Ayuda

Pedro Fernández

Biografía

Fernández, Pedro. ¿Hita (Guadalajara)?, 1115-1120 – ¿Cáceres?, 11.VII.1184. Primer maestre de la Orden de Santiago.

Con toda probabilidad fue el hijo menor de Fernando García, señor de Hita y Guadalajara, y Estefanía Armengol, su segunda esposa. Por consiguiente, su aristocrático linaje podría estar conectado con los Castro, cuyos orígenes algunos investigadores asocian a su hermanastro mayor Gutierre Fernández de Castro, hijo del primer matrimonio de su padre con Tegridia Pérez. Siguiendo este esquema de ascendencia, Pedro Fernández se hallaría también próximo al linaje de los Lara, ya que Estefanía Armengol, su madre, casó en segundas nupcias con Rodrigo González de Lara. En cualquier caso, lo que sí resulta claramente descartable para Pedro Fernández es una filiación de menor rango aristocrático, que es lo que parece estar presente tras el topónimo de procedencia “de Fuente Encalada” con que a veces se le ha designado y se sigue haciendo. Tal topónimo —Foncalada es hoy una localidad asturiana— aparece asociado a su nombre en algunas de las grandes crónicas de la Orden de Santiago de los siglos XV y XVI, pero ninguna prueba documental avala esa procedencia.

Con anterioridad a la fundación de la Orden de Santiago es muy poco lo que se conoce de Pedro Fernández. Pudo haber nacido en Hita, señorío paterno, probablemente entre 1115 y 1120. Se sabe que, junto a su hermano Martín Fernández, participó en la conquista

de Oreja llevada a cabo por el ejército de Alfonso VII en 1139, figurando como testigo en el documento de concesión de su fuero de aquel año. Poco después, en 1143, aparece junto a sus hermanos Urraca, Martín y Sancha en el documento dotacional del monasterio vallisoletano de Valbuena, fundado en aquella fecha por su madre, la condesa Estefanía, hija del conde Armengol V de Urgel. Tras alguna otra aparición esporádica, Pedro Fernández no vuelve a figurar en la documentación hasta que en 1165 Alfonso VIII le donó la villa vallisoletana de Piñel de Arriba, en recompensa, quizá, a la mediación que él mismo y su familia pudieron ejercer en la confrontación entre Castros y Laras que caracteriza la minoría de Alfonso VIII. Aquel mismo año Pedro Fernández, en esta ocasión junto a su hermana Urraca y su mujer María Pérez, donaron al abad Miguel el lugar de Santa Cruz de Valcárcel para la fundación de un monasterio preferentemente femenino de agustinas.

Para entonces, en efecto, Pedro Fernández se hallaba casado. De su matrimonio nacieron Elo, Fernando, Gómez, María y Milia Pérez, la primera de las cuales fue probablemente la superiora del convento de Valcárcel, adonde, por otra parte, se retiró su madre María cuando Pedro Fernández, su esposo, se convirtió en maestre de Santiago.

La Orden de Santiago fue fundada en Cáceres, enclave fronterizo del reino de León con el islam, el 1 de agosto de 1170. Se sabe que en ella fue esencial el papel de la Monarquía leonesa, cuyo titular, Fernando II, aparece como fundator de la milicia en no pocas referencias posteriores, pero tampoco cabe duda acerca del protagonismo de Pedro Fernández que, previamente, había conseguido la cohesión de un núcleo inicial de caballeros —la tradición apunta al simbólico número trece— constituido en cofradía.

Fue el arzobispo Pedro II de Compostela quien en febrero de 1171 les entregó el estandarte de Santiago, hábitos y rentas con que sostenerse a cambio de un compromiso vasallático de servicio a su Iglesia.

Desde entonces y hasta su muerte en 1184 Pedro Fernández regirá la Orden en un fructífero período que, si por un lado, es el de su normalización reglar como institución religioso-militar, por otro lado, será decisivo cara a la fundamentación de su patrimonio territorial y a la preferente radicación de este último en tierras castellanas.

En relación con el primer punto, el de la normalización reglar, hay que subrayar el tránsito de lo que fue en su inicio una mera cofradía local —los freires de Cáceres— vinculada a la diócesis compostelana a una auténtica milicia religiosa sujeta a normativa canónica y directamente dependiente de la Sede Apostólica. Entre 1172 y 1175 Pedro Fernández impulsó esta transformación con el decidido respaldo de Fernando II de León y también de Alfonso VIII de Castilla y aprovechando para ello dos circunstancias: la amenazadora ofensiva almohade acaudillada por el califa Abû Ya’cûb, y la convergencia defensiva de los Monarcas peninsulares, en gran medida fruto de los buenos oficios del legado apostólico enviado a tal fin a la Península por el papa Alejandro III, el cardenal Jacinto. La intervención de este último debió de ser decisiva en todo el proceso de normalización reglar que finalizó con el desplazamiento de Pedro Fernández y sus freires a la Corte pontificia en compañía del cardenal, y con la formal confirmación del texto normativo por Alejandro III en julio de 1175. Poco después, en 1178, Pedro Fernández se preocuparía de obtener la homologación práctica de su institución con las Órdenes Militares tradicionales firmando con sus responsables peninsulares, el prior hospitalario Pedro de Areis y el maestre templario Guido de Garda, un significativo acuerdo de hermanamiento. Por otro lado, es evidente que los casi quince años de gobierno maestral de Pedro Fernández supusieron para la Orden de Santiago un despliegue territorial, asociado siempre al compromiso de la milicia con las tareas reconquistadoras, verdaderamente llamativo. Nada más creada la Orden —con la propiedad cedida sobre Cáceres— confió a los santiaguistas la defensa de la vanguardia fronteriza de la Extremadura leonesa entregándole los castillos de Almofrag y Alcónchel, el valle de Albuera con Luchena y Cantiñana y el castillo de Monsmayor. En estos primeros años los freires santiaguistas también recibieron, en este caso de manos del arzobispo de Santiago, la mitad de Alburquerque y la expectativa de una cuarta parte de Mérida. Sin embargo, no sería éste un señorío especialmente consolidado, y ello en buena parte como

efecto de la devastadora ofensiva almohade de 1174.

Tampoco inicialmente el reino recién nacido de Portugal sería un escenario de presencia estable para la Orden de Santiago. Es cierto que Alfonso Henriques había confiado a Pedro Fernández la defensa fronteriza del bajo Tajo portugués entregándole, entre 1172 y 1175, las estratégicas posiciones de Arruda, Monsanto, Abrantes, Almada y Alcácer do Sal, pero también en este caso la ofensiva almohade, no menos que los recelos políticos del primer rey portugués que veía en los santiaguistas una “quinta columna” leonesa en sus dominios, impidieron una pronta consolidación de su presencia.

El caso de Castilla fue, en este sentido, muy distinto. Los más que probables orígenes castellanos de Pedro Fernández facilitaron las cosas. Lo cierto es que desde muy pronto Alfonso VIII consideró como una institución propia la de los santiaguistas, y apostó firmemente por ellos encargándoles la defensa del sector oriental del reino castellano desde la ribera meridional del Tajo. Para ello, ya antes de 1175, la Orden disponía de una plataforma territorial de partida que asemejaba un triángulo con vértices en las plazas fuertes de Mora, Alarilla y Uclés. Todo un sistema de castella que se disponía en torno a la vía de comunicación que, por Ocaña, unía Toledo y Cuenca, objetivo este último en el que desde un principio la Monarquía quiso implicar a los santiaguistas. Pedro Fernández estuvo presente, en efecto, en el asedio y ocupación de Cuenca en 1177 y, en compensación, recibió allí bienes que, poco después, se organizarían en torno a un importante hospital de redención de cautivos. Ya funcionaba por entonces el erigido en Toledo, al que en 1180 el Rey concedía la mitad del portazgo cobrado en la puerta de la Bisagra.

Es evidente que frente a León, donde la Orden había sido creada, Castilla se erigía para ella en su más decisivo marco de asentamiento. Uclés en concreto, que Pedro Fernández había recibido de manos de Alfonso VIII en 1174, se convirtió casi desde un primer momento en el núcleo articulador del conjunto de las posesiones del reino de Castilla que no tenía paralelo en León. Quizá por ello deba interpretarse la incorporación del hospital de San Marcos de León en la Orden poco antes de 1180 como un intento reequilibrador de la ya incontenible influencia castellana entre los santiaguistas, y desde luego en esta perspectiva hay que situar el fracasado proyecto real de 1181 por el que Fernando II, teniendo en cuenta los orígenes de la institución, quiso hacer del monasterio de San Salvador de Destriana, en la comarca astorgana de Valduerna, la caput ordinis y domus principalis donde los santiaguistas pudieran celebrar sus capítulos. Todo fue inútil. Castilla y su dinamismo reconquistador se convirtieron, ya en los días de Pedro Fernández, en la principal referencia patrimonial y conventual de la Orden.

El prestigio de los santiaguistas y la proyección de una buena imagen fueron, por otra parte, los factores que explican que ya en 1180 el príncipe Bohemundo III de Antioquía ofreciese al fundador y primer maestre de la Orden de Santiago, Pedro Fernández, una serie de villas y castillos en su principado, a condición de que asentase a sus freires en el mismo y participase activamente en sus labores de conquista. El proyecto no llegó a materializarse, pero es evidente que el maestre Pedro Fernández no había podido hacer más para consolidar la imagen de eficacia que la Orden tenía ya ganada cuando le alcanzó la muerte en julio de 1184. Todo parece indicar que ordenó que su sepultura se verificara en San Marcos de León, probablemente un último gesto que quiso evitar una excesiva identificación con Castilla de una milicia que había nacido en tierras del reino de León.

 

Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, Parte Chronica de Santiago, fols. 11r.-16v., Toledo, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980); A. F. Aguado de Cordova, A. A. Alemán y Rosales y J. L ópez Agurleta, Bullarium Equestris Ordinis S. Iacobi de Spatha, Madrid, 1719 (Series Magistrorum Ordinis Militiae Sancti Iacobi); D. W. Lomax, “The Order of Santiago and the kings of Leon”, en Hispania, XVIII (1958), págs. 3-37, espec. págs. 10-14; J. González, El Reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, vol. I, Madrid, 1960, págs. 591-597; J. L. Martín Rodríguez, Orígenes de la Orden Militar de Santiago (1170-1195), Barcelona, 1974, págs. 16-19 y 133-139; P. de Orozco y J. de la Parra, Comendadores de la Orden de Santiago [Primera] Historia de la Orden de Santiago. Manuscrito del siglo XV, de la Real Academia de la Historia, pról. de D. de Angulo, intr., transcr., notas y apéndice del marqués de Siete Iglesias, Badajoz, 1978, págs. 357-358; J. M. Canal Sánchez Pagín, “Don Pedro Fernández, primer maestre de la orden militar de Santiago. Su familia, su vida”, en Anuario de Estudios Medievales, 14 (1984), págs. 33-71; C. de Ayala Martínez, Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV), Madrid, 2003, págs. 122-123, 257-258, 407-408, 530 y 624.

 

Carlos de Ayala Martínez

Personajes similares