Trigo Sánchez, Felipe. Villanueva de la Serena (Badajoz), 13.II.1864 – Madrid, 2.IX.1916. Novelista, médico (rural y militar), articulista de prensa y promotor de revistas.
Hijo del ingeniero Felipe Trigo y de Isabel Sánchez, es el menor de cinco hermanos, con quienes tuvo que compartir penurias por la temprana muerte del padre y salir adelante con las rentas que producía la mediana herencia que la madre había aportado al matrimonio.
Transcurrió su infancia y adolescencia entre su pueblo natal y Badajoz capital, donde cursó sus estudios de bachillerato en un ambiente educativo y social que inspiró después muchos de sus relatos, especialmente Los abismos, En los andamios y La clase media, título este último que resulta ya significativo en sí mismo por cuanto las contradicciones que afectan a esa clase social emergente entonces serían argumento central de sus novelas y condicionarían su pensamiento político.
Acabado el bachillerato, se trasladó a Madrid para estudiar Medicina en el Hospital de San Carlos. Las pensiones de la calle Jacometrezo conocieron de su ajetreada vida estudiantil y sus flirteos con la esposa de un pariente, que le supondrían la retirada de la asignación económica de la familia. Sin terminar la carrera, contrajo matrimonio con Consuelo Seco de Luna, compañera de clase, con quien habría de compartir no pocas dificultades, tal como cuenta en Los abismos y corrobora su amigo y biógrafo Manuel Abril.
Desbordado por estas dificultades, se trasladó a Trujillanos, donde había conseguido la titular de médico, y dio comienzo su verdadera proyección pública promoviendo la agrupación socialista de Badajoz y contribuyendo a la causa con importantes cantidades de dinero, así como colaborando en El socialista con unos artículos tan radicales —Las plagas sociales— que requerirían la defensa del fundador ante una demanda interpuesta contra el autor.
A partir de 1891, inició sus colaboraciones en El Globo con una serie de artículos a la que titula Etiología moral y en la que se observa un abandono de los postulados marxistas y una actitud más claramente revisionista. Aprueba unas oposiciones a Sanidad Militar y fue destinado a Sevilla. Allí estrenó una comedia costumbrista, La prima de mi mujer, siguió colaborando con la prensa madrileña y dirigió el Semanario Sevilla en broma, a imitación del Madrid Cómico. En 1892 fue destinado a la fábrica de cañones de Trubia (Asturias), escenario en el que sitúa una de sus mejores novelas Alma en los labios y en la que contrasta el modo de vida anglosajón con las rancias costumbres mediterráneas.
Por conveniencias de un negocio familiar en Mindanao (Filipinas), se alistó como voluntario y allí colaboró con la prensa local hasta que protagonizó un incidente que iba a condicionar su posterior dedicación a la literatura. En una insurrección de los prisioneros tagalos, quedó malherido pero consiguió huir y avisar a la guarnición más cercana —Iligan— de las pretensiones de los insurrectos. Repatriado como mutilado de guerra con el empleo de teniente coronel, fue recibido en Madrid como el auténtico Héroe de Fuertevictoria. Rechazó un alto cargo administrativo que le ofreció el Gobierno de Cánovas y decidió trasladarse a Mérida para ejercer de nuevo como médico rural para poder terminar así su primera novela, Las ingenuas, y poder reunir las 5000 pesetas que costó una edición de lujo de quinientos ejemplares que se agotarían en tan sólo tres meses.
Alentado por el éxito de esta primera novela en dos tomos, publicó inmediatamente después La sed de amar (1903), Alma en los labios (1903), Reveladoras (1905)..., a una media de dos títulos por año y con un éxito de crítica y público que le obligó a trasladarse definitivamente a Madrid en 1906 para gestionar la edición de sus obras.
El 17 de febrero de 1907 participó en un ciclo de conferencias organizado en el Ateneo y en el que intervinieron también Valle, Unamuno y Baroja; su ponencia la tituló La importancia de la crítica ante lo emocional en la novela moderna, y en ella explicita su particular manera de entender la novela y el papel que le correspondería a la crítica.
Se implicó de lleno en el Madrid cultural del momento hasta llegar a formar parte junto a Valle, Baroja y Zamacois del jurado constituido por El cuento semanal para premiar una obra de autor novel; le concedieron el primer premio a Nómada de Gabriel Miró con quien establecería una profunda amistad, al igual que con Unamuno con el que muestra en su correspondencia una intensa relación amor/odio.
Entre 1908 y 1909 publicó seis nuevas novelas con tiradas más amplias que los autores consagrados y logró hacer una fortuna considerable con sus libros tan sólo equiparable con Blasco Ibáñez (sus derechos de autor ascendían en 1916 a 60.000 pesetas —un catedrático ganaba 3000—). Esta holgura económica y su fama de personaje polémico le permitió algunas excentricidades como la de editar una tarjeta de presentación en la que figuraba como número dos de una serie de escritores ilustres, inmediatamente después de Cervantes.
En 1911 viajó a París, donde la casa Michaud le ofreció la dirección de un periódico que nunca llegaría a salir por dificultades económicas. En ese mismo año, llegó a Buenos Aires y fue recibido como un auténtico ídolo, rivalizando y polemizando con Blasco Ibáñez.
De nuevo en España, publicó dos de sus mejores novelas El médico rural (1912) y Jarrapellejos (1914) en cuyo prólogo manifiesta su total adhesión al Partido Reformista que habían fundado Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate en 1912 y porque su programa coincidía a la perfección con su ideario político. Este ritmo frenético de trabajo y su resquebrajada salud le llevaron a retirarse largas temporadas a su Extremadura natal, aunque siguió participando en las revistas madrileñas más influyentes: Vida Nueva, Germinal, Revista Nueva y promovió otra más ambiciosa, La Vida, en la que tenían comprometida su colaboración Pardo Bazán, Melquíades Álvarez, Lerroux, Benlliure, Unamuno, Cajal... y que nunca vería la luz por la muerte inesperada de Trigo al poner fin voluntariamente a su vida el 2 de septiembre de 1916 en el chalet que había adquirido en la Ciudad Lineal, después de haber escrito una nota de despedida para su familia en la que pedía perdón y comprensión. Las razones que pudieron llevarle a esta decisión última pueden deducirse de la configuración psicológica de los personajes de sus últimas novelas, pero en ningún caso tuvieron que ver con razones económicas, como pretenden algunos, puesto que la editorial Renacimiento le tenía un crédito abierto del que respondían los derechos de autor.
La polémica sobre su persona y su obra le sobrevivió y encontraría fervientes defensores —M. Abril, Peseux- Richard, Cejador, González Blanco, Pardo Bazán...— así como furibundos detractores —Clarín, Luis Bello, Alfonso Reyes, Maeztu...—. Su vinculación casi tautológica al género de la novela erótica ha hecho de él un autor cuasi proscrito desde una determinada moral y sus obras fueron retiradas de los fondos de la Biblioteca Nacional durante el franquismo.
La situación ha cambiado notablemente en estos últimos años y ya abundan las monografías que sitúan la obra de Trigo en sus justos términos —Mainer, García Lara, Watkins, Martínez San Martín, Muelas...— permitiendo un análisis desde nuevas perspectivas y rescatando su verdadera aportación a la novela española contemporánea.
Obras de ~: “Las plagas sociales”, en El Socialista (Madrid), 17 de agosto de 1888; 31 de agosto de 1888; 21 de septiembre de 1888; 28 de septiembre de 1888; 26 de octubre de 1888; 9 de noviembre de 1888; 23 de noviembre de 1888; 8 de febrero de 1889; 15 de febrero de 1889; “Etiología moral (psicomecánica)”, en El Globo, 5 de octubre de 1891; 7 de octubre de 1891; 10 de octubre de 1891; 14 de octubre de 1891; 20 de octubre de 1891; La prima de mi mujer (comedia), Sevilla, Hijos de Acuña, 1893; Cuatro generales: Blanco, Primo de Rivera, Polavieja y Lachambre (ensayo), Madrid, Fernando Fe, 1897; La campaña filipina (impresiones de un soldado) (ensayo), Madrid, Fernando Fe, 1897; “Problemas del día”, en El Nacional (EN), 6 de febrero de 1898; “La Toga”, en Vida Nueva (VN), 19 de julio de 1898; “Honor Nacional”, en VN, 22 de julio de 1898; “Decadencias y Grandezas”, en EN, 4 de septiembre de 1898; “Ecce Homo”, en EN, 17 de septiembre de 1898; “El escándalo de D. Benito”, en El Liberal (EL), mayo de 1902 “Vivir en verso”, en EN, 27 de septiembre de 1898; “La política y la prensa”, en EL, 18 de octubre de 1898; “Viejos y Nuevos”, en EN, 15 de octubre de 1898; Las ingenuas, Madrid, ed. del autor, 1901; La sed de amar, Madrid, Pueyo, 1903; Socialismo individualista (ensayo), Madrid, Renacimiento, 1904; Alma en los labios, Madrid, Pueyo, 1905; La de los ojos color de uva. Reveladoras. Lo irreparable (tres novelas en un tomo), Madrid, Pueyo, 1905; “Con ocasión de dos libros”, en EL, 14 de julio de 1905; Del frío al fuego (ellas a bordo), Madrid, Fernando Fe, 1906; En la carrera (un buen chico estudiante en Madrid), Madrid, Fernando Fe, 1906; La Altísima, Madrid, Renacimiento, 1907; Sor Demonio (El honor de un marido hidalgo y metafísico), Madrid, Fernando Fe, 1907; La clave, Madrid, Fernando Fe, 1907; Reveladoras, en el Cuento Semanal, Madrid, marzo de 1907; El amor en la vida y en los libros (mi ética y mi estética) (ensayo), Madrid, Renacimiento, 1907; La Bruta (héroes de ahora), Madrid, Renacimiento, 1908; El gran simpático, en El Cuento Semanal, Madrid, junio de 1908; Las posadas del amor, en El Cuento Semanal, noviembre de 1908; Las Evas del Paraíso, Madrid, Renacimiento, 1909; Lo irreparable, El Cuento Semanal, marzo de 1909; El cínico, Los Contemporáneos, febrero de 1909; La de los ojos color de uva, abril de 1909; Mi prima me odia, Los Contemporáneos, junio de 1909; A todo honor, Los Contemporáneos, noviembre de 1909; Lo irreparable, Los Contemporáneos, febrero de 1910; Mi media naranja, Los Contemporáneos, marzo de 1910; La sombra, Los Contemporáneos, junio de 1910; El papá de las bellezas, Los Contemporáneos, noviembre de 1910; Los abismos, Madrid, Renacimiento, 1911; Cuentos ingenuos (contienen 19 relatos cortos), Madrid, Renacimiento, 1911; Además del frac, El Cuento Semanal, noviembre de 1911; El náufrago, El libro popular, septiembre de 1911; El médico rural, Madrid, Renacimiento, 1912; Los invencibles, El Libro Popular, agosto de 1913; Semental (archiaristocráticas conquistas españolas del bello Gran duque vienés Gastón de Beauvepaire), El Libro Popular, octubre de 1913; Jarrapellejos, Madrid, Renacimiento, 1914; El domador de demonios, El Libro Popular, marzo de 1914; El sueño de la duquesa, Los Contemporáneos, abril de 1915; Miss Leis, Los Contemporáneos, junio de 1915; La crisis de la civilización. La Guerra Europea (ensayo), Madrid, Renacimiento, 1915; Sí sé por qué, Madrid, Renacimiento, 1916; Las sonatas del diablo, Madrid, Renacimiento, 1916; Trata de blancas (comedia) La novela teatral, n.º 1, diciembre de 1916; En mi castillo de luz (Diario de un alma bella), Madrid, Renacimiento, 1916; Murió de un beso, Madrid, 1917; La eterna víctima (comedia), junio de 1917; con J. Trigo, En los andamios, Madrid, Renacimiento, 1918.
Bibl.: H. Peseux-Richard, “Un romancier espagnol: F. Trigo”, en Revue Hispanique, XXVIII (1913); M. Abril, Felipe Trigo. Exposición y glosa de su vida, su filosofía, su moral, su arte, su estilo, Madrid, Renacimiento, 1917; A. González Blanco, “Felipe Trigo (Antología crítica de su obra)”, La novela corta (Madrid), n.º 287 (1921); A. T. Watkins, Eroticism in the novels of F. Trigo, New York, Bookman Associates, 1954; J. Bergamín, “Prólogo” a F. Trigo, El médico rural, Madrid, Turner, 1974; F. C. Sainz de Robles, La promoción de El cuento semanal (1907-1925), Madrid, Espasa Calpe 1975 (Colección Austral n.º 1592); A. Martínez San Martín, La narrativa de Felipe Trigo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983; F. García Lara, El lugar de la novela erótica española, Granada, Diputación Provincial, 1986; M. Muelas Herraiz, La obra de Felipe Trigo en la crisis de fin de siglo, en www.cervantesvirtual.com; R. Hernández Megías, Escritores extremeños en los cementerios de España, Madrid, Beturia, 2004.
Martín Muelas Herraiz