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Lope Fernández de Luna

Biografía

Fernández de Luna, Lope. ?, p. m. XIV – Zaragoza, 15.II.1382. Obispo de Vic, arzobispo de Zaragoza, canciller de Aragón y presidente del Consejo Real.

No hay noticias sobre el lugar y la fecha de su nacimiento. Era hijo de Lope Fernández de Luna, señor de Luceni —localidad cerca del río Ebro hacia el norte de Zaragoza—, quien para Zurita, era uno de los más importantes ricohombres de Aragón que acompañaron al infante don Alfonso en la expedición militar para la conquista de Cerdeña. En aquella isla contrajo una enfermedad que le condujo a la muerte poco después de su regreso a Barcelona.

Su heredero en el señorío de Luceni fue Juan Fernández de Luna, que se distinguió por los servicios militares prestados al rey Pedro IV de Aragón y que murió en 1343 durante la campaña militar contra el rey de Mallorca.

Lope Fernández de Luna eligió la carrera eclesiástica, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los más cercanos consejeros de Pedro IV. Obispo de Vic desde el 3 de diciembre de 1348, fue trasladado al arzobispado de Zaragoza el día 28 de septiembre de 1351 y allí se quedó hasta el día de su muerte. Sobre él hay noticias biográficas en Zurita, de cuya obra se pueden sacar algunas informaciones sobre su personalidad: “fue un notable varón y gran prelado”. Fue miembro del entourage del cardenal de España, Gil de Albornoz, legado en Italia y vicario general de los bienes de la Iglesia, cuando éste cumplió su primera estancia en la península italiana en 1353; estuvo varios años en Italia actuando en calidad de lugarteniente del cardenal, hasta que regresó definitivamente a España en abril de 1364. A partir de 1375, hay noticias de su actividad como canciller de Pedro IV; su firma aparece en la recognitio de los documentos del Rey: la señal que averiguaba el efectivo control jurídico sobre el acto era “Luppus canc” y hay ejemplares desde 1375 hasta 1381 con su propia firma.

Apoyó en muchas circunstancias la política del rey Pedro IV, distinguiéndose por su habilidad diplomática y por su capacidad de mediación, dotes por las cuales fue considerado hombre de gran prestigio en la Corte de Aragón. Como canciller, ostentó también el cargo de presidente del Consejo Real. Se le ve por primera vez al lado del Rey en ocasión de la ratificación de la paz en Tarazona, pactada entre Aragón y el rey de Castilla, Pedro I el Cruel, el día 16 de octubre de 1352, cuando los dos monarcas se comprometieron a abandonar las causas de los respectivos adversarios: por una parte el hijo natural de Alfonso XI y de Leonor de Guzmán, el conde Enrique de Trastámara, quien pretendía el trono castellano y planeaba neutralizar a Pedro I con el apoyo catalán; por otra parte, los infantes de Aragón, Fernando y Juan, hijos de Alfonso el Benigno y Leonor de Castilla, quienes, después de la muerte de Jaime de Urgell (1347), hermano del Ceremonioso y legítimo heredero al trono, alegaban pretensiones sobre la Corona de Aragón con el apoyo de Castilla y de Pedro el Cruel, primo de los dos.

La paz de Tarazona, ratificada pocos días después en Ágreda, no fue duradera porque los dos soberanos siguieron teniendo relaciones con los recíprocos enemigos, hasta que la situación de tensión desembocó en la llamada “guerra de los dos Pedros” (1356-1369). El conflicto, que se presentó ya desde el primer momento como una lucha para el mantenimiento del equilibrio peninsular y para la ampliación de los territorios confinantes, fue determinado por la incompatibilidad entre la política mediterránea de Pedro I, aliado de Genoa, gran rival de la Corona de Aragón, y la política de expansión mediterránea de Pedro IV.

Los dos adversarios encontraron el apoyo, respectivamente, de Inglaterra y de Francia. El conde Enrique de Trastámara, al principio de las hostilidades, ofreció su propia ayuda al rey de Aragón considerándose su vasallo y recibiendo a cambio los bienes que habían pertenecido a los infantes Fernando y Juan. El garante del acuerdo, definido por el tratado de Pina el día 8 de noviembre de 1356, fue el arzobispo Lope Fernández de Luna quien, a partir de aquel momento, cuidó las relaciones diplomáticas entre el gobierno aragonés y el conde Enrique y apoyó la causa de los Trastámara.

Durante la primera fase de la guerra, que se concluyó con la paz de Terrer (1361), el arzobispo de Zaragoza se dedicó también a la defensa de los territorios fronterizos (Calatayud, Daroca, Monreal, Cubel), mientras que el soberano, organizando los planes de defensa de los diferentes territorios de la Corona, nombró a un Consejo de Guerra para la defensa del reino aragonés (1359). Formaban parte en el Consejo el metropólita de Zaragoza, el castellano de Amposta, Juan Fernández de Heredia, Pedro de Luna, Pedro de Exérica y Enrique de Trastámara. La paz de Terrer, negociada por parte de Aragón por el consejero real Bernardo de Cabrera, establecía que Pedro I tuviese que devolver los territorios ocupados y que, por su parte, Pedro IV tuviese que retirar su apoyo al conde Enrique, el cual se refugió en Francia y estableció relaciones con el delfín Carlos, el futuro rey Carlos V.

La exclusión del Trastámara de las negociaciones fue pernicioso para el de Cabrera porque se enemistó con el conde y, cuando volvieron a empezar las hostilidades con Castilla, dio lugar a la creación de una coalición de sus enemigos, entre los cuales había, además del conde Enrique, el arzobispo Lope Fernández de Luna, la reina Leonor y el rey de Navarra. Pedro IV, instigado por su esposa y por los conjurados, instruyó en contra del de Cabrera un proceso que se acabó en 1364 con la condena a muerte por traición del desdichado consejero, que se refugió en Navarra donde fue capturado por el rey Carlos II quien le entregó al metropólita de Zaragoza. De la casa arzobispal, donde había estado segregado, Bernardo salió sólo el día de la ejecución capital, que fue por decapitación.

Durante la segunda fase de la guerra, Lope Fernández de Luna confirmó su apoyo al partido de los Trastámara e hizo de intermediario entre el poderoso linaje castellano y la Corona de Aragón. La derrota sufrida en Nájera por los partidarios del conde (1367) dio lugar a la formación, en la Corte de Pedro IV, de una facción contraria a los Trastámara, que tenía como finalidad romper las relaciones diplomáticas con él y ofrecer la paz al vencedor; pero una parte de los consejeros, entre los cuales estaba el arzobispo de Zaragoza, rogó al Rey que no le quitara su apoyo. El conde, que no había luchado para el fracaso, sino más bien quería volver a intentar la empresa con el apoyo de Francia, reunió un ejército en las regiones meridionales del reino francés e invadió Castilla a través de las tierras de sus partidarios aragoneses y, especialmente, las de la familia de Luna. Ésta fue la última fase del conflicto que se concluyó con la lucha fratricida de Montiel (marzo de 1369), en la que murió Pedro I, dejando el trono al conde que reinó con el nombre de Enrique II.

El Tratado de Almazán del 12 de abril de 1375 definió la paz entre la dos Coronas ibéricas; negociado por la parte de Aragón por Lope Fernández de Luna, estableció los pactos nupciales entre el infante don Juan, hijo de Enrique II, y la infanta Leonor, hija de Pedro IV y de Leonor de Sicilia, y estableció nuevas disposiciones territoriales en las zonas limítrofes.

Lope Fernández de Luna no fue sólo un hombre político hábil, sino que se ocupó también activamente de los problemas de su diócesis. A él se debe la reconstrucción de una parte de la catedral de Zaragoza, la reestructuración del palacio diocesano y la celebración de cuatro sínodos (1352, 1357, 1361 y 1377). En los últimos años de su vida, fue nombrado patriarca de Jerusalén. Su magnífico monumento funerario, realizado en la capilla de San Miguel de la catedral de Zaragoza por el escultor catalán Pedro Moragues, informa sobra la fecha de su muerte (15 de febrero de 1382) y sobre sus enseñas familiares: escudo rojo con el creciente de plata, insertado en el escudo de los Vidaures.

 

Bibl.: G. Zurita, Anales de la Corona de Aragón, Zaragoza, Colegio de San Vicente Ferrer, 1610, t. I, l. IV, cap. LIV, pág. 280; l. V, cap. XC, pág. 442; t. II, l. VI, cap. XLIII, pág. 46; cap. LV, pág. 61v.; l. VII, cap. XXVIII, pág. 116; cap. LVII, pág. 159v.; cap. LXIX, pág. 163; cap. LXX, pág. 164; l. VIII, cap. XLIX, pág. 249; l. IX, cap. V, pág. 274; cap. XII, pág. 282v.; cap. XX, págs. 291v. y 292; cap. LVII, pág. 337; cap. LXX, págs. 344 y 349v.; l. X, cap. VII, pág. 356; cap. XVI, pág. 364v.; cap. XIX, págs. 367v. y 368; P. C. Eubel, Hierarchia Catholica Medii Aevi sive summorum pontificum S.R.E. cardinalium, ecclesiarum antistitum series ab anno 1198 usque ad annum 1431 perducta, Monasterii, Sumptibus et Typis Librariae Regensbergianae, 1898 (Patavii, MCMLXVIII [1968] reimpr., vol. I, págs. 153 y 526); F. Sevillano Colom, “Apuntes para el estudio de la Cancillería de Pedro IV el Ceremonioso”, en Anuario de Historia del Derecho Español, vol. XX (1950), pág. 26; A. Gutiérrez de Velasco, “Las fortalezas aragonesas ante la gran ofensiva castellana en la guerra de los dos Pedros”, en Jerónimo Zurita. Cuadernos de Historia (Zaragoza), 12-13 (1961), págs. 35-39; L. Suárez Fernández, “Castilla”, y J. Reglá Campistol, “La Corona de Aragón (1336-1410)”, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España, de Ramón Menéndez Pidal, t. XIV, Madrid, Espasa Calpe, 1966, págs. 43-154 y págs. 497-504, respec.; L. d’Arienzo, “Lope Fernández de Luna, arcivescovo do Saragozza, cancelliere di Pietro IV d’Aragona”, en Medioevo, Saggi e Rassegne (Cagliari, Fossataro) n.º 2 (1976), págs. 77-96, y en X Congreso de Historia de la Corona de Aragón, La ciudad de Zaragoza en la Corona de Aragón, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1984, págs. 199-217.

 

Luisa d’Arienzo