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Francisco Javier María de Munibe e Idiáquez

Biografía

Munibe e Idiáquez, Francisco Javier María de. Conde de Peñaflorida (X). Roque Antonio de Cogollor. Luisa de la Misericordia. Azcoitia (Guipúzcoa), 23.X.1729 – Vergara (Guipúzcoa), 13.I.1785. Pensador y literato reformista.

Francisco Javier María de Munibe e Idiáquez fue hijo de Francisco de Munibe, con antiguo solar asentado en la anteiglesia de Marquina (Vizcaya), y de María Ignacia de Idiáquez, ambos pertenecientes a la alta aristocracia guipuzcoana. Eran propietarios de tierras y mayorazgos junto a sustanciales intereses económicos en el mundo de la industria y del comercio, en particular en la famosa Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, cofundada por su padre en 1730.

Es probable que pasara la infancia en su villa natal de Azcoitia, y que iniciara su educación en el colegio que los jesuitas tenían en ella, donde aprendería las primeras letras, Gramática y unas nociones básicas de latín.

Terminada la primera etapa de su formación, marchó a la ciudad francesa de Toulouse en el verano de 1740 para completar sus estudios, siguiendo los usos de las clases acomodadas del País Vasco que veían la universidad española en un estado de postración. Durante cuatro años, hasta 1743, cursó las Humanidades (“Ratio Studiorum”) en el prestigioso colegio de los jesuitas. Con ellas aprendió el Latín, la Retórica, los autores clásicos, los idiomas modernos, junto a algunas asignaturas especiales entre las que se incluían las Matemáticas y la Física Experimental. Luego cursó el doctorado en Filosofía y Artes (“Laurea”) que implicaba el estudio de la Lógica, la Moral, la Metafísica y las Matemáticas, que dieron al joven estudiante una educación completa y moderna.

El fallecimiento de su padre en 1746 le obligó a regresar, rápidamente, al domicilio familiar en Azcoitia.

En mayo de ese mismo año ya figuraba en las actas del Ayuntamiento con el título nobiliario de conde de Peñaflorida. Había regresado del país vecino con ideas reformadoras que quería aplicar a su tierra, en particular la creación de academias y sociedades de tipo cultural que tenían tanto éxito en el extranjero.

En 1747, con sólo dieciocho años, contrajo matrimonio en Oñate (Guipúzcoa) con la joven María Josefa de Aréizaga, de ascendencia noble, conectada con su familia a través de las actividades industriales y económicas. Supuso un fortalecimiento de su patrimonio, al mismo tiempo que se ampliaron sus relaciones sociales y las posibilidades de influencia en la política guipuzcoana. Se instaló con su esposa en la casa de su madre, condesa viuda de Peñaflorida y, a la muerte de ésta en 1749, ocupó indistintamente la casa familiar y el palacio de Insausti, próximo a ella.

De esta unión nacieron varios hijos, de los que hay una información incompleta: Javier María; María Josefa, casada con el vizconde de Garcigrande, vivía en Zamora; Anastasia, muerta niña en 1775; Ramón María, nacido en 1751, alumno en Vergara, viajero por países extranjeros para su formación, murió en 1774; Ana Joaquina, casada con José Verdes Montenegro, y residente en Valladolid; dos que siguieron la carrera militar como guardia marinas llegando al grado de alférez de fragata: Luis María murió en 1788, y Félix María, que falleció en 1792; Ignacio José (1772-); Antonio María, alumno en Vergara, cadete en el Regimiento de Reales Guardias Españolas, luego asentado en Vergara colaborando con la Vascongada, heredó el condado, que ejerció entre 1785- 1793; María Francisca de Borja, que casó en 1782 con Mariano Manso de Velasco, sobrino de Samaniego y heredero de sus bienes y títulos.

Entre los años 1747 y 1761 desempeñó algunos cargos públicos, como los de alcalde de su villa natal de Azcoitia, diputado general de Guipúzcoa (en 1750 y reelegido en 1754, 1758 y 1761) y diputado en Cortes (ampliación del cargo de diputado general en 1758 y 1761). Tuvo oportunidades para conocer la situación política, social, económica y cultural de sus conciudadanos e intentó poner remedio a la incultura popular y facilitar el acceso a puestos de trabajo. El cargo le pareció perfecto para poner en práctica sus ideas ilustradas.

En 1753, aconsejado por sus maestros los jesuitas de Toulouse, organizó en su casa una tertulia. Antes de inaugurarla pidió libros e instrumentos físicos a Inglaterra y Francia, así como catálogos informativos.

Acudieron a ella personajes de la nobleza, clérigos e intelectuales. Destacaron en ella de forma especial Manuel Ignacio de Altuna, Joaquín de Eguía y Aguirre (luego marqués de Narros) y el propio anfitrión, a quienes se llamó con ironía “El triunvirato de Azcoitia”. Tenían reglamentadas las actividades diarias: el lunes se hablaba de matemáticas, el martes de física, el miércoles se leían obras de historia y traducciones hechas por los “académicos”, el jueves y domingo había concierto, el viernes geografía y el sábado se discutía sobre los temas de actualidad. Estas reuniones fueron enjuiciadas por sus coetáneos de forma muy diversa, pero, sin duda, tienen el mérito de ser el origen de lo que sería más tarde la primera Sociedad Económica del país.

Con motivo de la publicación en 1758 de la novela del padre Isla titulada Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, mantuvo una polémica con este escritor. Peñaflorida había conocido al jesuita en Estella en 1746 y al año siguiente habían tenido otro encuentro en Arranzubia. Debió de producirse un choque ideológico entre ambos, pues sus puntos de vista y su formación eran bastante diferentes. La novela del padre Isla contenía algunos pasajes en los que se aludía con desdén a la física moderna. Por esto los tertulianos escribieron un ensayo satírico titulado Los aldeanos críticos o cartas críticas sobre lo que se verá, publicado en 1758, con el seudónimo de Roque Antonio de Cogollor. Parece que fue hecho en colaboración con sus amigos el marqués de Narros y Altuna, aunque las ideas expuestas responden en su mayor parte a la erudición del conde. El título es alusivo a la cuestión que se va a debatir: todos ellos son de pueblo (“aldeanos”), pero con una actitud crítica (“críticos”) ante los conocimientos, lejos del servilismo de las teorías abstractas tradicionales. La polémica se centra en torno a la oposición, que fue típica en el período ilustrado, entre los seguidores de la filosofía antigua y los nuevos filósofos experimentales. La obra fue la respuesta y defensa de los principios ilustrados que, con gran fuerza habían arraigado en el País Vasco hasta hacerse modelo y ejemplo para el resto de España. Pertenece al género epistolar: son cinco cartas de desigual extensión, fechadas en Valladolid en los meses de marzo, abril y mayo de 1758, que utilizan un tono comedido, pero tenso.

En la vida de Peñaflorida se produjo una conjunción perfecta entre la afición científica y el cultivo de las bellas artes en un sentido amplio, pero concretado, sobre todo, en la literatura y en la música. De 1762 es un folleto publicado en la Casa de la Misericordia de Azcoitia con el título de Gavon-Sariac, que aparece firmado por Luisa de la Misericordia. Tras el seudónimo se esconde, según L. Michelena, el conde de Peñaflorida, aunque no todos los críticos están de acuerdo con esta autoría. Son una serie de villancicos en euskera, lengua que dominaba, destinados a los actos religiosos de la Navidad de aquel año.

El núcleo guipuzcoano ilustrado, comandado por Peñaflorida, presentó en 1763 a las Juntas Generales de Guipúzcoa un proyecto titulado Plan de una Sociedad de Economía o Academia de agricultura, ciencias y artes y útiles y comercio, adaptada a la economía y circunstancias particulares de la M. N. y M. L. provincia de Guipúzcoa. Tras las pertinentes discusiones fue aprobado, aunque no puesto en práctica. Fue el germen de lo que iba a ser la Vascongada, cuyos Estatutos de la Sociedad Bascongada de los Amigos del País se aprobaron en diciembre de 1764. Al año siguiente recibió la aprobación regia, convirtiéndose en la primera Económica. Adoptó el lema “Irurac bat”, que indicaba una estructuración en torno a un programa único cuyo desarrollo correspondía a las tres secciones provinciales de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Fue promotora del ideario ilustrado en el País Vasco, que luego divulgaron a otros sitios, y a la que se unirían personas de España y del extranjero.

Se puede decir que la vida de Peñaflorida quedó ligada estrechamente y con dedicación casi exclusiva a esta Sociedad, de la que fue director hasta su muerte.

Para su inauguración oficial en 1766 se dijeron tres discursos programáticos en boca de socios distinguidos que versaron sobre hidráulica, la literatura, la amistad y la mujer. El conde de Peñaflorida pronunció un “Discurso académico sobre el buen gusto en la literatura”, en el que orientaba a los amigos en este campo y exponía las ideas literarias que debían regir sus composiciones. Encontró cierta dificultad en definir el buen gusto, sin embargo se fijó en los diferentes estados de desarrollo de las naciones y creía que era el que dominaba en una nación en el momento culminante de su cultura. Comparaba luego los diferentes momentos literarios que se han caracterizado por el buen gusto y las reglas por las que se ha de gobernar.

A partir de este momento se encargó de organizar todas las actividades de la Sociedad, acompañado por un selecto número de amigos (socios).

Inspirado por Munibe, apareció el Ensayo de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (Vitoria, 1768), donde se hace historia de la Sociedad y da cuenta de su organización por aquellas fechas. Uno de los asuntos que más les preocupaba fue el de la educación, puerta del progreso y de la renovación del país.

Sin embargo, hasta las Juntas de Marquina (1767) no se trató de la conveniencia de que la Vascongada promoviera un centro escolar, asunto que se hizo más acuciante cuando, al año siguiente, fueron expulsados los jesuitas. En 1770 el Consejo de Castilla autorizó el uso del colegio de los exiliados de Vergara, en el que al año siguiente empezaron las primeras clases de la Escuela Provisional. La empresa era difícil porque era necesario reunir un profesorado adecuado, trazar unos planes de enseñanza modernos, organizar los laboratorios y la biblioteca, buscar libros de texto o hacerlos expresamente con este fin. La aprobación definitiva del Real Seminario Patriótico de Vergara no tuvo lugar hasta el año 1776. Félix María de Samaniego, sobrino-nieto de Peñaflorida, tuvo un papel destacado en esta empresa educativa ejerciendo la dirección en la época de mayor esplendor en 1780 y en 1782. Aquí se educó gran parte de la nobleza vasca y de otras personas ilustres como Martín Fernández de Navarrete, director de la Real Academia de la Historia durante muchos años. También tuvo gran repercusión internacional, y fue reconocido en la prensa francesa por su manera de entender la educación.

Las actividades de la Sociedad fueron publicitadas, primero en Resumen de Actas (1773) y luego en los Extractos que desde 1774, editados en la imprenta de Tomás de Robles en Vitoria, aparecían con periodicidad anual (hasta 1793) con el fin de darlas a conocer a la sociedad española. A través de ellas se puede conocer de manera puntual la vida de nuestro noble patricio.

Samaniego retrató con precisión la tarea de Peñaflorida en los versos que abren su libro 2 de las Fábulas (1781), escritas para este Seminario: “Mientras que con la espada en mar y tierra / los ilustres varones / engrandecen su fama por la guerra, / sojuzgando naciones, / tú, conde, con la pluma y el arado, / ya enriqueces la patria, ya la instruyes, / y haciendo venturosos has ganado / el bien que buscas y el laurel que huyes”.

Los escritos de Peñaflorida frecuentan dos caminos distintos, pero complementarios: la creación literaria y los ensayos del pensador. Habría que añadir una tercera afición, ya que fue un consumado músico, que utilizó para los textos dramáticos aunque compuso tonadas religiosas y populares. El literato cultiva dos campos: el de la poesía y el de la dramaturgia. Fue poeta ocasional de los de Gavon-Sariac citadas, y de otras composiciones que debieron recitarse en las reuniones como “La ninfa del Deva”, “Quintillas disparatadas”.

Las obras dramáticas, casi siempre relacionadas con la música, fueron escritas para los festejos de la Sociedad, ocupándose incluso de asuntos organizativos como el “Reglamento que se ha de guardar en las funciones de teatro de la Sociedad”. En 1764, con motivo de la celebración de las fiestas de san Martín de Aguirre, compuso una ópera cómica con el título de El borracho burlado. El autor cuidó especialmente la confección de esta obra y de su puesta en escena, en la que intervinieron como actores los tertulianos de Vergara incluido el poeta Samaniego, y porque en su estreno iba a reunir a la aristocracia vasca, a la que intentaba interesar en la fundación de la Sociedad de Amigos del País. Se trata de una ópera bufa, cuya publicación corrió a cargo de Ayuntamiento de Vergara. El tema es muy elemental: escarmentar a un borracho crónico e incorregible, que responde al espíritu didáctico de los ilustrados. Consta de un solo acto, dividido en treinta y cinco escenas. No cumple con total exactitud las reglas neoclásicas, ya que se desarrolla en dos escenarios.

El bilingüismo parece ser uno de sus principales éxitos.

El euzkera se utiliza preferentemente para las partes cantadas, aunque alguna vez en las recitadas. Mezcla verso y prosa e incluye elementos musicales.

Menos conocida es la obra titulada El Carnaval. Es un sainete lírico, género en boga en la segunda mitad del siglo XVIII. La parte musical es más breve, y se reduce a la seguidilla inicial, repetida más adelante, y a dos fragmentos que proceden de El borracho burlado.

Resulta interesante su estructura, ya que sigue la técnica del teatro dentro del teatro. Existe un marco externo, el de los actores, que van a representar el sainete.

A este nivel pertenecen la escena inicial y la final.

Pero el sainete fracasa porque parte de los cómicos quieren gastar una broma a los protagonistas; la presencia de éstos será el nuevo nivel teatral. La actuación de los personajes se basa en un equívoco muy ingenuo: los disfrazados creen no ser reconocidos, pero los antiguos protagonistas les reconocen. Predomina la prosa sobre el verso, siendo la forma métrica más utilizada el romance. En el marco de su afición por lo francés, que analiza el profesor Areta, tradujo una ópera cómica del francés François-Antoine Quétant, Le maréchal ferrant (1761), bajo el título de El mariscal en su fragua, publicada en 1764.

Peñaflorida es autor de varios discursos leídos en las reuniones de la Sociedad y recogidos en los Extractos.

Versan sobre temas ilustrados: fomento de la economía y la industria (Discurso sobre el patriotismo, la economía y la industria, 1779), las ciencias (Discurso sobre la ciencia de institución, 1777), las sociedades económicas, o proyectos más concretos como la plantación de árboles. Algunos de estos ensayos han sido recientemente editados, no todos inéditos pero sí olvidados, de los que el más interesante es El patriota guipuzcoano o Reflexiones que hace un patricio sobre la fixación de la Audiencia del Corregidor y Diputación de la M. N. y M. L. provincia de Guipúzcoa. El mismo espíritu reformista muestra su abundante correspondencia con miembros de la Sociedad, pero también con intelectuales nacionales y extranjeros. Sólo en parte está publicada. Escribió también una sucinta Historia de la Sociedad, pero muy interesante por su valor testimonial.

Peñaflorida se dedicó a esta tarea sin descanso hasta su muerte, que le sorprendió en Vergara en enero de 1785. Su fallecimiento causó entre sus próximos un gran dolor y fue motivo de diversos homenajes. Le sucedió en la dirección el vitoriano José María de Aguirre, marqués de Montehermoso. Su empresa no hay que valorarla sólo en términos personales, sino que se ha de tener en cuenta a la cantidad de gente que puso a trabajar en la reforma del país, y de que la Bascongada fue modelo en el que se miraron innumerables sociedades de España y América, que sirvieron para extender la Ilustración.

 

Obras de ~: Los aldeanos críticos, Evora, 1758; Plan de una Sociedad Económica o Academia de Agricultura, Ciencia y Artes útiles y Comercio adoptado a las circunstancia de la M. N. y M. L. Provincia de Guipúzcoa, San Sebastián, 1763 (ed. de J. I. Tellechea Idígoras, San Sebastián, 1985); El Mariscal en su fragua, ópera cómica, traducida por un caballero guipuzcoano, s. l. [1764]; El Carnaval, publicado por E. Palacios Fernández, en Boletín Sancho el Sabio, XVIII (1974), págs. 535-552; La ilustración vasca. Cartas de Xabier de Munibe, conde de Peñaflorida, a Pedro Jacinto de Álava, ed. de I. Tellechea Idígoras, Vitoria, Parlamento Vasco, 1987; Discursos inéditos, ed. de J. Astigarraga, Vitoria, Ararteko, 2002; El borracho burlado, s. l., s. f.

 

Bibl.: J. de Urquijo e Ibarra, Un juicio sujeto a revisión. Menéndez Pelayo y los Caballeritos de Azcoitia, San Sebastián, 1925; E. Palacios Fernández, “Actividad literaria del Conde de Peñaflorida. El Carnaval”, en Boletín de la Institución Sancho el Sabio, XVIII (1974), págs. 507-552; L. M. Areta Armentia, Obra literaria de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País, Vitoria, 1976; J. Vidal-Abarca, “Historia Genealógica de los condes de Peñaflorida”, en Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, año XLI, cuadernos 3-4 (1985), págs. 543-755; VV. AA., Peñaflorida y la Ilustración, San Sebastián, Universidad de Deusto, 1986; I Seminario de Historia de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, San Sebastián, 1986; F. de B. Aguinagalde, El archivo de los Condes de Peñaflorida, Donostia-San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (RSBAP), 1987; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de Autores Españoles del siglo XVIII, vol. V, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1989, págs. 866-870; M. T. Recarte, Ilustración vasca y renovación educativa: la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, Salamanca, Universidad-RSBAP, 1990; J. Iriarte, El Conde de Peñaflorida y la Real Sociedad Bascongada de los amigos del País, Donostia-San Sebastián, RSBAP, 1991; F. Aguilar Piñal, Introducción al siglo XVIII, Madrid, Júcar, 1991; M. C. Urdiáin Martínez, Catálogo del Fondo de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, Vitoria, RSBAP, 1997; VV. AA., Amistades y Sociedades en el siglo XVIII. Toulouse I Seminario Peñaflorida, 1-3 de diciembre de 2000, San Sebastián, RSBAP-Universidad de Toulouse-Le Mirail, 2003.

 

Emilio Palacios Fernández