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Bernardino Fernández de Quiñones

Biografía

Fernández de Quiñones, Bernardino. Conde de Luna (II). León, ¿1462? – ?, X.1492. Noble, conde.

Hijo primogénito de Diego Fernández de Quiñones, primer conde de Luna, y de su mujer Juana Enríquez, nace probablemente en la casa-palacio de Palat de Rey de la ciudad de León hacia el año 1462, pues en octubre de 1461 se documenta a su madre como esposa de Diego Fernández; contrae matrimonio en primeras nupcias con Mencía de la Vega en julio del año 1479 de quien no tiene descendencia y, tras la anulación del mismo, desposa en 1488, en segundas con Isabel Osorio, hermana del marqués de Astorga, con quien tiene por hijos a Francisco, que sucede en la casa como III conde, María y Bernardina, hija póstuma.

El primer matrimonio de Bernardino significó un rotundo fracaso, pues nunca fue bien visto por su padre que en su testamento le imputa “desobediencia en su matrimonio con Mencía”, a pesar de que en un primer momento conceda a la pareja la villa de Barcial de la Loma con su fortaleza y la esposa aporte las villas y vasallos de Tordehumos, Castrillo de Villavega y Guardo que los padres de Mencía, Diego de Sandoval y Leonor de la Vega, les habían donado. El hecho de que Mencía hubiera estado casada en primeras nupcias con Pedro de Mendoza, la juventud de Bernardino —unos veinte años— y “lo poco que vivieron conformes” provoca que en 1485 el esposo solicite la nulidad del matrimonio ante el obispo de León alegando que eran parientes en el cuarto grado de consanguinidad. El provisor del obispado declara la nulidad, determinación que fue ratificada por los provisores generales de la diócesis de Palencia en la que se había celebrado la boda.

Gobernando los destinos de la casa de Luna su primer conde, se produce la fase final de ese enfrentamiento secular que Castilla sostiene con los musulmanes representados en estos momentos por el reino nazarí. Pues bien, la participación de la casa de Luna la lleva a cabo el joven hijo primogénito Bernardino que interviene activamente a lo largo de la última fase de la decisiva guerra de Granada. Tres momentos se pueden señalar como más significativos en la intervención de Bernardino. En primer lugar, participa en la defensa de Alhama (1482-1484) enviando tropas dirigidas por él y por su capitán Francisco Romero aunque no se puede precisar el número exacto de las mismas. Un segundo momento está representado por su colaboración en 1487 en las tomas de Vélez Málaga (abril de 1487), en la que cae levemente herido, recibiendo su bautismo de sangre, y de Málaga, en donde es el encargado, junto con la principal nobleza, de guardar las torres y puertas de la ciudad.

En este mismo año es nombrado contino de la Casa Real, lo que significa ser elegido por los Reyes para estar a su servicio personal. La labor que en este cargo realiza es la de organizar todo lo relacionado con el reclutamiento de tropas hasta su entrada en contienda, que resulta de una gran responsabilidad para Quiñones y va unida a una también especial remuneración por parte de la Corona que le supone recibir una importante quitación de la hacienda regia.

A partir de estas campañas es improbable la intervención de Bernardino en la guerra que, entre 1489 y 1491, se siguió librando en las puertas mismas de Granada pues ningún dato permite afirmar que, casado con Isabel Osorio en 1488 y habiendo fallecido su padre en noviembre de 1491, se haya desplazado de nuevo hacia las tierras “irredentas” del sur de la Península. Bernardino es, por tanto, un noble leonés que interviene en la guerra de Granada, sobre todo en un cargo administrativo, pero que al mismo tiempo participa —aunque en pocas ocasiones— en el combate directo, en el que además sale herido para mayor gloria caballeresca del linaje.

El conde es titular de un importante señorío que recibe de su padre gravemente disminuido como consecuencia de las pérdidas habidas en el Principado en 1490 y que se menciona en la biografía de Diego Fernández de Quiñones, primer conde de Luna. El condado presenta en el breve tiempo que lo dirigió quince grandes circunscripciones territoriales que ocupan unas 170.000 hectáreas en la actual provincia de León y está centrado en las siguientes cabeceras de comarca, en donde normalmente residen los oficiales señoriales nombrados por él: Laguna de Negrillos con su importante castillo, que engloba todo el Páramo; Benavides con su palacio construido en este momento por el primero y segundo conde y por el monasterio de San Francisco fundado igualmente en este tiempo y que incluye toda una larga serie de lugares próximos; Llamas de la Ribera, concejo formado por lugares también del Órbigo situados un poco más al norte en el mismo valle de este río; la tierra de Ordás con su torre; los concejos de Luna de Yuso y de Suso en donde se erige desde lejanos tiempos el célebre castillo de igual nombre; Villamor de Riello y Omaña en el valle de este río; y, por último, las Babias, Ribadesil, Laciana, Gordón e Infantazgo de Torío. Todas estas comarcas conforman un conjunto territorial y jurisdiccional que se asienta fundamentalmente en concejos y villas de no muy elevada población y que se sitúa en el centro y oeste de la actual provincia leonesa en una zona muy apta para el cultivo de cereales, lino y vid, pero que destaca, sobre todo, por sus ricos pastizales que dan acogida en época estival a todo tipo de ganadería ovina, caprina, equina y bovina y que son aprovechados, bien por los ganados del conde o de sus vasallos, o bien arrendados a los ganados trashumantes de nobles y monasterios que suben en la primavera de las Extremaduras por la cañada leonesa de la Mesta.

Bernardino quiñones acude ante la justicia durante los años ochenta, planteando un largo pleito para conseguir que el señorío de los Quiñones de Valdejamuz —que su bisabuelo paterno Diego Fernández de Quiñones, “el de la buena fortuna”, había constituido en este Valle al entregarlo a su hijo segundogénito, Suero de Quiñones, el del Paso Honroso—, regresara, en virtud de ciertas cláusulas de su constitución, al tronco principal de la vieja casa de los Quiñones- condes de Luna con unos resultados negativos para sus intereses, entre otras razones porque el lento proceso va a continuar tras su prematura desaparición, ya que el joven Bernardino permanece muy poco tiempo al frente de sus estados, pues, aproximadamente con treinta años de edad, el 2 de octubre de 1492 y gravemente enfermo, dicta testamento en Loberuela, cerca de Valladolid. Inmediatamente después, los Reyes Católicos comunican, el 11 del mismo mes, a los alcaides de las fortalezas del Estado de Luna la muerte del conde, lo que supone que su óbito tuvo que producirse necesariamente entre las dos fechas mencionadas, quedando el condado en manos de un menor, Francisco, bajo la tutela de su madre, Isabel Osorio, pero también bajo el amparo de su abuela paterna, la primera condesa de Luna, Juana Enríquez, lo que traerá desavenencias y problemas durante los años de su minoría. El linaje de los Quiñones, que había tenido un gran esplendor político y económico desde la segunda mitad del siglo xiv, cuando estaba dirigido por el adelantado y que se había mantenido en la cumbre del poder nobiliario tanto con Diego Fernández de Quiñones, “el de la Buena Fortuna” como con el primer conde de Luna, entraba ahora en un profundo declive del que, en parte, saldrá con la mayoría de edad de Francisco Fernández de Quiñones y, sobre todo, con el IV conde, Claudio Fernández de Quiñones, en el segundo tercio del siglo xvi.

 

Bibl.: M. de Alcedo y de San Carlos, Los Merinos Mayores de Asturias (del apellido Quiñones) y su descendencia. Apuntes genealógicos, históricos y anecdóticos, Madrid, 1918 y 1925, 2 ts.; C. Á lvarez Álvarez, El condado de Luna en la Baja Edad Media, León, Colegio Universitario de León, 1982; “Castillos, palacios y torres de los Quiñones en la Baja Edad Media leonesa”, en VV. AA., Castillos medievales del Reino de León, Madrid, S.A. Hullera Vasco-Leonesa, 1989, págs. 83-100; “Los Quiñones y el Principado de Asturias”, en Los orígenes del Principado de Asturias y de la Junta General, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 1998, págs. 165-181.

 

César Álvarez Álvarez

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