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Baltasar Temiño de Bañuelos

Biografía

Temiño de Bañuelos, Baltasar. Bañuelos de Bureba (Burgos), c. 1530 – Zacatecas (México), 1600. Descubridor y fundador de Zacatecas.

Baltasar Temido de Bañuelos llegó a Zacatecas hacia 1546 o 1548, año de su fundación, lo que significaría que tan sólo estuvo presente en el acto formal de la fundación, aunque los historiadores se refieren a él como uno de los conquistadores de las minas. En la información de méritos y servicios que realizó cuando se le hizo el juicio de residencia en 1587, se le reconoció “como hombre de suerte y persona principal ha procurado siempre por el bien público y conservación de esta república y ha sustentado de ordinario muy buenas armas y caballos y tenido mucha gente y criados en su casa y ha estado apercibido de arcabuces, costas y cueras de ante y celadas para armar soldados y de otros instrumentos de guerra para con ellos y con su persona servir a S. M. y a esta república en las ocasiones que se ofrecieran”, y aunque se le imputaron varios cargos demostró su inocencia.

Este burebano, en 1550, figuraba como uno de los principales mineros de Zacatecas, bien en forma individual o en compañía. En 1557 fue nombrado diputado de minas cuando era alcalde mayor de Zacatecas Gaspar de Tapia. Baltasar, en 1562, era propietario de una de las treinta y cinco haciendas “de beneficio de azogue” que existían en la provincia.

El burgalés fue testigo en una información que se realizó acerca de la rebelión de los indios zacatecas y guachichiles del noroeste de la provincia en 1562, a pedimento de Pedro de Ahumada de Sámano, para que le reconocieran sus méritos en la guerra contra los indígenas. Las minas de Zacatecas, en esta época, tenían una importante población porque habían atraído gente de Culiacán, Colima, Guadalajara, Purificación, Michoacán, México y de la provincia de Los Ángeles, y se había convertido en una población muy próspera. Pero desde la década de 1550 estos indios salteaban los caminos matando y robando a los españoles e indios que pasaban por ellos y también quemaban las estancias, por lo que las personas que circulaban por estos caminos lo hacían armados y siempre en grupos numerosos. En la guerra contra los indios chichimecas fue nombrado teniente de capitán general de Nueva Galicia en 1572 por el virrey Enríquez.

Baltasar Temido compró varias casas situadas en el centro de la ciudad, unas en la plaza pública, otras en la plaza al norte de la iglesia y otras en la calle cercana a la prisión, que fueron conservadas por sus herederos hasta que pudieran mantenerlas. La riqueza producida por las minas rara vez se invertía en inmuebles urbano, o si se hacía, la inestabilidad económica y de las fortunas de las minas provocaba la pérdida del inmueble por venta o por alquiler a perpetuidad.

Baltasar de Bañuelos fue nombrado procurador general de la República en 1581. Durante este año compró y pagó de su hacienda el único reloj que tuvo la ciudad y que costó 9000 pesos. Además, contribuyó monetariamente a restaurar la cubierta de la iglesia, que se había venido abajo cuando se derrumbó la torre por las intensas lluvias caídas ese año.

Murió en 1600 y fue enterrado en la capilla de los Reyes, que parece que se situaba donde se encuentra, en la actualidad, el altar de San José en la Catedral. Su apellido estuvo presente en la vida de Zacatecas durante todo el siglo xvi, aunque sus descendientes nunca lograron alcanzar la posición social ni económica que él había llegado a obtener.

Contrajo matrimonio, en 1572, con María de Zaldivar Mendoza, con quien tuvo seis hijos. En su recuerdo existe una laguna en Zacatecas que se llama Bañuelos.

 

Bibl.: Á. Pereda López, “Baltasar Temiño de Bañuelos, uno de los fundadores de la ciudad de Zacatecas en 1548”, en Vínculo Jurídico. Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Zacatecas, 40 (1999), págs. 18-26; La emigración burgalesa a América durante el siglo xvi, Burgos, Caja de Burgos, 2000, págs. 306-307; Conquistadores y encomenderos burgaleses en Indias (1492-1600), Burgos, Universidad, 2001, págs. 41-43.

 

Ángela Pereda López