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Francisco José de Jaca

Biografía

Jaca, Francisco José de. Jaca (Huesca), c. 1645 – Madrid, c. 1690. Capuchino (OFMCap.), escritor, misionero, abolicionista y predicador.

No se sabe nada de sus orígenes, ni siquiera su nombre de bautismo, sólo que es oriundo de Jaca y que nació hacia el año 1645. El 14 de enero de 1665 ingresó en la Orden capuchina en el convento de Tarazona y allí hizo el noviciado. En mayo de 1673 el ministro general de los capuchinos le concedió patente para predicar, por lo que se habría ordenado algún año antes.

En 1677 obtuvo también licencia para confesar y predicar en los reinos de España. Ese mismo año el comisario general de las Misiones capuchinas le extendió patente para pasar a la misión de los Llanos de Caracas en calidad de misionero apostólico.

Entre septiembre y octubre de 1678, llegó a Caracas con un grupo de misioneros de su Orden. Desde su llegada a las Indias, asumió un talante profético, defendiendo los derechos de indios y misioneros; hecho que hizo más patente en diciembre de ese mismo año escribiendo al Rey y dando cuenta de los abusos a que eran sometidos los indios. Francisco José de Jaca iba destinado a la misión del Darién, pero encontrándose este territorio bajo una fuerte revuelta de los naturales y habiendo caído en manos de los franceses, no se permitía la entrada a ningún súbdito de la Corona española, por lo que, ante estas circunstancias, su labor misionera la realizó en los Llanos de Caracas.

A mediados de 1681 se le concedió licencia para abandonar la misión sin un motivo claro, y los primeros días de junio se encontraba en Cartagena de Indias, desde donde escribió nuevamente al Rey acerca de los abusos que se cometían en la esclavitud de los negros. Un mes después se sabe que estaba en Cumaná, adonde arribó en un barco de la conducción de negros, y a últimos de julio llegó a La Habana. Desde este puerto retomó nuevamente la pluma, esta vez para escribir una carta al Consejo de Indias, para mostrar la necesidad de buscar remedio a las injusticias cometidas con los negros. Fue acogido en el convento de San Francisco, desde donde empezó a predicar la ilicitud de la esclavitud de los negros, al mismo tiempo que redactaba una Resolución acerca de este particular, que concluyó el 28 de agosto de 1681. Su ministerio supuso un arma valiosa y eficaz ante toda la sociedad de la villa, puesto que no se conformó con negar la esclavitud, sino que, de manera práctica, desde el confesionario negaba la absolución sacramental a aquellos que persistiesen en tener esclavos, al mismo tiempo que les privaba de la comunión sacramental.

A su regreso de las islas Barbados, adonde había ido siguiendo a una nave cargada de esclavos, fue expulsado del convento de San Francisco. El motivo parece que fue su insistencia en seguir predicando contra la esclavitud de los negros. Jaca se trasladó a vivir a la ermita del Cristo del Potosí, donde se encontraba el también capuchino Epifanio de Moirans, que había conocido días antes y que mantenía ideas análogas a las suyas. Desde ese momento, la vida de los dos capuchinos caminó de forma paralela, teniendo que pasar por infinidad de incomprensiones y abusos, dándose además una perfecta empatía entre ambos en la defensa y lucha de idénticos intereses. En aquel lugar retirado, a varias leguas de la ciudad, tuvieron tiempo de conocerse y profundizar en las ideas y planteamientos en que ambos coincidían. Fue precisamente desde este lugar desde el que acometieron la tarea de una predicación profética que no dejaría a nadie impasible, ni a amos ni a esclavos.

La tranquilidad no duró mucho tiempo, pues ya que el 8 de noviembre, Jaca respondió a una carta del vicario general y provisor de La Habana, en la que intentaba explicar su manera de proceder, aunque es obvio que era incomprensible para las autoridades civiles y eclesiásticas. Para él, los misioneros tenían obligación de caridad, frente a los abusos cometidos por otros, aún en detrimento de la propia vida. Tanto el vicario general como el gobernador de la plaza, sufrían la presión de los amos de esclavos que veían tambalearse sus más fructíferos negocios.

De día en día, los misioneros notaban cómo la fuerza de la ley les iba recortando la capacidad para dedicarse a la tarea que habían emprendido. El 25 de noviembre de 1681, el fiscal eclesiástico se personó en la ermita del Cristo del Potosí para notificarles que debían ir a vivir a uno de los conventos de la ciudad, en conformidad con el Sínodo Diocesano de 1680.

El 3 de diciembre, como los religiosos seguían residiendo en la ermita, el vicario general los declaró sin facultades para predicar y confesar, al mismo tiempo que comunicaba a los eclesiásticos y fieles que habían sido excomulgados.

En calidad de suspendidos y excomulgados fueron trasladados al Hospital de San Juan de Dios, donde el prior les permitió celebrar, confesar y moverse libremente, prohibiéndoles únicamente predicar. Jaca y Moirans redactaron un poder para que alguien los representase judicialmente y procediera contra el provisor general, pero no lo lograron. El 10 de enero, como respuesta, notificaron al vicario por medio del notario, que había incurrido en excomunión mayor.

Ante esta actitud, la respuesta del vicario general fue solicitar las patentes y bulas, en las que constase su exención, al mismo tiempo que les eran requeridos todos sus escritos, recurriendo si fuere preciso al brazo secular.

La tensión vivida esos días llevó al prior del hospital a solicitar el traslado de los religiosos a otro convento, en razón de la inquietud, disturbios y sedición creada.

Por su parte, los dos misioneros, después de los abusos vividos, decidieron buscar la fuerza y el apoyo de todos los eclesiásticos que residían en la villa. El 17 de enero la situación se hizo insostenible y los dos religiosos fueron trasladados a prisión, pasando a depender del poder civil y siendo trasladados a los castillos de la Fuerza Vieja y de la Punta.

Después de este incidente, los acontecimientos vividos por los misioneros vuelven a ser una incógnita porque apenas existen datos. Desde enero hasta el 3 de julio en que concluyó definitivamente el auto, la tarea del fiscal se centró en recoger los testimonios de todos aquellos que se habían visto implicados en el proceso, y podían ofrecer algún dato de interés para enviar al Consejo de Indias. El 7 de abril se promulgó un decreto por el cual, después de haber visto el proceso, se ponía el auto en manos del provincial de los capuchinos de Andalucía, para que lo llevara a término teniendo en cuenta la legislación propia de su Orden. El 5 de junio, a su vez se promulgó un segundo decreto por el que, considerando que el vicario provincial de los capuchinos de Andalucía había demostrado que las licencias de dichos religiosos eran auténticas, se les concedía licencia para que pudieran celebrar la eucaristía.

Algunos días después, en cuanto hubo disposición de naves, los religiosos fueron trasladados a España, encontrándose ya el 15 de septiembre en Cádiz. A bordo del galeón, Jaca retomó la pluma para escribir a Carlos II y al Consejo de Indias, haciendo mención de todo aquello por lo que habían tenido que pasar.

En Cádiz fueron conducidos al convento de capuchinos de aquel puerto y fueron entregados al guardián para que los mantuviera retenidos sin permitirles salir del mismo. Con ellos llegaba también el auto elaborado en La Habana y los papeles pertenecientes a los dos misioneros.

Su llegada a España provocó un fuerte revuelo en los órganos civiles y eclesiásticos, dándose unos movimientos con pretensiones muy precisas. Jaca y Moirans escribieron el 20 de septiembre desde Cádiz a Propaganda Fide y al nuncio de España, presentando su situación y los hechos acaecidos. La respuesta no se hizo esperar y el nuncio Millini escribió al provincial de Andalucía, para que facilitase las licencias oportunas para pasar a la Corte. El tema automáticamente se complicó por la interferencia del poder civil, que de ninguna manera quería que ambos religiosos llegaran a Madrid. Por otra parte, el 10 de noviembre el tema fue abordado por Propaganda y se decidió delegar el asunto al nuncio Millini.

Al mismo tiempo, por parte de la Corona se puso en marcha todo un proceso de control riguroso, ya que el asunto producía fuertes recelos y no dejaba impasible a nadie. De Cádiz fueron trasladados a Sevilla, donde el guardián, en carta a la Casa de Contratación, manifestó que se había visto en la obligación de encerrarlos e incautarles un manifiesto que estaban esparciendo por la ciudad. Por otro lado, el 23 de noviembre la Congregación de Propaganda escribió al nuncio para comunicarle que, después de hablar con el ministro general de los capuchinos, se podía afirmar con toda seguridad que se trataba de auténticos misioneros, y que haciendo uso de sus títulos, consiguiese que pudieran desplazarse a Roma para dar cuenta ante la Congregación de Propaganda, pero la Corona puso infinidad de dificultades y el nuncio quedó a la espera de un momento más propicio.

A mediados de marzo de 1683, el obispo de Sigüenza y confesor real dirigió una consulta al Consejo de Estado sobre la dependencia de los capuchinos. El resultado de la insistencia de Jaca y la intervención del confesor real fue la promulgación de una Real Cédula (12 de octubre de 1683) por la que se intentaba poner freno a los abusos cometidos con los negros.

El 18 de julio el cardenal Cibo, secretario de Propaganda Fide, escribía al nuncio afirmando que se alegraba de ver este asunto ya zanjado, hecho que distaba mucho de ser cierto. A finales de julio, el nuncio consiguió que se produjera el traslado de los misioneros a Madrid. En los primeros días del mes de agosto, Jaca y Moirans llegaron a San Antonio del Prado. No hay ninguna referencia de cómo fue el encuentro del cardenal Millini con ellos. Concluido el encuentro, Jaca fue destinado a Valladolid y Moirans a Segovia, por un período de seis meses.

Por fin, el 13 de mayo de 1684, el nuncio Millini dio licencia a Jaca y Moirans para que pudieran retornar a sus provincias, pero sin pasar por la Corte.

Durante un año no se vuelve a saber nada de ellos. En marzo de 1685 Francisco José de Jaca se encontraba en Roma, donde fue absuelto. Su paso por Roma hizo que el embajador ante los Estados Pontificios, escribiera a Carlos II haciendo hincapié en que no se permitiera pasar a Indias a cualesquiera eclesiásticos que llevasen oficios de Propaganda Fide y que no hubieran sido confirmados por el Consejo de Indias.

Dichas propuestas fueron asumidas por el Consejo y sancionadas por el Soberano.

El 5 de junio de ese mismo año, la Congregación General de Propaganda volvió a abordar el tema de las peticiones de los dos capuchinos. La conclusión final es bastante ambigua. Propaganda no declaró nulo el proceso llevado a cabo en La Habana, aunque tampoco afirmó que éste fuera correcto. Por otra parte, ante la insistencia de Jaca, en julio de 1685, el Rey pidió explicaciones a los Consejos acerca del asunto de los esclavos negros. La actitud de éstos fue de justificación, evitando toda posible confusión, de tal manera que la esclavitud de los negros no ofreciera fisuras.

Jaca regresó a la Corte con la intención de conseguir los despachos necesarios para pasar a Indias, en el Consejo se entendió esta actitud como una provocación del religioso, por lo que decidieron volver a retenerlo en San Antonio del Prado de Madrid. El 20 de enero de 1686 fue trasladado a Cubas, donde permaneció relegado casi dos años. De Cubas fue trasladado al convento de La Paciencia (Madrid), donde se encontraba recluido en febrero de 1688. Nuevamente se dirigió a Roma a petición de los cardenales. A su regreso a España el misionero puso en conocimiento del nuncio la posibilidad que en Roma se le había concedido para volver a Indias; hecho que estaba en directa confrontación con los intereses de la Corona, por lo que fue nuevamente secuestrado en Madrid, en San Antonio del Prado, de donde era bastante probable que no volviera a salir. Jaca sostiene haber llegado el 1 de octubre de 1689. Una carta fechada el 23 de octubre de 1689 es el último dato que se conserva sobre su vida, por lo que parece bastante lógico que el aragonés terminase sus días en aquel convento, donde tenían la enfermería.

Francisco José de Jaca no era un académico, sino que hacía de la reflexión un medio necesario para desarrollar su ministerio y servicio eclesial. De esta manera, todos sus escritos se encuentran englobados en una triple categoría formada por Comentarios espirituales, Sermones y Cartas. Los comentarios no han llegado hasta el presente, únicamente se cuenta con la referencia a los mismos. Sí escribió un comentario al Cantar de los Cantares, obra que no llegó a ser impresa.

Los sermones forman un grueso volumen donde prima la casuística de los casos de conciencia, pero donde, con relativa frecuencia, aparece la referencia a las necesidades humanas y el compromiso incuestionable por el ser humano en toda su integridad. El grueso fardo de éstos habla de una dedicación seria y minuciosa por su parte, que llega hasta la elaboración de un vocabulario titulado, Asuntos Morales. Por algunos símiles. Al mismo tiempo hay otro conjunto de sermones de tipo espiritual, que están destinados a la edificación y catequización del pueblo.

Las cartas forman un conjunto variado, donde se mueven dos núcleos de interés fundamentales: la defensa de los derechos sobre la libertad de los esclavos negros e indios, así como la delicada cuestión de la inmunidad eclesiástica. Sobresale especialmente una dirigida al Santo Oficio.

Su obra fundamental, la Resolución sobre la libertad de los negros, en estado de paganos y después ya cristianos, consta de dos partes. La primera, compuesta por dieciséis números, presenta el estado de la cuestión. La segunda, valorando las ideas expuestas anteriormente, mantiene una postura apologética ante las mismas, a lo largo de sesenta y tres números, basándose en los autores y escuelas más relevantes de la época. La argumentación está basada fundamentalmente en la Escritura, y la dialéctica se maneja en las disciplinas que ayudaban a la justificación de la esclavitud: el Derecho, la Filosofía, la Teología y la Moral. Estas mismas son las que él utilizó para mostrar la ilicitud de la esclavitud, no arredrándose ante ninguna de las afirmaciones mantenidas por los maestros.

 

Obras de ~: Resolución sobre la libertad de los negros y sus originarios, en estado de paganos y después ya cristianos. La primera condena de la esclavitud en el pensamiento hispano, ed. de M. A. Pena González, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 2002; Commentarium in Cantica Canticorum, continens gratias et virtutes B. Mariae Virginis, mysticis, litteralibus, et moralibus expositionibus pro praecipuis eiusdem Virginis solemnitatibus digestum (inéd.); Asuntos Morales. Por algunos similes (inéd.); Sermón de la Concepción de Nuestra Señora; Aliqua situ digna a missionariis (inéd.).

 

Bibl.: F. Latassa y Ortín, Biblioteca Nueva de los escritores aragoneses que florecieron desde el año 1641 hasta 1680, vol. III, Pamplona, J. Domingo, 1799, pág. 634; Rocco da Cesinale, Storia delle Missioni dei Cappuccini, vol. III, Roma, 1873, págs. 726-727; J. M. Lenhart, “Early Capuchins Champions of Negro Emancipation. Fathers Epiphanius of Moirans and Francis Joseph of Jaca (1681-1685)”, en The Seraphic Chronicle, 16 (1933), págs. 130-138; “Capuchin Champions of Negro emancipation in Cuba (1681-1685)”, en Franciscan Studies, 6 (1946), págs. 195-217; L. Iriarte, “Francisco José de Jaca”, en Boletín Oficial de la Provincia Capuchina de Navarra, 2 (1947), págs. 97-99; “Franciscus Iosephus a Jaca”, en Lexicon Capuccinum. Promptuarium Historico-Bibliographicum OFMCap (1525-1950), Romae, 1951, págs. 625-626; “Francisco José de Jaca, OFMCap”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, CSIC, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 1219-1220; L. Marrero, “Cuba en el vértice de la primera polémica sobre la legitimidad de la esclavitud negra en América”, en Cuba: economía y sociedad, vol. V, Madrid, Playor, 1976, págs. 183-201; I. Gutiérrez Azopardo, “Fray Francisco José de Jaca y fray Epifanio de Moirans, misioneros capuchinos, primeros abolicionistas e impugnadores de la trata negrera en el siglo xvii”, en Misiones Extranjeras, 41 (1989), págs. 463-474; “La Iglesia y los negros”, en P. Borges (dir.), Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, vol. I, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1992, págs. 1321-1337; J. M.ª García Añoveros, El pensamiento y los argumentos sobre la esclavitud en Europa en el siglo xvi y su aplicación a los indios americanos y los negros africanos, Madrid, CSIC, 2000; M. A. Pena González, “Un documento singular de Fray Francisco José de Jaca, acerca de la esclavitud práctica de los indios”, en Revista de Indias, 61 (2001), págs. 701-713; “Francisco José de Jaca: una vida a favor de la liberación de los esclavos negros”, en Collectanea Franciscana, 72 (2002), págs. 599-671; Francisco José de Jaca. La primera propuesta abolicionista de la esclavitud en el pensamiento hispano, Salamanca, Universidad Pontificia, 2003.

 

Miguel Anxo Pena González, OFMCap.

 

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