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Ezmel (Samuel) de Ablitas

Biografía

Ablitas, Ezmel (Samuel) de. Tudela (Navarra), c. 1275 – 1343. Rico hacendado y banquero judío de Tudela.

Miembro de la laboriosa familia de los ben Abbas, originarios de al-Andalus y establecidos en la merindad de la Ribera desde al menos la segunda mitad del siglo XII, de su padre Yosef, conocido como el rico de Ablitas, heredó una estimable fortuna: viñas, huertos, piezas y casas en diversas localidades del reino, así como un saneado negocio de trapería en la capital de la Ribera. Muy pronto incrementó los bienes recibidos con la adquisición de nuevas propiedades en Corella y Estella.

Nombrado procurador de la aljama tudelana (1309), junto a Juce del Gabay y Açach Evendeut, mantuvo una dura negociación con los reformadores del reino en orden a alcanzar el acuerdo de estimar en 265 libras de sanchetes la cuantía total de las heredades y rentas reales de Tudela. A título personal, consiguió sustraerse a la jurisdicción ordinaria de los tasadores de la aljama y liquidar directamente a la tesorería del reino sus obligaciones fiscales, estimadas en cien libras. Fue arrendatario de diversos tributos y rentas, entre las que cabría destacar la de los molinos del Ebro. Su participación en el mercado del dinero fue muy activa. Como prestamista contó entre su clientela con destacados nobles y “ricos hombres” de Aragón y Navarra y su capacidad dineraria estuvo al servicio de la Monarquía e incluso de la ciudad de Valencia. Prestó, por ejemplo, mil ochocientas libras de dineros sanchetes al obispo Arnaldo de Barbazán para atender los gastos de su viaje a Francia con ocasión del juramento del rey Felipe II el Largo, monarca que nunca viajó a Pamplona para ser coronado rey de Navarra, pues de Francia ya lo era. Asimismo, le concedió otras dos mil libras jaquesas, al objeto de liquidar el asunto del dominio temporal sobre Pamplona. Actuó con frecuencia en sociedad con miembros de su nutrida familia, en especial de su hermano Jehuda, en negocios bien granados y contó con la confianza de los oficiales de la corona por su solvencia y seriedad. Siguiendo instrucciones del gobernador, los recaudadores depositaban fondos en sus oficinas “bancarias”, bien como administrador o como pago a entregas monetarias demandadas por el poder real. Mantuvo, por otra parte, agentes y corresponsales suyos en las plazas de Jaca, Lérida y Valencia, entre otras poblaciones de la Corona de Aragón. En estas tierras, su principal valedor fue el prior de la Orden de San Juan de Jerusalén. La compañía de negocios formada por sus hijos (Junez y Juce) y de su yerno, también llamado Juce de Ablitas, tuvo un activo papel en los mercados aragoneses y catalanes. A sus miembros se les eximió de portar el distintivo de su condición judaica para circular por los reinos de dicha Corona; y, ante la eventualidad de un posible conflicto armado con los reinos de Francia y de Navarra, se le llegó a garantizar la devolución de sus préstamos. La política de apoyo financiero a la realeza aragonesa fue continuada bajo Alfonso IV y Pedro IV el Ceremonioso, al que se le hizo entrega de un crédito de sesenta mil sueldos barceloneses.

La muerte de este rico banquero llegó con celeridad a las Cortes de Aragón y Navarra, donde urgía conocer sus disposiciones testamentarias. El rey de Navarra pasó a la ofensiva, alegando una serie de impagos y anomalías contables, según las cuales el difunto resultaba deudor a la tesorería regia. Sus albaceas, Per Yeneguiz de Uxue, fiel colaborador suyo, y Ezmel de Ablitas, su nieto, intentaron poner a salvo el dinero y las joyas del fallecido, pero fueron interceptados cerca de la frontera con Aragón y acusados de evasión de metales preciosos. El valor de lo incautado se estima en unas cien mil libras de sanchetes y los infractores fueron obligados al pago de una multa de veintinueve mil libras tornesas chicas, que sus herederos hicieron efectivas en dos anualidades (1344 y 1345). Se desconocen los motivos que impidieron hacer público el contenido del testamento hasta transcurrido un plazo de cuatro años. Se nombraron dos procuradores para liquidar y recibir los bienes raíces y el capital, así como la recepción de los numerosos títulos de deuda aún vigentes. La dote de la infanta María, esposa de Pedro el Ceremonioso, fue pagada en gran medida gracias a los préstamos de Ezmel. En definitiva, el gran beneficiario de su cuantiosa herencia fueron las arcas reales y pese a ello, durante años se siguió acosando a sus herederos con exigencias financieras de dudosa legalidad. Una de ellas fue la entrega de dieciséis mil libras y que debían de hacerse efectivas a partir de 1346. Únicamente en 1351 se darían por canceladas todas las responsabilidades de la familia en las supuestas irregularidades contables, siendo el encargado de la liquidación de tan enojoso asunto un tal Juan de Lecumberri. Pronto, sus herederos recuperaron el favor regio. Desde 1361 los hermanos Ezmel y Salomón, nietos de Ezmel, el Viejo figuran como eficaces servidores de la corona, en papeles tan diversos como arrendadores y maestros de las guarniciones del Rey, entre otros. No obstante, el poderío perdido de la familia de Ablitas nunca sería recuperado y el eclipse de este poderoso linaje —el de los ben Abbas— sería definitivo.

 

Bibl.: B. Leroy, “Recherches sur les juifs de Navarre à la fin du Moyen Age”, en Revue des études juives, CXL (1981), págs. 319-432 (trad. esp., junto con M. García-Arenal en el libro Moros y judíos en Navarra en la Baja Edad Media, Madrid, Hiperión, 1984, págs. 145-257, en especial 174- 176); E. Ávila Palet, “Ezmel de Ablitas “el Viejo”, su muerte y los problemas de su herencia”, en Sefarad, 45 (1985), págs. 281-314; “Genealogía familiar de los Abenabez de Ablitas. Los descendientes de don Ezmel de Ablitas “el Viejo”, en Sefarad, 47 (1987), págs. 9-57; J. Carrasco, s.v. “Ezmel de Ablitas”, en Gran Enciclopedia de Navarra, t. V, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990.

 

Juan Carrasco Pérez

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