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Francisco de Idiáquez

Biografía

Idiáquez, Francisco de. Tolosa (Guipúzcoa), p. m. s. XVI – ¿Madrid?, 1608. Secretario del Consejo de Estado de Italia.

Hijo de Juan Martínez de Arteaga y de Catalina de Idiáquez, hermana del secretario real Alonso de Idiáquez, vecinos de la villa de Tolosa (Guipúzcoa), era primo de Juan de Idiáquez, secretario y consejero real. Casado con Juana Butrón de Mújica y Padilla, hija de Juan Alonso de Mújica y de Mencía Manrique de Padilla. Fueron sus hijos Juan, Antonio (rector de la Universidad de Salamanca, obispo de Ciudad Rodrigo y de Segovia, en brazos de quien murió el consejero Juan de Idiáquez), Alonso (caballero de la Orden de San Juan), Francisco, Pedro, Miguel (caballero de la Orden de Calatrava y maestre de campo en Flandes), Catalina, Ángela, Petronila y María de Idiáquez. Usó el apellido materno, Idiáquez, en lugar del paterno Arteaga, en reconocimiento a los favores prestados por este linaje desde su juventud.

Sus servicios a la Monarquía hispana se iniciaron en 1556, cuando pasó a servir a Flandes, aunque meses después entró de ayudante en el despacho u oficio de la Secretaría del Consejo de Italia, probablemente utilizando las relaciones personales tejidas en la Corte castellana por su tío, el secretario Alonso de Idiáquez. Esta labor transcurrió en el mayor de los anonimatos hasta 1576, año en el que Juan de Idiáquez, embajador en Génova, su primo, recomendó al rey Felipe II que Francisco de Idiáquez se ocupara de los papeles de la Secretaría del Consejo de Italia, hasta la fecha ocupada por Diego de Vargas, dados los graves problemas de salud que aquejaban a este personaje, recordando en su petición los cerca de veinte años que Idiáquez llevaba de servicio en el mismo oficio y su acreditada suficiencia para el desempeño de este puesto. Sin embargo, fue Gabriel de Zayas quien terminó ocupando la Secretaría tras el fallecimiento de Vargas. No obstante, el 19 de septiembre de 1579 y ante una posible indisposición o fallecimiento del propio Zayas, a la sazón secretario en los reinos de Nápoles, Sicilia y Milán, Felipe II nombró a Francisco de Idiáquez único sustituto de su persona, toda vez que había recibido título de secretario del Rey para desempeñar estas funciones ese mismo año. A la postre, desde 1578 venía ocupando interinamente esta Secretaría por la vacante temporal de Gabriel de Zayas a raíz de su delicada salud y siendo su principal ayudante en los asuntos del Consejo de Italia cuando éste, repuesto, se reincorporaba a su función.

Desde 1582 figuró como secretario de Felipe II en el Consejo de Estado, mientras que desde 1587 participó asimismo en la Secretaría de Estado de Italia.

Esta última la ocupó junto a su sobrino Martín de Idiáquez, ambos promocionados nuevamente por Juan de Idiáquez, ante la poca inclinación del hijo de éste, Alonso de Idiáquez, a seguir la tradición familiar de desempeño de labores administrativas en las instituciones reales. Hasta este momento, Juan de Idiáquez se encargaba de despachar la documentación correspondiente a las Secretarías de Estado de Norte y de Italia, pero en adelante se separaron entre Francisco y Martín de Idiáquez, correspondiendo al primero la Secretaría de Estado de Italia. Se debe señalar que el contenido de su labor de secretario se vio oscurecida por el peso en las decisiones de estas materias de Estado que tenían tanto Juan de Idiáquez como Cristóbal de Moura, ambos consejeros reales, solapando atribuciones que en otros casos correspondían a los secretarios.

Acto seguido, fue nombrado caballero de la Orden de Calatrava (desde el 12 de septiembre de 1595), comendador de Molinos y de Laguna Rota en Aragón.

A raíz de estos nombramientos, que hay que entender como pago por los servicios prestados a la Corona, tanto Francisco de Idiáquez como su familia recibieron varias mercedes reales en forma de ayudas de costa y juros. En este sentido, Francisco de Idiáquez había solicitado repetidas veces lograr alguna merced o recompensa real de este tipo por sus muchos años de dedicación a los asuntos de Italia, señalando claramente su desacuerdo con el papel secundario que ocupaba en la gestión de las cuestiones de aquellos territorios, todo ello a pesar de los muchos años que llevaba en este oficio. Indirectamente, esta misiva indica que su situación económica, tras tantos años de desempeño en la administración filipina, no había supuesto alcanzar una posición desahogada, viéndose impelido a solicitar gratificaciones con que hacer frente a las muchas deudas contraídas en el transcurso de su labor.

Cabe indicar que su oficio de secretario consistía en despachar, escribir y refrendar la abundante correspondencia del Rey, figurando en ocasiones como asesor personal, precisamente por su cercanía a la persona real.

Las estrechas relaciones mantenidas con su primo, el secretario y consejero Juan de Idiáquez, le llevaron a ser su fiador en varias ocasiones en reconocimiento de los favores realizados por éste. Así, en 1581 reconocía esta deuda personal, pues tal y como comentó el propio Francisco de Idiáquez, “le soy en cargo de muchas y buenas obras que me a echo por lo qual y por ser como es mi primo y por otros buenos respetos y rectas causas”.

Francisco de Idiáquez se mostró partidario de la presencia morisca, en contra de los intentos de expulsión que se estaban gestando en la Corte, aduciendo para ello la importancia económica que desempeñaba esta minoría en el Estado, y manteniendo una postura contraria a los postulados de su mentor Juan de Idiáquez.

Junto con éste y su sobrino Martín de Idiáquez, el también secretario real, tomó parte activamente en 1592, a instancias del cronista real Esteban de Garibay, en el intento de Guipúzcoa de conseguir el título de reino, posibilidad que finalmente fue rechazada por las Juntas Generales de esta provincia, así como en su tentativa de ser admitida en la Orden de Malta, acciones tendentes a lograr un mayor reconocimiento honorífico en el tratamiento de la citada provincia.

Dentro de esta labor de “patrón” de la comunidad guipuzcoana, fue requerido en numerosas ocasiones por las Juntas Generales de esta provincia para favorecer negocios y expedientes que afectaban los privilegios provinciales y eran tratados en las instituciones de la Corte, en especial aquellas materias relativas a los intentos reales de hacer contribuir a Guipúzcoa en los crecientes gastos de la Corona.

A mediados de 1600, a causa de sus problemas de salud, Francisco de Idiáquez se retiró a su casa en Madrid, cuando desempeñaba el cargo de secretario de los asuntos de Nápoles y Sicilia, que en adelante ocupó Pedro Franqueza, cargo para el que había sido designado en 1595 tras el fallecimiento del secretario Gabriel de Zayas y el traspaso de los papeles de esta Secretaría durante dos años a Juan López de Zárate, año en el que Felipe II decidió separar su gobernación entre las Secretarías de Nápoles, que correspondió a Idiáquez, Sicilia (a Martín de Gante) y Milán (servida por el propio Zárate).

En 1607, dado su delicado estado de salud, había solicitado permiso al rey Felipe III para andar en silla de mano, ya que su uso estaba prohibido desde octubre de 1604, concediéndosele esta licencia durante tres años.

Por su testamento otorgado en Valladolid el 28 de abril de 1605, había fundado mayorazgo sobre sus bienes, llamando a su sucesión a sus hijos Miguel, Antonio, Catalina y Petronila.

El poeta extremeño Cosme de Aldana le dedicó su libro Inventiva contra el vulgo y su maledicencia, publicado en Madrid en 1591, compuesto por sonetos y octavas en su honor, “porque aunque desnudos y pobres, los enriquece mi voluntad, rica de deseos de serville”.

 

Bibl.: J. C. Guerra, “Ilustraciones geneálogicas de linajes bascongados contenidos en las Grandezas de España”, en Revista Internacional de los Estudios Vascos (RIEV), t. III (1909), págs. 452 y 453; F. Pérez-Mínguez, “D. Juan de Idiáquez: embajador y consejero de Felipe II”, en RIEV, t. XXIII (1932), pág. 71; J. A. Escudero, Los secretarios de Estado y del Despacho, vol. I, Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, 1969, págs. 167-169; S. Fernández Conti, “Idiáquez, Francisco”, en J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales (dirs.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía Hispánica, Salamanca, Junta de Castilla y León-Consejería de Educación y Cultura, 1998, págs. 407 y 408; J. A. Achón (ed.), Los siete libros de la progenie y parentela de los hijos de Estevan de Garibay, Mondragón, Ayuntamiento, 2000; J. A. Escudero, Felipe II. El Rey en el despacho, Madrid, Universidad Complutense-Colegio Universitario de Segovia, 2002.

 

Juan Carlos Mora Afán

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