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José Pérez de Lanciego y Eguiluz y Mirafuentes

Biografía

Pérez de Lanciego y Eguiluz y Mirafuentes, José. Viana (Navarra), 23.II.1656 baut. − Ciudad de México (México), 17.I.1728. Benedictino (OSB), arzobispo de México.

Hijo del matrimonio formado por Miguel Pérez de Lanciego y María Sáenz de Eguilaz, fue bautizado por el presbítero Baltasar García en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Viana el 23 de febrero de 1656 con el nombre de José, siendo sus padrinos Juan González de Asarta y María Delicondo y Aranguren.

Estudió Filosofía en la Universidad de Alcalá de Henares, pero, sintiéndose llamado a la vida monástica, abandonó secretamente la Universidad —sus padres no querían que fuera religioso— y caminó a pie hasta llegar al Monasterio benedictino de Santa María la Real de Nájera, perteneciente a la Congregación Observante de San Benito de Valladolid, donde fue recibido y tomó el hábito el 4 de agosto de 1671. Acabados sus estudios eclesiásticos en los Colegios de su Congregación, fue pasante de los Colegios pontevedreses de San Juan de Poyo (1681-1685) y de San Salvador de Lérez (1685), maestro de estudiantes del Colegio de San Vicente de Oviedo y catedrático de Artes de la Universidad Ovetense, donde se había graduado en Teología. Asimismo, fue abad (1686-1689) de Nájera, definidor general y predicador (1689-1693) de Nájera, y predicador de San Martín de Madrid (1693-1705), donde fue célebre predicador. Fue además maestro general, predicador real de Carlos II y Felipe V y calificador de la Inquisición.

Siempre muy celoso de la observancia regular y puntual en el coro, fue elegido por segunda vez abad de Nájera (1709-1711), a cuya abadía renunció en 1711, tras hospedar espléndidamente por diecinueve días en el Monasterio a la reina María Luisa Gabriela de Saboya y al príncipe de Asturias con su familia, lo cual fue una poderosa recomendación para que Felipe V le presentara para ocupar la sede archiepiscopal de México el 8 de enero de 1714. El mismo año el papa Clemente XI lo preconizó el 21 de marzo y fue consagrado en la Catedral de México el 4 de noviembre por el cisterciense español fray Ángel Manrique, obispo de Oaxaca, asistido por los obispos de Michoacán y Guadalajara.

Durante sus años de episcopado visitó varias veces su diócesis y todas sus parroquias desde Acapulco a Tampico y tuvo paz con el Cabildo Catedral. Con desinteresada generosidad, sin reparar en gastos hizo fundaciones de cuantía, entre ellas la Casa de Misericordia para recoger a las mujeres separadas de sus maridos; edificó una cárcel nueva para que hombres y mujeres no vivieran mezclados; construyó a sus expensas la mayor parte del Colegio de Belén; cuidó de las capellanías del Santuario de la Virgen de Guadalupe, erigiéndolo en colegiata; fundó dos Cátedras de Teología Moral para el clero; dotó a muchas doncellas para que pudieran casarse o entrar en un convento y repartió abundantes limosnas. Tras la experiencia acumulada en sus seis años de visitas pastorales en 1720 quiso reunir sínodo, para “restablecer y reparar la disciplina cristiana y eclesiástica, especialmente en el reino donde sus naturales gozan aún los privilegios de los neófitos”, según lo comunicaba al Rey, pero no logró celebrarlo, a pesar de tener la licencia del Consejo de Indias.

Murió agotado por las visitas pastorales y víctima de la caridad por atender a los enfermos contagiosos, en la epidemia que asoló la ciudad de México en 1728. Fue sepultado en la Catedral, pero legó su corazón y sus ojos a su Monasterio de Nájera, donde fueron colocados con lápida propia, en la capilla de San Antón, que él había mandado construir siendo abad, para sepultura de los monjes, el 24 de enero de 1730, en que se celebraron solemnes exequias por su alma, predicando su oración fúnebre el padre Andrés de Orondaín. Quienes le conocieron dicen que era “muy afable y caritativo, y que por juntar una gran seriedad con un extraordinario agrado, fue amado y venerado de todos”. Siendo abad de Nájera, fundó en el Monasterio a la Escuela de Cristo o Congregación de San Felipe Neri, dirigida por personas seglares y se dedicó a la dirección espiritual con tanta intensidad y fruto que “la ciudad parecía un observante monasterio, reformando trajes y costumbres y asistiendo con frecuencia a los templos y hospitales y sobre todo frecuentando los sacramentos” (Biblioteca de Samos, ms. 43). Dejó también todos sus bienes al Monasterio de Nájera, al que ya en 1721 había dado 7000 pesos para situar en renta fija y para otras cosas.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Congregación de San Benito de Valladolid (Abadía de Silos, Burgos), Actas de los Capítulos Generales, vol. II, fols. 388v., 402v., 410r., 422v., 444r., 461r., 477r., 526v. y 606r.; Biblioteca Nacional, ms. 13284, fols. 156r. y 189r.; Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción (Viana, Navarra), Libro de bautizados, vol. IV, fol. 46r.; Archivo Secreto Vaticano, Acta Camerarii, vol. 26, fol. 173r.; Procesos Consistoriales, vol. 103, fols. 498 y ss.; Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Fondo Santa Sede, leg. 252, fol. 111r.; Archivo Histórico Nacional, Clero, leg. 2930, lib. 6165, Enterramientos de monjes (1713-1760), fol. 33v. y códice n.º 89, fol. 48r.; Archivo del Monasterio de Samos (Lugo), ms. 43, fols. 136r.-138v.

F. A. Lorenzana, “Catalogus Praesulum Ecclesiae Mexicanae”, en Concilium Mexicanum, 2.ª parte, México, Ex Typographia Bac. Josephi Antonij de Hogal, 1770, pág. 140; P. B. Gams, Series Episcoporum Ecclesiae Catholicae, Ratisbona, Typis et Sumtibus Georgh Josephi Manz, 1873, pág. 156; F. Sosa, El episcopado mexicano. Galería biográfica ilustrada de los Ilustres Señores Obispos de México, México, Hesiquio Iriarte y Santiago Hernández [Imprenta de Jens y Zapiain], 1877, págs. 168-173; F. Sedano, Noticias de México, t. II, México, J. R. Barbedillo y Cía., 1880, pág. 48; N. León, Bibliografía Mexicana del siglo xviii, vol. I, México, Francisco Díaz de León, 1905, pág. 985; [“Pérez de Lanciego”], en Boletín de Silos, VII (1905), pág. 403; M. Cuevas, Historia de la Iglesia en México, vol. IV, Tlalpan, D.F., Asilo Patricio Sanz, 1921-1928, pág. 67; J. García Gutiérrez, Arzobispos de la arquidiócesis de México, México, Buena Prensa, 1948; R. Ritzler y P. Sefrin, Hierchia Catholica Medii et Recentioris Aevi, vol. V, Padua, Il Mesaggero di S. Antonio, 1952, pág. 267; L. Lopetegui y F. Zubillaga, Historia de la Iglesia en la América Española, vol. I, Madrid, La Editorial Católica, 1965 (Biblioteca de Autores Cristianos, vol. 248), pág. 817; J. Pérez de Urbel, Varones insignes de la Congregación de Valladolid, Madrid, Museo Provincial de Pontevedra, 1967, pág. 269; E. Sáinz Ripa, “Biografía”, en Navarra. Temas de cultura popular, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, Dirección de Turismo, Bibliotecas y Cultura Popular, 1980; E. Zaragoza Pascual, Los generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, vol. V, Silos, Studia Silensia, 1984, págs. 528-529; “Libro de gradas del monasterio de Santa María la Real de Nájera (1515-1714)”, en Studia Monastica, vol. 28 (1986), pág. 151; “Abadologio (siglos x-xix), y libro de gradas de los monjes (1715-1835) del monasterio de Santa María la Real de Nájera”, en Studia Monastica, vol. 40 (1998), págs. 140- 142; “Profesors del colegio benedictino de San Juan de Poyo (1610-1835)”, en Compostellanum, vol. XLV (2000), pág. 767; “Profesores del colegio benedictino de San Salvador de Lérez (1661-1835)”, en Museo de Pontevedra, LVI (2002), pág. 183.

 

Ernesto Zaragoza Pascual

 

 

Relación con otros personajes del DBE