Vásquez de Velasco y Esparza, Pedro. Palencia, 1603 – Potosí (Perú), 1671. Juez, presidente de Reales Audiencias en Indias.
Era hijo de Antonio Vásquez de Velasco y de Isabel de Esparza. Casó en 1639 en Madrid con Ángela de Salazar y Uzátegui, natural de Alcalá de Henares, sobrina del cardenal de España, Alonso de Salazar, y del arzobispo de Santa Fe, Charcas y Lima, Melchor de Liñán y Cisneros, dos veces virrey interino del Perú.
Fue un destacado alumno de leyes y llegó a ser colegial en el Real Colegio de España o de San Clemente en Bolonia (Italia). Pasó a Indias como fiscal de la Audiencia de Guatemala. En 1647 fue enviado por Su Majestad a la Ciudad de Los Reyes como ministro encargado de visitar las Cajas Reales y la Contaduría Mayor y como fiscal de la Audiencia.
En Lima, fue instituido juez para conocer el juicio de residencia del virrey Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera, a quien encontró culpable de veintiún cargos.
En 1651 es nombrado oidor de la Audiencia de Lima, de la cual ejercerá su presidencia. En 1653 dirigió una carta al Rey quejándose de una Real Cédula por la que se disponía que los oidores de la Audiencia de Lima “no acudiesen al paseo de la Alameda, ni a las comedias, ni hubiesen juego en sus casas”.
Pedro Vásquez de Velasco rechazaba la permanente sospecha con que desde España se fiscalizaba a los oidores de Lima y señalaba que para lograr la imparcialidad de los jueces no era necesario someterlos a una suerte de enclaustramiento monacal; en su caso, decía, no tenía ningún entretenimiento y sólo salía de su casa para ir a la Audiencia los días de ella y a la iglesia los de fiesta.
Con un elogioso reconocimiento a su probidad y limpia trayectoria en Guatemala y en Lima, la Corona lo nombró en 1654 presidente de la Audiencia de Quito. Apenas había asumido el cargo, le correspondió una tarea difícil que fue la responsabilidad de rescatar la plata de Su Majestad, por un valor ascendente a trece millones de pesos, que era transportada por la nave capitana de una armada que partió de Lima rumbo a Panamá, donde la carga atravesaría por tierra hasta Portobelo en el Atlántico y embarcar nuevamente desde ahí hacia España. Lamentablemente, dicha nave se hundió cerca de Guayaquil; sin embargo, prácticamente todo el caudal fue recuperado gracias a la diligencia de Pedro Vásquez de Velasco —“ varón digno de la reputación que se adquirió en la Corte”, lo llama Pedro de Peralta y Barnuevo— quien hizo venir a buceadores negros de Panamá con ese objeto. Durante su período de gobierno, tuvo también que hacer frente a los considerables estragos causados por la erupción del volcán Pichincha, situado en las faldas de la ciudad de San Francisco de Quito. Según narra Peralta y Barnuevo, este volcán “rebentó en octubre de 1660 con horribles terremotos y lluvia de piedra y ceniza, que obscureció el día, con sombras que pudieron convertirlo en noche. Havía antes estallado en los años de 1539 y 1577”.
Cumplidos los cincuenta y siete años de edad, Pedro Vásquez de Velasco pide su jubilación desde Quito. Sin embargo, la Corona consideró que todavía necesitaba de sus servicios y lo nombra presidente de la Audiencia de Charcas, cargo que ejerció durante más de diez años.
El gobierno de la Audiencia de Charcas no era fácil tanto debido a su enorme extensión como también porque incluía dentro de su jurisdicción a las importantes minas de plata del cerro de Potosí. Esta Audiencia con sede en la ciudad de Charcas o La Plata (hoy Sucre) comprendía el Alto Perú (hoy Bolivia), una parte importante de Argentina y de Paraguay y algo de Chile. Formaba parte del Virreinato del Perú hasta que fue vinculada al Virreinato de La Plata (hoy Argentina) cuando éste fue creado a fines del siglo xviii, como una desmembración del Virreinato del Perú.
En Potosí se presentaban a menudo conflictos entre los propietarios de las minas y la Audiencia debido al deplorable trato que los mineros acostumbraban a dar a los trabajadores indios reclutados por la fuerza de las comarcas vecinas para cumplir un turno de varios meses de trabajo obligatorio (mita) en la extracción del mineral. Tanto el virrey como la Audiencia trataban de poner coto para evitar los abusos que se producían por las desmedidas exigencias de mano de obra de los propietarios de las minas de plata. Pero ningún virrey demostró con sus actos y con su entereza la reprobación de este sistema, como el conde de Lemos. Éste, en un informe al Rey, lo calificó de “tiranía” y denunció la cantidad de muertos que la mita ocasionaba, así como el maltrato y los despojos que sufrían los indios mitayos. Consecuente con ello, para aliviar esta faena obligatoria, el conde de Lemos prohibió el trabajo nocturno en las minas de Potosí. Ante esta medida, los propietarios anunciaron una paralización de labores. Pedro Vásquez de Velasco, como presidente de la Audiencia, tuvo que encarar la situación y los hizo reanudar sus actividades amenazando con quitarles los ingenios. Luego envió una carta a la Reina el 4 de julio de 1670 sugiriendo la abolición de una vez por todas de dicho régimen de trabajo obligatorio.
El 9 de agosto del mismo año le reitera a la Reina su sugerencia y señala que en la práctica la mita ha disminuido por la huida de los indios y, por tanto, para asegurar realmente mano de obra para las minas, se requiere sustituir el trabajo obligatorio por trabajo libre y bien remunerado.
Luego de haber extendido testamento en La Plata, Pedro Vásquez de Velasco murió en 1671 cuando visitaba las Reales Cajas de Potosí (Audiencia de Charcas).
Pedro Vásquez de Velasco dejó una preclara descendencia que se estableció en Lima. Dos de sus hijos fueron religiosos, uno arzobispo de Charcas y el otro obispo de la Concepción, Chile. Pero, sobre todo, Vásquez de Velasco fundó una estirpe de juristas peruanos, siendo sus descendientes, generación tras generación, oidores de las Reales Audiencias de Lima y de Charcas.
Muchos de ellos fueron también alcaldes de Lima.
La familia de Vásquez de Velasco se entroncó posteriormente con la casa de Ontañón, condes de las Lagunas, que a su vez eran descendientes del Inca Huayna Capac, por la hija de éste, Inés Huaylas Yupanqui.
Entre los títulos nobiliarios españoles que ha ostentado la descendencia de don Pedro se encuentran el condado de las Lagunas, el marquesado de Torrebermeja, además del condado de San Antonio de Vista Alegre y el condado de Cartago.
Bibl.: D. P. de Peralta Barnuevo, Lima fundada o la Conquista del Perú. Poema heroico en el que se decanta toda la historia del Descubrimiento, y sujeción de sus Provincias por D. Francisco Pizarro, Marqués de los Atabillos, Ynclito y Primer Governador de este vasto Imperio, Lima, en la Imprenta de Francisco Sobrino y Bados, 1732; F. de Trazegnies, Los Vásquez de Velasco. Historia genealógica de una noble e ilustre familia española en el Perú, Lima, Librería e Imprenta Gil, 1944; R. Vargas Ugarte S.J., Historia General del Perú, Lima, Editor Carlos Milla Batres, 1966; J. de la Puente Brunke, “Los oidores en la sociedad limeña: notas para su estudio (Siglo XVII)”, en Temas Americanistas, Sevilla, 7 (1990), págs. 8-13.
Fernando de Trazegnies y Granda, marqués de Torrebermeja