Arias Gómez, Sebastián. Carcabuey (Córdoba), 1529 – Flandes (Bélgica), 3.V.1581. Venerable hermano hospitalario (OH) a quien debe la Orden las primeras bulas de su aprobación.
Sus padres fueron Juan Arias y Elvira Gómez de Mescua, labradores honrados y nobles, con ejecutoria de hijodalgo, de familia numerosa, Sebastián Arias fue el tercero; tuvo otros dos hermanos religiosos hospitalarios.
Recibió buena formación cristiana. A los veinte años, lleno de bríos y nobles pensamientos, se alistó como soldado y fue destinado a Gomera, en donde sufrió un accidente, con peligro de su vida.
Habiendo salido ileso tras invocar la protección de la santísima Virgen, hizo promesa de emplear el resto de su vida en el servicio de los enfermos.
Obtenida la licencia a los veintiséis años, supo de la fama del hospital de Juan de Dios por la pobreza, humildad, abnegación y caridad con que trataban los hermanos a los pobres enfermos. Fue a Granada, comprobó lo que realizaban los hermanos, visitó varias veces el hospital y el Señor le concedió la gracia de la vocación por estas mediaciones. Pidió el ingreso y, tras el preceptivo período de prueba, tomó el hábito el año 1555.
Fue modelo de todas las virtudes, aprendió a ser buen enfermero con las dotes claras que tenía y se entregó al ministerio hospitalario practicando la hospitalidad dentro y fuera del hospital con el ejercicio de obras de caridad. Pronto vieron su capacidad y se granjeó el reconocimiento del señor arzobispo y de los grandes señores de la ciudad. El marqués de Mondéjar solicitó al hermano mayor su persona para la guerra de las Alpujarras y participó en ella con los hermanos Rodrigo de Sigüenza y Pedro Soriano. Dejó huella de su fina y exquisita caridad en los heridos y una fama de apóstol hospitalario en todas las autoridades, desde Juan de Austria hasta el último soldado.
Ingresa en la fraternidad en 1555. De la misma época es el hermano Pedro Soriano que era natural de la villa de Bujalance (Córdoba). Éste recibió el hábito a los cuarenta años de manos del hermano Juan García, que fue compañero en el noviciado y de profesión del hermano Rodrigo Sigüenza y del hermano Sebastián Arias, insignes los tres en los anales de la historia hospitalaria. Señalado por la Fraternidad Hospitalaria de Granada, el hermano Pedro Soriano acompañó al hermano Sebastián Arias a Roma, a pie, con la solicitud para la aprobación de la fraternidad.
Los hermanos Sebastián Arias y Pedro Soriano fueron a Roma con los objetivos de la petición que habían preparado en comunidad. Requirieron toda la información posible, bien asesorados en todo momento por expertos juristas y con el visto bueno del arzobispo Pedro Guerrero. Obtenidos los permisos tanto del hermano mayor, las cédulas del arzobispo de Granada y Toledo, como la del rey Felipe II, del marqués de Mondéjar, y otros señores de Granada y de la Corte que habían conocido al fundador; de Luis de Requeséns, hermano de Juan de Zúñiga, embajador ante la Santa Sede, con cuya ayuda comenzaron las gestiones en el Vaticano.
Emprenden el viaje en el año 1571, lo hacen a pie y descalzos como era costumbre entre los primeros hospitalarios. La primera etapa fue hasta Barcelona.
Un viaje no de turismo, con pocos escudos y viviendo de las limosnas que les daban en el camino. Se hospedaban en los hospitales donde los había, o en pajares, y dormían en el suelo como era costumbre en los primeros hermanos. Llegaron a Roma con el hábito tosco y su cuerpo bien mortificado.
El hermano Luis García, que conoció a estos hermanos y escribió su biografía, al describir el duro viaje dice: “Tenía Sebastián Arias la cara macilenta y de aspecto muy mortificado, el semblante muy risueño y alegre y siempre traía un santo Cristo en las manos.
Pedro Soriano era de aspecto grave, de prócer y venerable figura, de rostro apostólico, poblado de luengas barbas, y solía apoyarse en un cayado”.
Tuvieron la ayuda del embajador de España ante la Santa Sede, Juan de Zúñiga, que informó favorablemente a los cardenales y al papa san Pío V, de la obra y labor desarrollada por la Fraternidad Hospitalaria, fundada por el hermano Juan de Dios en Granada y extendida a otras ciudades de España, donde era valorada y estimada por las autoridades civiles y por el pueblo llano, que en todo momento los apoyó y ayudó en su desarrollo al verlos vivir tan pobremente.
Fue una tarea difícil. Una institución nueva que irrumpe en el Vaticano y en la Iglesia, con la petición para la aprobación como fraternidad laical, no clerical, era toda una novedad en aquel tiempo, máxime en la España de aquellos momentos delicados de la Inquisición, que miraba con recelo hasta el último movimiento. Supone un punto de partida jurídico nuevo en la Iglesia, creando antecedentes para todas las aprobaciones de institutos laicales y femeninos, creando jurisprudencia con esta aprobación.
Las circunstancias eran favorables, no sólo por la naturaleza de la petición y la rectitud y bondad del Pontífice, sino porque éste tenía entonces deseos de complacer al monarca español y a su hermano don Juan de Austria, interesados grandemente en la petición, en esos momentos de preparación para la guerra contra el Islam que pretendía invadir Europa.
Contaba con ellos, y la valiosa participación española en todo, en lo económico y personal, pues eran elementos indispensables para combatir a los otomanos. El santo pontífice Pío V, al dar el fíat a la misma súplica que portaban los hermanos, dijo: “ésta era la flor que faltaba en el jardín de la Iglesia” y la aprobó con la bula Salvatoris nostri, el 5 de septiembre de 1571.
Sebastián Arias participó en la batalla de Lepanto con otros siete hermanos hospitalarios, demostrando su gran caridad y hospitalidad, atendiendo a los heridos y confortándolos en la fe. Colaboró en la fundación del hospital Nuestra Señora de la Victoria en Nápoles, en memoria de la victoria de Lepanto, que perduró hasta el siglo pasado.
Es curioso observar los originales breves que Pío V le concedió. En uno de ellos, Universis christifidelibus, muy significativo, el Papa concedía indulgencias para ir a evangelizar a las prostitutas, como lo hacía Juan de Dios, todos los viernes del año. Él quiso imitarlo, al hacer la súplica se llamaba Sebastián Pecador.
Fue muy estimado del cardenal san Carlos Borromeo, primer cardenal protector de la orden y arzobispo de Milán. Fundó con la ayuda de este cardenal, el hospital Nuestra Señora de Araceli, en Milán, donde tantos años prestó dignísimos servicios en el campo hospitalario a la ciudad, estando siempre abierto a los más necesitados. Como hermano mayor de éste, organizó todo el hospital al estilo del funcionamiento del de Granada, aportando profesionalidad y calidad en la asistencia hospitalaria, adquiriendo una meritoria fama hasta hoy día. Recibió nuevos postulantes que pidieron el hábito hospitalario, que serán conocidos como “fatebenefratelli”.
Entregado a las tareas hospitalarias en Milán, se declaró en los Países Bajos una epidemia que producía gran mortandad. San Carlos Borromeo hizo ver al Papa cuán provechosa sería la presencia en Flandes de algunos hermanos hospitalarios para asistir a los apestados. El papa Gregorio XIII mandó al hermano Sebastián Arias que se trasladara al lugar del contagio y él se puso inmediatamente en camino.
Desde el primer momento se entregó con gran celo al cuidado de los apestados, proporcionándoles el consuelo y a muchos la salud, a costa de la suya. Fue realizando estos trabajos como contrajo la enfermedad de la cual falleció, convirtiéndose éste en el primer mártir de la caridad que encabeza la gran lista de los hermanos hospitalarios que dieron su vida en los contagios y pestes, asistiendo y socorriendo a estos enfermos. Falleció en Flandes el 3 de mayo de 1581.
Murió con fama de santidad y reputación de tantas virtudes.
Bibl.: J. C. Gómez Bueno, Compendio de historia De la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Granada, Archivo Interprovincial, 1963; O. Marcos Bueno, “Arias, Sebastián”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 92; J. Santos, Cronología Hospitalaria y resumen historial del glorioso patriarca San Juan de Dios, Madrid, Orden de San Juan de Dios, 1977; J. L. Martínez Gil, San Juan de Dios fundador de la Fraternidad Hospitalaria, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002.
José Luis Martínez Gil, OH