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Francisco Bernardo de Quirós

Biografía

Quirós, Francisco Bernardo de. Madrid, 25.X.1594 baut. – 18.XI.1668. Alguacil de Casa y Corte, escritor, dramaturgo, entremesista.

Muy poco se conocía acerca de la vida y obra de este excelente entremesista y escritor satírico. Nicolás Antonio (1617-1684), contemporáneo de Quirós, nos lega una temprana pero escueta noticia: apparitor (alguacellum Arabica nomenclatura vocant) perpetuus aulae & curiae Regiae, edidit: Obras varias, y entremeses, y aventuras de D. Fruela. Matriti in 4º.” Este dato biográfico, su condición de “Alguacil perpetuo de la Casa y Corte de su Majestad”, acompañará el nombre de Quirós en todas sus obras y documentos. Carlos González Posada, que escribe hacia 1782, incluye a Quirós en su Biblioteca Asturiana: “Célebre poeta cómico del siglo XVII; además de las obras que le da Nicolás Antonio, escribió, según el Catálogo de comedias que se publicó a principios del XVIII, las siguientes: El cerco de Tagarete, que es burlesca y de figurón; El hermano de su hermana; Luna de la Sagra; Olvidar amando. No me acuerdo que cosas tiene prohibidas por la Inquisición”. El opúsculo manuscrito de González Posada fue trasladado íntegramente por Bartolomé José Gallardo al vol. I de su Ensayo. No corre mejor suerte Francisco Bernardo de Quirós con otros estudiosos de la literatura asturiana, región de donde se le consideró natural desde que Gallardo publicó el trabajo del canónigo González Posada. Fuertes Acevedo recoge las noticias anteriores y le da como natural de Olloniego, sin que “haya tenido testimonio irrecusable para tal aseveración”, como muy bien hace notar Constantino Suárez, quien, además, insiste en la dificultad de encontrar datos que permitan reconstruir la biografía de Bernardo de Quirós. María Elvira Muñiz se apoya en Suárez y aporta algunos títulos de entremeses. A Cotarelo y Mori debemos el primer dato concreto de la biografía de Quirós que es, curiosamente, el que indica el final de la misma: la fecha de su muerte, el 18 de noviembre de 1668.

Con estos escasos datos nos encontramos cuando hace años nos propusimos la recuperación bio-bibliográfica de este dramaturgo del Siglo de Oro injustamente olvidado. No procede detallar aquí los pasos seguidos, algunos infructuosos, en nuestra primera investigación que puede verse en la introducción a la edición de sus Obras (1984), publicada por el Instituto de Estudios Madrileños, con cargo al programa “El Madrid de los Austrias”, dirigido por el recordado Antonio Domínguez Ortiz; nos limitaremos a indicar las principales líneas de indagación seguidas. Dado que los apellidos Bernardo de Quirós son de origen asturiano, comenzamos por examinar las posibles fuentes de datos: genealogía de la casa de Quirós escrita por Felipe Bernardo de Quirós en 1688; examen de archivos parroquiales y municipales de los lugares donde hubo vástagos de la casa; Libros de actas de la Junta del Principado de Asturias… De la documentación consultada se deduce que distintas ramas de la familia apellidada Bernardo de Quirós se establecieron en el centro de la Península alrededor de la Corte (Madrid, Toledo, Torrelaguna, Segovia…); todas son descendientes del tronco asturiano y sus abuelos ya salieron de Asturias en tiempos de Enrique IV. Una nueva dirección tomaron nuestras investigaciones partiendo, esta vez, del dato aportado por Nicolás Antonio. En el Archivo de Simancas, Sección de Quitaciones de Corte, tuvimos la suerte de localizar su título de Alguacil y el acta de juramento. Con los datos que aportan estos documentos –su padre Juan de Quirós San Pedro también fue alguacil– la indagación se dirigió hacia los archivos de las parroquias madrileñas. Era probable que un Alguacil de Casa y Corte residiera en Madrid. Efectivamente, en la parroquia de Santa Cruz dimos con su partida de bautismo.

Francisco Bernardo de Quirós nació en Madrid y se bautizó el 25 de octubre de 1594 en la parroquia de Santa Cruz. Es hijo de Juan de Quirós, alguacil de Corte, y de doña María de Oviedo, naturales de Madrid. Su fecha de nacimiento ha de estar en los últimos días de septiembre, probablemente el día 26, ya que en esa fecha del año 1615, es decir, cuando cumple veintiún años, le concede el rey Felipe III, en documento firmado en Lerma, el cargo de Alguacil de Casa y Corte, en lugar y por vacación de Juan de Quirós San Pedro, vuestro padre”. Cuatro días más tarde jura Quirós su cargo en Madrid ante el marqués del Valle, del Consejo Real de Su Majestad. Recibe de sueldo anual treinta mil maravedís “para vuestra costa y mantenimiento”, si bien el cargo, como más adelante veremos, contaba con alguna otra fuente de ingresos.

Según una cédula real dada por Felipe II, los alguaciles de la Casa y Corte Real no debían superar el número de cincuenta. Sin embargo, en 1615 se superaba ese número “por haber acrecentado once alguaciles en lugar de otros tantos alguaciles impedidos que había, que no podían por su impedimento usar de sus oficios”. Según fueran quedando vacantes estos puestos deberían irse amortizando hasta quedar nuevamente reducidos al número de cincuenta. Cuando quedó vacante la plaza que hasta entonces ocupaba Juan de Quirós, no se amortizó porque Felipe III concedió en este caso dispensa de la Real Cédula y nombró alguacil de número a su hijo Francisco Bernardo de Quirós. De los cincuenta alguaciles de Casa y Corte, tres lo eran “para las comedias”, y uno de ellos debió de ser Quirós, pues en más de una ocasión fue comisionado para embargar a alguna compañía y obligarla a representar en la Corte. Con motivo del Santo Jubileo del año 1656 se cerraron los corrales durante un mes, lo que dio lugar a un largo pleito interpuesto por los arrendadores a causa de las pérdidas que el cierre suponía; entre los testigos figuran, entre otros, los dramaturgos Sebastián de Villaviciosa, Juan de Matos y Francisco de Avellaneda. Este último manifiesta que los arrendadores habían traído la compañía de Acuña desde Burgos con grandes gastos “y esto lo saue por hauerselo oydo dezir a don Francisco de Quirós, Alguacil de Casa y Corte de S. M., que fue por la dicha compañía a la dicha ciudad”. Dos años más tarde, de nuevo encontramos a Quirós cumplimentando una comisión semejante, esta vez a Cuenca, acompañado por otro alguacil llamado Juan Bautista Velarde. Antes de llegar a su destino, Quirós  enfermó de mala cozina” y no pudo proseguir viaje. Velarde se encargó de que Núñez, las treinta y tres personas que están en su compañía y los criados y criadas” regresaran a Madrid, después de muchas peripecias y dificultades.

Bastaría con leer las obras de Francisco de Quirós para darse cuenta de que, aunque no hubiera nacido en Madrid, en esta ciudad tuvo que crecer y vivir. A Quirós puede aplicársele el calificativo de “cortesano” que doña Blanca de los Ríos regatea al gran entremesista Quiñones de Benavente. Quirós ocupó un cargo en la Corte, participó en las fiestas de Palacio, escribió entremeses para representar ante el Rey, tomó parte en las academias literarias y en los certámenes con que se solemnizaron distintos actos públicos, y, desde luego, Madrid tuvo en Quirós un hijo apasionado. Madrid es el escenario de la acción de Aventuras de don Fruela. Por esta obra desfilan sus calles, plazas, lugares y costumbres: las meriendas a orillas del Manzanares, las fiestas de San Juan y Santiago el Verde, el paseo y tertulias del Prado, las tardes de comedia en el Corral del Príncipe. En Madrid presenció Quirós acontecimientos grandes y pequeños, que hoy forman parte de la historia. En 1629 escribe la Relación de las fiestas que se hicieron en Madrid al bautismo del Príncipe, así como la Relación de la famosa máscara que hizo el duque de Medina de las Torres en alegría del nacimiento del Príncipe de España Baltasar Carlos Domingo. En una jácara, incluida en Aventuras de don Fruela cuenta la jornada alegre que vivió Madrid el día que “sus Majestades y sus Altezas entraron en las góndolas que envió el excelentísimo señor duque de Medina de las Torres, siendo virrey de Nápoles, para el estanque del Real Retiro”. Participó Quirós y obtuvo uno de los premios en el certamen que se celebró el 19 de septiembre de 1660 para festejar el traslado de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad a su nueva capilla en el Convento de la Victoria. En octubre de 1656 escribe unas Redondillas al galope para el certamen que se hizo con motivo de la consagración de un nuevo templo a Santo Tomás de Aquino por parte de la Orden de Predicadores. No fue Quirós, como vemos, un mero espectador; tomó parte muy activa en la vida cultural de la Corte.

Escribió versos laudatorios a varios autores y obras: a la muerte de Pérez de Montalbán el 25 de junio de 1638, publicados en Lágrimas panegíricas (1639); en los Avisos para la muerte de Luis Ramírez de Arellano, no en la primera edición de 1634, sino en otras posteriores, como la de 1659; en alabanza de Parte Primera de los Donaires de Tersícore de Vicente Suárez de Deza, publicada en 1663. Esta amistad de Quirós con la mayoría de los escritores contemporáneos, en una época en que lo ordinario era la envidia y rivalidad entre colegas, muestra a las claras la generosidad de su carácter: en la academia poética con que cierra sus Obras no deja sin elogios a ninguno de los dramaturgos de la época, buscando la frase amable que defina a cada uno. Fue Quirós persona alegre, jovial, de ingenio agudo, pero nunca hiriente ni mordaz.

Contó nuestro escritor con un protector en la persona de don Ramiro de Guzmán, duque de Medina de las Torres. Este noble leonés, marqués de Toral, se casó en 1625 con la hija única del conde-duque de Olivares y, aunque enviudó al año siguiente y no tuvo hijos, conservó el apoyo de su poderoso suegro que logró que se le transmitiera el título de duque de Medina de las Torres y que se le nombrara virrey de Nápoles. En 1636 casó en Nápoles con doña Ana Carafa Gonzaga, princesa de Stigliano, y al año siguiente nacía en el palacio partenopeo su primogénito Nicolás que heredaría los títulos paternos y maternos. Ramiro de Guzmán ocupó el virreinato de Nápoles hasta que la caída de Olivares fue causa de su relevo y de su partida para España en mayo de 1644. No pudo estar presente en el nacimiento de su tercer hijo ni en los últimos momentos de su esposa que falleció en octubre del mismo año. El duque de Medina de las Torres frecuentó los corrales de comedias y tuvo una participación muy activa en diversos espectáculos de la corte. A su afición a los libros y a la pintura –reunió una biblioteca y una pinacoteca extraordinarias– unía el favor dispensado a algunos artistas, pintores y escritores. Entre estos últimos, Quevedo, León Pinelo, Paravicino, Pérez de Montalbán o Ruiz de Alarcón reconocieron su protección dedicándole obras suyas. No hemos localizado documentación acerca de la relación que pudo haber entre el duque y Francisco Bernardo de Quirós, pero tuvo que ser estrecha, pues en 1645, cuando su primogénito cuenta con ocho años, Medina de las Torres encargó a Quirós que acompañase a su hijo don Nicolás María de Guzmán y Carafa, ya príncipe de Stigliano, sirviéndole como aposentador en su venida a España desde Nápoles. Once años más tarde, cuando don Nicolás María prepara su boda con María Álvarez de Toledo, hija del duque de Alba y de la duquesa de Huéscar, Francisco de Quirós le dedica la edición de Obras y aventuras de don Fruela. Por la dedicatoria vemos que durante esos años mantuvo relación con el joven príncipe por el que siente “humilde afecto”. A otro miembro de la ilustre familia de los Guzmán, a don Baltasar de Guzmán y Mendoza, hijo del conde de Añover, dedicó Alejandro de Benavente y Quiñones la Fábula burlesca de pan y vino que comienza con unos “Ovillejos de don Francisco de Quirós, Alguacil de la Casa y Corte de su Majestad”.

Murió Francisco Bernardo de Quirós en Madrid el 18 de noviembre de 1668 en la calle de Leal, en casas propias, y se le enterró en el Colegio de Atocha que se hallaba donde actualmente está edificada la iglesia de Santa Cruz. Murió sin testar y con ello se nos escapa otra posible fuente de datos. Su partida de defunción, ya recogida por Cotarelo, no proporciona ningún dato sobre su estado civil ni sobre su familia.

El 14 de diciembre de 1655 obtuvo Francisco Bernardo de Quirós privilegio para imprimir Obras suyas y Aventuras de don Fruela, por tiempo y espacio de diez años”. Seis días más tarde cedió Quirós dicho privilegio al mercader de libros Mateo de la Bastida por trescientos reales de vellón, según consta en el protocolo notarial núm. 8.628 (f. 351) del Archivo de Protocolos de Madrid; el documento tiene fecha de 20 de diciembre de 1655 y se otorgó ante el escribano Illán Fernández de Oliveros. Con una portada sencilla y el pie de imprenta correspondiente, ve la luz Obras de... y aventuras de don Fruela en los primeros meses de 1656. Sin embargo, el mismo año aparece esta obra de Quirós con una nueva portada en la que aparece el escudo tipográfico del librero Gabriel de León, a cuya costa, se dice, se ha impreso. No se trata de una nueva edición, ni siquiera de una nueva impresión: es exactamente la obra ya impresa con una nueva portada en la que se ha sustituido el pequeño adorno tipográfico y la expresión “Con privilegio” por el escudo del librero Gabriel de León; el resto de la portada, título, dedicatoria, lugar, impresor y año es idéntico. A falta de datos más fidedignos, como sería un documento notarial que diese cuenta de la cesión del privilegio, sugerimos que podría tratarse de estrategias mercantiles entre miembros de una misma familia. Mateo de la Bastida estaba casado con una hija de Gabriel de León, uno de los libreros más prestigiosos de la Corte. Otro de los hijos de Gabriel, Pedro de León, mercader de libros y sargento mayor, se había establecido en Lima. Mercedes Agulló, a quien sigo en estos datos sobre los libreros madrileños, da cuenta de varios envíos de cajas de libros hechos por Gabriel de León a su hijo. Contaba, pues, Gabriel de León con circunstancias favorables (probablemente más ventajosas si figuraba él mismo como editor) para dar salida a una obra que muy pronto estuvo en el punto de mira de la Inquisición.

La impresión de Obras de... y aventuras de don Fruela contó con la doble aprobación del padre fray Diego Niseno, quien afirma que es un escrito de muy ingeniosa traza, de apacible recreación y honestísimo divertimiento, como hijo legítimo de un ingenio tan aplaudido y celebrado por la incomparable promptitud de sus sales y donaires”, y del padre jesuita Agustín de Castro, calificador del santo Oficio de la Inquisición, que incluye la obra de Quirós en el género satírico sobre cuyas bondades se extiende. Pues bien, a pesar de tantas bendiciones, el Consejo de la Suprema Inquisición prohíbe Obras de Francisco Bernardo de Quirós, y aventuras de don Fruela. La prohibición se encuentra recogida en el Índice de Valladares-Marín. Al tratarse de una prohibición y no de un expurgo, no se especifican los motivos que hubo para ello. En los expurgatorios se señalan los pasajes, palabras o frases que debían ser suprimidas; en las prohibiciones lo normal es que solo digan: “se prohíbe”. Sin intentar determinar con exactitud qué motivos hubo para prohibir el libro de Quirós, apuntaremos que son muchos los pasajes de Aventuras de don Fruela en los que se hace burla, despreocupada ironía o fría parodia de frases de la liturgia y de motivos religiosos o sacros, que no resultan heréticos, pero sí pueden ser considerados irreverentes. Otras situaciones del relato novelístico entrarían de lleno en lo ordenado en la Regla VII de “Advertencias y mandatos” del mismo Índice de Valladares-Marín: “Prohíbense asimismo los libros que tratan, cuentan y enuncian cosas de propósito lascivas, de amores o otras cualesquier como dañosas a las buenas costumbres de la Iglesia cristiana, aunque no se mezclen en ellas herejías y errores de la Fe, mandando que los que los tuvieren sean castigados”. Y en las Reglas generales del Index de Quiroga (1583): “Ítem se prohíben libros en los que con autoridades y palabras de la Sagrada Escritura, se dicen y tratan cosas y materias profanas”. Tampoco conocemos si la prohibición fue a causa de la novela o de los entremeses y comedia que hay incluidos en el relato. Si existían elementos punibles o que debían ser corregidos, no fueron detectados por los revisores. Por otra parte, deben ser tenidas en cuenta las enredadas relaciones que por esos años mantuvieron los libreros Mateo de la Bastida y Gabriel de León con la Inquisición. Durante varios años recibieron notificaciones judiciales por no entregar la obligada Memoria de los fondos de sus librerías al Visitador del Santo Oficio, y el 7 de abril de 1663 fueron denunciados a la Inquisición por tener libros prohibidos que debían haber sido entregados al Santo Oficio para ser recogidos. La entrega de libros prohibidos rara vez se lograba ya que los libreros procuraban darles pronta salida, bien sea vendiéndolos secretamente, bien enviándolos a las Indias o a otros reinos. Y algo de esto harían Mateo de la Bastida y Gabriel de León. Obras de... y aventuras de don Fruela, cuando se prohíbe, ya había sido divulgado, comprado y leído. Como ya comentamos, los ejemplares no vendidos por Bastida los revisten de nueva portada con el escudo y nombre de Gabriel de León y los envían a Lima a Pedro de León. Pero a Lima llega también la condenación del Consejo en una carta acordada del 1 de abril de 1659, que reciben allí en abril del año siguiente. Las autoridades del Perú respondieron en escrito fechado el 20 de octubre de 1662 en el que notifican que han cumplido lo ordenado y que del libro de Bernardo de Quirós “se han recogido muchos cuerpos”, expresión que, por una parte, corrobora lo que dijimos más arriba de que Gabriel de León se apresuró a deshacerse de los ejemplares de un libro que ya no podía vender enviándolos a su hijo en Lima; por otra, explica la rareza de los ejemplares de Obras con la portada en la que figura la marca tipográfica de Gabriel de León en las bibliotecas europeas.

El título del libro ya señala, aunque sea a grandes rasgos, su estructura y contenido. Por una parte, obras: diez entremeses, varias poesías y una comedia final; por otra, la narración, la novela, las aventuras de don Fruela. La narración está formada por divertidos y variados cuadros de costumbres entre picarescos y cortesanos, extraordinariamente ricos en información sobre la vida de determinados tipos sociales en el Madrid del siglo XVII: busconas, criados, figurones, caballeros del milagro, poetas cómicos, arbitristas, van desfilando a lo largo del libro que se divide en diez capítulos. El hilo de la narración corre por los nueve primeros. El último capítulo es parodia de una academia literaria que organizan los ingenios de Madrid en honor de los poetas sevillanos que visitan la Corte. En la academia, conglomerado de géneros y estructuras burlescas, sobresalen la Fábula de Polifemo y Galatea, parodia de las fábulas mitológicas gongorinas, y la comedia de disparates del cerco de Zamora titulada El hermano de su hermana, con que se cierra la academia y la obra. El conjunto de sus piezas dramáticas breves se publica en la edición crítica de Teatro breve completo (2016).

 

Obras de ~: Relación de las fiestas que se hicieron en Madrid al bautismo del Príncipe, Madrid, 1629; Relación de la famosa máscara que hizo el duque de Medina de las Torres en alegría del nacimiento del Príncipe de España Baltasar Carlos Domingo, Madrid, en casa de Bernardino de Guzmán, 1629; Obras de ~ y aventuras de don Fruela, Madrid, 1656, donde se incluyen diez entremeses y la comedia burlesca El hermano de su hermana; Obras y aventuras de don Fruela, ed. de C. C. García Valdés, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1984; “La luna de la Sagra. Vida y muerte de Santa Juana de la Cruz”, en Parte veinte y dos de comedias nuevas, Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1665; El cerco de Tagarete, Madrid, Lucas Antonio de Bedmar, 1672; Olvidar amando, Madrid, Lucas Antonio de Bedmar, 1672; Teatro breve completo, ed. de C. C. García Valdés, Madrid, Fundamentos (Biblioteca Temática RESAD), 2016 [Veinticuatro títulos: veintiún entremeses, dos bailes y una jácara].

 

Bibl.: F. Bernardo de Quirós y Benavides, Solar de la casa de Olloniego: diferentes varonías… y descendencia sucessiva de dozientos años, comprobada con instrumentos y papeles auténticos, Madrid, Lucas Antonio de Bedmar [s. a., posterior a 1686]; N. Antonio, Biblioteca Hispana Nova, Madrid, Joaquín de Ibarra, 1783, I, pág. 407; C. González Posada, Biblioteca asturiana o Noticia de los autores asturianos [escrita hacia 1782], vol. VIII de Monumenta Historica Asturiensia, Gijón, 1980; B. J. Gallardo, Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, Madrid, 1863-1889, vol. I, núm. 457, columnas 396 a 444; M Fuertes Acevedo, Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias, Badajoz, Tipografía La Industrial, 1885; E. Cotarelo y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras, mojigangas, desde fines del siglo XVI hasta principios del XVIII, Madrid, Nueva Biblioteca de Autores Españoles, 1911; C. Suárez, Escritores y artistas asturianos. Índice bio-bibliográfico, Madrid, 1936 (2º ed., 1978); J. E. Varey y N. D. Shergold, Teatros y Comedias en Madrid: 1651-1665. Estudio y Documentos, London, Tamesis Book, 1973; M. E. Muñiz, Historia de la literatura asturiana en castellano, Salinas, Ayalga, 1978; J. Simón Díaz (ed.), Relaciones de actos públicos celebrados en Madrid, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1982; C. C. García Valdés, “El sordo y Don Guindo, dos entremeses de ‘figura’ de F. Bernardo de Quirós”, en Segismundo (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas), 37-38 (1983), págs. 241-269; C. C. García Valdés, “Introducción”, en  Obras y aventuras de don Fruela, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1984, págs. I-XCIX; C. C. García Valdés, “Un entremés inédito de Francisco Bernardo de Quirós: Entre bobos anda el juego”, en Segismundo, XVIII, 1-2, Madrid, 1984, págs. 291-308”; C. C. García Valdés, “Bibliografía crítica de las obras de Francisco Bernardo de Quirós”, en Criticón (Université de Toulouse-Le Mirail), 32 (1985), págs. 5-53; C. C. García Valdés, “Addenda a Bibliografía crítica”, en Criticón 34 (1986), págs. 175-177; C. C. García Valdés, Antología del entremés barroco, Barcelona, Plaza y Janés, 1985, págs. 74-91 y 335-372; C. C. García Valdés, “El cerco de Tagarete, una comedia burlesca”, en Criticón (Université de Toulouse-Le Mirail), 37 (1987), págs. 77-115; C. C. García Valdés, “El regidor. Mojiganga inédita de F. Bernardo de Quirós”, en Teatro del Siglo de Oro. Homenaje a Alberto Navarro, Kassel, Ediciones Reichenberger, 1990, págs. 221-239; ; M. Agulló, La imprenta y el comercio de libros en Madrid (siglos XVI-XVII), Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 1992; I. Arellano,  “Paradigmas burlescos en Aventuras de don Fruela, de Francisco Bernardo de Quirós, enciclopedia jocosa del Siglo de Oro”en Monteagudo, 9 (2004),  págs. 109-126;  R. Bonilla Cerezo, “Góngora y Castillo Solórzano en la Fábula de Polifemo, de Francisco Bernardo de Quirós”, Il confronto letterario 51 (2009), págs. 39-79; C. C. García Valdés, “Introducción”, en Teatro breve completo, Madrid, Editorial Fundamentos, 2016, págs. 7-81; Reseñas de F. Bernardo de Quirós, Teatro breve completo, en Revista de Literatura, (C.S.I.C.) vol. LXXIX, núm. 158 (2017), págs. 625-654; RILCE (Universidad de Navarra) 34.1 (2018), págs. 405-409; C. C. García Valdés, “La luna de la Sagra. Vida y muerte de la santa Juana de la Cruz, de Francisco Bernardo de Quirós: versiones, reescritura y estrategias intertextuales”, 2018 (en prensa).

 

Celsa Carmen García Valdés

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