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Alonso de Corral

Biografía

Corral, Alonso de. Valladolid. c. 1554 – Nájera (La Rioja), 1608. Abad general benedictino (OSB), teólogo y legislador de los recoletos.

Era hijo de la noble familia de su apellido, aunque nada se sabe de su juventud y estudios. La primera noticia suya que se tiene es la de su toma de hábito en el monasterio de San Benito el Real de Valladolid en 1569 o 1570, que lo recibió de manos del abad fray Alonso de Zorrilla y donde fue connovicio del gran cronista benedictino fray Antonio de Yepes. Terminados sus estudios eclesiásticos regresó a su monasterio de profesión, donde ejerció el cargo de depositario (1586-1595), hasta que le eligieron abad del monasterio de benedictinos recoletos de San Claudio de León (1595-1597). Aquí cayó gravemente enfermo en 1596, y prometió que si curaba, como sucedió, que trasladaría las reliquias de san Ramiro halladas dos años antes, al altar mayor de la iglesia abacial, cosa que hizo solemnemente, con asistencia del obispo de León y gran concurso del pueblo.

A la muerte del abad fray Pedro Barba en 1597 fue elegido abad de su monasterio de Valladolid y abad general de la Congregación vallisoletana para acabar su trienio de mandato, es decir, hasta 1598, en que convocó capítulo general, que acordó dar el título de maestro general a todos los que hubieran sido abades generales de la Congregación. En este mismo año fue elegido abad del monasterio de San Benito de Zamora y lo fue hasta el Capítulo General de 1601, que le reeligió abad general de la Congregación; ayudó económicamente al padre Yepes, que estaba en Salamanca escribiendo su Crónica General de la Orden de San Benito; mandó a los monasterios que le facilitaran copia de sus privilegios para la redacción de la misma, al tiempo que trató de implantar el misal romano; nombró a un monje procurador para la Chancillería de Medina del Campo y una comisión para examinar las nuevas constituciones latinas y las mandara imprimir.

En 1601 erigió en la Universidad el Colegio de San Vicente de Oviedo, con las mismas exenciones que las de Salamanca y Alcalá de Henares, aunque sin autorización del Consejo Real, para la cual nombró los primeros profesores. Y cuando se fundó la universidad civil los benedictinos quedaron con algunas cátedras (1609). Fray Álvaro de Salazar, abad de San Millán de la Cogolla implantó en el pequeño monasterio de San Millán de Suso, la más estricta observancia de la regla benedictina sin dispensa alguna.

Pronto ganó para esta forma de vida al venerable fray Sebastián de Villoslada, que en adelante sería el alma de este movimiento reformista benedictino, llamado la Recolección benedictina, que más tarde (1592) se implantó en los monasterios de San Juan de Poyo (Pontevedra), San Claudio de León y Nuestra Señora de Obarenes (Burgos), a los cuales por mandato del Capítulo General les dio estatutos propios el cronista fray Juan de Castañiza. Y más tarde, por mandato del Capítulo General de 1601, fray Alonso de Corral escribióles unas constituciones en catorce capítulos, llenas de moderación, equilibro y deseos de verdadera observancia, el texto se ha perdido, excepto los capítulos 1-7 y 13-14, conservados en el archivo de la propia Congregación de Valladolid, en Silos (Burgos), Documentación varia, XII, fols. 61r.-68v., que fueron publicados por primera vez por E. Zaragoza, Los Generales de la Congregación de Valladolid, IV, Silos, 1980, Apéndice documental, páginas 308-322.

En ellas trata: Del fin propio de estas casas de recolección (cap. I); De la oración y lección (cap. II); Del ofizio divino (cap. III); De la clausura y recogimiento (cap. IV); De las asperezas corporales (cap. V); De la pobreza (cap. VI); De los ayunos y comida (cap. VII); De los huéspedes (cap. XIII); y De algunas cosas tocantes al buen gobierno de estas casas (cap. XIV). Estas constituciones fueron observadas mientras existió dicha recolección, hasta finales del siglo xvii. Durante su generalato reunió Capítulo Privado en San Juan de Burgos en 1603, donde se trató de la aceptación del misal romano y de la fundación de un monasterio en el Sacro Monte de Granada, donde se habían encontrado unas supuestas reliquias de santos mártires. Y envió los tres primeros monjes ingleses profesos de San Martín de Santiago de Compostela a Inglaterra y trató de la fundación de los prioratos en México y Perú por parte del monasterio de Montserrat, y de la mudanza de la casa de Sevilla adentro de la ciudad.

Celebró Capítulo General en 1604, donde presentó unas advertencias escritas sobre las haciendas de los monasterios, los hábitos, la pobreza y la liturgia de la Congregación. Y en este mismo año, el 19 de marzo, aprobó las constituciones de las descalzas cistercienses, residiendo en su monasterio de Valladolid hasta que el Capítulo General de 1607 le eligió abad de Nájera, donde murió entre el 26 de septiembre y el 12 de diciembre de 1608, en olor de santidad, asistido por el padre Yepes, que escribió de él: “Puedo dezir con verdad que aunque he tratado otros muchos sugetos y muy calificados que aspiran a la perfección, pero mayor virtud e ygualdad de vida en pocos se hallará en tan subido punto”, pues fue muy dado a la oración y penitencia, y puntual en los oficios, además de teólogo insigne, predicador piadoso, ejemplar y reformador monástico, y “toda la ciudad de Nájera le llamaba a boca llena bienaventurado y santo”.

 

Bibl.: E. Zaragoza, Los Generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, III, Silos, Abadía, 1980, págs. 171-190; “Abadologio (Siglos x-xix) y Libro de gradas de los monjes (1715-1833) del monasterio de Santa María la Real de Nájera”, en Studia monastica, vol. 40 (1998), págs. 135-136; “Abadologio del monasterio de San Benito de Valladolid”, en Investigaciones históricas, 23 (2003), págs. 203-260.

 

Ernesto Zaragoza Pascual