maravedíes para su matrimonio y la heredad de Mairenilla. El matrimonio fue enviado a la isla canaria de La Gomera por traspaso del señorío de esta isla que, en beneficio de Hernán, había hecho su madre en 1478. Ya en la isla, mientras que su marido se dedicada a las tareas propias de la colonización, Beatriz se ocupó de la crianza de sus dos hijos Guillén e Inés.
En La Gomera se produjo el episodio denominado tradicionalmente pleito de los gomeros, en donde se forjó la tremenda fama de sanguinaria de La Cazadora. Todo comenzó en 1488 con la desaparición del tirano Peraza, con cuya amante, la indígena Yballa, fue sorprendido por el tutor de aquélla, que le dio muerte. A raíz del hecho se produjo una tremenda rebelión que obligó a Beatriz a refugiarse en la Torre del Conde de San Sebastián, desde donde llamó en su ayuda al gobernador de Gran Canaria, Pedro de Vera, que aplastó el levantamiento indígena de manera innecesariamente sangrienta. El comportamiento del gobernador no pudo ser más engañoso y sádico al prometer la amnistía a los que se rindieran, cosa que incumplió masacrando a parte de los rendidos y vendiendo como esclavos al resto. El acontecimiento cambió la vida de Beatriz de Bobadilla, que nunca más gozó de un momento de paz. La trascendencia de los hechos hizo que la propia Reina llamara a Pedro de Vera y a Beatriz a la Corte —que viajó varias veces a la Península entre junio de 1491 y julio de 1492— para hacer frente a las acusaciones de las que eran objeto. El resultado fue una abultada multa a repartir entre los dos —medio millón de maravedíes cada uno— para responder del rescate de los inocentes gomeros vendidos como esclavos y la pérdida del cargo para el gobernador. Beatriz se vio inmersa en una serie de interminables pleitos, tanto por el señorío de Canarias como a causa del mayorazgo con la familia Herrera, para los que no dudó en utilizar de valedores a su tía la marquesa de Moya, camarera mayor de la Reina, y al hijo de ésta, a la sazón corregidor de Córdoba y maestresala real.
De vuelta a La Gomera, y por extensión, al Hierro, —isla también traspasada por su suegra Inés a su hijo predilecto en el que dos días antes de su muerte había instituido mayorazgo—, Beatriz fue anfitriona de Cristóbal Colón. Éste es el aspecto biográfico más llamativo y controvertido de la Bobadilla aparte del citado pleito de los gomeros. La Cazadora había conocido al futuro descubridor durante una de sus estancias en la Corte a causa de sus pleitos, concretamente durante el segundo semestre de 1491. Un segundo encuentro se produjo probablemente en el Puerto de Santa María para tratar una posible estancia en las islas. Parece posible que por causa de la carabela Pinta, averiada ante las Canarias, Colón se orientara hacia San Sebastián de La Gomera y no sólo a causa del incidente en el barco, sino quizás para encontrarse con Beatriz. Ésta, ausente en ese momento, impidió un tercer encuentro entre ambos. Tampoco ha podido comprobarse si hubo correspondencia amorosa entre ambos, como parece indicar una carta-relación del segundo viaje colombino —según información de Michele de Cuneo— donde se citan los homenajes preparados por el almirante en honor de Beatriz al recalar en 1493 en La Gomera. Todavía Colón volvería a la isla en 1498, pero, al estar casada nuevamente Beatriz, Colón desistió para siempre de su aventura galante.
Beatriz se casó en segundas nupcias, durante el verano de 1498, con Alonso Fernández de Lugo, el conquistador de La Palma y Tenerife, cuyas acciones le habían enriquecido extraordinariamente. Con el tiempo llegaría a ostentar el título de capitán general de Berbería —1499— y el de adelantado de Canarias desde 1502. En La Gomera Beatriz dejó personas de su confianza como administradores trasladándose a vivir en Tenerife con su segundo marido, donde ejerció el poder por delegación durante las ausencias de aquél.
Los años finales de Beatriz fueron muy difíciles y algunos autores indican que se volvió completamente paranoica. Denuncias y reclamaciones ante el Consejo Real por las amenazas de su familia política de revocar el mayorazgo de las Canarias, intentos para arrebatarle la tutela de sus hijos..., todo fueron problemas. El mismo año de la muerte de la reina Isabel encontraron a Beatriz muerta en su cama. Algunos autores apuntan a que pudo ser envenenada. Fue el final infeliz de La Cazadora.
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Dolores Carmen Morales Muñiz