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Juan

Biografía

Juan. Francia, c. 1100 – Toledo, 29.X.1166. Arzobispo de Toledo, obispo de Segovia.

Tercer arzobispo de Toledo después de la reconquista de la ciudad, es verosímil pensar que habría nacido en algún punto del sur de Francia debido al hecho de que todos los arzobispos de Toledo fueron franceses durante un siglo, porque la Santa Sede confiaba en ellos como personas fieles a los ideales de la reforma gregoriana.

Tal vez, al igual que otros prelados de Toledo contemporáneos, habría salido del seno de la Iglesia de Toledo para una diócesis sufragánea y, una vez allí, sería postulado y promovido después para la metrópoli.

Era obispo de Segovia desde 1149, pues de esta fecha data el juramento de fidelidad que él mismo hizo al entonces metropolitano de Toledo. Como obispo de dicha diócesis aparece agraciado con donaciones hechas por el emperador Alfonso VII en los tres años que duró su pontificado segoviano. Fue elegido por el Cabildo de Toledo en los últimos meses del año 1152 para suceder al arzobispo don Raimundo (1124-1152). Como era obligatorio, se puso en camino hacia la curia romana para obtener la confirmación y el palio arzobispal, los cuales consiguió del papa Eugenio III en 1153. Defensor acérrimo de la primacía toledana, obtuvo una serie de confirmaciones pontificias de este privilegio de los sucesivos papas de su tiempo y luchó por su reconocimiento efectivo.

Según Julio González, aparece confirmando los privilegios reales de Alfonso VIII desde el 17 de junio de 1153 hasta el 29 de septiembre de 1166.

Fue un gran organizador de la Iglesia de Toledo.

Muchas parroquias urbanas de la ciudad arzobispal se crearon en su pontificado y se dotaron, como la de San Ginés. Pero donde el ritmo de creación de estas fundamentales instituciones eclesiásticas se intensificó fue en las áreas rurales, como consecuencia de la obra de la repoblación. Esta tarea política, iniciativa de los reyes, del arzobispo, del cabildo y de personas particulares, tenía por objeto fijar pobladores en el campo, estimular el desarrollo económico agrario y atraer más población, dotándolos de fueros privilegiados.

La repoblación se dirigió en este tiempo a los alrededores de Toledo, que estaban muy abandonados, y de una manera especial en las comarcas de La Sagra y La Sisla, donde los señores feudales tenían posesiones. Así se repoblaron las aldeas de Cobeja, Arcicóllar, Alcabón, Aloyón, Pulgar, Jumela, Zorita, Zufera, Villaseca, Almonacid, Azaña, Alameda, Azucaica, Valdecubas, Bogas, Muelas y otras muchas. En cada uno de esos lugares, algunos de ellos asignados a los mozárabes, se crearon inmediatamente las parroquias correspondientes en templos nuevos o reaprovechados de las antiguas mezquitas abandonadas, se fundaron beneficios eclesiásticos dotados con bienes y rentas y se pusieron clérigos al frente de ellas.

En los primeros años del pontificado de Juan el patrimonio de la iglesia de Santa María de Toledo se incrementó con dos importantes donaciones de Alfonso VII: con la del castillo de Ribas, situado en el término de Madrid, en 1154, y varios castillos y aldeas en Baeza, al otro lado del Guadalquivir, en 1156.

Más tarde se aumentaría con las donaciones del propio arzobispo al Cabildo con las dos importantes villas de Illescas y Azaña.

Su pontificado de catorce años fue rico en acontecimientos políticos y eclesiásticos, unos favorables y otros adversos. Conoció el final del reinado de Alfonso VII (1157), la muerte de su hijo Sancho III (1158) y la minoría de edad de Alfonso VIII. En todo momento estuvo al servicio de los intereses de la Monarquía castellana. En su pontificado se hicieron presentes los almohades en la Península, un grupo islámico rigorista y violento que reconstruyó el imperio magrebí e hizo lo posible por recuperar las tierras perdidas y especialmente la ciudad de Toledo. Como contrapunto surgieron las órdenes militares cristianas que oponían resistencia armada a sus agresiones. Las Órdenes de Calatrava (1158) y Alcántara (1156) se crearon durante el pontificado del arzobispo Juan, a las que seguiría la de Santiago unos años después de la muerte del arzobispo. La primera de ellas recibió ya en su vida extensas áreas territoriales en el ámbito de la diócesis de Toledo en la zona de La Mancha.

La iglesia catedral, que todavía se encontraba edificada en forma de mezquita, pero necesitada de obras de restauración, fue objeto de notables mejoras. Don Juan creó un sistema para incrementar los ingresos destinados a las obras: fue el llamado excusado, que consistía en que en cada uno de los lugares que diezmaban a la Iglesia, el arzobispo se reservaba para estos fines a aquél cuya cotización era la más elevada.

Dos iglesias dedicadas a otros tantos mártires diocesanos muy venerados por el pueblo fueron convertidas por el arzobispo en prioratos religiosos bajo la regla de san Agustín. Ambas estarían bajo el patronato del arzobispo y del Cabildo. Fueron las de Santa Leocadia, extramuros de Toledo, a la que los mozárabes toledanos rendían culto desde la época visigoda.

Y la de los Santos Vicente, Sabina y Cristeta, mártires de Talavera, erigida en el pico más elevado de la sierra de San Vicente. Estas dos iglesias se convirtieron muy pronto en centros de espiritualidad y de cultura. La de San Vicente ha dejado espléndidas muestras del arte del libro en cuatro códices salidos de su escritorio.

Durante el pontificado de Juan y a pesar de las difíciles condiciones por las que atravesó la ciudad y sus gentes, continuó la labor de la Escuela de Traductores de Toledo, impulsada por su antecesor Raimundo.

Algunas de las obras traducidas están dedicadas a don Juan, que recibió esta recompensa a cambio de su patrocinio.

Los contactos con Francia fueron intensos, como lo demuestran los privilegios que el rey de Navarra concedió a los viajeros toledanos que atravesaran sus tierras. De Segovia se trajo a Toledo al traductor Domingo Gundisalvi, arcediano de Cuéllar, que figura en muchos documentos segovianos hasta mediados del siglo xii.

Sin duda, el acontecimiento de mayor repercusión popular en el pontificado de Juan fue la recepción de las reliquias de san Eugenio, que habían sido descubiertas por el arzobispo anterior en un viaje que hizo a Francia para asistir al Concilio de Reims, al cual los monjes de la abadía le informaron de que se conservaban en el monasterio de Saint-Denis al norte de París. El descubrimiento de las reliquias de un santo toledano, supuestamente mártir y primer obispo de la ciudad, despertó oleadas de entusiasmo. Se trataba en realidad de las reliquias de Eugenio II, un prelado visigodo del siglo vii, cuyas reliquias habían sido llevadas a Francia en la época de la invasión musulmana.

Al arzobispo don Raimundo le habían sido denegadas, pero Luis VII de Francia, yerno de Alfonso VII, en su peregrinación a Compostela trajo consigo el brazo derecho del santo, encerrado en una preciosa arqueta de Limoges. En su honor se construyó a la entrada de Toledo una bella ermita mudéjar, que todavía existe, para que en ella reposaran las reliquias hasta su ingreso solemne en la ciudad. A las reliquias se les dispensó una acogida excepcional. Hicieron su entrada en la ciudad el 12 de febrero de 1156 a hombros de Alfonso VI y de personas de la Familia Real en medio de un hervidero de gente que acudió de todo el reino.

Alfonso VII y su hijo Sancho III se mandaron enterrar en una capilla real construida en la catedral.

 

Bibl.: J. González, El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, vol. III, Madrid, Escuela de Estudios Medievales, 1960, pág. 926; J. F. Rivera Recio, La Iglesia de Toledo en el siglo xii (1086-1208), vol. I, Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1966, págs. 198-199; Los arzobispos de Toledo en la Baja Edad Media, Toledo, Diputación Provincial, 1969, págs. 21-26; “Juan”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 1244; J. A. García Luján, Privilegios Reales de la Catedral de Toledo (1086-1462), II. Colección Diplomática, Toledo, Caja de Ahorro Provincial, 1982, págs. 62-66; L. M. Villar García, Documentación medieval de la catedral de Segovia (1115-1300), Salamanca, Universidad, 1990, págs. 93-97, n. os 43-46; F. J. H ernández, Los cartularios de Toledo. Catálogo documental, Madrid, Fundación Ramón Areces, 1996 (2.ª ed.), págs. 90-141 (n.os 92-148) y 504-515 (n. os 588-610).

 

Ramón Gonzálvez Ruiz

 

 

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